Intrigas en la Villa Romana: La Fuga de Medo y el Mito de Midas

Conversaciones en la Villa Romana: La Fuga de Medo y el Eco del Rey Midas

La Búsqueda de Noticias Urbanas

La conversación de los convidados no trata sobre comida y bebida. Julio pregunta a sus huéspedes sobre las cosas urbanas: «¿Qué hay de nuevo de la ciudad? Ya son ocho días desde que estuve en Roma y, entretanto, nadie me ha enviado una carta desde allí. ¿Por qué motivo, ni estando presente ni ausente, he sabido por carta algo de lo que recientemente ha ocurrido en Roma?»

Emilia: «Nadie te escribirá nada sobre las cosas urbanas si tú mismo no has escrito una carta antes.»

Orontes: «No es necesario esperar cartas, pues fácilmente puedes conocer algo nuevo por los mensajeros. ¿Por qué no envías a algún esclavo a Roma?»

Julio: «Los esclavos son malos mensajeros, a menudo anuncian **falsos rumores**. Nunca envío a mis esclavos a Roma.»

La Sorprendente Revelación de Cornelio

Cornelio: «¿Qué? Ayer vi a un esclavo tuyo en la **Vía Latina**. Reconocí la cara, a menudo le he visto aquí.»

Julio pregunta a Cornelio qué nombre tiene.

Cornelio: «Algún nombre griego, creo. Midas quizás, pero no estoy seguro. Siempre olvido los nombres, pues tengo mala memoria.»

Orontes: «**Midas** es el nombre de un rey del que se cuenta esta historia: En una ciudad de Asia, hace tiempo, vivía un rey avaro que nada deseaba más que las riquezas…»

Julio, que no quiere oír la historia, interrumpe a Orontes: «No **Midas** —dice—, sino **Medo** es el nombre de un esclavo mío que ayer…»

El Mito del Rey Midas

Pero Orontes, mínimamente turbado, continúa contando: «Entonces el dios Baco, que por algún **beneficio** quería bien al rey, dice: “Te daré cualquier cosa que desees.” Al instante, Midas dice: “Por lo tanto, dame el poder de cambiar en oro cualquier cosa que toque. Solo esto deseo para mí.” Baco, aunque pensaba que el rey avaro había deseado un regalo muy malo, sin embargo, cumplió la promesa.»

Julio, impaciente, dice: «Calla, Orontes, todos conocemos esa historia.»

Pero Emilia, que desconoce la historia, pregunta a Orontes por qué ese regalo es muy malo.

A esto, Orontes responde: «Tontamente lo preguntas, pues Midas, aunque podía cambiar en oro la tierra, la madera y el hierro tocándolos con la mano, moría de hambre y sed al convertirse en oro la comida y también la bebida en cuanto eran tocadas por el rey. Finalmente, el desgraciado rey pidió al dios que apartara aquel desgraciado regalo. Así pues, Baco le aconsejó que se lavara en un río; el agua de este río, en cuanto fue tocada por el cuerpo del rey, adquirió un color dorado.»

Julio: «¿Este es el final de la historia?»

Orontes: «Ciertamente es el final de esta historia, pero conozco otra historia del mismo rey. El dios **Apolo** había hecho que Midas tuviera **orejas de asno**…»

La Fuga de Medo y la Recompensa

Julio: «Es suficiente. No queremos oír tus historias griegas. Volvamos a mi esclavo Medo, que ayer huyó llevando consigo algo de dinero.»

Cornelio: «¿Cuánto dinero se llevó?»

Julio: «Unos **cien sestercios**. Y yo me fiaba de ese esclavo más que de los otros. Después de esto, no confiaré en ningún esclavo griego, pues no son dignos de mi confianza; todos son **infieles y malos**. En mi familia, creo que solo hay un esclavo fiel.»

Entonces Emilia interrumpe a su marido y dice: «¡Sss, Julio, no alabes a un esclavo que está presente!»

Julio, mirando a Davo, dice: «Pero este esclavo está presente. No quiero alabarlo estando presente. Pero Medo es claramente el más infiel de todos. Ciertamente lo **azotaré** y lo **torturaré** de todos los modos posibles si lo encuentro antes de que haya dejado Italia. Si no me devuelve el dinero, lo **clavaré en una cruz**.»

Cornelio: «También si aún está escondido en Roma, será difícil encontrar a un esclavo fugitivo en una ciudad tan grande. Pues en Roma hay tantos esclavos como hombres libres.»

Emilia: «Quizá se ha ido a Roma por amor de alguna mujer. Medo es joven: ¿qué no hacen los jóvenes por amor? Creo que él está escondido junto a una muchacha romana.»

Orontes: «Luego, nunca será encontrado, pues es verdad lo que escribió Ovidio en el libro que se llama Arte de amar

«Cuantas estrellas tiene el cielo, tantas muchachas tiene tu Roma.»

Julio: «Ciertamente daré un gran premio al que haga volver aquí a mi esclavo fugitivo.»

Cornelio: «¿Cuánto dinero darás? Conviene establecer un premio determinado.»

Julio: «Solo lo que él robó.»

Orontes: «¿Solo **cien sestercios**? Ciertamente, no prometes un premio excesivo.»

El Debate sobre la Clemencia

Pero Emilia aconseja a su marido que sea clemente: «No tortures a Medo si lo encuentras. Sé clemente, mi Julio. Cien sestercios no es mucho dinero, como dice Orontes, y Medo no ha robado ninguna otra cosa.»

Julio: «¿Piensas que él ha merecido un premio porque ha apartado sus manos de tus gemas? Demasiado clementes son las mujeres: ¡qué fácilmente desconocen a los hombres muy malvados! Pero nuestra memoria es mejor.»

Emilia: «¿Conocéis este dicho: «El **amo severo** tiene tantos enemigos como esclavos»? Pues los esclavos aman al **amo clemente**, odian al **severo**.»