Historia del Movimiento Obrero: Orígenes, Clases Sociales e Ideologías Transformadoras

Introducción al Movimiento Obrero

El movimiento obrero es un movimiento político en el que los trabajadores asalariados se asocian, temporal o permanentemente, con fines profesionales o también políticos, pero siempre en función de su naturaleza obrera; es decir, de su condición de persona que vende su fuerza de trabajo a otra, llamada capitalista, que posee los medios de producción y que es también dueña de los bienes producidos.

Los tejedores ingleses, antiguos artesanos, se organizaron en cofradías o hermandades que tomaban el modelo de los gremios medievales. Estas cofradías agrupaban a los trabajadores que se asociaban para ayudarse mutuamente. Aunque este movimiento no cuestionaba la industrialización, sino que reclamaba mejoras en las condiciones laborales, las primeras manifestaciones del movimiento obrero se plasmaron en el ludismo: la destrucción de máquinas, a las cuales se las responsabilizaba de la pérdida de la capacidad adquisitiva del pequeño artesano.

Clases Sociales en la Era Industrial

Aristocracia (Las élites dirigentes)

Las viejas clases dominantes del Antiguo Régimen (fundamentalmente la nobleza) perdieron gran parte de su influencia a lo largo del siglo XIX. Abolidos sus privilegios legales tras las revoluciones burguesas, conservaron, no obstante, gran parte de su poder económico, cimentado esencialmente en la propiedad de la tierra.

Burguesía

Grupo social compuesto esencialmente por comerciantes, artesanos libres y personas no sometidas a la jurisdicción señorial que vivía en las ciudades. Sin embargo, la burguesía decimonónica como clase social era muy heterogénea, y en su seno podían distinguirse los siguientes grupos:

La alta burguesía

Controlaba las industrias, la banca, el comercio y los altos cargos de la administración del Estado.

La burguesía media

Estaba integrada por profesionales de alta cualificación, comerciantes, agricultores acomodados, etc.

La pequeña burguesía

Constituida por pequeños comerciantes, artesanos, funcionarios de nivel medio-bajo y empleados diversos.

El Campesinado

Los campesinos siguieron constituyendo la mayor parte de la población, asimilaron nuevas formas capitalistas de producción y cultivo, y se suprimió la servidumbre.

Dos tipos de campesinos:

  • Campesinos propietarios de tierras

    Relativamente numerosos en Occidente, que se beneficiaron de las reformas liberales y se convirtieron en propietarios agrarios.

  • Jornaleros no propietarios

    Cuyo número fue especialmente elevado en zonas del Mediterráneo y el oriente europeo.

El Proletariado

El término proletariado designa a la clase social constituida por proletarios; el término «proletario» se identifica, pues, con la clase obrera.

Poseían características comunes:

  • Estaban concentrados en las ciudades, donde se ubicaban las industrias.
  • Padecían duras condiciones de trabajo.
  • Vendían su fuerza de trabajo a cambio de un salario.

Pero también tenían diferencias: unos pertenecían a la industria fabril y su número no dejó de crecer; otros trabajaban en el sector servicios y persistieron los viejos oficios artesanos.

Inicios del Movimiento Obrero

Ludismo

El ludismo fue un movimiento social que se caracterizó por la oposición a la introducción de maquinaria moderna en el proceso productivo. Se desarrolló entre 1800 y 1830 en Inglaterra y durante las primeras etapas del proceso de industrialización, y dio lugar a violentas acciones de destrucción de máquinas. Su origen se remonta a la acción de Ned Ludd, un tejedor que fue el pionero en este tipo de prácticas tras destruir el telar mecánico que manipulaba.

Los trabajadores enviaban comunicados amenazadores a los empresarios antes de una acción violenta contra las máquinas. Estas destrucciones fueron duramente reprimidas por el gobierno con penas de muerte para los autores. Acciones parecidas se dieron en otros países europeos, incluyendo España.

Sindicalismo

El sindicalismo fue un movimiento revolucionario que defendía que el control del gobierno y la industria debía estar en manos de los sindicatos, lo que se lograría mediante acciones directas, como huelgas generales.

