Paleolítico técnica taponado pintura

A través de estas imágenes identifica las diferencias entre la pintura cantábrica y la pintura
levantina.
Las dos imágenes que se presentan corresponden a dos manifestaciones rupestres de la prehistoria peninsular. La imagen de la izquierda representa un detalle concreto de la Sala de los Bisontes en la Cueva de Altamira (Cantabria). La imagen de la derecha muestra un detalle de una pintura rupestre de la Cueva de los Caballos en Valltorta (Castellón).  La fuente de las imágenes se encuentra en la página web mostrada debajo. En cuanto a la pintura de la izquierda, supone un ejemplo muy representativo del denominado Arte Rupestre Paleolítico de la Cornisa Cantábrica, declarado Patrimonio del Humanidad en 1985. Este tipo de pinturas se extendieron por toda la fachada cantábrica española y el suroeste francés en el Paleolítico Superior. La Cueva de Altamira fue ocupada al menos desde 35000 a.C., pero la datación de estas pinturas se sitúa al final del periodo
paleolítico, aproximadamente entre 15000 y 13000 a.C. (subperiodo del Magdaleniense). La pintura cantábrica presenta una serie de carácterísticas comunes a toda el área, que son las siguientes: se trata de un arte figurativo, en el que se representan principalmente animales (bisontes, ciervos, jabalíes o caballos), siendo la figura humana escasa; es una
figuración naturalista, con frecuencia se aprovechan las rugosidades de la roca para generar volúMenes; no se representan escenas, por lo que las figuras carecen de movimiento; finalmente, se trata de una pintura polícroma, predominando el rojo, el blanco, el negro y una gran variedad de ocres, todos ellos elaborados a partir de minerales y productos orgánicos. En cuanto a las carácterísticas de la pintura de la derecha, es representativa del denominado Arte Prehistórico Levantino, Patrimonio de la Humanidad desde 1998 y sustancialmente diferente al arte paleolítico en todos sus aspectos. Esta pintura se desarrolla en todo el Levante (desde Cataluña hasta el sureste peninsular y el alto Guadalquivir), en una cronología que se sitúa de forma global entre 10000 y 4500 a.C., aunque la mayoría de los conjuntos rupestres se elaboran entre 7000 y 4500 a.C. (Epipaleolítico Final y Neolítico Inicial. Concretamente, se estima que el conjunto de la Cueva de los Caballos de Valltorta se sitúa entre 6000 y 5000 a.C. Por tanto ya en el Neolítico Inicial.
En cuanto a las carácterísticas de esta pintura, se trata de un arte esencialmente esquemático, plano y sin volumetrías, en el que predomina la representación antropomorfa en combinación frecuente con figuras zoomorfas, siendo habituales escenas como la que se muestra en la imagen, que corresponde a una escena de caza.
Se trata de figuras
principalmente monocromáticas, siendo los colores predominantes el rojo y el negro. Una de las cuestiones más polémicas cuando se estudian las sociedades prehistóricas es explicar la intencionalidad de las manifestaciones rupestres. Para comprender la simbología de estas pinturas debemos acudir al mundo de las ideas de las sociedades que las crearon y su relación con la organización socioeconómica. En el caso de la Cueva de Altamira, probablemente se trate de rituales mágico-religiosos que pretendían favorecer la caza de los animales representados, siendo por tanto rituales de carácter propiciatorio. El final del Paleolítico es, además, un periodo en el que aumenta la pulsión del frío glacial en la zona, así que las oportunidades para la caza debieron de disminuir. En consecuencia, la Cueva de Altamira, y las demás de la zona, debieron de convertirse en santuarios rituales donde, además de pintar, se debía de profundizar en los lazos de uníón comunitaria para favorecer su
supervivencia física y social, como por ejemplo contando historias y mitos acerca de los animales y la caza. Por su parte, la pintura de la Cueva de los Caballos de Valltorta se relaciona con sociedades que transitan desde un modo de vida cazador-recolector a otro agropecuario, y por
tanto hacia la economía de producción. Si bien es cierto que la escena no muestra una actividad productora sino depredadora (caza), esta siguió siendo esencial durante el Neolítico Inicial: la caza no habría cambiado, pero sí su concepción para la comunidad. En esta pintura, y
a diferencia de la paleolítica, la sociedad se representa a sí misma, siendo el foco central de interés la sociedad humana y no la Naturaleza, y por tanto es el componente tribal y colectivo el que se plasma en las escenas representadas. Cobran importancia la necesidad de la cohesión grupal y la organización para obtener los recursos que permiten la supervivencia, naspectos que se ritualizan mediante la pintura. Son composiciones pragmáticas, a base de esquemas figurativos, pertenecientes a sociedades en constante cambio, que están pasando de una formación social organizada en bandas a otra tribal, de una economía cazadora- recolectora a otra productora, y donde el ser humano es el protagonista de su historia, y no tanto el medio que lo rodea. El ser humano inicia la domesticación de la Naturaleza.