La Poesía Durante la Guerra Civil y los Años 40
La Guerra Civil Española marcó profundamente a los poetas de la Generación del 27 y a los más jóvenes, cuyo desarrollo poético se vio interrumpido por el conflicto. Sin embargo, la poesía no desapareció durante la guerra. En la zona republicana, se publicaron numerosas revistas como Hora de España o El mono azul, donde escribieron autores como Antonio Machado, Luis Cernuda o Rafael Alberti. También destacó la abundante poesía de carácter popular —romances, coplas y canciones— difundida tanto oralmente como por escrito (octavillas, folletos, libros).
En la zona nacionalista, aunque en menor cantidad, también se produjo poesía, difundida a través de revistas como Jerarquía, con colaboraciones de autores como Luis Rosales o Dionisio Ridruejo, además de libros colectivos.
La Trayectoria Poética de Miguel Hernández
Uno de los poetas más importantes del periodo fue Miguel Hernández, nacido en Orihuela en el seno de una familia humilde. Trabajó como pastor y, al estallar la guerra, se alistó como voluntario en el bando republicano. En 1938 fue condenado a muerte y murió de tuberculosis en 1942, con tan solo 32 años, en la cárcel de Alicante.
Su trayectoria poética fue muy intensa y se puede dividir en varias etapas:
Primera Etapa: Perito en lunas
En esta obra se nota su admiración por Góngora. Predominan las metáforas complejas y el lenguaje vanguardista. La luna es un símbolo central que representa la vida y la fecundidad, temas que estarán presentes en toda su poesía posterior.
Etapa de Madurez: El rayo que no cesa
Coincide con su estancia en Madrid, donde entra en contacto con poetas del 27 y con Pablo Neruda. Este libro trata temas como el amor, la vida y la muerte, con influencias de autores clásicos como San Juan de la Cruz, Garcilaso de la Vega o Quevedo. Contiene una de sus composiciones más célebres: la Elegía a Ramón Sijé.
Etapa de Poesía Social: Vientos del pueblo y El hombre acecha
Durante la guerra, su poesía se vuelve combativa y comprometida. En Vientos del pueblo se identifica con los humildes y pasa del “yo” al “nosotros”, adoptando un tono épico. En El hombre acecha el tono es más desengañado, aunque se mantiene una esperanza en el futuro (el último verso del libro es “Dejadme la esperanza”).
Última Etapa: Cancionero y romancero de ausencias
Escrita en la cárcel, su poesía se vuelve más sencilla, directa y popular. Expresa la tristeza por la ausencia de su mujer y su hijo, y por la falta de libertad. Destacan las Nanas de la cebolla, dedicadas a su hijo.
Corrientes Poéticas de Posguerra: Arraigada y Desarraigada
Tras la guerra, entre 1939 y 1950, la poesía española se enfrenta a un ambiente de represión, miseria y censura. Ante esta situación, se desarrollan dos grandes corrientes que definió Dámaso Alonso: poesía arraigada y poesía desarraigada.
Poesía Arraigada
La poesía arraigada (también llamada “de los poetas con el imperio”) defiende el orden establecido, con un estilo clasicista y tono heroico. Muchos de estos poetas publicaban en las revistas Escorial o Garcilaso. Entre los más representativos están:
- Luis Rosales, con La casa encendida, obra que refleja vivencias personales desde una estética cotidiana.
- Dionisio Ridruejo, con Sonetos a la piedra.
- Luis Felipe Vivanco, con Tiempo de dolor.
Poesía Desarraigada
La poesía desarraigada surge como reacción crítica ante la situación social. Es una poesía existencialista, angustiada, que posteriormente evolucionará hacia la poesía social. Sus representantes publican en la revista Espadaña, nacida en 1944, el mismo año en que Dámaso Alonso publica Hijos de la ira, una obra clave del desarraigo. Otros autores destacados de esta tendencia son Victoriano Crémer, Eugenio de Nora, José Hierro, Gabriel Celaya y Blas de Otero. Defienden una poesía centrada en la vida cotidiana y la realidad, con un lenguaje desgarrado y directo (como el verso “Esto es ser hombre: horror a manos llenas”).
Otros Movimientos Minoritarios de los Años 40
Además de estas dos corrientes, durante los años 40 también surgen movimientos minoritarios como el postismo, que intenta continuar con la estética surrealista, y el grupo Cántico, con una poesía de tono más sensual y barroco.
