La perspectiva de la moral existencialista en Simone de Beauvoir
Para Simone de Beauvoir es importante dejar clara la perspectiva filosófica en la que se sitúa al llevar a cabo su investigación. Su pensamiento se enmarca en la corriente filosófica del existencialismo, por lo tanto, la perspectiva que adopta es la de la moral existencialista.
Principios fundamentales de la moral existencialista
Desde este punto de vista, todo sujeto humano es constitutivamente libre y solo se realiza como ser humano cuando se transciende, se supera en proyectos vitales que le abren nuevos horizontes de libertad y nuevas oportunidades. Los seres humanos han de establecer sus propios fines e ir constituyéndose a través de sus acciones. En otras palabras: decidir y actuar es lo que define al ser humano; por ello, el ser humano es, sobre todo, libertad. No hay esencias; su ser es no ser. Así es como Beauvoir comparte uno de los principios básicos del existencialismo: la existencia precede a la esencia. Los seres humanos no pueden caracterizarse en virtud de una cierta naturaleza común a todos los individuos, cuyos rasgos puedan establecerse de antemano. Solo hay ser cuando se actúa, inventándose los fines de su acción. Existir es hacerse mediante proyectos libres; por ello, los seres humanos son los únicos responsables del sentido de sus actos.
La existencia compartida y la ética beauvoiriana
Pero el ser humano es también existencia compartida, ya que los demás también pueden contribuir al desarrollo de la libertad individual u obstaculizarla. Cuando el sujeto no puede decidir o actuar, la existencia se degrada y se cosifica. Es por eso que, en el pensamiento beauvoiriano, el mal consiste en obstaculizar la libertad de los demás o renunciar uno mismo a ella y, consecuentemente, el bien consiste en procurar oportunidades para la acción, facilitar la libertad de los otros y asumir la libertad propia.
El concepto de “sujeto situado”
Una vez dicho todo esto, también es importante destacar el concepto de “sujeto situado”. Para ello, se ha de saber que todo sujeto humano se encuentra en una situación determinada, la cual puede favorecer o no su libertad. La situación en la que se encuentra es el contexto complejo en el que ha de decidir los fines de su acción. Esta situación está compuesta de diferentes condicionamientos, tanto biológicos como sociales. Para las mujeres, la opresión que los hombres han ejercido sobre ellas ha forzado una situación en la que no se han podido desarrollar completamente de manera autónoma. A raíz de este hecho, podemos definir un concepto beauvoiriano clave: “caer en la inmanencia”.
“Caer en la inmanencia” y la superación existencial
Este concepto significa perder la autonomía que caracteriza al sujeto. Supone degradarse en un “En sí” en el que deja de ser posible elegir la dirección de la vida. Sin embargo, la existencia permite a los seres humanos salir de su inmanencia. Por lo tanto, el ser humano es siempre sujeto situado: “sujeto” porque ha de decidir para qué ser, pero “situado” porque la decisión se efectúa en un complejo contexto concreto. Aunque los elementos que constituyen la situación pueden asumirse de distintos modos, no todos harán el mismo esfuerzo moral.
La situación ambigua de las mujeres
Otro punto importante de la filosofía beauvoiriana es el hecho de que las mujeres han sido confinadas, en su mayoría, en una situación ambigua: porque, como todo ser humano, son libertad autónoma, pero los hombres les han impuesto una dependencia hacia ellos. Mientras que los hombres y las mujeres no se reconozcan mutuamente como sujetos, las relaciones entre ellos serán insatisfactorias.
Las mujeres están educadas para no sentir la necesidad de asumir su propia existencia; como consecuencia, los varones aceptan este papel por ellas. Esto es perjudicial para ellas, ya que pierden su autonomía y se degrada su existencia, y perjudicial para ellos, ya que deben actuar de manera continua por ambos.
La ambigüedad de la condición humana y la propuesta moral
Además de esta ambigüedad, también cabe remarcar que su condición humana también es ambigua. Hombres y mujeres son, por un lado, libertad y existencia, pero, por otro lado, se encuentra todo aquello que los vincula como especie. La carne representa el aspecto menos humano, y el espíritu alude a la indeterminación de la conciencia que hace posible su existencia. La propuesta moral beauvoiriana invita a una doble aceptación para permitirles el reconocimiento mutuo y el establecimiento de relaciones libres e igualitarias. Desde esta perspectiva, la autenticidad vendrá dada por el reconocimiento y aceptación de la libertad, tanto propia como la de los demás, y para ello se deben inventar los propios fines. Esto se opone a la noción de “mala fe”, que supone huir de la libertad.
Hacia la transformación social: “Jerarquía de intereses”
Otro punto es la “jerarquía de intereses”, una propuesta humanista y emancipatoria en la que la ética conduce a la política. Por eso, en la obra de Simone de Beauvoir encontramos la exposición de los elementos fundamentales para conseguir la tan anhelada transformación social. En ella se pide autonomía y libertad para las mujeres en todos los aspectos, además de igualdad entre ambos sexos y una buena educación.