La culpa es de la vaca

EL DUELO PÖR “EL HIJO SANO QUE NO ESTÁ”

 En el caso del enfrentamiento a la discapacidad   del hijo hay necesidad de “un trabajo  de duelo”  indis- pensable,  hay que procesar el duelo por el hijo que no nacíó para  poder conectarse  y dar un lugar al hijo real, con su déficit.


es una  denominación  que  proviene  de la teoría psicoanalítica.  Freud (1917)  describió  el proceso  intrapsíquico   del duelo como  las  fases que  atraviesa  una persona  que ha perdido  un objeto  al cual estaba  fuertemente apegada. Nos dice:  “la aflicción es,por lo gene- ral, la reacción  a la pérdida  de un ser amado  o de una abstracción   equi- valente:  la patria,  la libertad,el ideal,etc. “. Para que tenga lugar este desprendimiento se requiere  una tarea psíquica. El examen de la realidad ofrece datos:que el objeto amado ya no es- tá y es necesario  que elsujeto abandone sus relaciónes  con elmismo.                                                                         Pero en el tipo específico del diagnóstico  de un daño  orgánico  del hijo, es la familia como totalidad  (la pareja  paterna, los hermanos,la fami- lia extensa)  la que enfrenta una pérdida;  por lo tanto  el duelo  compro- mete  a la familia toda. Habrá un duelo íntrapsíquíco  de cada uno de los integrantes de la familia,pero también se dará un duelo  intersubjetiva. Acá hay un niño presente,pero con una falta, y que por ello no se ajusta a la imagen del hijo soñado. Hay que hacer  el duelo “por el hijo soñado  que no está”. Es decir,nos hallamos ante un particular  proceso de duelo. Freud describió  la gradación existente entre un duelo  normal  y los duelos patológicos.

1)Nuestra experiencia  clínica con familias con un hijo con discapacidad nos ha permitido  hallar la sucésión  de las cuatro fases delduelo definidas por Bowlby (1976),  si bien con las particularidades y singularidades de ca- da familia  Nuestra práctica  nos muestra  que esta sucesión  de fases puede variar en cuanto  al tiempo  deduración y la intensidad  de sus fases;puede faltar alguna de ellas o alterarse  el orden en que se presentan, etc. Para los miembros de la familia es como  un adormecimiento de la sen· sibilidad,  a menudo interrumpida por estallidos  de cólera y/o episodios de aflicción sumamente intensas. .  Este esTadó aparece expresado  en frases paternas como las siguientes:  “Es como si me hubieran  dado un mazazo  en la ca- beza, y estaba como aturdido’: “Me sentía como en un sueño del que iba adespertar’; “Todoera como irreal;“Eracomo si leestuviera pasando a otro y no a mi“. La fase de anhelo  y búsqueda   de la figura perdida

2)Se manifiesta  cuando  los miembros  de la familia comienzan a perci- bir,aunque  sea de manera  episódica,  la realidad  de la situación que es- tán  atravesando,pero se acompañada de un intento  de no admitirla,  de una  actitud  general  de descreimiento.

En  lugar  de la  tendencia  a no  aceptar   que  la persona   perdida   ha muerto,   como  ocurre   ante  un  fallecimiento,   en  este  caso  lo  que  los miembros de la familia se niegan  a aceptar  es el diagnóstico. Es un “st veo lo que está pasando‘;pero  al mismo tiempo  no puedeser,no me puedesucederesto a mi“,nopuedo creerlo‘;“el médicose pudo haberequivocado;“nopuedesertan grave’: sepuedecurar”. Como manifestación   de esta fase hallamos las recorridas por los diferentes  médicos  en labúsqueda   de aquel que diga que eldiagnóstico  está equivocado.

El sentimiento   de  descreimiento   descripto   puede  acompañarse  de otros  de anhelo  y búsqueda del hijo sano. Aparece  la esperanza de que todo ha de arreglarse.

Hay una búsqueda infructuosa de otra realidad, con la consiguiente frustración, irritabilidad,   rabia, autorreproches y acusaciones   a los mé- dicos,  al cónyuge, a otros familiares  al no hallarla.

Decíamos  en una  publicación   anterior  (Núñez,  1991):  “En esta fase de búsqueda  de lo perdido  aparecen  accesos de cólera que pueden: vol- verse  contra  Dios que les falló,contra  el destino,contra  el hijo que  lo frustró,contra  el otro miembro  de la pareja,  contra  sí mismos  y, lo  que es muy frecuente,contra

aquellos   que los asistieron  o asisten   (el obste- tra, elneonatólogo,   el pediatra,  etc. )”,

Muchas veces la rabia, y otros sentimientos   presentes  en esta fase,se manifiestan  en forma de hiperactividad  y gran inquietud,en una búsque-

da irrefrenable  y frenética de información  de médicos y otras personas. La compulsividad de esta búsqueda estaría marcando  el esfuerzo  de negación  del dolor  y angústía  vinculados  con la realidad  de la situación.

