Panorama del Teatro Español: Un Recorrido Histórico desde el Siglo XX hasta la Actualidad

El teatro español del siglo XX y principios del XXI ha sido un reflejo vibrante de los cambios sociales, políticos e intelectuales del país. Desde las innovaciones de principios de siglo hasta las restricciones de la posguerra y la eclosión de nuevas formas en la democracia, la escena española ha demostrado una notable capacidad de adaptación y expresión.

El Teatro hasta 1939: Tradición y Renovación

En la España del primer tercio del siglo XX, a pesar de conocerse los movimientos de renovación teatral europeos, su adopción se vio dificultada por la reticencia de los actores míticos y declamatorios, los empresarios y un público burgués que no apostaban por lo novedoso. El auge de la narrativa (con la Generación del 98) o la lírica (con la Generación del 27) no encontró un correlato significativo en el teatro hasta la aparición de figuras como Valle-Inclán y Lorca.

Teatro Tradicional y Comercial

Las tendencias teatrales de este periodo se pueden clasificar en dos frentes. Por un lado, el teatro que triunfa o tradicional, de carácter comercial y muy del gusto burgués urbano. Este se difundió a través de tres corrientes principales:

  • La comedia burguesa o benaventina: Su principal cultivador fue Jacinto Benavente (Premio Nobel de Literatura en 1922), quien propuso un teatro sin grandilocuencia, centrado en ambientes cotidianos. Sus obras se caracterizan por juegos escénicos y diálogos fluidos, con una crítica amable de los ideales burgueses (como en Lo cursi y Los intereses creados). Tuvo un éxito considerable.
  • El drama romántico, modernista o poético: Supuso la presencia en los escenarios del arte verbal modernista. Sin embargo, a estos versos sonoros y coloristas se les asociaba una ideología tradicionalista que, a menudo, no alcanzaba la altura de la poesía modernista y se quedaba en un Romanticismo decadente. Destacan autores como Villaespesa (Aben Humeya), Eduardo Marquina (Las hijas del Cid) y los hermanos Machado (La Lola se va a los puertos).
  • El teatro cómico: Representado por figuras como Carlos Arniches, quien cultivó el sainete de ambiente madrileño (El santo de la Isidra) y la “tragedia grotesca”, que mezclaba lo risible y lo conmovedor (como en La señorita de Trevélez); también sobresale Pedro Muñoz Seca (La venganza de don Mendo), creador del astracán (un tipo de comedia basada en el chiste fácil); y los hermanos Álvarez Quintero, quienes contribuyeron a crear la imagen estereotipada de Andalucía con éxito (La reina mora).

El Teatro Renovador: Vanguardia y Experimentación

El teatro renovador, en cambio, fue minoritario. Dentro de él se hallan las experiencias teatrales de algunos noventayochistas, las propuestas de Valle-Inclán, los intentos innovadores de los movimientos vanguardistas y de la Generación del 27, y el teatro de García Lorca.

  • Intentos de la Generación del 98: Algunos miembros de la Generación del 98 intentaron escribir un teatro diferente, aunque con escaso éxito. Son de interés las obras de Unamuno (Fedra, El otro), con un teatro desnudo de toda retórica y ornamentación escénica, pero con densos diálogos para desvelar los mismos conflictos que en sus novelas.
  • Ramón María del Valle-Inclán: Figura clave que revolucionó el teatro contemporáneo. Llevó una vida bohemia que lo hizo popular en teatros y tertulias literarias. Se declaró antiburgués y ensalzó los valores de una sociedad rural, pero dio un giro radical y adoptó posturas revolucionarias contra la Dictadura de Primo de Rivera o el Partido Comunista.

    Su producción es variada e incluye novelas, cuentos, poesía y teatro. Pasó de un modernismo elegante y nostálgico (como en Las sonatas) a una literatura crítica, basada en una feroz distorsión de la realidad. Evolucionó de sus primeros dramas decadentes a un teatro en libertad, más leído que representado, con audaces puestas en escena y acotaciones.