En la práctica, se considera que los sindicatos son instrumentos que han de servir para mejorar las condiciones de los trabajadores dentro de la organización social existente. Sin embargo, el sindicalismo busca la creación de una sociedad sin Estado, donde la producción se destina a satisfacer las necesidades de la comunidad y no a obtener beneficios. Así, el sindicalismo acepta la teoría marxista de la lucha de clases.

En su origen, los Trade Unions británicos estuvieron constituidos por obreros de una localidad integrados en un mismo oficio, y su propósito era prestar ayuda en caso de grave necesidad a sus miembros. Su financiación era atendida mediante aportaciones económicas que luego eran utilizadas en la asignación de pensiones y subvenciones varias.
Durante la década de los años treinta, los Trade Unions fueron ampliándose y dejaron de estar limitados por oficio y localidad, abriéndose paso un sindicalismo de ámbito estatal.

Cartismo

El cartismo fue un movimiento propio de la primera etapa del movimiento obrero. Pero, a diferencia de aquel, tuvo una índole esencialmente política. El término procede de la «Carta del Pueblo», documento enviado al Parlamento Británico en 1838, en el que se reivindicaba el sufragio universal masculino y la participación de los obreros en dicha institución. Los defensores del cartismo pensaban que cuando los trabajadores alcanzasen el poder político, podrían adecuar las leyes a sus intereses de clase. La duración de este movimiento abarcó una década, entre 1838 y 1848.

Supuso la toma de contacto de las masas obreras con la acción política. Hasta entonces habían concentrado su empeño en la conquista de mejoras de carácter laboral.
En la «Carta» demandaban el sufragio universal, la supresión del certificado de propiedad como requisito para formar parte del Parlamento, inmunidad parlamentaria, un sueldo para los diputados, etc. Estas peticiones poseían un marcado carácter político y eran necesarias —según sus defensores— para conseguir una profunda transformación social.

El movimiento fracasó, entre otras causas, por las disensiones internas entre sus diversas tendencias: la moderada y la radical. La tendencia moderada la representaban Lovett y Owen, inclinados a demandas de tipo económico y laboral; la más radical la lideraron el irlandés O’Connor y O’Brien, ambos partidarios de acciones contundentes que incluían el empleo de la huelga general.

Sociedades de Socorro Mutuo

Nacieron como una forma de organización gremial, y su desarrollo se vio favorecido por la movilidad de la fuerza de trabajo urbano entre la fábrica, la industria a domicilio y el trabajo eventual del jornalero sin oficio.

Fueron la forma de organización y autogestión predominante en las distintas colectividades nacionales de inmigrantes y, en general, entre la masa obrera. Primero aparecieron como organizaciones étnicas o de paisanaje. Tenían como objetivo el auxilio de sus asociados ante los riesgos físicos de enfermedad, accidente o muerte, con fondos que provenían de aportaciones de los asociados. A menudo, contaban también con cajas de resistencia para mantener a sus miembros en las épocas de huelga.

Ideologías Obreras

Socialismo Utópico

El socialismo utópico surgió ante la situación desesperada en que se encontraba la clase trabajadora o proletaria durante el periodo de la Revolución Industrial. Los pensadores de la época buscaron un modelo económico diferente, un sistema más justo donde no hubiese tanta desigualdad social. Con este enfoque de la economía propusieron cambios profundos.

Trazaron posiciones económicas y políticas que apuntaban al fin de la explotación del hombre por el hombre.

Predominaban en sus teorías:

  • La reiteración de las ideas de la Revolución Francesa: imperio de la razón y de la justicia eterna.
  • La instauración de un Estado racional, capaz de ajustar la sociedad a los dictámenes de la razón.
  • La constatación de que las instituciones sociales y políticas reales no correspondían a las idealizadas por los revolucionarios franceses.
  • La idea de que las injusticias serían corregidas si apareciese un genio capaz de convencer a los hombres sobre la verdad.
  • Tomar la iniciativa para la solución de los problemas sociales y traducirlos en experiencias que pudiesen servir de modelo para un sistema más perfecto de orden social.

Étienne Cabet

(Dijon, Francia, 1788-Saint Louis, EE. UU., 1856) Teórico socialista francés que, desde muy joven, se interesó por los acontecimientos políticos del país. Participó activamente en la Revolución de 1830. Aceptó, posteriormente, la coronación de Luis Felipe, lo cual le permitió ser nombrado procurador general de la isla de Córcega. A pesar de sus opiniones políticas, de marcado carácter progresista y a menudo muy críticas con el sistema vigente, fue elegido diputado en 1831.