Decíamos   en  la publicación   citada  en  párrafos   anteriores   (Nüñez,1991):  “Los padres  en esta  fase comienzan  a expresar  sentimientos  de culpa. La discapacidad  del hijo puede  ser vivida a nivelde fantasía como un castigo por alguna mala acción:no haberse  cuidado  en el embarazo, haber  fumado, haber  tenido  una actividad  sexual demasiado  frecuente, haber  trabajado en exceso, etc. ;muchas  veces  aparecen interpretacio- nes irracionales.  Estos sentimientos  de culpa  suelen  ser transferidos al obstetra, al pediatra, a un pariente  lejano  con un  antecedente de daño irrelevante . .   al cónyuge  supuestamente  portador  del gene  malo o cau- sante  de la deficiencia  y,en fin,al niño mismo”.

Cuando  se atribuyen  la culpa  a sí mismos,  se acompaña de autorreproches,  acusaciones,  y autocastigos.   Muchas  veces  se  pueden   sentir acusados  por el médico  y otros  profesionales intervinientes cuando  en realidad  son ellos mismoslos que se culpabilizan.

Los sentimientos de culpa pueden basarse en larealidad o en la fantasía

La mala  Información   y los mitos  que  los padres  tienen  acerca  de las enfermedades   y las deficiencias  pueden  provocar  intensos  sentimientos de culpa,no justificados.

Cuando  los sentimientos   de culpa corresponden a una personalidad prevía, a pesar  de la cantidad  de información   que pueda  ofrecer  el pro- fesional, van a persistir.

En la base de estos sentimientos   que  marcamos está la tristeza  profunda y generalizada  por el reconocimiento    de la pérdida  del hijo sano Y de la imposibilidad   de reencuentro   con él.

Nos dice Bowlby (1976): “La búsqueda inquieta,la esperanza intermitente,el desengaño   repetido,el llanto,  la tristeza, larabia y la ingratitud son los rasgos  de estas fases del duelo y deben  entenderse como  expresiones  de la Imperiosa necesidad  de encontrar y recuperara la personá perdida”,

3) Empieza  a aparecer como  respuesta emo- cional  el sentimíento de que ya nada  puede  hacerse, que  no se puede volver la situación hacia  atrás, y se cae en depresión, apatía,  sentimien- tos de vacío.

Estas respuestas  emocionales  se puedén  acompañar de un abandono del hijo y/o de sí mismos,deseos de huir. O sea,predominan   sentimien- tos de impotenCía, desesperanza  de recuperar  lo anhelado  y perdido.

Esto puede  traer como consecuencia la desorganización  de la acción, la falta de voluntad  y fuerza de lucha.

Es el momentó en que más se manifiesta la sensación de que se ha- cen añicos todas  las ilusiones e ideales depositados en elhijo. La fase de reorganización

4Cuando  el duelo sigue un curso  favorable  hay un momento,  variable en cada la familia, en elque se logra una renuncia a la esperanza de re-: cuperar al hijo perdido. Es un mo- mento en el cual se llega a un lento  reconocimiento y aceptación de lo irreparable de la pérdida.

Los padres  comienzan a encontrarse   con  sus  propios  recursos  y lo- gran armar un nuevo  orden familiar,sobre la base de una aceptación  de ese hijo con sus limitaciones, “tal cual es“, y no “tal cual se deseaba que fuera”. Una aceptación de ese hijo con sus limitaciones y su manera  de ser  diferente,  sentido como  quien  puede  desarrollar  potencialidades que permanecen ocultas,  en espera de oportunidades para desplegarse.

Cuando  se produce  esta aceptación,  el hijo logra ocupar  un lugar en esa trama familiar como “niño”y no como “el problema”,el Down, el sor- do, el ciego.

Es decir,  la familia  logra  incorporar  al  niño  a la vida  del  grupo, rearmando una  nueva  organización  en la que  se le da a este  hijo un lugar, que  no  será  el más  importante  pero  tampoco  subvalorado y marginado.

Esta fase de reorganización lleva consigo una redistribución  de roles y funciones  familiares: la atención  especial  del discapacitado  en cuanto  a cuidados físicos, traslados a los servicios donde reciba tratamientos,  lapro- visión del dinero para la manutención  de la familia, la puesta de límites, etc .