Filosofía Renacentista y Siglo XVII: Maquiavelo, Utopías, Racionalismo y Descartes

Filosofía del Renacimiento: Corrientes y Pensadores Clave

Es difícil hablar de una corriente filosófica renacentista que sea característica de este periodo y, además, común entre los pensadores. Las diferencias son tan grandes que es mejor estudiar a los filósofos de manera individual, sin encasillarlos en un movimiento concreto.

El Retorno a los Pensadores Clásicos

Los principales pensadores del Renacimiento se agruparon en torno a diversas corrientes:

  • El Platonismo

    Tras un periodo de olvido, Platón fue reconocido posteriormente como maestro. Italia inauguró la Academia Platónica, donde Marsilio Ficino y Pico della Mirandola fueron los más importantes. Ambos desarrollaron su propio pensamiento, el cual se basaba en ideas platónicas. Se centraron en el estudio del ser humano, al que consideraban privilegiado, ya que representa una síntesis en la idea platónica.

  • El Aristotelismo

    En esta época, el pensamiento de Aristóteles fue en parte rechazado debido a la influencia neoplatónica. Sin embargo, continuó vigente en las universidades, destacando la figura de Pietro Pomponazzi. Este realizó una interpretación del aristotelismo muy alejada del tomismo, llegando a negar la inmortalidad del alma humana. Esto podría haber ocasionado graves problemas, pero se protegió con la teoría de la doble verdad, según la cual filósofos y teólogos no pueden enfrentarse porque tienen ámbitos distintos.

  • La Filosofía Helenística: El Neoescepticismo

    El neoescepticismo tuvo como figura más destacada en el Renacimiento a Michel de Montaigne.

Nicolás Maquiavelo: El Nacimiento de la Ciencia Política Moderna

En el Renacimiento, Nicolás Maquiavelo fue el pensador político más destacado. Inauguró la ciencia política moderna al ocuparse de los asuntos del Estado desde una nueva perspectiva, más científica. Era un político práctico; le interesaba más intervenir en el gobierno de su estado que teorizar. Sin embargo, sabía que toda acción orientada a un fin debe ser guiada por unos principios teóricos, de los que derivan las reglas prácticas que permiten alcanzar dicho fin. Expuso los principios de la acción política en sus dos obras más famosas: El príncipe y Discursos sobre la primera década de Tito Livio, que servían de guía a los gobernantes. Tenía una actitud pragmática, tratando de describir Estados reales, constituidos por personas con virtudes y vicios, con tendencia a corromperse y, como consecuencia, a desaparecer. Bajo esta premisa, Maquiavelo entiende que el fin de la política es conservar la unidad e identidad de la comunidad.

La Tendencia al Desorden y la Naturaleza Humana

La regla general es que, con el paso del tiempo, toda ciudad tiende a la degeneración y la corrupción de sus instituciones y habitantes. Por ello, un gobernante debe saber contrarrestar esta tendencia natural y esforzarse por mantener el orden. Esto se debe a la naturaleza humana, que actúa de manera previsible, aunque tenga libre albedrío. Esta naturaleza se descubre con experiencia y observación. Con base en estas, Maquiavelo dictamina que el ser humano es egoísta, actúa por miedo cuando no hay necesidades y por ambición cuando las cubre. Para la seguridad de la comunidad, se dictan leyes que obliguen a todos a actuar en vista del bien común. Este es el objetivo de las leyes; de lo contrario, si no se supervisasen, la ambición crearía desigualdades políticas, con corrupción en el Estado y la desintegración.

El Fin Justifica los Medios

La innovación de Maquiavelo en la forma de enfocar la política fue la afirmación de que, para conseguir el fin de la política y asegurar la supervivencia y el bienestar de la comunidad, se pueden utilizar medios inmorales, siempre que sea necesario y sean efectivos. Esta idea se resume en la máxima: «El fin justifica los medios».

