El Ser Humano en la Filosofía Aristotélica
Aristóteles concibe el ser humano como un ser natural, de acuerdo con su teoría hilemórfica. Está compuesto de cuerpo, que identifica con la materia, y alma, que identifica con la forma. El alma, para Aristóteles, es fundamentalmente un principio vital. Según él, todo viviente tiene alma. Ahora bien, no es igual la vida de las plantas que la de los animales o la del ser humano. La de las primeras es meramente vegetativa, la de los segundos es también sensitiva, pero en el alma humana se encuentran las funciones vegetativa, sensitiva y racional.
En Aristóteles no hay dualismo antropológico. El ser humano es una única sustancia. Cuerpo y alma no son dos cosas distintas, pero tampoco se identifican. Entre ellos hay una relación semejante a la que existe entre el ojo y la visión. Lo mismo que un ojo sin la función de la vista no es propiamente un ojo, ni tiene sentido hablar de visión sin un ojo que vea, tampoco es concebible el cuerpo sin el alma o el alma sin el cuerpo. De esta manera, no tiene demasiado sentido hablar de la inmortalidad del alma humana individual, que es corruptible. Aristóteles admite la presencia en el ser humano de un Entendimiento inmortal, al que a veces llama también alma.
Todos los seres naturales tienen un fin propio que les impone su naturaleza. El fin que le impone al ser humano su naturaleza es la felicidad: tendemos, por naturaleza, a la felicidad. Pero, como no somos autosuficientes, el único modo de alcanzarla es mediante la vida en sociedad.
La Ética Aristotélica: Eudaimonía y Virtud
Son tres las obras sobre ética que conservamos de Aristóteles. La más importante de ellas es la Ética a Nicómaco. En todas se refleja la misma teoría, una ética teleológica según la cual lo bueno para el hombre es aquello que le conduce a la felicidad (eudaimonía).
El hombre elige y actúa siempre persiguiendo una finalidad, un bien. Tiene que haber algo que sea lo bueno y lo mejor, que no se busque por otra cosa sino por sí mismo. Ese fin último de todo lo que hacemos es la felicidad. Lo que nos impulsa a buscar la felicidad es nuestra naturaleza humana. Como al resto de los seres naturales, la propia naturaleza nos impulsa a la propia perfección. Esa perfección del hombre es la felicidad.
Ahora bien, es relevante determinar en qué consiste la felicidad y cómo se alcanza, porque podríamos identificarla con algo que no es o equivocar los medios para llegar a ella. La felicidad consiste en el ejercicio perfecto de la actividad propia del hombre, de la actividad propia del alma.
De entrada, pues, la felicidad no es un estado, sino una actividad. Tal actividad es la actividad a la que nos impulsa nuestra naturaleza, pero no de cualquier modo, sino que debe resultar del perfeccionamiento del hombre; debe ser una actividad de acuerdo con la virtud.
Añade además que la forma perfecta de felicidad es la que se corresponde con la razón. Esto es, la que se corresponde con la actividad intelectual y con la actividad teórica o contemplativa y, en última instancia, con la sabiduría.
El hombre no puede realizar tal actividad de modo perfecto (algo que solo es propio de Dios), pues a la sabiduría solo podemos aspirar. Por otro lado, el hombre no solo es razón, sino que también debe satisfacer necesidades de otro tipo, y poseer ciertos bienes corporales (como la salud…) y exteriores (materiales, económicos…).
Tipos de Virtudes en Aristóteles
Distingue, pues, dos tipos de virtudes:
- Virtudes Dianoéticas: Corresponden al perfeccionamiento de la parte racional del alma, como la sabiduría (sophia) o la prudencia (phronesis).
- Virtudes Éticas: Corresponden al perfeccionamiento del carácter, como la valentía, la templanza, la modestia o la amabilidad.
De estas últimas, de las virtudes éticas, dice que son aquellas mediante las cuales podemos decidir el término medio adecuado para nosotros. Así que, en primer lugar, una virtud es una disposición a actuar bien, un hábito. Este hábito supone un perfeccionamiento del alma que no se tiene por naturaleza, sino que su adquisición requiere que sepamos qué es bueno, que elijamos adquirirlo y que realicemos cierto esfuerzo para que se consolide en nosotros como un hábito. Por otro lado, la virtud está en el medio, siendo los extremos sendos vicios. Así, la valentía se sitúa entre los vicios de la cobardía y la temeridad.
En todo ello tiene gran relevancia la prudencia, la virtud práctica de la racionalidad, que es la que nos impulsa a ese perfeccionamiento que nos permite una vida feliz.
La Concepción Sociopolítica Aristotélica
Aristóteles, en su teoría política, parte de la afirmación de que la vida en sociedad viene impuesta por la naturaleza del hombre. El ser humano necesita a la sociedad. Su naturaleza le impone como fin la felicidad, pero el individuo aislado no se basta a sí mismo. El ser humano es, pues, social por naturaleza.
Para la vida en sociedad, la naturaleza ha dotado al hombre de lenguaje, que le permite comunicar con otros acerca del bien, de lo justo y demás cualidades morales.
Organización Social Natural
La naturaleza humana impone determinadas organizaciones sociales, que son, pues, también por naturaleza:
- La familia o casa: cuya finalidad es la satisfacción de las necesidades cotidianas.
- La aldea: agrupación natural de familias.
- La polis (ciudad-estado): que no tiene otro fin que el de proporcionar una vida buena y feliz.
«La polis es por naturaleza anterior y más importante que el individuo y la familia».
Formas de Gobierno
De la organización del Estado le interesa sobre todo el estudio, a partir de datos, del modo en que se gobiernan las ciudades. Establece una diferencia entre tres formas de gobierno y, desde una investigación empírica de los hechos políticos, discute las ventajas e inconvenientes de cada una:
- Si gobierna uno solo, es una monarquía.
- Si gobiernan los mejores y más virtuosos, una aristocracia.
- Si gobierna el pueblo, una democracia.
Cada una de ellas puede degenerar en mal gobierno, convirtiéndose, respectivamente, en:
- Tiranía (degeneración de la monarquía).
- Oligarquía (degeneración de la aristocracia).
- Demagogia (degeneración de la democracia).
Pero todo esto es un estudio, no una propuesta. En general y con gran sentido práctico, tiende a inclinarse por una democracia que tenga al frente a los mejores, donde predomine la clase media, pues en una polis donde haya gran distancia entre los ciudadanos (unos pocos ricos y muchos pobres) tiende a haber continuas revoluciones que no la benefician.