La Institución del Régimen
Franco configuró un nuevo Estado, cuyo primer objetivo era deshacer la labor de la República, suprimiendo la Constitución de 1931 y los estatutos de autonomía del País Vasco y Cataluña, pasando a un centralismo. Franco impuso un sistema totalitario, concentrando la Jefatura del Estado y del Gobierno, así como el mando supremo del Ejército. Intervino en la legislación y admitió una única organización política, el llamado Movimiento Nacional, formado por un conjunto de organismos y mecanismos que componían el régimen franquista, junto a un partido único, el Sindicato Vertical, y todos los cargos públicos.
Al faltar una constitución, el sistema político se reguló mediante las Leyes Fundamentales, que pretendían sustituir una constitución. Entre las cinco primeras, destacó el Fuero del Trabajo de 1938, que creó el Sindicato Vertical. En 1942, la derrota de los totalitarismos en la Segunda Guerra Mundial llevó a una apariencia democrática del régimen, implantando la democracia orgánica, donde se restablecían los organismos propios de la democracia. También se aprobó la Ley de Cortes, que carecía de representación democrática, y cuyos miembros eran designados, restableciendo la institución pero con función consultiva y de aprobación de las leyes dictadas por Franco.
Entre las leyes destacadas se encuentran:
- El Fuero de los Españoles, que era una especie de declaración de deberes y derechos.
- La Ley del Referéndum Nacional (1945), que suponía la posibilidad de someter a referéndum algún tema.
- La Ley de Sucesión, que convertía a España en un reino, permitiendo a Franco gobernar hasta su muerte y nombrar sucesor.
- La Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958), que establecía los principios en los que se basaba el régimen: Patria, familia y religión.
- La Ley Orgánica del Estado de 1966, que pretendía actualizar el entramado legislativo franquista.
La Política Económica
En la época de posguerra, el aislamiento internacional obligó a adoptar una política autárquica, pretendiendo lograr la autosuficiencia económica contando solo con los recursos propios, lo que supuso la intervención del Estado en la economía.
Se creó el Instituto Nacional de Industria (INI) para fomentar la industria básica, se nacionalizaron algunos servicios como el ferrocarril (RENFE), se impulsaron las obras públicas y se limitó al máximo la exportación y la importación. Dicha política provocó el estancamiento económico, el hundimiento de la producción agrícola e industrial y la escasez de alimentos. Estas circunstancias obligaron a racionar algunos productos básicos y a una subida de precios, además de la aparición de un mercado negro, el estraperlo, donde se vendían artículos de forma clandestina.
En la década de los 60, se puso fin a la deficiencia económica mediante los Planes de Estabilización (1959), obra de los tecnócratas del Opus Dei, que consistían en sanear la economía, la liberalización de los precios y el comercio, además de la devaluación de la peseta.
Los Planes de Desarrollo, compuestos por tres planes cuatrienales de planificación indicativa entre 1964 y 1975, provocaron un gran impulso al desarrollo. Por último, los Planes estables se implementaron para impulsar el sector público y estimular a los inversores privados, con la creación de polos de desarrollo.
Otros motores de la economía fueron:
- La llegada masiva de tecnología y capitales extranjeros.
- El boom turístico, que proporcionó grandes cantidades de divisas.
- El dinero enviado por los emigrantes españoles en Europa.
- La emigración exterior, que llevó a más de un millón de personas a los países más avanzados de Europa Occidental, necesitados de mano de obra.
La agricultura mejoró gracias al empleo de máquinas y abonos, así como a la extensión del regadío. La industria también mejoró debido al estímulo de los planes de desarrollo y a las mejoras técnicas. El sector terciario se benefició del crecimiento del comercio exterior y del turismo de sol y playa. El desarrollo del turismo produjo una terciarización de la economía, aumentando los servicios y transformando los hábitos culturales y la vida de los españoles, que gracias a los extranjeros tomaban contacto con el mundo exterior.
Las consecuencias del desarrollo fueron desiguales. Por una parte, fueron positivas, ya que se triplicó la renta, se modernizó la economía y se dotó al país de infraestructuras, convirtiéndose en un país industrializado. Por otra parte, fueron negativas, ya que provocaron desequilibrios regionales y sectoriales, además de aumentar la dependencia exterior en tecnología y capitales.
Aumentó la capacidad adquisitiva de la sociedad española como consecuencia de la subida de consumo por automóviles, lavadoras, etc. A partir de 1973, comenzó a figurarse un cierto clima de inquietud, por la precaria salud de Franco y por la crisis del petróleo, que inició una fase recesiva en la economía mundial. Para España, la crisis de la energía resultaba especialmente grave, ya que la dependencia del petróleo importado era mucho mayor que en otros países europeos. Se produjo una estanflación, que se unió a la crisis política que estaba viviendo el franquismo.