Explorando la Narrativa Barroca: Conceptismo y Culteranismo

La Narrativa del Barroco: Contexto y Características

La narrativa del Barroco surgió en un contexto de crisis generalizada durante el siglo XVII. Esta época se caracterizó por las guerras de religión, los conflictos sociales y políticos como el fracaso de la burguesía, la vuelta al poder de la nobleza y un creciente empobrecimiento de las sociedades europeas. La literatura reflejó la frustración del ser humano y su visión desencantada del mundo, en una sociedad regida por el honor y dominada por la desigualdad.

El arte y la literatura del Barroco continuaron algunas formas del Renacimiento, pero con variaciones importantes. Se produjo una acumulación de elementos contrarios en el mismo poema como lo sublime, lo grotesco, la fealdad, la desmesura, el movimiento y los contrastes, siendo estos últimos una de las características más destacadas.

La mentalidad barroca se centró en el desengaño con la depreciación de la realidad. Aparecen temas como la locura, la vida como sueño en obras como “La vida es sueño” de Calderón de la Barca; el disfraz y los juegos de engaño en obras como “Don Gil de las calzas verdes”. Predomina una visión pesimista y resignada, en la que se acepta el mundo tal como es, con influencias del estoicismo (soportar con resignación los males de la existencia) y el epicureísmo (la felicidad a través de los pequeños placeres).

En cuanto a la lengua literaria, se dio una revolución en la manera de escribir, que pasó de la naturalidad renacentista a la dificultad y el artificio barroco. Se utilizaban recursos como la ambigüedad, la antítesis, los juegos de palabras, las figuras retóricas y la exageración.

Conceptismo y Culteranismo: Dos Corrientes Estilísticas

En este contexto, surgieron dos corrientes estilísticas principales:

  • Conceptismo: Buscaba relaciones ingeniosas entre objetos y una expresión concisa. Un ejemplo es el poema satírico de Quevedo: “Érase un hombre a una nariz pegada”, en el que se dice que la nariz era una alquitara medio viva y busca la manera de relacionarlo en el poema.
  • Culteranismo: Priorizaba la forma sobre el contenido, con un lenguaje culto, ornamentado y lleno de metáforas atrevidas. Un ejemplo es Góngora, con su “Fábula de Polifemo y Galatea”.


Análisis de un Fragmento de “La Fábula de Polifemo y Galatea” de Góngora

Este fragmento pertenece al poema “La fábula de Polifemo y Galatea” de Luis de Góngora, una obra del culteranismo, movimiento literario caracterizado por su complejidad formal y riqueza expresiva. El fragmento describe con gran carga simbólica la apariencia de Polifemo, un cíclope monstruoso, usando una serie de imágenes exageradas, metáforas y juegos de palabras que dificultan su comprensión pero enriquecen el lenguaje poético, como se puede observar en “un torrente es su barba impetüoso”.

El tema central de este fragmento es la descripción hiperbólica y grotesca de Polifemo, cuya figura se muestra como una fuerza indomable, alejada de cualquier ideal clásico de belleza o armonía. A través de esta descripción se crea un fuerte contraste con el mundo idealizado y bello que representa Galatea, lo que refuerza el conflicto estético y temático de la obra. “Negro el cabello, imitador undoso / de las obscuras aguas del Leteo” es un ejemplo que refuerza la oscuridad y desorden de la imagen del cíclope, en contraposición con la claridad y armonía asociada a Galatea.

Se observa una gran elaboración formal típica del culteranismo. La estructura tiene un desarrollo progresivo. Comienza con una introducción donde el autor presenta el tono mitológico del poema, un desarrollo, en el que surge el conflicto amoroso y el desenlace, con un trágico final en el que Polifemo mata a Acis.

Desde el punto de vista del argumento, esta descripción cumple una función dentro de la narración: presentar a Polifemo como antítesis de Galatea y exponente de una fuerza bruta y salvaje. El lector puede ver en él la encarnación de lo bárbaro frente a la belleza luminosa de la ninfa. Este contraste no solo marca el eje principal de la historia, sino que también permite al autor reflexionar sobre los límites del deseo y la distancia insalvable entre dos mundos incompatibles: lo bello y lo grotesco, lo humano y lo monstruoso. “Al viento que lo peina proceloso / vuela sin orden, pende sin aseo” refuerza esa idea de desorden natural, de impulso primitivo. Este fragmento también muestra cómo el estilo culterano transforma la función de la poesía: se recrea en la forma, en la belleza del lenguaje, y en la dificultad como valor estético. “Adusto hijo de este Pirineo” añade un ejemplo del uso de cultismos y referencias mitológicas que complejizan y embellecen el texto.


Este fragmento de “La fábula de Polifemo y Galatea” está compuesto en octavas reales, una forma métrica de arte mayor que consiste en estrofas de ocho versos endecasílabos con rima consonante que siguen el esquema ABABABCC. Esta estructura contribuye a la armonía del tono poético.

El hipérbaton es un recurso dominante en todo el poema, como puede verse en versos como “Negro el cabello, imitador undoso / de las obscuras aguas del Leteo”, donde el orden sintáctico ha sido alterado para dar énfasis poético y musicalidad. Este desorden gramatical responde a una estética barroca, que hace que el autor cree una poesía elitista, destinada a lectores cultos.

La metáfora es una de las figuras más relevantes, como en “negro el cabello, imitador undoso de las obscuras aguas del Leteo”, donde el cabello se compara con las aguas del río, sugiriendo su color y forma ondulante.

La personificación aparece en expresiones como “al viento que lo peina proceloso”, donde el viento adquiere atributos humanos al “peinar” el cabello, y además se le añade un adjetivo para añadirle dramatismo, como si participara realmente en la acción.

