Origen del ser humano y evolución: teorías y procesos

El proceso de hominización: las teorías evolucionistas acerca del origen del ser humano

A la pregunta sobre el origen del ser humano (antropogénesis) se han dado muchas y diversas respuestas. El proceso de hominización ha sufrido algunos cambios morfológicos importantes que supusieron la aparición del ser humano. La posición erguida (bipedestación), los antepasados del ser humano se caracterizaban por caminar sobre los 2 pies, sin utilizar apoyo en las manos. Gracias a la liberación de las extremidades superiores, el caminar erguido permitió que las manos se especializasen en funciones distintas como la manipulación de objetos, la caza, la defensa o la construcción. Las manos sustituyeron a la boca como órgano de defensa y de trabajo, posibilitando la utilización e invención de todo tipo de instrumentos. Aunque para manipular objetos es necesario poseer también una serie de capacidades que dependen de la existencia de un cerebro desarrollado y complejo. Entre el Australopithecus y nosotros, el cerebro triplica su tamaño y se hace más complejo. Aunque no se conoce con exactitud las causas que motivaron este aumento cerebral, muchos estudios coinciden en destacar que la liberación de las manos pudo ser el estímulo de este desarrollo.

Teorías evolucionistas y el origen de las especies

En 1859, Charles Darwin publicó El origen de las especies, la obra supuso la quiebra de las doctrinas fijistas. Darwin fue quien sentó las bases de las explicaciones evolucionistas actuales que se pueden sintetizar en 3 tesis fundamentales. La selección natural es el principio explicativo de la evolución. Entre los muchos cambios que se producen espontáneamente en las especies, solo los individuos mejor dotados, son los que se adaptarán al medio, sobreviven y transmiten hereditariamente sus características. El ser humano desciende de los antiguos primates y como los demás animales, procede de la evolución de especies anteriores ya extinguidas. La teoría darwinista, sin embargo, no explicaba los mecanismos que determinaban qué características se transmitían de generación en generación, ni de qué manera lo hacían.

El proceso de hominización: las teorías fijistas acerca del origen del ser humano

A la pregunta sobre el origen del ser humano (antropogénesis) se han dado muchas y diversas respuestas. El proceso de hominización ha sufrido algunos cambios morfológicos importantes que supusieron la aparición del ser humano. La posición erguida (bipedestación), los antepasados del ser humano se caracterizaban por caminar sobre los 2 pies, sin utilizar apoyo en las manos. Gracias a la liberación de las extremidades superiores, el caminar erguido permitió que las manos se especializasen en funciones distintas como la manipulación de objetos, la caza, la defensa o la construcción. Las manos sustituyeron a la boca como órgano de defensa y de trabajo, posibilitando la utilización e invención de todo tipo de instrumentos. Aunque para manipular objetos es necesario poseer también una serie de capacidades que dependen de la existencia de un cerebro desarrollado y complejo. Entre el Australopithecus y nosotros, el cerebro triplica su tamaño y se hace más complejo. Aunque no se conocen con exactitud las causas que motivaron este aumento cerebral, muchos estudios coinciden en destacar que la liberación de las manos pudo ser el estímulo de este desarrollo.

Teorías fijistas y el origen del ser humano

Los primeros filósofos griegos creían que las especies que habitan nuestro planeta habían sido siempre tal y como hoy las conocemos. La aparición de las especies podría haber ocurrido por generación espontánea, o por medio de la voluntad divina que las había creado, como explican muchas religiones y culturas. Por ejemplo, la tradición bíblica explicaba el origen del ser humano por medio de la teoría del creacionismo, sustentada en una interpretación literal del Génesis. Sus tesis básicas: creación separada y definitiva de todas las especies vivas, y creación del ser humano por Dios, a su imagen y semejanza. Estas concepciones partían de un supuesto fijista, según el cual las especies permanecen inamovibles a lo largo del tiempo.

Las ramas de la antropología. El proceso de antropogénesis

La antropología estudia la evolución biológica de nuestra especie, el estudio de los distintos tipos de sociedades humanas, la comparación entre los distintos modos de organización social, entre otros. Puede distinguirse entre una antropología de tipo filosófico y otra de tipo científico, dependiendo del objeto y del método de aproximación al mismo. La antropología filosófica consiste en una investigación global sobre la naturaleza humana, sobre nuestra identidad frente a los demás seres, intentando definir, para ello, los rasgos esenciales del ser humano. Mientras que la antropología científica es una disciplina con un origen más reciente, y sus teorías y afirmaciones proceden de los datos recogidos mediante la observación. Se ocupa tanto de la dimensión biológica del ser humano como de la dimensión cultural. Se distinguen 2 ramas dentro de la antropología científica: la antropología física estudia los aspectos biológicos propios del ser humano y la antropología cultural estudia el origen, desarrollo, estructura y características de la cultura humana, tanto en las sociedades pasadas como en las actuales, además estudia el proceso de hominización para obtener conclusiones acerca de en qué consiste la naturaleza humana desde el punto de vista biológico.

Cambios morfológicos más importantes en el proceso de hominización

El proceso de hominización ha sufrido algunos cambios morfológicos importantes que supusieron la aparición del ser humano. La posición erguida (bipedestación), los antepasados del ser humano se caracterizaban por caminar sobre los 2 pies, sin utilizar apoyo en las manos. Gracias a la liberación de las extremidades superiores, el caminar erguido permitió que las manos se especializasen en funciones distintas de la manipulación de objetos, la caza, la defensa o la construcción. Las manos sustituyeron a la boca como órgano de defensa y de trabajo, posibilitando la utilización e invención de todo tipo de instrumentos. Aunque para manipular objetos es necesario poseer también una serie de capacidades que dependen de la existencia de un cerebro desarrollado y complejo. Entre el Australopithecus y nosotros, el cerebro triplica su tamaño y se hace más complejo. Aunque no se conocen con exactitud las causas que motivaron este aumento cerebral, muchos estudios coinciden en destacar que la liberación de las manos pudo ser el estímulo de este desarrollo. Cuanto mayor sea la pericia en el manejo y fabricación de objetos, mayor será la capacidad para concebirlos y viceversa.

