La Guerra Fría: Conflictos, Sociedades y el Colapso del Bloque Soviético

Guerras Calientes en la Guerra Fría

La Guerra de Corea (1950–1953)

Fue el primer gran conflicto de la Guerra Fría. En 1950, Corea del Norte (apoyada por la URSS y animada por la victoria comunista en China) invadió Corea del Sur. La ONU condenó la agresión y envió tropas lideradas por EE. UU., que frenaron la invasión y avanzaron hacia el norte, pero China intervino y los obligó a retroceder. El conflicto terminó en 1953 con la Paz de Panmunjom, que restableció la frontera original y consolidó la división de Corea en dos países. Murieron más de 4 millones de personas, la mitad civiles. EE. UU. reforzó su lucha anticomunista y aumentó mucho el gasto militar. Corea del Norte quedó muy dañada, y China consideró su participación como una victoria frente a Occidente.

La Guerra más Larga: Vietnam

Todo empezó en 1945 como una lucha anticolonial. Francia no aceptó la independencia proclamada por Ho Chi Minh, líder del Viet Minh, de ideología comunista y nacionalista. La guerra duró casi diez años, hasta la derrota francesa en Dien Bien Phu (1954). En la Conferencia de Ginebra (1955) se reconoció la independencia de Vietnam, pero se dividió en dos partes: Norte comunista y Sur anticomunista. EE. UU. impidió unas elecciones que seguramente ganaría Ho Chi Minh y apoyó al Sur con dinero, asesores y luego tropas. En 1960 se creó el Frente de Liberación Nacional (Vietcong), apoyado por el Norte, China y la URSS. En 1965 EE. UU. intensificó la guerra con bombardeos y armas químicas, pero no logró frenar la guerrilla. La violencia televisada generó protestas en todo el mundo. En 1973, tras los Acuerdos de Paz de París, EE. UU. se retiró. En 1975 cayó el Sur y en 1976 nació la República Socialista de Vietnam. Fue una gran derrota para EE. UU., que sufrió un fuerte golpe moral por perder ante un país mucho más pobre y por las denuncias de crímenes de guerra.

Sociedades Capitalistas

La Sociedad de Consumo

En los veinte años tras la Segunda Guerra Mundial hubo un gran crecimiento económico en Occidente, liderado por EE. UU. Gracias al pleno empleo, la tecnología y la energía barata, aumentó el consumo privado. Tener cosas como coches o electrodomésticos se volvió símbolo de éxito y felicidad, sobre todo ligado al hombre y a la familia tradicional. La clase media creció, con más trabajadores en servicios y administración, pero no desaparecieron las desigualdades: también surgieron focos de pobreza y exclusión social.

El Estado del Bienestar

Desde 1945, el Estado adoptó una vocación intervencionista, controlando el mercado (más en Europa que en EE. UU.), limitando el poder de las grandes empresas y gestionando sectores clave como transportes, energía o industria pesada. También aplicó una política fiscal progresista, es decir, impuestos más altos para los que más tienen, lo que permitió financiar servicios públicos como sanidad, educación, pensiones y subsidios. Esto convirtió al Estado en una gran empresa pública, con muchos funcionarios y con capacidad para reducir desigualdades y redistribuir la riqueza (incluso más en EE. UU. que en Europa).

La Democracia Parlamentaria y Pluripartidista

En los países occidentales (salvo Grecia, Portugal y España hasta los años 70), se desarrollaron sistemas políticos con democracia parlamentaria, sufragio universal y pluralidad de partidos. Existían tres grandes grupos: conservadores y democristianos, socialdemócratas y laboristas, y comunistas. Todos seguían las normas constitucionales. Se diferenciaban según su apoyo a los derechos sociales y su cercanía a los movimientos sociales. Competían en elecciones libres para llegar al poder.

Los Nuevos Movimientos Sociales

El movimiento obrero se volvió clave, dejando atrás ideas revolucionarias para centrarse en mejorar las condiciones laborales mediante huelgas y protestas. En los años 60 surgieron protestas sociales, protagonizadas por jóvenes que luchaban contra injusticias (racismo, machismo), la Guerra de Vietnam y buscaban un nuevo modelo de sociedad. En EE. UU. nació el movimiento hippie, que defendía la libertad sexual, la vida en comunas, el pacifismo y el ecologismo. Fue parte de una contracultura con estética y valores propios. También destacaron la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos, el feminismo, los movimientos antinucleares y ecológicos, y las protestas estudiantiles. El momento más simbólico fue Mayo de 1968 en París: estudiantes y trabajadores exigieron reformas profundas, rechazando el sistema autoritario, el capitalismo y defendiendo nuevas libertades.