La Poesía Social de los Años Cincuenta: Gabriel Celaya y Blas de Otero
Durante la década de 1950, la poesía existencialista que había surgido con la línea desarraigada evoluciona hacia una poesía social que se extiende hasta 1964. Esta nueva corriente representa un cambio fundamental: el poeta ya no se centra en sus angustias personales, sino que habla en nombre de los que sufren injusticias. Se convierte en una voz colectiva, solidaria con los oprimidos y comprometida con la realidad social y política del momento.
Una de las principales características de esta poesía es su compromiso social: se dirige a la “inmensa mayoría”, alejándose de la poesía elitista o minoritaria. Aunque el objetivo era llegar al pueblo, el hecho de que la poesía sea un género minoritario impidió en gran medida que se lograra plenamente. De ahí que se adoptara un lenguaje claro y coloquial, aunque la censura de la época obligaba, a veces, a utilizar formas más indirectas o simbólicas para eludirla, lo que dificultaba la comprensión en algunos casos.
Además, en esta poesía el contenido prima sobre la forma. Se abordan temas como la injusticia, la pobreza, la represión y el deseo de libertad. Las dos grandes ideas que la sostienen son la solidaridad con los que sufren y la esperanza de liberar el mundo a través de la palabra poética.
Entre los principales representantes destacan Gabriel Celaya, Blas de Otero y José Hierro, aunque los dos primeros son los más representativos del movimiento.
Gabriel Celaya
Publica en 1951 Las cartas boca arriba, donde ya se ve claramente su contenido social. Esta obra anticipa Cantos íberos, una de sus publicaciones más significativas. En ella, se percibe un tono combativo, casi como una arenga, tanto en el contenido como en la técnica empleada. Continúa con Las resistencias del diamante, donde reafirma su intención política y social. Para Celaya, la poesía debe ser un arma transformadora —como él mismo dice, “un arma cargada de futuro”— y por eso defiende un lenguaje directo, al servicio de la causa colectiva.
Blas de Otero
En sus primeras obras, como Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951), Blas de Otero expresa su crisis existencial: se siente abandonado por Dios y refleja una profunda soledad interior. Sin embargo, en Redoble de conciencia comienza a surgir el compromiso con los demás, una apertura hacia la solidaridad, lo que marca el inicio de su etapa de poesía social.
Este cambio se consolida en Pido la paz y la palabra (1955), donde la preocupación social reemplaza la angustia personal. En este libro denuncia las miserias de la España de posguerra, aunque siempre mantiene la esperanza de un futuro mejor. Le siguen obras como En castellano y Que trata de España, en las que expresa su anhelo de reconciliación nacional y la necesidad de una convivencia pacífica entre todos los españoles.
No obstante, hacia el final de esta etapa, algunos poetas sociales comenzaron a cuestionar la eficacia de esta poesía, tanto en lo estético como en lo ideológico. La poesía social empezó a verse como un estilo limitado para responder a las nuevas inquietudes y exigencias del arte y la sociedad, lo que llevó a muchos autores a cambiar de rumbo poético.
La Poesía en los Años Sesenta y Primeros Setenta: La Generación del 50 y los Novísimos
Durante los años sesenta y principios de los setenta, la poesía española experimenta una transformación profunda. La llamada Generación del 50, también conocida como la poesía de la experiencia, surge como respuesta crítica a los excesos de la poesía social que dominó la década anterior. A pesar del valor ético y político que tuvo esta última, muchos escritores comenzaron a verla como demasiado reiterativa, prosaica y poco literaria.
Así, algunos autores que habían empezado influenciados por la poesía comprometida decidieron abrir nuevos caminos, entre ellos José Ángel Valente, Francisco Brines, Claudio Rodríguez, Ángel González y Jaime Gil de Biedma. Todos ellos apuestan por una poesía que recupere el yo íntimo y existencial, con un lenguaje más cuidado, depurado y literario. No abandonan del todo el compromiso ético ni su crítica al régimen franquista —en muchos casos desde posturas próximas al comunismo—, pero entienden la poesía como un medio para reflexionar sobre la vida y la experiencia individual, y no como un arma política.
