Bajarse al moro, obra escrita en 1985 por José Luis Alonso de Santos, fue estrenada en el Teatro Principal de Zaragoza ese mismo año y estuvo tres años representándose en España. Con esta obra, el autor, del grupo de los 60 y perteneciente al Teatro Independiente español, continúa su línea costumbrista, ya vista en La Estanquera de Vallecas. La obra debe ser valorada en el contexto social de su estreno, el sistema represivo seguía vigente lo que explica el rechazo de algunos personajes, como el policía Alberto, en una sociedad fuertemente polarizada de la joven democracia de 1985, tras cuatro años del frustrado golpe de Tejero, con un gobierno socialista gobernando.
Aunque presenta ciertos rasgos de la comedia, principalmente en el uso del lenguaje y en el tratamiento de personajes (Jaimito, madre de Alberto, vecino, etc.), se la considera un drama, actuando sobre la conciencia del lector más allá del entretenimiento.
El tema es claramente una crítica a la sociedad tradicional, hipócrita y represiva con la libertad individual. Se lleva a escena un triángulo afectivo, representado como la clase trabajadora (Chusa, Jaimito y Alberto), que entra en conflicto por un personaje burgués extraño, Elena. Se establece una tensión entre la conformidad social y el mundo de la marginación.
También hay una fuerte carga de parodia y crítica social a través de los personajes: Jaimito se dedica a la venta de artesanía, representa la conciencia colectiva; Chusa es bondadosa, generosa, encarna la libertad, personaje plenamente positivo; Alberto, policía nacional, cobarde, novio de Chusa, va adquiriendo valor negativo; y Elena, universitaria de familia acomodada, consentida, crea conflicto. Distinguiríamos a los marginales (Chusa y Jaimito) los que representan los verdaderos valores, y los mezquinos y despreciables (Elena, Alberto, su madre) los adaptados y conformes con la sociedad, responden a arquetipos de la sociedad burguesa tradicional, ridículos cuando critican moralmente a los protagonistas.
La obra se compone por dos actos.
Cada acto representa un tiempo dramático de dos días aproximadamente, ambos separados por una semana de tiempo aludido. En el primer acto se incluyen presentación y desarrollo de la acción, en el segundo se plantea en desenlace y solución del conflicto. Chusa quiere que Elena la acompañe en su viaje a Marruecos y transportar hachís, pero Elena es virgen, algo que Chusa decide resolver con la mediación de Alberto, mientras Jaimito frustrado y celoso se enamora de Elena. El intento de atraco y el disparo accidental sobre Jaimito marca el inicio del desenlace: Chusa perderá al novio y Jaimito al amigo de toda la vida. El desenlace, tras la liberación de Chusa y la noticia de su embarazo, queda abierto. El espacio es único, el piso que comparten en Lavapiés, pero con cambios; desordenado, vivo al principio de la obra. Más ordenado, casi aburguesándose según se afianza la relación entre Alberto y Elena. Solitario, silencioso en el final de la obra, cuando Jaimito y Elena se quedan solos, sin esperanza de futuro, con el embarazo, y después de sus fracasos amorosos. Este espacio define la forma de vida alternativa con elementos contraculturales, como los posters, y cualquier elemento del sistema crea tensión o conflicto, como el periódico de Elena.
El estilo es eminentemente coloquial y llano, pero además es distintivo de la situación generacional y cultural de cada personaje. A su vez, destaca el uso de recursos estilísticos como la ironía y la importancia que adquieren las extensas acotaciones descriptivas del ambiente propio de la época. Dentro del texto abundan frases muy cortas con abundantes exclamaciones, interrogaciones y frases coloquiales que le dan a la obra un ritmo ágil. Así el empleo del ambiente y el lenguaje da ilusión de Realismo. El humor se hace patente en doña Antonia, la ingenuidad extrema de Elena, el rol contradictorio de ser policía y traficante. La obra pone en escena numerosos elementos de la cultura popular que eran familiares a los espectadores de los años 80 y 90: el mundo del cómic, canciones de Los Chunguitos, referencias a Casablanca, el mundo del rock and roll… Los personajes hablan en la jerga juvenil y el argot madrileño de los 80, con palabras como “chingar”, “chungo”, “China” (dosis de hachís), “caballo” (heroína)…
Desde mi punto de vista, se trata de una obra muy amena, que logra entretener a la vez que reflejar el ambiente madrileño de los años 80 con una palpable sociedad hipócrita heredera de las tensiones del franquismo, anclada aún en los valores más tradicionales, en contraste con la necesidad de libertad y renovación juvenil. Me parece que esta obra representa muy bien el choque generacional necesario para que una sociedad progrese, la fuerza de las ideas de la juventud .