Autonomía de la Política

La perspectiva que justifica los medios se basa en la creencia de la autonomía de la política respecto a la ética. Hay momentos en los que la política no debe regirse por la moral, no siempre está bajo la ética o viceversa. El fin es garantizar una comunidad con una vida ética que humanice a los habitantes. El político debe poner el bienestar de la comunidad por encima de los individuos. Fuera de una comunidad libre no hay moralidad, pues esta deriva de las reglas de la libertad e igualdad. En situaciones peligrosas, se recurre a medidas extraordinarias y no se está sometido a ninguna norma moral; el gobernante debe instaurar las costumbres y normas morales para garantizar la supervivencia.

Las Utopías del Renacimiento

Bastante lejos del realismo y del pesimismo político se encuentra la tendencia utópica, que floreció durante el Renacimiento. Pensadores coetáneos a Maquiavelo, como Tomás Moro o Francis Bacon, recuperan la iniciativa platónica de una sociedad mejor, justa e igualitaria. La crítica a la sociedad contemporánea y la concepción de un modelo que la supere y evite es una tendencia tan antigua como Platón, pero fue Tomás Moro quien acuñó el término «utopía». Ese nombre le dio a la isla imaginaria que presentó como escenario de una sociedad perfecta en su libro. Tomás Moro estaba descontento con las injustas consecuencias de los cambios sociales y económicos durante el Renacimiento. Por esto, imaginó una isla perdida en el océano, organizada de una forma de entender la vida muy distinta. En esta, llamada Utopía, sus habitantes construían lo que para el inglés era un Estado perfecto, con convivencia pacífica, bienestar físico y moral de los ciudadanos y el disfrute común de los bienes.

La Crisis del Siglo XVII y el Surgimiento de la Filosofía Moderna

En Francia, Holanda e Inglaterra, diferentes intelectuales con un mismo interés científico iniciaron una nueva filosofía que tenía en cuenta el método y los descubrimientos científicos.

Racionalismo y Empirismo: Dos Reacciones Filosóficas

La filosofía moderna quería investigar como las ciencias, abandonando la controversia y la discusión inagotable para emprender un camino seguro y progresivo. Los filósofos buscaban una seguridad matemática como la que se encontraba en la ciencia. La nueva ciencia necesitaba una garantía externa y superior que fundamentara la verdad del camino iniciado. Sus resultados eran fragmentados y poco relacionados. Ninguno de los progresistas creó una fundamentación filosófica de su visión del mundo. Una tarea de los filósofos era crear una nueva ciencia filosófica con garantías y fundamentos.

El racionalismo y el empirismo fueron dos corrientes filosóficas que intentaban satisfacer los objetivos anteriores. Ambas concedían importancia al método matemático y a la observación, a la razón y la experiencia. Para los racionalistas, la razón era la clave, y para los empiristas, la experiencia. Los racionalistas buscaban una fundamentación metafísica de la ciencia, mientras que los empiristas se centraban en el análisis del conocimiento en relación con la experiencia.

El racionalismo sostiene que la fuente y el origen del conocimiento es la razón, y que los conocimientos válidos y verdaderos, claros y distintos, proceden de la razón y no de los sentidos. El modelo de saber racionalista es el sistema deductivo de la matemática, en el que todo conocimiento se infiere de principios o ideas primarias. Así como la aplicación del método matemático hace progresar la física, se espera que la aplicación de este mismo método a la filosofía la haga avanzar con seguridad.

Para los empiristas, sin embargo, la experiencia supone el origen y el límite de todo lo que es posible conocer. Se apoyan en el método inductivo, y consideran que, cuando la razón construye teorías sin tener como punto de apoyo los datos empíricos, no hace otra cosa que elucubrar de forma fantasiosa.