Crisis y Neoliberalismo

En 1973 empezó una crisis económica por la subida del petróleo, que frenó la economía. Crecieron el paro y la inflación, y los sectores tradicionales bajaron, mientras nuevas industrias tecnológicas y el sector servicios crecían. Se redujeron impuestos a las empresas, se debilitó a los sindicatos y empeoraron las condiciones laborales. Los sectores financieros y conservadores presionaron para eliminar regulaciones, facilitar negocios especulativos y privatizar servicios públicos (sanidad, educación) y empresas públicas (transporte). Así buscaban reactivar la economía y superar la crisis. Desde 1980, Margaret Thatcher en Reino Unido y Ronald Reagan en EE. UU. lideraron una reacción conservadora contra los valores progresistas, promoviendo menos Estado, más privatización y apoyo a la industria armamentística.

Auge y Crisis de la Distensión

La Coexistencia Pacífica y la Distensión

A mediados de los años 50 comenzó una etapa de distensión en la Guerra Fría, marcada por un cambio en las relaciones internacionales. Nikita Jruschov, sucesor de Stalin, proclamó la coexistencia pacífica en el XX Congreso del PCUS (1956), defendiendo la no agresión y el respeto a la soberanía de cada bloque, postura que también adoptaron los presidentes de Estados Unidos. La negociación sustituyó a la confrontación: conferencias internacionales (1955, 1961) y la visita de Jruschov a EE. UU. en 1959 mostraron una tímida apertura entre Moscú y Washington. Incluso se iniciaron relaciones comerciales, mientras crecía el movimiento social por la paz y contra el riesgo nuclear. La carrera de armamentos se convirtió en el principal foco de la distensión. En 1968 se firmó un primer tratado para limitar las armas nucleares, y en 1972 los presidentes Richard Nixon y Leonid Brézhnev firmaron los acuerdos de SALT, que establecían restricciones a los arsenales nucleares, marcando un importante avance en el control del armamento.

Tensiones en Tiempos de Distensión

Pese al acercamiento entre las grandes potencias, se produjeron graves crisis que recordaban las tensiones de la Guerra Fría, como las ocurridas en Egipto, Cuba y Berlín. El conflicto del Canal de Suez (1956) estalló cuando el líder egipcio Gamal Abdel Nasser nacionalizó la compañía del canal, controlada por británicos y franceses. En respuesta, Francia, Reino Unido e Israel lanzaron un ataque. La presión de la URSS y la condena de EE. UU. obligaron a detener el conflicto. La revolución cubana de 1959 derrocó a la dictadura de Batista, lo que provocó la hostilidad de EE. UU., que impuso un bloqueo económico (1961) y apoyó un intento fallido de invasión. Fidel Castro, al sentirse amenazado, se alineó con la URSS, proclamó el carácter socialista de la revolución y aceptó la instalación de misiles soviéticos. Esto llevó al bloqueo de Cuba por parte de EE. UU. (1962) y a una grave crisis que solo se resolvió cuando Kennedy y Jruschov acordaron retirar los misiles y respetar la soberanía cubana. El Muro de Berlín (1961) fue construido por la RDA con el respaldo soviético para frenar la huida masiva de ciudadanos del Este al Oeste. Kennedy aceptó su existencia como mal menor para evitar un conflicto mayor. El muro, de 155 km, dividió familias y costó la vida a decenas de personas que intentaron escapar.

El Fin de la Distensión

A finales de los años 70, la Guerra Fría se intensificó. En Estados Unidos, Ronald Reagan criticó la distensión y lanzó la costosa Iniciativa de Defensa Estratégica, presionando a la URSS. Por su parte, la URSS aumentó su presencia en África e invadió Afganistán en 1979, enfrentándose a los muyahidines armados por EE. UU. En Irán, la revolución islamista de 1979 llevó al poder a Jomeini, opositor a EE. UU. En Nicaragua, la revolución sandinista derrocó a un aliado estadounidense. Además, las denuncias del presidente Carter sobre los derechos humanos en la URSS aumentaron la tensión. Estos hechos marcaron el fin de la distensión y el inicio de una nueva fase de confrontación.