    Comienza con la trilogía de las Comedias Bárbaras, con personajes extraños y violentos. Hacia 1920 se produce un cambio de trayectoria y se publican Divinas palabras y Luces de Bohemia. Aunque en todas estas obras está presente la deformación “esperpéntica”, será Luces de Bohemia la primera obra a la que el autor da el nombre de “esperpento”, que es una deformación sistemática de la realidad a través de caricaturas cómicas, producto de su disconformidad con la realidad; además, aparece la muerte como personaje fundamental. En los años siguientes escribe otros tres esperpentos con el título de Martes de Carnaval: (Los cuernos de don Friolera, Las galas del difunto y La hija del capitán) y piezas breves (Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte).

    En Luces de Bohemia se cuenta el dantesco viaje de Max Estrella, poeta ciego guiado por Latino de Híspalis, a través de la noche madrileña hasta su muerte en el portal de su casa. Esta anécdota se convierte en parábola trágica y grotesca de la imposibilidad de vivir en una España deforme, injusta, opresiva y absurda. La degradación de los personajes se manifiesta en las animalizaciones, cosificaciones o muñequizaciones de los mismos. Su entronque con el expresionismo es claro.

    Valle-Inclán fue más allá de las convenciones estéticas de su tiempo y no se doblegó a los prejuicios del público ni de los empresarios. Por ello, es considerado un vanguardista que se anticipa a las nuevas tendencias del teatro posterior a la Segunda Guerra Mundial.

  • El Teatro de la Generación del 27: Aunque la mayor parte de la producción de esta generación es poética, varios de sus componentes se vieron tentados por el teatro. Son interesantes las obras de Salinas (El dictador), Alberti (El adefesio), Miguel Hernández (El labrador de más aire) y Alejandro Casona.

    Los rasgos más destacados son: el afán por depurar el “teatro poético”, la incorporación de formas vanguardistas y el intento por acercar el teatro a las clases bajas y al mundo rural. En este contexto, destaca la creación de La Barraca, un grupo de teatro universitario de carácter ambulante y dirigido por Lorca, como intento de llevar el teatro clásico a zonas de escasa actividad cultural y como vehículo propagandístico.

  • Federico García Lorca: Su obra dramática se encuentra entre las más valiosas producciones del siglo XX, impulsando el teatro total. Se dio a conocer con Mariana Pineda (1925). La temática de todas sus obras es similar: el conflicto entre realidad y deseo; amores condenados a la soledad o la muerte, casi siempre encarnados en mujeres (Bodas de sangre, Yerma, La casa de Bernarda Alba, La zapatera prodigiosa…). No se trata de un teatro feminista, sino de una reflexión sobre una vida estéril y frustrada; a veces en un plano metafísico (el tiempo, la muerte), otras en el terreno social (prejuicios de casta, sexo…).

    En su teatro se combinan el verso y la prosa, con un lenguaje sencillo y directo, cargado de simbología (por ejemplo, la Luna = muerte/erotismo; el agua = estancada, muerte/cuando corre, vitalidad). Su teatro está presidido por la constante lucha entre el principio de autoridad y el de libertad, de la que resulta un sentimiento de frustración.

    Dejando aparte sus comienzos modernistas, su obra se clasifica en tres bloques:

    • Las farsas (como La zapatera prodigiosa).
    • El teatro surrealista (El público), irrepresentable en su época y que anticipa la ruptura de la lógica espacio-temporal y la posibilidad de varias interpretaciones. En ella defiende la realización del deseo individual, concretamente el homosexual, pues dos actores varones interpretan a Romeo y Julieta.
    • Las tragedias de ambiente rural (La casa de Bernarda Alba), que no solo es el drama de mujeres en los pueblos de España, sino que denuncia todas las tiranías que coartan la libertad individual. Así, las tragedias lorquianas lo son, además, porque trascienden las realidades humanas concretas (españolas y femeninas) a símbolos de la lucha entre libertad individual y autoridad impuesta.