Características del Racionalismo

Las dos características fundamentales del racionalismo son las siguientes:

  • Autosuficiencia de la razón: La razón es considerada la fuente fundamental de todo conocimiento; todo lo que pertenece a la experiencia de los sentidos queda en un segundo plano. Se atribuye un gran poder a la racionalidad humana; se considera que puede llegar a resolver cualquier cuestión, por compleja que sea.
  • Sistema deductivo matemático como fundamento y modelo: Se buscan proposiciones indudables, como las de las matemáticas. Incluso se intenta aplicar el método matemático a la filosofía. Se piensa que, puesto que la física ha progresado tanto al aplicarse el método matemático, lo mismo ha de suceder con el saber filosófico.

René Descartes: Matemático y Filósofo

René Descartes fue enviado al colegio de La Flèche, dirigido por jesuitas. Este era uno de los mejores centros de la época, donde se recibía educación clásica y científica orientada según los principios filosóficos escolásticos.

Después de combatir en Bohemia y en Hungría, abandonó la vida militar y se fue a París, donde escribió su primera obra importante, Las reglas para la dirección del espíritu. En 1629, Descartes se fue a Holanda, donde escapó de riesgos de persecuciones ideológicas. Allí comenzó la redacción de un tratado de física. En 1633, con la obra casi acabada, se condenó a Galileo, por lo cual, Descartes renunció a la publicación del tratado y la obra no se imprimió hasta después de su muerte.

En 1637, ya cumplidos los 40 años, René Descartes se dedicó a publicar tres ensayos científicos precedidos por el famoso Discurso del Método. En el Discurso expuso su método (su teoría sobre cómo alcanzar el conocimiento) y un primer esbozo de los conocimientos filosóficos que este método le había permitido alcanzar (su metafísica).

La expresión más esmerada de la filosofía de Descartes se encuentra en las Meditaciones metafísicas. Antes de ser publicada, la obra circulaba en copias entre teólogos, filósofos y científicos para recoger objeciones. Fue publicada en 1641, con seis objeciones distintas junto a las respuestas de Descartes. El libro sufrió ataques muy violentos tanto de católicos como de protestantes, ya que eran consideradas peligrosas y conducían al ateísmo. Si no hubiesen intercedido el embajador francés y Orange, Descartes habría sido perseguido.

Su gran contribución matemática fue la invención de la geometría analítica (las coordenadas cartesianas son las coordenadas de Descartes). En el ámbito del pensamiento, creó una filosofía estrechamente ligada a la ciencia, una nueva filosofía cuyos mismos errores se convirtieron en fuente de inspiración para los pensadores posteriores.

El Método Cartesiano

La respuesta de Descartes es que la ciencia tiene un método que le permite la seguridad en el conocimiento, pero a la filosofía le falta un método adecuado. Para superar esto, Descartes creó un método eficaz y ya comprobado: el método de los geómetras. Así, Descartes introduce un método que dotaría a la razón humana de un criterio de verdad.

En el Discurso del Método de 1637, Descartes establece las cuatro reglas fundamentales de su método:

  1. La de la evidencia (intuición)
  2. La del análisis
  3. La de la síntesis
  4. La de la enumeración

Se muestra convencido de que no es necesario contar con un gran número de reglas para dotarse de un buen método con la finalidad de dirigir adecuadamente la razón. Es preferible que sean pocas, si han sido bien elegidas y se cumplen rigurosamente.

La Duda Metódica y la Primera Verdad: «Pienso, Luego Existo»

Según Descartes, lo más sensato es cuestionarse todos los conocimientos recibidos y buscar las verdades indudables. Es su famosa duda universal y metódica, que se fundamenta en las razones siguientes:

  • La incertidumbre de los datos sensoriales.
  • Los errores de razonamiento.
  • La dificultad para distinguir el sueño de la vigilia.
  • La hipótesis del genio maligno.

Así, nada escapa de la duda metódica de Descartes. Su duda no es escéptica, es un paso hacia la verdad indudable. La duda cartesiana va más allá de la duda misma. Se autosupera: cuando dudo, pienso, y la acción de pensar implica la existencia de un ser que piensa. De ahí su célebre máxima: «Pienso, luego existo».

