Réquiem por un campesino español resumen

Técnica narrativa de la obra


Uno de los grandes aciertos de la obra estriba en la forma de contar la historia.  La voz narrativa se corresponde con la tercera persona del singular. La historia es relatada por un narrador omnisciente, que posee un conocimiento total de los personajes (nos descubre sus pensamientos y sentimientos).  El punto de vista, sin embargo, es complejo y combina varias perspectivas. En realidad, son dos historias que se cuentan intercaladas.  Por una parte, nos encontramos ante el breve espacio de tiempo en el que  Mosén Millán espera en la sacristía a que lleguen los vecinos y familiares de Paco a la misa. Por otro lado,  tenemos la historia de la vida y la muerte de Paco, o mejor dicho, de los recuerdos que tiene el cura de esa historia, pues esa historia se nos narra en forma de escenas sueltas que le vienen a la memoria al cura mientras espera para la misa. Esta segunda historia es narrada, técnicamente, por el mismo narrador, pero lo hace desde la perspectiva del cura, tomando la forma de recuerdos del sacerdote. Esta perspectiva no se respeta escrupulosamente ya que se mantiene la tercera persona y el narrador omnisciente relata episodios de la vida de Paco que el cura no podía conocer, como la entrevista con D. Valeriano, o se introduce en el pensamiento de Paco. Aún podemos hablar de una tercera línea narrativa que es el romance anónimo que, sobre la muerte de Paco, va recitando fragmentariamente el monaguillo. El romance cumple la doble función de dar entrada a una nueva voz narrativa, distinta de la del cura y de la del propio narrador, que representa la voz de la aldea, la voz del pueblo y, además, adelantar algunos hechos al lector antes de que la memoria culpable del sacerdote llegue a ellos. Se produce, pues, una alternancia  de puntos de vista narrativos, no de narradores, que introduce mayor amenidad en el relato, y ensancha la historia al presentarla, no solo desde la perspectiva subjetiva y confesional del sacerdote, sino también desde una más objetiva del narrador omnisciente y una más, la del romance, que funciona como una voz legendaria que agranda la figura de Paco, y lo convierte no en una víctima cualquiera, sino en un héroe de proporciones trágicas. En cuanto al TIEMPO del relato existe un tiempo externo, referido al tiempo histórico en el que se desarrollan los acontecimientos narrados y un tiempo de la narración.
El tiempo externo no se menciona explícitamente, sino que queda fijado por la alusión a un hecho único (la caída de la monarquía y el advenimiento de la República, tampoco nombrada explícitamente sino mediante un símbolo, la bandera tricolor). A partir de él podemos establecer la muerte de Paco en 1936 y la misa un año después, en 1937. El tiempo de la narración se desarrolla en torno a dos planos fundamentales, que se corresponden con las dos historias mencionadas antes y, por tanto, tienen lugar en dos tiempos diferentes:
Un tiempo presente, que se desarrolla en la sacristía, antes del comienzo de la misa de réquiem. Es un tiempo estático en el que el ritmo de los acontecimientos es muy lento. Entre la primera página (el sacerdote, ya vestido, espera a que lleguen los fieles) y la última (el cura sale para empezar la misa) transcurre poco más de media hora de tiempo real (lo que no difiere mucho del tiempo real de lectura de la novela). La introducción paulatina de nuevos interlocutores en estas escenas (al cura y el monaguillo se van uniendo los tres caciques) rompe el estatismo y monotonía de esta parte de la novela. La aparición del potro al final aumentará el dramatismo. Un tiempo pasado, que se corresponde con la vida de Paco, narrada a través de una retrospección. El punto de partida de este tiempo es siempre  la evocación del párroco, que en ocasiones se produce a partir de recuerdos sensoriales (el sonido del relincho del potro, la sensación de frío en el bautizo o el olor de las perdices del mismo). Es un relato no lineal, ya que se centra en una serie de escenas, que se corresponden con momentos fundamentales de la vida del campesino (bautizo, matrimonio y muerte), todos ellos evocados en su relación con el cura. Estos recuerdos no afloran de manera desordenada o caótica, sino siguiendo el curso natural de los acontecimientos. Este tiempo de la historia ocupa unos veinticinco años, desde el bautizo de Paco hasta la misa de réquiem. La secuencia temporal no es precisa en la obra e, incluso, en una ocasión hay una contradicción en relación con el tiempo transcurrido (Al recordar el bautizo, se dice “Veintiséis años después, se acordaba de aquellas perdices”. Según esto, Paco muere a los veinticinco años. Pero, en otro momento de la novela, en el episodio de la cueva, leemos “Veintitrés años después, Mosén Millán recordaba aquellos hechos…” Como Paco era monaguillo a los siete años, debía tener, según eso, unos veintinueve o treinta cuando muere.). Ambos tiempos se unen a través del romance recordado de forma fragmentaria por el monaguillo. Este romance constituye la primera fuente de información para el lector puesto que se nos notifica la muerte de Paco incluso antes de que haya comenzado la retrospección. En relación al ESPACIO, los hechos se desarrollan en una aldea sin nombre en el Alto Aragón, “cerca de la raya de Lérida”. Es habitual identificarlo con el pueblo de Alcolea de Cinca, donde transcurríó la infancia del escritor. Pero la localización espacial de la historia no es exactamente realista, sino que el relato se desarrolla en una “geografía imaginaria”, una síntesis ficticia de diversos lugares donde transcurríó la infancia del escritor, a la que el propio autor denominó “el territorio” en el prólogo a otra de sus obras. Este concepto del espacio, más propio de un  relato épico o trágico que la representación realista o histórica habitual en una novela, remite a la Galicia mítica de las comedias bárbaras de Valle-Inclán, y más modernamente, al Macondo de García Márquez o la Cómala de J. Rulfo.