En 1840 publicó Viaje a Icaria, novela que le reportó una merecida fama y en la que trazó las líneas generales de lo que debería ser una sociedad ideal. En todas sus obras, se mostró partidario de implantar un régimen económico basado en la colectivización de las fuerzas de producción.

Charles Fourier

Fue un pensador socialista francés arruinado en la época de la Revolución, vivió con muchas dificultades económicas como modesto oficinista. Tuvo una formación autodidacta, a través de las lecturas del siglo XVIII (en especial de Rousseau).

Criticó la sistemática de la nueva sociedad industrial capitalista y liberal, por lo que se le encuadra como socialista utópico. Propuso un nuevo sistema de organización social, ideando comunidades modélicas (Falansterios: cooperativas de producción y consumo donde regiría la armonía social).

Robert Owen

Pensador y activista británico, tuvo una formación autodidacta y prosperó como empresario de la industria del algodón. Buscó la forma de promover una sociedad mejor desde su posición como empresario. Consiguió que la empresa obtuviese beneficios introduciendo mejoras para los trabajadores. Owen se inspiró en los ilustrados del s. XVIII.

Conde de Saint-Simon

(París, 1760 – 1825) Fue un historiador y teórico político socialista francés que pertenecía a una familia aristocrática, famoso por sus Memorias (1739-1752), en las que describió la corte de Luis XIV.

Participó en la guerra de la Independencia a favor de las colonias americanas, y durante la Revolución Francesa se hizo republicano. Nombrado presidente de la Comuna de París en 1792, renunció a su título nobiliario. Unas acusaciones de especulación con los bienes nacionales y sus relaciones con Danton, que no eran vistas con buenos ojos, dieron con él en la cárcel en 1793, aunque fue liberado en 1794.

Durante el Directorio, Saint-Simon gozó de una desahogada posición económica.

Socialismo Científico

Marxismo

El socialismo científico tuvo su origen a partir de la publicación, en el año 1848, de la obra «Manifiesto Comunista», de los autores Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895). Así, los intelectuales citados fueron los principales teóricos del socialismo científico, también llamado marxismo.

El socialismo científico tuvo como principales bases teóricas el materialismo histórico, el materialismo dialéctico, la lucha de clases, la revolución proletaria, la doctrina de la plusvalía y la teoría del desarrollo socialista.

La primera de estas teorías fue el materialismo histórico: según Marx y Engels, todos los movimientos políticos, sociales e intelectuales de la historia fueron determinados por el modo de producción de la vida material. Esto influiría en el conjunto de procesos sociales, políticos y culturales, y en los sistemas de valores. El materialismo dialéctico se constituyó como una de las teorías fundamentales que formaron la base del socialismo científico. La idea principal de esta teoría es que nunca se debe pensar que el mundo puede ser considerado un complejo de teorías y fenómenos acabados, sino de procesos que están en constante cambio. Otra teoría del socialismo científico se basó en la lucha de clases, proporcionada por la división de la sociedad capitalista entre explotadores y explotados.

La teoría de la plusvalía completa la fundación del socialismo científico. El objetivo principal de esta teoría era demostrar cómo los trabajadores eran explotados por los capitalistas.

El socialismo científico propuso el despertar de los trabajadores de la situación de explotados mediante la lucha de clases. Es decir, los trabajadores fueron entendidos como el motor de transformación en la historia. La superación del capitalismo y la construcción de una sociedad sin clases solo serían posibles mediante una revolución socialista, liderada por los trabajadores.

Plusvalía

La teoría de la plusvalía completa la fundación del socialismo científico. El objetivo principal de esta teoría era demostrar cómo los trabajadores eran explotados por los capitalistas.

La plusvalía sería el valor agregado a las mercancías (productos) por la fuerza laboral de los trabajadores (mano de obra). Expresa la diferencia entre el valor de la riqueza que el trabajador produce (valor de mercado de los productos producidos) y lo recibido en forma de pago (salario). Por lo tanto, todos los productos y los valores de mercado agregados fueron producidos por los trabajadores, pero estos nunca recibieron la totalidad de los frutos de su trabajo. Recibían salarios que les permitirían una supervivencia a ellos y a sus familias. Siendo así, la plusvalía era la explotación del trabajador a través de su producción, es decir, el trabajador nunca recibe el pago conforme a la riqueza que produce con el fruto de su trabajo.

