El Intelectualismo Socrático frente al Relativismo
En oposición al relativismo moral y cultural de los sofistas, emerge la figura del filósofo Sócrates, quien postula la primera teoría ética que defiende la existencia de valores objetivos y universales, tales como el bien y la justicia. Sócrates sostuvo consistentemente que el propósito de la filosofía era la búsqueda, mediante el ejercicio de la razón, de las verdaderas definiciones de los conceptos éticos. Estaba convencido de que si una persona era capaz de escuchar su propia conciencia interior, dejando a un lado sus intereses egoístas particulares, entonces podría progresar en su conocimiento de aquello que es realmente justo y bueno. Además, según Sócrates, si un individuo adquiere una comprensión completa acerca del bien, ello tendrá como consecuencia que actúe correctamente. Así, el conocimiento del bien conlleva su práctica, pues uno descubre que hacer el bien es lo mejor tanto para sí mismo como para los demás. Es por esta razón que Sócrates afirma que quien actúa mal lo hace por ignorancia o falta de conocimiento.
La Virtud a través del Conocimiento
Desplegar dicho conocimiento es esencial desde la perspectiva socrática para alcanzar la virtud, pues lo que nos mejora moralmente es llevar a cabo acciones buenas precisamente porque sabemos que lo son. Es decir, si una persona efectúa una acción que podemos considerar buena, pero no la ha realizado porque pensara que lo era, sino por pura casualidad o movida por la codicia, por ejemplo, entonces no está acrecentando en absoluto su virtud.
Perspectivas Filosóficas sobre la Moral y la Existencia
Pensamiento Débil
Se caracteriza por un enfoque relativista, nihilista y por el rechazo de las explicaciones omnicomprensivas, totalizadoras y de las verdades universales.
Nihilismo
Es una corriente filosófica que considera que todo se reduce a nada y, por tanto, la vida carece de valor o importancia intrínseca.
La Felicidad como Prudencia: La Ética Aristotélica
Aristóteles fue uno de los primeros filósofos en defender el eudemonismo ético. Sostenía que todos los seres tienden por naturaleza a un fin (telos); por tanto, el ser humano no es una excepción. Dado que lo esencial del ser humano es su capacidad racional, la máxima felicidad (eudaimonia) residirá en la vida contemplativa, es decir, el ejercicio de la razón, en el conocimiento de la naturaleza y de Dios, y en la conducta moral prudente. A mayor sabiduría, mayores posibilidades de elección, sin duda; pero siempre recurriendo a la mediación de la prudencia (phronesis), definida como la capacidad de escoger el justo medio, adecuado a nuestra naturaleza, tal y como es determinado por la razón y como podría determinarlo una persona sabia. El justo medio no se trata de una medida aritmética entre cantidades, sino del ejercicio de la moderación, afinado por la experiencia. No obstante, según Aristóteles, no podemos fijar una cantidad adecuada de comida igual para todo el mundo, pues el punto medio será diferente en cada persona, según su complexión y circunstancias.
El Desafío de la Identidad Humana
La Construcción del Yo y el Sentido de la Vida
La cuestión acerca del sentido de la vida humana está íntimamente unida a la respuesta que podamos dar a la pregunta sobre quiénes somos cada uno de nosotros, es decir, qué constituye nuestra identidad. Y es que, cuando nacemos, aún no habita en nosotros el sentido del yo, sino que este se va construyendo a medida que entramos en contacto con la realidad cultural que nos envuelve. Al entrar en contacto nuestra dimensión biológica con el entorno social y lingüístico en el que estamos inmersos, tiene lugar un proceso de desarrollo psicológico en el sujeto que da como resultado la aparición de la conciencia de la propia individualidad. El reconocimiento de que somos un ser singular, dotado de sentimientos y pensamientos particulares, origina la percepción de nosotros mismos como un “yo”, distinto de los demás seres humanos que nos rodean.
Factores Determinantes en la Configuración de la Identidad
No obstante, en este cobrar conciencia inicial de nosotros mismos, solamente hemos dado el primer paso hacia la configuración de nuestra identidad. Serán los lazos afectivos y los vínculos emocionales que vayamos adquiriendo los que, junto con el desarrollo de las capacidades cognitivas y las preferencias personales que vayamos despertando con el paso del tiempo, harán que se acabe de definir cuál será nuestra identidad. Ahora bien, en todo este proceso puede verse que entran en juego tanto factores individuales como sociales o culturales, pues es a partir de la interacción de estos elementos que se construye la identidad. Es por ello que, como señala el filósofo Jean-Paul Sartre, cada uno tiene que pensar qué va a hacer con lo que los demás hicieron de él, lo que nos enfrenta directamente al problema de la identidad. Ciertamente, esta cuestión gravita sobre la pregunta por el sentido de la vida humana, en general, y la de cada uno, en particular. Las distintas concepciones sobre el ser humano ofrecen respuestas diversas sobre la naturaleza o condición humana, desde las cuales se obtienen maneras bien distintas de enfocar el problema de la identidad. Quien ve en el ser humano un alma inmortal de origen divino planteará la cuestión de la identidad y el sentido de la vida de una forma claramente diferente de quien cree que somos un organismo biológico, dotado de psiquismo exclusivamente por la actividad del cerebro.
Desafíos Perceptivos en la Contemporaneidad
Presentismo: La Tiranía del Ahora
El presentismo es un concepto que se refiere a la tendencia o necesidad constante de centrarse en lo que está ocurriendo en el momento actual, absorbiendo las imágenes de la hiperrealidad que se nos muestran continuamente. Esta urgencia de lo actual ahoga la posibilidad de pensar con una perspectiva histórica y dificulta la comprensión y apreciación del pasado y su relevancia en el contexto presente.
Hiperrealidad: La Realidad Simulada según Baudrillard
La hiperrealidad es un concepto introducido por el filósofo Jean Baudrillard, según el cual el ser humano llega a confundir la pantalla y las imágenes que ve con la realidad misma. Esta hiperrealidad crea una copia o simulacro de la realidad que el espectador, a menudo, asume como verdadera. Baudrillard utiliza el ejemplo de la cobertura mediática de la Guerra del Golfo Pérsico para argumentar que, a pesar de que la guerra sucedió, en la conciencia colectiva se percibió como una “guerra virtual” debido al tratamiento informativo que recibió. El constante bombardeo de imágenes y la cantidad masiva de información aturden al espectador y lo hacen incapaz de comprender los eventos en su totalidad. Este presentismo, enfocado en lo inmediato, ahoga la posibilidad de tener una perspectiva histórica y entender la cadena causal de los acontecimientos. Baudrillard sostiene que la realidad, entendida como algo regido por leyes de causa y efecto, verdad y falsedad, ha dejado de existir en este contexto. Incluso en el ámbito científico, la distinción clásica entre objeto y sujeto de conocimiento se vuelve ilusoria, y las simulaciones por ordenador han reemplazado en gran medida a los experimentos de laboratorio tradicionales. Lo que existe son racionalidades parciales; es una etapa radicalmente diferente a las anteriores por la existencia de pluralidades que imposibilitan una visión unitaria de las cosas. Se afirma que cada cultura tiene sus propios ideales, que estos no son universales y que no hay ningún criterio único que permita comparar y evaluar culturas de forma absoluta.