En sus obras, los temas giran en torno al paso del tiempo, la nostalgia por la infancia, el amor, la familia, la búsqueda de sentido o la melancolía cotidiana. Se alejan del tono exaltado y desgarrado de los poetas desarraigados y del estilo plano y directo de la poesía social, para centrarse en la expresión del mundo interior del poeta. Por ello, esta corriente se ha identificado con la llamada poesía de la experiencia, ya que parte del análisis de la vivencia personal para llegar a una reflexión más universal. Además, se observa un riguroso trabajo formal, con una atención especial al estilo, a la construcción poética y a la elección precisa del lenguaje.
Autores Destacados de la Generación del 50
Uno de los autores más representativos es José Ángel Valente, quien mantiene el compromiso ético propio de la poesía social, pero desde una visión más profunda y estilizada. Su lenguaje es simbólico y elaborado, y entre sus obras más importantes destacan A modo de esperanza, Mandorla y Fragmentos de un libro futuro.
Por otro lado, Jaime Gil de Biedma ofrece una poesía cercana a lo cotidiano, con un tono irónico y crítico hacia la sociedad burguesa, pero también hacia sí mismo. Su obra combina sinceridad, lucidez y una sutil melancolía. Entre sus libros más conocidos están Compañeros de viaje, Poemas póstumos y Las personas del verbo.
Los Novísimos o Generación del 68
Mientras esta generación evolucionaba hacia una poesía más introspectiva y elaborada, a finales de los años sesenta comienza a surgir una nueva corriente, radicalmente distinta: la de los Novísimos o Generación del 68, cuya aparición pública se da con la antología Nueve novísimos poetas españoles (1970), elaborada por el crítico José María Castellet.
Los Novísimos representan una ruptura total con la poesía anterior. Se declaran herederos de las vanguardias del siglo XX, especialmente del surrealismo, y apuestan por un lenguaje innovador, creativo y complejo. Su poesía se aleja por completo del tono político, ético o testimonial: no les interesa el compromiso ni la denuncia social, sino la experimentación, el juego literario y la riqueza estética.
Uno de los elementos distintivos de estos autores es su gusto por lo cultural y lo simbólico, lo que ha hecho que también se los llame poetas culturalistas. Incorporan referencias a la historia del arte, la música, la mitología, el cine o el cómic, creando una poesía llena de alusiones y guiños cultos o frívolos. De hecho, los títulos de muchos de sus poemas son largos, sofisticados e irónicos, como en “Giacomo Casanova acepta el cargo de bibliotecario que le ofrece en Bohemia, el conde de Waldstein” (Antonio Colinas) o “El editor Francisco Arellano disfrazado de Humphrey Bogart tranquiliza al poeta…” (Luis Alberto de Cuenca).
Desde el punto de vista formal, los Novísimos apuestan por la libertad total. Rechazan las formas tradicionales y recuperan recursos modernistas, como el verso alejandrino o el versículo, e incorporan técnicas como la escritura automática. Les interesa el lenguaje como juego y como creación artística, buscando un estilo personal que destaque por su originalidad, musicalidad y expresividad.
Entre los autores más representativos se encuentran Guillermo Carnero, Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca, Luis Antonio de Villena, Manuel Vázquez Montalbán, Pere Gimferrer y Antonio Martínez Sarrión. Cada uno de ellos desarrolla una voz poética única: desde el experimentalismo más extremo al barroquismo, pasando por el culturalismo refinado o el equilibrio formal.
Convivencia de Corrientes Poéticas
En definitiva, durante esta etapa conviven dos grandes líneas poéticas:
- Por un lado, la Generación del 50, que representa la madurez de la poesía de la experiencia, íntima, existencial y formalmente cuidada.
- Por otro, los Novísimos, que suponen una revolución estética, apostando por la ruptura, la innovación y la libertad artística.
Ambas corrientes marcaron profundamente el panorama poético español de la segunda mitad del siglo XX, abriendo caminos diversos para las generaciones futuras.
El Teatro de los Años Cuarenta: La Comedia Burguesa y el Teatro Cómico
Tras la Guerra Civil, el teatro español sufrió una gran crisis debido a la pérdida de autores, actores y directores (muertos o exiliados), así como a la fuerte censura del régimen franquista. Esto provocó una gran pobreza artística y creativa en las obras teatrales, ya que los autores practicaban la autocensura y los empresarios evitaban cualquier propuesta experimental o crítica. Mientras en Europa surgían propuestas vanguardistas como el teatro épico de Bertolt Brecht o el teatro del absurdo de Ionesco y Beckett, en España se imponía un teatro conformista que buscaba únicamente entretener a un público burgués, sin provocar reflexión ni polémica.
