Restauración Borbónica (1874-1902): Nacionalismos, Regionalismos y Despertar Obrero en España

La Restauración Borbónica (1874-1902): Auge de Nacionalismos, Regionalismos y el Movimiento Obrero

Contexto General y Surgimiento de Tensiones Territoriales

A pesar de las medidas centralistas propuestas por el Estado durante la Restauración Borbónica, las localidades españolas estaban, en general, muy mal comunicadas y escasamente integradas entre sí. Esta situación impedía la consolidación de una uniformidad cultural en España. Fue en este contexto, durante las últimas décadas del siglo XIX, cuando surgieron con fuerza los regionalismos y nacionalismos, principalmente en el País Vasco, Cataluña y Galicia. Estos movimientos se vieron incentivados por la existencia de corrientes culturales ligadas al Romanticismo, que exaltaban la riqueza de las lenguas y costumbres propias de cada territorio. Además, transformaciones socioeconómicas como la industrialización y la llegada masiva de inmigrantes a ciertas zonas acentuaron las diferencias y particularidades entre los diversos territorios. Tras la traumática pérdida de las últimas colonias en 1898, se extendió una sensación de crisis y la idea de la incapacidad del Estado central para hacer progresar el país. Como respuesta, surgieron dos tendencias políticas principales frente al centralismo:

  • El regionalismo, que buscaba la creación de instituciones propias y la concesión de una considerable autonomía administrativa y política para las regiones.
  • El nacionalismo, más radical, que llegaba incluso a plantear la independencia de sus respectivos territorios respecto a España.

Desarrollo de los Nacionalismos y Regionalismos

El Nacionalismo Catalán: De la Renaixença a la Lliga Regionalista

En Cataluña, el movimiento cultural de la Renaixença, surgido con el Romanticismo, aspiraba a recuperar y prestigiar la lengua y la cultura catalanas. Durante la Restauración, este impulso cultural derivó en el catalanismo político, que se presentaba como una continuación del federalismo defendido durante el Sexenio Democrático. Este catalanismo político adoptó un planteamiento regenerador y autonomista, denunciando el centralismo del Estado español y demandando políticas proteccionistas para la industria catalana. El principal representante de esta primera etapa del catalanismo fue Valentí Almirall. En 1887, sectores de la burguesía conservadora crearon la Lliga de Catalunya, que, junto a otros grupos catalanistas, se fusionó en 1891 en la Unió Catalanista. Esta organización redactó las Bases de Manresa (1892), un proyecto que proponía la idea de un Estado catalán federado dentro de España. Tras la crisis de 1898 y la pérdida de las colonias, que afectó gravemente a la economía catalana, se formó en 1901 la Lliga Regionalista, liderada por figuras como Francesc Cambó y Enric Prat de la Riba. Este partido representó un catalanismo de carácter burgués y conservador, que buscaba una mayor autonomía para Cataluña dentro del Estado español.

El Nacionalismo Vasco: El PNV y la Identidad Vasca

El nacionalismo vasco aspiraba a la recuperación de la conciencia nacional y, en sus formulaciones más radicales, a la independencia de Euskadi. Su principal impulsor fue Sabino Arana, quien en 1894 fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV). Este movimiento surgió como reacción a la rápida industrialización del País Vasco, la consiguiente llegada de inmigrantes (denominados maketos despectivamente por Arana) y la abolición definitiva de los fueros vascos tras las guerras carlistas. El nacionalismo aranista original era profundamente católico, antiliberal y presentaba componentes racistas, exaltando la pureza de la “raza vasca”. Dentro del movimiento, pronto se perfilaron dos tendencias: una independentista y otra más pragmática que solo buscaba una amplia autonomía dentro del Estado español. El PNV, con el tiempo, se situó en una postura intermedia, adaptando sus estrategias.