El cogito, ergo sum cumple dos funciones bien determinadas:

  • Justifica la existencia de un yo pensante diferenciado del cuerpo. El cuerpo, percibido mediante los sentidos, se encuentra bajo la duda metódica.
  • Se convierte en un principio modélico. Así, todo lo que sea evidente, claro y distinto como este primer principio será aceptado como verdad.

El Yo Pensante y los Tipos de Ideas

La duda metódica y universal nos ha llevado a una realidad incuestionable: la existencia del yo pensante. Descartes concluye que se puede dudar de la existencia del cuerpo y del mundo, por tener información de los sentidos y estos no ser fiables. ¿Qué es mi subjetividad? Es el conjunto de pensamientos, ideas, representaciones que fluyen en mi yo. No tenemos la seguridad de que se correspondan necesariamente con hechos del mundo exterior. No lo sé con certeza, toda la información que tengo proviene de los sentidos y Descartes decidió dudar de ellos. ¿En qué consisten estas ideas? Descartes las estudia y las clasifica, ordenándolas en estos tipos:

  • Adventicias o adquiridas: Provienen de la experiencia externa.
  • Facticias o artificiales: Son construidas por la mente a partir de otras ideas.
  • Innatas o naturales: Son las ideas que no proceden de la percepción de los objetos exteriores ni han sido construidas por nosotros, sino que emergen de la propia facultad de pensar. Son unas ideas que nuestra mente capta y ha de aceptar necesariamente sin poder modificar nada. Veremos que la idea de Dios es la más eminente idea innata; también son innatas las ideas de causa, de sustancia o de número.

Dios: Sustancia Perfecta e Infinita

Descartes considera que el yo pensante no es perfecto, pero a pesar de ello, el yo pensante posee la idea de la perfección. La idea de perfección innata en nosotros es la idea de un ser perfecto, es la idea de Dios. Según Descartes, esta idea de perfección o de Dios no puede provenir de nosotros; por lo tanto, ha de haber sido una realidad divina la que ha hecho surgir en nuestras mentes. La demostración de la existencia de Dios es una pieza fundamental en la metafísica cartesiana. Dios permite superar la subjetividad. Así, Descartes da un paso más: Dios se convierte en garantía del conocimiento. En sus argumentos a favor de la existencia de Dios, Descartes incorpora el antiguo argumento ontológico de San Anselmo. Así como la idea de triángulo es inseparable de sus propiedades, la esencia de Dios es inseparable de su gran propiedad: la existencia.

El Mundo: Sustancia Extensa (Res Extensa)

La duda permite a Descartes afirmar la existencia de una primera sustancia, el yo pensante. Este descubre una segunda, Dios, ser que reúne las perfecciones. Mi yo tiene plena conciencia de la diferencia entre las ideas que posee y las que el cuerpo tiene. Tiene la idea clara y distinta de sí mismo como no extenso y la idea clara y distinta del cuerpo como extenso.

Por lo tanto, además de la sustancia pensante (es decir, de mi yo), existe otro tipo de sustancia finita y creada: la de los cuerpos, todos ellos con un atributo fundamental: la extensión. La materia o res extensa (es decir, cualquier material, incluido mi propio cuerpo) constituye la tercera sustancia de la metafísica cartesiana.

Libertad y Mecanismo: El Dualismo Cartesiano

¿Por qué Descartes reactiva el dualismo antropológico? La razón principal es la defensa de la libertad humana. El cuerpo, como toda cosa extensa, materia, está gobernado por leyes mecánicas que lo determinan. Así, el comportamiento de nuestros cuerpos se expresa mediante leyes mecánicas y deterministas.

Si el yo pensante no fuera una sustancia completamente separada y desligada del cuerpo, no habría lugar para la libertad; el comportamiento humano sería como el de una máquina, cosa que de ninguna manera quería aceptar Descartes. La libertad es un bien cuya existencia Descartes proclamó: solo porque era libre podía dudar de todo. El alma es una sustancia que de ninguna manera se puede someter a las leyes mecánicas y deterministas que rigen el cuerpo.