Este teatro tenía una estructura tradicional (obras en tres actos), se desarrollaba en espacios cerrados y confortables, con personajes de clase media sin conflictos económicos ni profundidad psicológica. Los temas eran simples y repetitivos, como el amor o la infidelidad, y no se trataban cuestiones políticas ni sociales.
En este contexto, se desarrollaron dos corrientes teatrales principales:
La Comedia Burguesa
Continuadora del estilo de Jacinto Benavente, defendía los valores tradicionales y evitaba toda crítica al sistema. Representa el teatro más conservador y superficial. Autores como Joaquín Calvo-Sotelo siguieron esta línea.
El Teatro Cómico
Tenía una intención más crítica, aunque disfrazada de humor y situaciones absurdas. Destacan dos autores:
- Enrique Jardiel Poncela, que apostó por un teatro ilógico y audaz, aunque la presión del público y la crítica conservadora le obligó a rebajar su originalidad. Entre sus obras destacan Un marido de ida y vuelta y Eloísa está debajo de un almendro.
- Miguel Mihura, que en 1932 escribió Tres sombreros de copa, una comedia que no se representó hasta veinte años después por su carácter provocador. En esta obra se enfrenta el mundo burgués, rígido e hipócrita, con otro más libre y sin convencionalismos. Más adelante, Mihura optó por un teatro más convencional con obras como Maribel y la extraña familia o Melocotón en almíbar.
Ambos autores destacaron por su manejo del lenguaje cómico, basado en la ironía, el humor absurdo y los juegos de palabras, ofreciendo situaciones disparatadas que ocultaban, en muchos casos, una crítica velada a la sociedad de la época.
El Realismo Social Teatral de los Años Cincuenta: Buero Vallejo y Alfonso Sastre
Durante la década de 1950, el teatro español inicia una renovación gracias al estreno de tres obras clave: Historia de una escalera de Antonio Buero Vallejo, Tres sombreros de copa de Miguel Mihura (escrita en 1932 pero estrenada en 1952), y Escuadra hacia la muerte de Alfonso Sastre. Estas obras muestran que el público está cambiando y busca un teatro más profundo, con inquietudes existenciales y sociales.
Posibilismo e Imposibilismo
En este nuevo panorama surgen dos posturas distintas frente a la censura del régimen franquista:
- Posibilismo, representado por Buero Vallejo, que acepta ciertas limitaciones para conseguir que sus obras sean representadas.
- Imposibilismo, representado por Sastre, que prioriza la libertad de expresión aunque sus obras no lleguen a escena. Esto da lugar al llamado “teatro soterrado”.
Otros autores de esta tendencia son Lauro Olmo (La camisa), José Martín Recuerda (Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipciaca) y José María Rodríguez Méndez.
Características Generales del Teatro Realista de los 50
- Temas: injusticia social, explotación, egoísmo del poder, tristeza existencial, memoria de la Guerra Civil.
- Escenarios: lugares simbólicos como escaleras o refugios.
- Personajes: víctimas del sistema.
- Influencias: el esperpento de Valle-Inclán, la tragedia grotesca de Carlos Arniches y el teatro popular de Federico García Lorca.
- Lenguaje: directo, provocador y sin eufemismos.
Antonio Buero Vallejo
Con Historia de una escalera inicia un teatro que combina la crítica social con la reflexión existencial, centrado en la dignidad humana. Su obra se puede considerar humanista y trágica, en el sentido clásico: busca que el espectador sienta una catarsis y reflexione sobre su vida.
Su teatro no da soluciones, sino que presenta los problemas. Cuida mucho los elementos visuales y sonoros (espacio escénico detallado, uso simbólico de la luz, el sonido y la música). Además, introduce los llamados efectos de inmersión, donde el espectador vive las mismas limitaciones de los personajes (como la ceguera o la sordera).
Entre sus obras más importantes están:
- En la ardiente oscuridad
- El sueño de la razón
- El concierto de San Ovidio
- El tragaluz
- La Fundación
Alfonso Sastre
En su teatro destaca la crítica al poder injusto y sus consecuencias sobre los individuos. Su obra más conocida, Escuadra hacia la muerte, muestra un ambiente opresivo y claustrofóbico, donde un grupo de soldados debe cumplir una misión suicida bajo el mando de un cabo tiránico.