    Además, sus obras se fueron abriendo a los problemas colectivos a la par que se comprometía con los ideales republicanos en sus últimos años de vida.

El Teatro durante la Guerra Civil (1936-1939)

Durante la Guerra Civil, el teatro español, como la literatura en general, se puso al servicio de las ideologías en conflicto. Se desarrollaron dos tipos de teatro enfrentados:

  • Teatro Republicano: Tuvo como centros Madrid, Barcelona y Valencia, creándose diversas instituciones oficiales (como El Consejo Nacional de Teatro, presidido por Antonio Machado) cuyo fin era la agitación política. Era un teatro de “urgencia”, politizado, con autores como Max Aub, Rafael Alberti y Miguel Hernández.
  • Teatro Nacional (Franquista): Tuvo como centros San Sebastián, Sevilla y Zaragoza. Se creó la “Comisaría de Teatros Nacionales” y el de Falange, con autores como José María Pemán y Luca de Tena.

En este periodo, continuaron los sainetes (con Arniches a la cabeza, quien estrenó fuera de España); la comedia burguesa (cultivada por Benavente y seguidores como Casona, con Prohibido suicidarse en primavera); la comedia poética (heredada de Lorca, con obras de Alberti como De un momento a otro o Miguel Hernández con Pastor de la muerte); el drama testimonial de la época con representantes en ambos bandos; y el teatro de circunstancias o de urgencia, también en ambas facciones, con un marcado carácter propagandístico. Destacan Max Aub y Alberti (Radio Sevilla).

Finalmente, podemos concluir que, tras la Guerra Civil, los autores innovadores habían muerto (Valle-Inclán, Lorca y Miguel Hernández); muchos huyeron al exilio y otros que se quedaron sufrieron la censura y el llamado exilio interior, con lo que las expectativas de cambio quedaron en suspenso hasta mediada la posguerra, en que se inició una corriente existencial y social.

El Teatro desde 1939 hasta Nuestros Días: Resistencia, Renovación y Diversidad

El teatro fue el género más afectado por la Guerra Civil: habían muerto los grandes renovadores (Valle-Inclán y Lorca) y se impusieron mayores restricciones de posguerra, debido a su necesidad de ser representado en público. Durante la dictadura, diferentes tendencias dieron fe de la evolución política e intelectual del país: teatro del exilio, conservador, de humor, realista, experimental y vanguardista. Con la democracia, se estrenó de todo según dos tendencias principales: la neorrealista y la neovanguardista.

El Teatro del Exilio

En cuanto al teatro de los exiliados, se contemplan tres posibilidades temáticas:

  • Reflejar la situación del momento.
  • Obras atemporales.
  • Obras ambientadas en los lugares y la problemática de los nuevos sitios de acogida.

Destacan autores como Pedro Salinas (Judith y el Tirano y El director); Rafael Alberti, quien escribió la mejor obra dramática de tema bélico y marginal (Noche de guerra en el museo del Prado); Max Aub, con obras contra el antisemitismo europeo (San Juan) y sobre la vida de los desterrados (El puerto); y Alejandro Casona, con elementos simbólicos como en La dama del alba (donde la Muerte es un personaje).

Los Años 40: Teatro Conservador y Primeras Innovaciones

En la década de los 40, predominó un teatro conservador que pretendía entretener y moralizar. Se cultivó la alta comedia benaventina, el sainete costumbrista y el drama burgués. La crítica de las costumbres era muy superficial y nunca hería al espectador. Títulos como ¿Dónde vas, Alfonso XII? de Luca de Tena son fieles a los ambientes aristocráticos; si se abordaban temas escabrosos para la época, se hacía desde fuera, como cuando Pemán aborda el adulterio (La verdad). En esta línea se encuentran los autores del teatro de evasión que, en los años 40, buscaban hacer sonreír para compensar la amarga realidad.