El Regionalismo Gallego: O Rexurdimento Cultural

El regionalismo gallego surgió inicialmente como un movimiento eminentemente cultural conocido como O Rexurdimento, que buscaba el renacimiento y la dignificación de la lengua y la cultura gallegas. Aunque existió la aspiración de construir un partido galleguista con fuerza política, este objetivo no se alcanzó durante este período con la misma solidez que en Cataluña o el País Vasco. No obstante, sí se consolidó una ideología de exaltación de su territorio, su lengua y su historia. Este movimiento tuvo un desarrollo más lento y con un menor arraigo social en comparación con los nacionalismos catalán y vasco, en parte debido a la estructura socioeconómica de Galicia, menos industrializada y con mayor peso del mundo rural.

El Movimiento Obrero y Campesino: Oposición y Organización

El movimiento obrero representó una importante forma de oposición al sistema de la Restauración. Su desarrollo se vio impulsado por la represión sufrida tras el golpe de Estado del general Pavía y durante los primeros gobiernos de Cánovas del Castillo. La clase obrera, en constante aumento debido a la progresiva industrialización del país, comenzó a reunirse en la clandestinidad hasta que la declaración del derecho de asociación en 1881 y, especialmente, la Ley de Asociaciones de 1887 permitieron una mayor organización. El movimiento obrero español de esta época se dividió principalmente en dos grandes corrientes: la socialista y la anarquista.

Corrientes del Movimiento Obrero

Anarquismo: De la FTRE a la Acción Directa

Los anarquistas, mayoritarios en regiones como Cataluña y Andalucía, rechazaban la participación en el sistema político parlamentario y la propia existencia del Estado. En 1881 fundaron la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), con el objetivo de establecer un sindicato fuerte y defender los intereses del proletariado a través de la acción directa. Del anarquismo, especialmente en algunas zonas como Andalucía rural y centros industriales como Barcelona, surgió una vertiente que recurrió a la “propaganda por el hecho”, incluyendo actos de terrorismo contra figuras del poder político y económico, y grandes terratenientes. Un ejemplo de la alarma social generada fue la presunta sociedad secreta de La Mano Negra en Andalucía, cuya existencia real es debatida por los historiadores pero sirvió de pretexto para una dura represión. Esta violencia fue duramente reprimida por el Gobierno, lo que llevó al debilitamiento del movimiento anarquista organizado en ciertos momentos, aunque persistieron grupos terroristas incontrolados y una fuerte implantación de las ideas libertarias.

Socialismo: El PSOE y la UGT

El socialismo se organizó en torno al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), fundado clandestinamente en Madrid en 1879 por un grupo de intelectuales y obreros liderados por Pablo Iglesias. Su objetivo fundamental era la conquista del poder político por la clase trabajadora, ya fuera por vía electiva o, si fuera necesario, revolucionaria, para abolir las clases sociales y lograr la emancipación del proletariado. El PSOE se enfrentaba ideológicamente a los partidos burgueses. En Barcelona, en 1888, se fundó la Unión General de Trabajadores (UGT), un sindicato estrechamente vinculado al PSOE y que compartía sus planteamientos ideológicos marxistas. La UGT y el PSOE buscaban mejorar las condiciones de vida y trabajo del proletariado (reducción de jornada, mejoras salariales, regulación del trabajo infantil y femenino), alternando reivindicaciones, la organización de huelgas y manifestaciones con la participación en las elecciones, aunque inicialmente con escasos resultados electorales. Un hito importante fue la primera celebración del Día del Trabajador el 1 de mayo de 1890, con multitudinarias manifestaciones en diversas ciudades españolas.

El Sindicalismo Católico

Por otra parte, y con una implantación mucho menor que las corrientes anarquista y socialista, existió el sindicalismo católico. Este movimiento también demandaba mejoras en las condiciones de vida y trabajo de obreros y campesinos, pero basándose en la doctrina social de la Iglesia, promulgada en encíclicas como la Rerum Novarum (1891) del Papa León XIII. Proponía la armonía entre capital y trabajo, y la creación de asociaciones obreras de carácter confesional.