Sastre reflexiona sobre la opresión, la culpa y la rebelión, tanto a nivel social como familiar. Defiende un concepto de tragedia moderna, en la que se enfrentan dos fuerzas trágicas:
- El sufrimiento cotidiano en una sociedad injusta.
- La lucha, individual o colectiva, por cambiar ese orden social.
El Teatro desde los Años Sesenta hasta 1975: Diversas Corrientes
Durante las décadas de los años 60 y 70, el teatro español se encontraba dividido entre el teatro que alcanzaba un amplio público y el que, debido a diversos factores, no lograba representarse de manera masiva.
Teatro Comercial
En el ámbito del teatro comercial, predominaban las comedias melodramáticas, de intriga y de humor, con autores como Alfonso Paso, Miguel Mihura, Jaime Salom, Jaime de Armiñán, Ana Diosdado y Antonio Gala. Las obras de estos autores se caracterizan por una simbología sencilla, una escenografía convencional y una clara intención moralizante o educativa. Este teatro estaba pensado para agradar al gran público y ofrecía una representación accesible y fácil de comprender. Su éxito se debía a que abordaba temas comunes y de interés popular, y se alejaba de críticas profundas o provocadoras al régimen.
Teatro Social Realista
Por otro lado, el teatro realista con una fuerte intención social todavía enfrentaba grandes obstáculos debido a la censura y a la supremacía del teatro comercial. A pesar de ello, autores como Alfonso Sastre, José Martín Recuerda y José María Rodríguez Méndez continuaron escribiendo obras en las que se combinaba el compromiso social con la renovación de las estructuras escénicas. Este teatro trataba temas como la opresión social, las desigualdades y la injusticia, pero su difusión se veía limitada por las estrictas restricciones de la época.
Teatro Experimental
El teatro experimental surgió como una respuesta a las limitaciones del teatro realista y comercial. Se caracteriza por una oposición estética a las formas tradicionales, presentando una ruptura con las convenciones establecidas. A pesar de esto, muchos de estos autores continuaron manteniendo una fuerte crítica social, que a menudo les llevaba a chocar con la censura.
Este tipo de teatro se inspira en la tradición vanguardista y trata de ver el teatro como un espectáculo total. La importancia de los efectos especiales, la escenografía, la luz, el sonido, los objetos que invaden la escena y la expresión corporal son algunos de los elementos que destacan en estas producciones. Los autores del teatro experimental intentan también romper la barrera tradicional entre el escenario y el público, creando un espacio dinámico en el que la escena puede invadir la sala e invitar a los espectadores a participar activamente en la función.
El texto literario, en este contexto, no es lo único importante; es solo el punto de partida para que los actores, directores y escenógrafos puedan modificar y enriquecer la obra de manera colectiva. Las temáticas más comunes siguen siendo la denuncia social y política del régimen franquista, la falta de libertades y la crítica a la nueva sociedad de consumo. Para superar las restricciones impuestas por la censura, este teatro tiende a utilizar lenguaje simbólico y personajes alegóricos, lo que ha llevado a calificarlo como “teatro hermético”.
Francisco Nieva y el “Teatro Furioso”
Uno de los principales exponentes del teatro experimental en España es Francisco Nieva, quien ha etiquetado su obra como “teatro furioso”. Este tipo de teatro se distingue por su uso del simbolismo, los elementos oníricos y una fuerte influencia dadaísta. En sus obras, Nieva busca la liberación del subconsciente, liberándose de las restricciones del lenguaje convencional y las normas sociales. La carroza de plomo candente es una de sus obras más representativas, en la que emplea un estilo altamente visual y cargado de significados simbólicos.
Fernando Arrabal y el “Teatro Pánico”
Otro autor relevante del teatro experimental es Fernando Arrabal, quien desarrolló el concepto de “teatro pánico”. Este término, derivado del griego pan (“todo”), describe un teatro que se caracteriza por su provocación, antirrealismo y ruptura con la lógica tradicional. El teatro pánico busca ser un teatro total, que no solo combine distintas formas de arte, sino que también exalte la libertad creativa y tenga como objetivo principal la provocación y el escándalo del espectador.
Las obras de Arrabal como Los hombres del triciclo, que fracasó y llevó al autor a exiliarse a Francia, Fando y Lis y El cementerio de automóviles son ejemplos claros de su estilo. Estas piezas rompen con los convencionalismos teatrales, presentan una narrativa ingenua y absurda, pero con un fuerte contenido de crítica social y política, haciendo que el espectador se cuestione las normas establecidas.