Hubo, sin embargo, cierta innovación: una renovación temática, escenográfica y de personajes que quedaban reducidos a objetos. Sin acidez, como el de Jardiel Poncela, cuyo teatro de lo inverosímil fue muy criticado (como Eloísa está debajo de un almendro). Por su parte, Miguel Mihura escribió Tres sombreros de copa y, si no hubiera tardado 20 años en estrenarla, habría sido considerado un revolucionario del teatro del absurdo europeo.

Los Años 50: El Teatro de Compromiso o Realista

El teatro de compromiso o realista de los años 50 se inicia en 1949 con el estreno de Historia de una escalera de Antonio Buero Vallejo. Sus características son la ruptura con la comedia burguesa anterior y la inclusión de argumentos de la realidad cotidiana (paro, emigración…).

Cabe añadir que la obra de Buero evoluciona desde esta línea realista (de enfoque existencial) con elementos simbólicos (como en En la ardiente oscuridad, Hoy es fiesta), pasando por dramas históricos (Las Meninas), hasta contenidos sociales más explícitos (La fundación). Buero Vallejo desarrolla, en el teatro de posguerra, un papel parecido al de Cela en la novela, siendo el más importante de las tres etapas del teatro español desde 1939: existencial, realista y experimental.

En definitiva, el teatro de Buero, sin ocultar la realidad social, es simbólico, porque se vale de argumentos que son una metáfora del presente (como El concierto de San Ovidio, donde todos los personajes son ciegos, simbolizando la ceguera de la humanidad). Su lenguaje es sencillo y creíble; incluye elementos no tradicionales; y sus obras procuran crear el efecto de la inmersión del público, utilizando técnicas de Pirandello y Brecht.

Tras el arrollador éxito que cosechó la primera representación teatral de Historia de una escalera el 14 de octubre de 1949 en Madrid, esta obra se consolidó como un fiel y descarado retrato de la sociedad de su tiempo, la cual, inmersa en una crisis no solo económica sino también, y sobre todo, social, se veía constreñida a vivir supeditada al capricho de los vaivenes de un sistema económico impersonal y violentamente neoliberal. Este sistema puede identificarse con la escalera de la historia, que funciona como eje vertebrador (tanto estructural/físico como cronológico) del desarrollo de la misma.

En esta línea, Alfonso Sastre es el creador del “Teatro de agitación social” (donde lo social es superior a lo estético); para él, lo importante es el tema, la denuncia y no la forma, pretendiendo actuar sobre la realidad española de la época para modificarla. Escuadra hacia la muerte es su obra más importante, donde denuncia el belicismo.

Los Años 60: Profundización del Realismo y Primeros Pasos Experimentales

Durante los años 60, se profundizó en el teatro realista de los 50, especialmente en sus temas de denuncia social. Las obras de este periodo se caracterizan por:

  • Un lenguaje directo y provocativo.
  • Protagonistas colectivos aprisionados por la sociedad.
  • La influencia de Brecht, Lorca y Valle-Inclán.
  • El inicio de corrientes experimentales que continuarían en los 70.

Destacan autores como Lauro Olmo (La camisa, sobre el paro y la emigración al extranjero) o Antonio Gala.

Finales de los 60 y Años 70: Teatro Vanguardista e Independiente

A finales de los años 60, se produjo una ruptura con el teatro realista y se desarrolló el teatro vanguardista y experimental. Estos intentos de renovación se caracterizan por:

  • La desaparición del autor en favor del “creador de espectáculos”.
  • El texto pierde importancia frente a otros elementos escénicos (luces, música…), por lo que se habla de montajes teatrales.
  • Desaparece lo ideológico (importa más el “cómo”).
  • Se vuelve a los orígenes, con técnicas primitivas como el mimo, la comedia del arte, la danza…
  • El intento de ruptura con el escenario y el patio de butacas (el espectador también debe actuar).

