Contexto Literario de la Poesía Española Previa a 1936
El texto que hemos escogido en el bloque de educación literaria forma parte de El rayo que no cesa / Viento del pueblo de Miguel Hernández. Desde el punto de vista del contexto literario, el poema y la obra se incardinan en las coordenadas de la poesía española previa a 1936, caracterizada, junto a la pervivencia de una línea tradicional, por la sucesión de movimientos y autores que aportarán grandes novedades.
Influencias Clave
En primer lugar, el Modernismo, que, con Rubén Darío a la cabeza, y una fuerte influencia del Parnasianismo y el Simbolismo, significó una verdadera revolución tanto en la creación de mundos poéticos (tiempo, muerte, actitudes escapistas, cosmopolitismo, indigenismo, erotismo) como en el plano formal (cultismos, neologismos, culto a la sensación, imaginería desbordante y original, revolución métrica).
Por otro lado, destaca el magisterio de Juan Ramón Jiménez. Decisivo para la poesía española contemporánea, su obra comienza (época sensitiva) bajo la influencia del Modernismo en su línea de temas románticos (Arias tristes, Platero y yo), etapa que romperá con Diario de un poeta recién casado (época intelectual), cultivando una poesía pura, en la que se elimina lo anecdótico, hasta finalizar con la época suficiente o verdadera, fase en la que Juan Ramón persigue perfeccionar su poesía (Dios deseado y deseante y Animal de fondo).
No podemos dejar de citar también a Antonio Machado con sus dos obras poéticas fundamentales: Soledades, de corte inequívocamente modernista, con sus típicos escenarios y acuñaciones verbales, y un tema obsesivo, la muerte; Campos de Castilla, donde la lírica de Machado, de estilo más sobrio, se enriquece ahora con nuevas experiencias personales –el amor, la muerte de su esposa– y nuevos paisajes –Castilla–, brotando en muchos poemas una inquietud de tono social.
La Generación del 27 y Miguel Hernández
Finalmente, sobresalen los poetas de la Generación del 27, la promoción de escritores más importante del siglo XX español (Salinas, Guillén, Diego, Alberti, Lorca, Aleixandre, Cernuda, etc.). Su obra estará marcada por la variedad, tanto sincrónica (entre unos poetas y otros) como diacrónica (en la evolución de cada escritor), la combinación de la tradición literaria con la vanguardia, el tránsito entre pureza y revolución, y el empleo de las revistas como medios de expresión. Sirviendo de transición entre los poetas del 27, con los que mantendrá fuertes conexiones, y los de la Generación del 36, aparecerá la inolvidable figura de Miguel Hernández, calificado por Dámaso Alonso como “genial epígono” de los primeros.
Análisis Temático del Poema
Con respecto al plano temático, en el texto seleccionado podemos observar cómo, tras un periodo literario en el que Miguel Hernández hallaba la inspiración en el mundo externo, plasmando lo que será el gran tema de la poesía hernandiana: el amor o la rebelión por el amor no consumado. La poesía de Miguel Hernández es una poesía radicalmente amorosa. Así, de las tres heridas hernandianas, “la del amor, la de la vida, la de la muerte”, la primera es la que más profundamente le hiere y es por la que con más abundancia sangra su corazón apasionado.
Manifestaciones del Amor y la Angustia
Este amor, en el poema que abordamos, se manifiesta, como explica Balcells, a través de una lírica de la angustia (“los sollozos agitan su arboleda”), con una representación del amor como pasión impetuosa y carnal, no como contemplación espiritual, lo que explica su configuración elemental ligada a fuerzas telúricas. Esta composición es uno de los poemas en donde este fenómeno más se exhibe por la condición de “barro” del poeta, y el despliegue de referencias eróticas (“el nardo de tu pierna”), bajo la realidad de un amor insatisfecho, no consumado.
Es la poética surgida de una interiorización, que supone adentrarse en una angustia que se liga al sentimiento amoroso, pero que no se va a reducir a esa materialidad que hemos reseñado, sino que la trasciende en forma de angustia metafísica y existencial, con claros ecos del concepto de amor como autodestrucción de Aleixandre y la poesía impura de Neruda. Una angustia agudizada por otro motivo clave hernandiano, el fatalismo (“Barro es mi profesión y mi destino”).
Rebelión Final
Sin embargo, y a diferencia de otras composiciones, en las estrofas finales el poeta mostrará una apasionada rebelión contra el sometimiento, llegando incluso a exclamar ante su amada que, antes que lo consuma la sequía de amor carnal, “el barro ha de volverte de lo mismo”.
Aspectos Formales y de Género
La composición de El rayo que no cesa que abordamos pertenece al género lírico, como evidencia su naturaleza discursiva fuertemente subjetivizada, su carácter autotélico y, aunque no sea condición imprescindible, su versificación.
Adscripción Generacional
Teniendo en cuenta la fecha de publicación de El rayo que no cesa, 1936, el poema podría adscribirse a la difusa Generación del 36. Sin embargo, Miguel Hernández puede considerarse como un autor único, un poeta “constelación”, con una voz propia y rasgos de diferentes promociones, como las del 27 y el 36, si bien son perceptibles características de esta última en el poema que comentamos como el formalismo clásico, la revalorización del sentimiento y la intimidad o el componente existencial, incluso religioso, pero en un tono más agónico.
Métrica: La Silva
Como hemos precisado, desde el punto de vista métrico, el poema que comentamos es una silva. Frente a los sonetos, cuyo molde clásico actuaba como elemento de contención de los atormentados impulsos, la silva precede al verso libre como estructura métrica moderna, lo que facilita una mayor expansión del sentimiento del poeta. La silva está elaborada con una estructura tripartita: metamorfosis total del amante Miguel en barro, respuesta de la amada, y rebelión amorosa del barro/poeta mediante una acertada instrumentalización de la tercera persona para referir a la amada.
Estilo y Simbolismo
Por otro lado, siendo propio de la técnica hernandiana la combinación de metáforas más tradicionales con imágenes de corte visionario, en el poema sobresale la proyección de estas últimas, lo cual fundamenta la complejidad expresiva del texto en determinados momentos y lo sitúa dentro de la órbita del influjo surrealista recibido a través de Aleixandre o Neruda. A todo ello hay que añadir el adensamiento simbólico propio de este periodo del poeta, destacando la presencia del barro, que representa el estado del poeta afectado por el amor no consumado, todo ello bajo resonancias telúricas y arcanas.