La Filosofía Medieval: Fe y Razón
Durante la Edad Media, el pensamiento filosófico estuvo profundamente ligado a la religión cristiana. La filosofía medieval buscó armonizar la fe con la razón, así como integrar el legado de la filosofía griega, especialmente el de Aristóteles, en una visión cristiana del mundo. Los grandes representantes de esta etapa, como San Agustín y Santo Tomás de Aquino, defendieron que la razón debía estar al servicio de la fe. Para Tomás de Aquino, por ejemplo, no hay contradicción entre lo que se conoce por la revelación divina y lo que se conoce por la razón: ambas proceden de Dios. Así, la filosofía medieval se centró en cuestiones teológicas, como la existencia de Dios, el alma o la moral, subordinando la filosofía a la teología.
Transición a la Modernidad: El Giro Antropocéntrico
La modernidad comienza con una ruptura frente a esta tradición medieval, marcada por el giro hacia la razón, el progreso y el individuo. El Renacimiento y el Humanismo colocan al ser humano en el centro del pensamiento, y con la Revolución Científica, se demuestra que el universo funciona con leyes racionales. Esto inspira a los primeros grandes filósofos modernos.
El Racionalismo: René Descartes
René Descartes busca un conocimiento absolutamente seguro. Duda de todo lo que no sea evidente, hasta encontrar una verdad indudable: “pienso, luego existo” (Cogito ergo sum). Desde esa base, reconstruye el saber confiando solo en la razón, no en los sentidos. Cree que existen ideas innatas, como la de Dios, y que el mundo está formado por dos sustancias separadas: res cogitans (pensamiento) y res extensa (materia). Por eso se le considera el fundador del racionalismo.
El Empirismo: Locke y Hume
Frente a esta visión, en Inglaterra surge el empirismo, que afirma que todo conocimiento viene de la experiencia sensible. El más importante de los empiristas es John Locke. Según él, la mente humana al nacer es como una tabla rasa: no contiene ideas innatas. Todo lo que pensamos se origina en la experiencia externa (los sentidos) o en la interna (reflexión sobre nuestras ideas). Locke también hace importantes aportaciones políticas: en su teoría del contrato social, sostiene que las personas nacen libres e iguales, con derechos naturales (vida, libertad y propiedad), y que el Estado solo debe existir para proteger esos derechos. Si el gobierno no los respeta, el pueblo tiene derecho a rebelarse. Con ello sienta las bases del liberalismo político moderno.
David Hume, también empirista, lleva estas ideas más lejos. Distingue entre impresiones (experiencias inmediatas y vivas) e ideas (copias mentales de esas impresiones). Si algo no proviene de una impresión, no tiene valor. Así, critica conceptos como la causalidad (no vemos la causa, solo una sucesión de hechos) o el yo (no hay una identidad constante, solo una secuencia de percepciones). Esto lo convierte en un pensador escéptico respecto al conocimiento cierto y universal.
La Ilustración: Razón, Progreso y Derechos
La Ilustración es un movimiento que se extiende por Europa en el siglo XVIII, y defiende que la razón puede guiar al ser humano hacia el progreso, la libertad y la justicia. Se critican la ignorancia, el absolutismo y la religión dogmática, y se promueve la educación y los derechos. Es el tiempo de los filósofos ilustrados, como Voltaire, Rousseau o Montesquieu. Su espíritu queda bien resumido en el lema que recoge Kant: “Atrévete a saber” (Sapere aude).
Immanuel Kant: Síntesis y Moral Autónoma
Immanuel Kant intenta superar la oposición entre racionalismo y empirismo. Para él, el conocimiento necesita de dos elementos: por un lado, la experiencia, y por otro, las estructuras mentales que organizan esa experiencia (el espacio, el tiempo y las categorías como la causalidad). Así, conocemos los fenómenos tal y como se nos aparecen, no la realidad en sí misma (el noúmeno). En ética, Kant defiende una moral autónoma, basada únicamente en la razón. Su principio es el imperativo categórico: hay que actuar solo según máximas que puedan valer como ley universal, y tratar a los demás siempre como fines, no como medios. Esto convierte a la persona en un fin en sí misma.
El Siglo XIX: Revolución Industrial y Crítica Social
En el siglo XIX, con la Revolución Industrial, la sociedad cambia radicalmente. La burguesía se convierte en la clase dominante y el proletariado, la clase trabajadora, vive en condiciones precarias. Frente a esto, surgen movimientos obreros y propuestas de transformación social.
Karl Marx: Lucha de Clases y Socialismo
Karl Marx, junto a Engels, elabora una crítica al capitalismo. Según él, la historia está determinada por la lucha de clases. En el sistema capitalista, el trabajador sufre alienación: no controla ni el proceso ni el producto de su trabajo, ni se siente realizado en él. Solo se convierte en un medio para enriquecer al burgués. Marx propone una revolución socialista que suprima la propiedad privada de los medios de producción y cree una sociedad sin clases, basada en el trabajo libre y colectivo.