Así, durante la década de los 70, estas tendencias cristalizaron en compañías de teatro independiente y un grupo de autores llamados “teatro subterráneo”.

Esta tendencia se inició en España con grupos como Els Joglars, Els Comediants, La Fura dels Baus, La Cuadra, entre otros. Las características fundamentales del teatro independiente son:

  • El texto es solo un apoyo para el espectáculo.
  • Es un trabajo en grupo y el espectáculo nace de reuniones, ensayos, improvisaciones…
  • Tiene una concepción anticomercial, primando la expresión estética e ideológica.
  • Aplicación de las vanguardias europeas y americanas.
  • Técnicamente, se abandona el realismo.

Destaca Fernando Arrabal, quien se exilia voluntariamente a Francia para dar rienda suelta a su creatividad. Escribe un teatro absurdo, y posteriormente pánico (una mezcla de lo absurdo con lo cruel) que aborda política, religión y sexualidad. Arrabal concibe el espectáculo como un rito de purificación colectiva, con obras como Pic-Nic o El Cementerio de automóviles.

El Teatro desde 1975: Transición y Democracia

A partir de 1975, con la llegada de la democracia, confluyen todas las tendencias. Se observa un panorama diverso:

  • La aparición de un teatro underground y alternativo.
  • La fundación de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
  • La adaptación de novelas conocidas al teatro (como Cinco horas con Mario de Delibes).
  • El surgimiento de nuevos autores-actores (Fernando Fernán Gómez con Las bicicletas son para el verano).
  • La recuperación de autores exiliados (Alberti, Arrabal) u olvidados (Lorca y Valle-Inclán).
  • Los realistas consagrados siguen teniendo éxito: Sastre, Antonio Gala (Petra Regalada).
  • El éxito de la comedia burguesa, con autores como Alfonso Paso (Enseñar a un sinvergüenza) y Adolfo Marsillach (Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?).
  • Obras que abordan la transición, como Los ochenta son nuestros de Ana Diosdado.

En definitiva, el teatro español desde 1975 se puede sintetizar en los siguientes puntos:

  • Mayor dotación presupuestaria de la administración.
  • Creación de la Dirección General de Música y Teatro.
  • Creación del Ministerio de Cultura y el Centro Dramático Nacional.
  • Triunfo del teatro pseudo-erótico y político.
  • Vuelta a la representación de autores “prohibidos” durante el franquismo.
  • Convivencia de autores de generaciones anteriores con los de reciente aparición (Ana Diosdado, Alonso de Santos…).
  • Dispersión temática, con predominio del tratamiento alegórico.
  • Creciente dependencia respecto a la televisión.

El Teatro en Nuestros Días: Continuidad y Nuevas Formas

En la actualidad, el teatro español muestra una revalorización del texto y un auge del musical. Se observan principalmente dos líneas:

  • La línea realista (o teatro de asunto), con autores como Alonso de Santos (La estanquera de Vallecas).
  • La línea vanguardista (o teatro de imagen), que se manifiesta en montajes espectáculo de compañías como La Cuadra y La Fura dels Baus.

Compañías como La Fura dels Baus buscan estimular la imaginación y provocar al espectador a través de diversos elementos. En sus creaciones más personales, utilizan lo que ellos mismos denominan el «lenguaje furero»: el uso de procesos de creación colectiva a partir de ejercicios de desinhibición actorales, que dan lugar a espectáculos en espacios no convencionales. En estos, los actores interactúan con el público, la música, el movimiento y una escenografía que recurre a diversos materiales orgánicos, industriales y tecnológicos. El estilo de sus trabajos no ha estado exento de controversias; algunos críticos han reprochado su cierta incapacidad para despertar sentimientos positivos que vayan más allá de las sensaciones elementales que genera la espectacularidad.