La aparición del lenguaje articulado

A la pregunta sobre el origen del ser humano (antropogénesis) se han dado muchas y diversas respuestas. Aunque el origen y la causa exacta de la aparición de la capacidad cognitiva más asombrosa del ser humano, el saber y el lenguaje, siguen siendo un misterio, sabemos que ha sido la responsable del apogeo de la cultura humana. Gracias al lenguaje, el ser humano es capaz de realizar generalizaciones y abstracciones, y referirse a realidades pasadas, futuras o imaginarias. Sin embargo, los animales, aunque pueden permitir y entender signos que expresan emociones básicas, como dolor, alegría, temor, rechazo o atracción, no pueden expresar realidades más complejas, como instrucciones, reglas o valoraciones. Por eso, muchos pensadores consideran que el lenguaje supone una diferencia cualitativa; es decir, un rasgo específicamente humano. Se supone que el lenguaje articulado ha derivado de un primer lenguaje gestual, en el que los homínidos se comunicaban a partir de gestos acompañados de pequeños sonidos. Existen diversas hipótesis. Una mutación genética sería la causante de esa especialización. En cualquier caso, habría sido múltiple y comportaría un largo proceso, pues habría que hacer cambios en la organización del cerebro, el conducto vocal y el sistema auditivo. La segunda sería el aumento progresivo de la inteligencia general favorecería la aparición y el crecimiento de la capacidad simbólica y lingüística. La generalización de señales gestuales de alarma y aviso provoca que estas se vayan combinando con señales vocales, originando finalmente un lenguaje exclusivamente vocal, el cual simbolizaría objetos y situaciones. Es posible que las 3 teorías anteriores sean complementarias, en cualquier caso, parece claro que para que apareciese el lenguaje en los homínidos tuvieron que darse varias condiciones.

La cultura como factor humanizador. Diversidad cultural

Si la determinación biológica y genética con la que venimos al mundo constituye lo que consideramos nuestra dimensión natural, nuestra dimensión cultural, en cambio, se compone de todo aquello que es adquirido socialmente, conocimientos, técnicas, hábitos, normas y formas de vida. Así pues, podemos decir que la cultura es el conjunto de informaciones que se adquieren a través del aprendizaje social, el cual puede darse por imitación, por enseñanza o por asimilación o costumbre en su uso. La cultura no se puede afirmar que sea algo exclusivamente humano, los animales, incluso los que no son primates, tienen algún tipo de cultura, ya que son capaces de transmitir conductas adquiridas socialmente. El lenguaje permite el pensamiento y la comprensión de la realidad. Gracias a él, la especie humana puede transmitir la información sin que sea necesario el contacto directo entre los miembros del grupo. De este modo, los nuevos contenidos culturales se heredan de generación en generación, acumulándose e incrementándose con el paso del tiempo. Más que la biología o la genética, parece que lo que diferencia a los seres humanos de los demás animales es el hecho cultural. Sin embargo, hay que señalar que hoy en día conviven en nuestro planeta multitud de culturas. Esta pluralidad se conoce con el nombre de diversidad cultural. La variedad de culturas es consecuencia de una característica propia del ser humano ya que posee la libertad e inteligencia para elegir la respuesta que considera más adecuada.

Debates en antropología: agresividad, genética y altruismo

Una de las temáticas científicas y filosóficas más discutidas en el ámbito de la antropología trata acerca de cuánto hay en nosotros que sea producto de nuestra herencia biológica (de nuestra naturaleza) y cuánto es producto de la influencia que hemos recibido a través de la educación y de la sociedad (nuestra cultura). Al hablar de naturaleza y cultura, uno de los puntos que más discusión genera es la cuestión de cómo interpretar la relación entre ambas. Se dan diferentes opiniones, por ejemplo, quien entiende que el ser humano nace con una tendencia natural al egoísmo y a la agresividad. Freud destaca que los seres humanos nacemos con un impulso innato hacia la competitividad y la violencia, a la que llamamos Thanatos o pulsión de muerte, además de nacer también con un impulso de vida, que se llama Eros, la cual recoge el impulso sexual y de autoconservación. Según Freud, las personas tenemos que reprimir la satisfacción de nuestros deseos, que provienen de ambas pulsiones, para poder vivir en sociedad. Así, la cultura se encarga de poner freno a esos impulsos y a reprimirnos. Hay otros pensadores con enfoques muy distintos, estos apuntan hacia una bondad natural del ser humano que se va viendo dañada a medida que vamos creciendo y vamos descubriendo cómo funciona la sociedad, la injusticia reina debido a la desigualdad, el reparto de riqueza, la diferencia de oportunidades, etc. El filósofo ilustrado Jean-Jacques Rousseau lamentaba cómo la cultura había convertido al ser humano en alguien peor, moralmente hablando, al haber fomentado la tendencia a la competitividad de unos con otros. Según esta visión, pronto aprendemos que para ser competentes socialmente hemos de desarrollar determinadas «habilidades» como la hipocresía o la mentira, por lo que el resultado de la socialización sería la pérdida de la inocencia inicial y la adquisición de maneras de hacer innobles pero imprescindibles: la socialización no nos haría mejores personas, sino todo lo contrario.