La hipérbole se evidencia en la descripción de la barba como “un torrente […] que su pecho inunda”, exagerando su abundancia y fuerza, esto potencia la imagen del monstruoso ser.

Además, destaca el uso de cultismos como “adusto” o “proceloso”, palabras que enriquecen el lenguaje poético aunque dificultan su comprensión; y el uso de alusiones mitológicas como el “Leteo” que embellecen el texto.

En conjunto, el poema construye una imagen poderosa mediante el uso de estas figuras, proyectando un ser de gran fuerza y reflejando la intensidad del culteranismo, donde la forma y el lenguaje tienen mucha importancia en el poema.


Análisis de un Fragmento del Soneto de Quevedo: “Érase un hombre a una nariz pegado”

Este fragmento pertenece al soneto satírico “Érase un hombre a una nariz pegado” de Francisco de Quevedo, una de las figuras más representativas del conceptismo barroco. El poema es un ejemplo claro de poesía satírica, donde se utiliza la exageración para ridiculizar a un personaje real, Luis de Góngora, enemigo literario de Quevedo.

Este soneto, aunque va dirigido a un individuo concreto, también critica a grupos sociales como viejas, jueces, extranjeros o borrachos. En otros textos, como las jácaras, exalta de forma burlesca la vida de rufianes y personajes marginales con lenguaje vulgar y exagerado. En todos los casos, combina humor y crítica para ridiculizar los excesos del ser humano y, en especial, el culteranismo, estilo que despreciaba. El argumento se centra exclusivamente en la descripción hiperbólica de una nariz descomunal, la cual define por completo la identidad del personaje. No existe un desarrollo narrativo, sino una acumulación de metáforas y comparaciones disparatadas que generan comicidad por el ingenio verbal del autor.

Quevedo acumula imágenes humorísticas: compara la nariz con un “peje espada mal barbado” o con un “reloj de sol mal encarado”, imágenes que refuerzan la comicidad. También intensifica la sátira, elevando la nariz a niveles casi mitológicos y monumentales: “una pirámide de Egito”, lo que remite al uso del absurdo como forma de burla.

Temáticamente, este poema representa la sátira personal. Ataca a un individuo, pero al mismo tiempo permite una crítica más amplia a la vanidad, al exceso y, en particular, al culteranismo, al que Quevedo se oponía. Frente al lenguaje rebuscado de Góngora, Quevedo apuesta por un estilo conceptista: breve, agudo, con juegos de palabras e ironía. Por ejemplo, al describir la nariz como “una pirámide de Egito”, no solo exagera el rasgo físico del sujeto, sino que también se burla del uso de referencias exageradas y llamativas típicas del culteranismo.

Además, es notable el uso de referencias mitológicas utilizadas como crítica como se observa cuando dice “Ovidio Nasón” o “Anás”, que elevan el tono culto sin abandonar el propósito cómico.

Este poema no solo es un ataque personal con claras intenciones burlescas, sino también una muestra del poder del lenguaje conceptista. Quevedo utiliza la sátira no como una simple burla, sino como una herramienta crítica y estética, que le permite demostrar su dominio verbal y arrasar con la retórica culterana.


Este fragmento del soneto “Érase un hombre a una nariz pegado” de Francisco de Quevedo es un brillante ejemplo de poesía satírica del Barroco español y, concretamente, del conceptismo. El poema está compuesto en forma de soneto: 14 versos endecasílabos divididos en dos cuartetos y dos tercetos, con rima consonante siguiendo el esquema ABBA ABBA CDC DCE. Esta estructura clásica permite a Quevedo desarrollar progresivamente su sátira, con una creciente acumulación de imágenes grotescas, como puede verse en versos como “érase una nariz superlativa” o “érase un elefante boca arriba”, donde la exageración va aumentando en intensidad a medida que avanza el poema.

La ironía vertebra todo el poema, pues lo que aparentemente es una simple descripción se convierte en una burla constante y exagerada hacia el sujeto, que se identifica con su nariz hasta el punto de perder su identidad. Un ejemplo claro es el primer verso: “Érase un hombre a una nariz pegado”, no es una nariz en un hombre, sino un hombre adherido a su propia nariz, sugiriendo que su rasgo físico ha eclipsado por completo su persona.

Entre las figuras retóricas, destacan varias. La hipérbole es fundamental: expresiones como “nariz superlativa” o “un naricísimo infinito” exageran al máximo el rasgo físico para hacerlo ridículo. También se emplean metáforas hiperbólicas, como en “una pirámide de Egipto”, que convierte la nariz en un monumento milenario, ridiculizando su tamaño. La personificación aparece en versos como “érase una alquitara medio viva”, donde se da vida a un objeto para aumentar el efecto grotesco.

Asimismo, Quevedo emplea comparaciones implícitas entre la nariz y objetos diversos: un pez espada, un reloj de sol o incluso un elefante, todas con un fuerte contenido visual que contribuye a la comicidad. La anáfora paralelística con la repetición del término “érase” al inicio de cada verso en los primeros cuartetos genera un ritmo insistente y mecánico que refuerza la idea obsesiva de que todo gira en torno a la nariz.

En conjunto, este soneto es una muestra brillante del conceptismo: un estilo basado en la agudeza, el ingenio y la concentración del sentido. Quevedo, con humor y recursos retóricos como la hipérbole o la metáfora, ridiculiza al personaje y demuestra su dominio del lenguaje. El conceptismo se refleja en cómo, con pocas palabras, logra múltiples ideas, dobles sentidos y una crítica eficaz cargada de sátira.