La Caída del Bloque Soviético y el Fin de la Guerra Fría

Estancamiento Político y Debilidad Económica

El sistema político de la URSS, controlado por una máquina burocrática represora, estaba alejado de cualquier intento de modernización. La economía sufría una baja productividad alarmante, y la escasez de bienes de consumo empeoraba la vida de la población. Los crecientes gastos militares por la guerra de Afganistán, la intervención en el Tercer Mundo y la competencia tecnológica con EE. UU. agravaban la crisis. En Europa del Este, aumentaba el nacionalismo y la oposición política al dominio soviético, junto con demandas de libertad y denuncia de la represión. La URSS enfrentaba un creciente inconformismo interno y externo.

Las Reformas de Mijaíl Gorbachov

En 1985, Mijaíl Gorbachov llegó al poder con el objetivo de modernizar el sistema socialista. Su primera medida fue la Perestroika, que incluyó reformas económicas para aumentar la productividad, liberalizar la economía, fomentar cooperativas y dar autonomía a las empresas, junto con reformas políticas para democratizar el sistema, regular derechos y libertades, reconocer partidos políticos y convocar elecciones. Buscaba así estimular la participación, crear una nueva Constitución y acabar con la corrupción. La segunda fue la Glasnost, o transparencia informativa, impulsada tras la catástrofe de Chernóbil (1986), que evidenció la necesidad de eliminar la censura y aumentar la libertad de información. En política exterior, Gorbachov propuso frenar la carrera de armamentos, eliminar las armas nucleares y fomentar la negociación para resolver conflictos, defendiendo la no intervención en asuntos internos. Estas reformas encontraron resistencia en sectores comunistas ortodoxos y fueron consideradas insuficientes por otros. La apertura económica generó desajustes y desconcierto, sin mejorar las condiciones de gran parte de la población, y los cambios en el régimen autoritario soviético trajeron consecuencias imprevisibles.

La Caída del Muro de Berlín

Las reformas de Gorbachov impulsaron el auge de movimientos nacionalistas y demandas de libertad en las democracias populares, que colapsaron rápidamente. En Polonia, el sindicato Solidarnosc, un movimiento social, católico y nacionalista, protagonizó huelgas y protestas con el apoyo de la Iglesia, logrando acuerdos que culminaron con la victoria de Solidarnosc en las elecciones de 1989 y 1990. Esta movilización llevó también a elecciones en Hungría, Checoslovaquia y Bulgaria, donde surgieron gobiernos reformistas. En Rumanía, el movimiento fue violento y terminó con la ejecución del dictador Ceaucescu y su esposa. El símbolo más emblemático fue en Berlín, donde la presión ciudadana provocó la caída del muro en 1989 y el fin del sistema comunista, facilitando la reunificación de las dos Alemanias y marcando el final de la Guerra Fría.

La Desintegración de la URSS

Las reformas de Gorbachov desencadenaron un proceso de desintegración dentro de la URSS, agravado por la caída de la productividad, el aumento de precios y el desabastecimiento. Además, la cuestión nacional emergió con fuerza, mostrando el rechazo al sistema y el deseo de independencia en varias repúblicas. Gorbachov propuso un nuevo Tratado de la Unión para crear una unión de repúblicas soberanas e iguales, votado en marzo de 1991. Sin embargo, las repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania), junto a Armenia, Georgia y Moldavia, boicotearon el tratado, buscando independencia inmediata. Las otras nueve repúblicas apoyaron continuar en la URSS. En 1990, en la Federación Rusa, la república más grande, se celebraron elecciones libres que eligieron presidente a Boris Yeltsin, quien impulsó cambios que significaban la desaparición del sistema soviético. En agosto de 1991, la vieja guardia comunista intentó un golpe de Estado contra las reformas, pero fracasó. Esto fortaleció a los partidarios de desmontar el régimen, liderados por Yeltsin. Gorbachov, aislado, disolvió el Partido Comunista. La desintegración se aceleró y en 1991 todas las repúblicas declararon su independencia, formando la Comunidad de Estados Independientes (CEI) en lugar de la URSS. En diciembre, Gorbachov dimitió como presidente de un Estado ya desaparecido.