Simbología de Juan Ramón Jiménez

Soledad – Juan Ramón
Jiménez

El poema “Soledad” pertenece a la segunda etapa de Juan Ramón Jiménez, la llamada “Etapa Intelectual” o de poesía pura, escrita entre 1916 y 1936, en la que el poeta, a raíz de la publicación de su obra cumbre “Diario de un poeta recién casado”, adopta un estilo poético personal cuyo objetivo es abandonar el sentimentalismo y toda herencia ROMántica simbolista, y desnudar una poesía difícil, abstracta y metafísica, puramente esencial, la cual se mueve en el terreno de las ideas y el intelecto.

Juan Ramón será partícipe del Novecentismo lírico, el cual representa una revolución estética, ya que su objetivo será modernizar la sociedad mediante la exigencia intelectual y la pulcritud. Su obra supone, pues, la culminación de la lírica de principios de siglo, además de ejercer una

decisiva influencia en los escritores de la Generación del 27, que coinciden con el afán de modernizar el pensamiento y el arte.

En este poema, la idea principal es la soledad que siente el poeta cuando contempla el mar (“Qué plenitud de soledad, mar solo”). El poeta reflexiona sobre la plenitud de éste y se rigiere a él mismo ya que identifica la soledad del mar y el cielo con sus sentimientos (“Qué solo, qué lejos”). El escenario que le rodea es simple. El océano simboliza la inmensidad y el misterio del ser, con el que desea encontrarse y, así, conocer la verdad de la vida (“En un eterno conocerse, mar, y desconocerse”).

En el análisis métrico cabe destacar que es un poema en verso libre. Lo forman trece versos de distinta medida: cuatro versos endecasílabos, cuatro eneasílabos y cinco heptasílabos. Por lo tanto, no aparecen formas estróficas convencionales pero, sin embargo, esta variedad métrica garantiza un cierto “compás”, un ritmo que recae en las exclamaciones y repeticiones.

El poema tiene una estructura circular puesto que la estrofa queda cerrada en la conclusión del último verso, que centra la idea principal de la composición y la presenta con la paradoja inicial de la “Plenitud de la soledad”. Dentro de esta estructura observamos una introducción en la que se plantea, la paradoja inherente entre la autosuficiencia y plenitud del mar y su íntimo desposeimiento y distanciamiento (vv. 1-3). En la segunda parte el poeta está en un perpetuo proceso contradictorio de autoconocimiento y de propia ignorancia y por este motivo se compara con las olas del mar (vv. 4-12). El último verso, un apóstrofe al mar, cierra el poema dando esta expresión de tiempo circular.

El poema está lleno de símbolos referidos al mar. Juan Ramón Jiménez entabla una relación con el mar, el cual, simboliza la vida, la soledad, el gozo del poeta, el eterno tiempo presente y la unidad cósmica. El uso de la metáfora (vv. 1-3) permite al autor mostrar la identificación del mar con su propia naturaleza infinita y cambiante. Las exclamaciones y propician matices sentimentales y coloristas; muestran cómo se siente el poeta ante la angustia por el desconocimiento de todo a lo que él se refiere (vv. 3, 13). Además de los recursos ya nombrados, al autor le bastan las comparaciones (v. 6) y los símiles (vv. 7-10) para correlacionarse con el paisaje. A través de estos recursos Jiménez trasciende lo anecdótico y lo hace universal porque el anhelo de identificación y perpetuación no se ha cumplido. Acentúa la sensación de lo que es constante y repetido a través del uso del gerundio que nos evoca a las olas marinas. Los símbolos del poema sirven para que el poeta sugiera el ansia de autoconocerse.

Podemos concluir, con que Juan Ramón Jiménez, se va aproximando a través de una especie de neoplatonismo muy personal, a la llamada poesía pura, que superará del todo las limitaciones de los sentidos de sus comienzos modernistas. Asimismo, el poeta novecentista escribíó otros libros donde la pureza y la abstracción se hacen más evidentes:

“Eternidades” (1918) y “Piedra y cielo” (1919) serán los últimos en incorporarse a su Segunda antología poética, que aparece en 1922, de enorme interés y selección clave de su poesía. La tendencia a condensar lo esencial en los poemas ha derivado en una inevitable conceptualización. Ya no es la inspiración, ni la sola belleza ornamental y exterior, sino la “Intelijencia” la que origina el poema; tal y como observamos en “Soledad”. Ambos poemas, escritos durante la segunda etapa de Jiménez, van evolucionando a lo largo de esta segunda época (la más feliz y menos neurótica de su vida), mostrando una progresiva liberación del alma (de lo mundano, de la muerte…) hacia lo eterno y lo bello. Es decir, su estado anímico carácterístico (melancólico y depresivo) se manifiesta con suavidad ya que la lírica intelectual, cultivada a lo largo de esta etapa, resulta de la eliminación de todos los elementos estéticos y sentimentales.