Anarquismo

Esta ideología, junto con el marxismo, constituye una de las corrientes del Socialismo. Ambas, anarquismo y marxismo, coinciden en la crítica al capitalismo y en la necesidad de su eliminación, pero difieren radicalmente en cuanto a los métodos para conseguirlo. De hecho, a lo largo del siglo XIX ambos pensamientos se fueron alejando progresivamente, hasta convertirse en irreconciliables antagonistas.

Algunos sectores del anarquismo llegaron a la acción radical y violenta. Ello se concretó en atentados terroristas que calificaron en su día esta corriente de agresiva y salvaje.

La Iglesia y el Movimiento Obrero

La Iglesia condenó tanto las ideas liberales como socialistas. Ante el imparable proceso de industrialización, el constante crecimiento de las masas obreras y de la conflictividad social, hubo católicos que criticaron la explotación a la que estaba siendo sometido el proletariado. Surgió la denominada «doctrina social de la Iglesia», condensada en una serie de documentos, promulgada en 1891 por el papa León XIII.

En ella se preconizaba un orden social basado en la justicia y la caridad, exhortando al Estado a socorrer a las clases más desfavorecidas y alentando el asociacionismo de los trabajadores y fórmulas de asistencia social.

Sin embargo, no constituyó un corpus teórico en sí misma, sino que se expresó mediante una serie de consejos encaminados a ilustrar a los fieles sobre cómo afrontar los retos sociales y económicos del mundo moderno, desde los presupuestos de la fe cristiana.

Las Internacionales Obreras

Uno de los rasgos distintivos del socialismo de todo signo fue su carácter internacionalista.

El «Manifiesto Comunista» lanzaba, al respecto, una consigna clara que se tradujo en las llamadas Internacionales Obreras:

La Primera Internacional Obrera (AIT) (1864-1876)

Fundada en 1864, tuvo como sede la ciudad de Londres. El encargado de redactar sus estatutos fue Karl Marx. En ella se puso de manifiesto que la liberación del proletariado solo sería obra de los propios trabajadores y que la toma del poder era fundamental. También se hicieron reivindicaciones de carácter social, como la jornada de 8 horas. El gran problema de la Primera Internacional fue la polarización que sufrió a partir de 1868, con la incorporación de Bakunin y el enfrentamiento entre marxistas y anarquistas.

La Segunda Internacional Obrera (1889-1916)

Fue fundada en 1889. Su sede se estableció en Bruselas. Si la Primera Internacional había albergado en su seno una amplia gama de tendencias, la Segunda, una vez expulsados los anarquistas en 1893, adoptó una clara orientación socialista marxista. Entre sus objetivos fundamentales destacó la búsqueda de una legislación que mejorara las condiciones de vida de los trabajadores (subsidios de desempleo, protección social, etc.) y, de forma especial, la instauración de la jornada de ocho horas. La Segunda Internacional instauró dos de los símbolos distintivos de la identidad cultural del movimiento obrero: la jornada del Primero de Mayo como fiesta reivindicativa (Día Internacional del Trabajo) y el himno conocido de la Internacional. Al igual que la Primera Internacional, los principales problemas a los que hubo de enfrentarse fueron de carácter interno, en este caso el enfrentamiento ideológico entre los dos grupos surgidos en el seno del socialismo marxista: el radical y el moderado.

La Tercera Internacional (Komintern) (1919-1943)

La Tercera y última Internacional se fundó en 1919 con el nombre de Komintern tras el triunfo de la Revolución Rusa. De carácter comunista.

El Sufragismo

El sufragismo no aportó cambios significativos a la situación de las mujeres en cuanto a derechos políticos. Si bien abrió el paso hacia el trabajo femenino en las minas y fábricas, el sufragio (censitario y posteriormente universal) se concedió mayormente a los hombres, dejando a las mujeres excluidas del sistema durante largo tiempo.

Esto desencadenó el movimiento sufragista, reivindicador de los derechos de las mujeres y su igualdad respecto a los varones.

Las principales abanderadas de este movimiento fueron las británicas y estadounidenses, y posteriormente las escandinavas y holandesas.