El Despegue Económico Español (1959-1974): Liberalización, Industrialización y Modernización

Liberación e Integración Económica

El Plan de Estabilización de 1959 estableció las bases de un nuevo modelo de crecimiento económico y se caracterizó por la integración de la economía española en la economía internacional. La reincorporación se basó en una estrategia de doble apertura hacia el exterior:

  • La Apertura Comercial

    El Plan de 1959 dio inicio a una política de liberalización del comercio exterior, en la que el rígido control sobre los productos importados se fue sustituyendo por el establecimiento de aranceles y otros impuestos. La instrumentación de esta política llevó a tomar dos medidas:

    • Establecimiento de diversos regímenes de comercio para la importación: el proceso de liberalización consistió en aproximar “productos intervenidos” a “productos liberalizados”. Los resultados fueron visibles: antes de 1959, solo el 7% de las importaciones no necesitaban licencia; posteriormente, se elevó dicho porcentaje al 33%, y en 1973 superó el 80%.
    • Establecimiento de un nuevo arancel (1960): el cual era muy protector y contrarrestó el impulso al comercio liberalizado. Este arancel permitió que la industria española pudiera producir en el mercado interior a precios muy superiores a los internacionales. No obstante, el proteccionismo arancelario se fue suavizando por la inserción de España en numerosos acuerdos internacionales, principalmente en la Ronda Kennedy del GATT (1964-1967) y en el Acuerdo de Comercio Preferencial con la CEE (1970).
  • La Apertura Financiera

    El periodo anterior a 1959 se había caracterizado por una política sumamente restrictiva, pues la inversión extranjera en España era bastante reducida. El Plan de Estabilización desarrolló una legislación muy liberal sobre las inversiones de capital extranjero en nuestro país. Un decreto-ley de julio de 1959 declaró la libertad absoluta en inversiones hasta el 50% del capital social de las empresas y hasta el 100% previa autorización del Gobierno; se admitieron todo tipo de inversiones. Con ello, el Gobierno español reconocía que:

    • El ahorro interno era insuficiente para una rápida industrialización.
    • Las entradas de divisas eran necesarias para el equilibrio exterior.
    • El capital extranjero resolvería el atraso tecnológico y el bajo nivel de productividad.

Ambas aperturas incrementaron los intercambios de mercancías y capitales y generaron un circuito virtuoso del crecimiento, provocando un aumento del PIB per cápita.

El déficit comercial tendió a ensancharse, al tiempo que el grado de cobertura cayó a un porcentaje reducido.

El déficit comercial fue cubierto por:

  • Remesas de emigrantes.
  • Entradas de capital por turismo.
  • Inversión extranjera.

Estas fuentes de financiación posibilitaron que España dispusiera de un stock considerable de capitales.

La Industrialización Acelerada

En los años de 1960 a 1974, la economía española vivió un crecimiento explosivo, que aumentó el producto total y la renta por habitante, dando lugar a un proceso de industrialización acelerada. La industria fue la gran protagonista; España accedió al puesto de décima potencia económica mundial.

El cambio estructural de la economía española se refleja en el incremento del peso relativo de la industria en el empleo y en la producción total, paralelo a la pérdida de importancia de la agricultura. Asimismo, la industria creció más en su aportación al PIB que en el empleo.

El cambio estructural fue originado por modificaciones en la demanda y en la oferta.

Las Modificaciones en la Demanda

  • Cambios en la demanda final: la demanda de los consumidores creció a un ritmo fuerte, lo cual se puede explicar por la Ley de Engel: a medida que se eleva el nivel de renta familiar, los incrementos tienden a destinarse a la adquisición de bienes superiores, al tiempo que el consumo de bienes inferiores aumentará en menor proporción que el incremento de la renta.
  • El comercio internacional: también fue determinante en esta etapa, así como la industrialización y el crecimiento económico.

También hubo cambios en la pauta de especialización; las exportaciones de productos agrarios, materias primas y productos energéticos descendieron. La transformación en la pauta de inversión fue radical.

Asimismo, la tendencia exportadora de los principales sectores industriales creció a lo largo del periodo, aunque la vocación exportadora de la industria nacional continuó siendo muy escasa.

Sin embargo, hubo sectores que sí penetraron en los mercados internacionales.

Algunas razones de esta tendencia exportadora fueron:

  • El nuevo tipo de cambio de la peseta, ahora devaluada.
  • El fuerte crecimiento económico externo.
  • La honda renovación tecnológica experimentada por la industria nacional.
  • La política de fomento de las exportaciones.
  • El Acuerdo Preferencial con la CEE de 1970.

La demanda interna generada en el seno del cambio estructural y del crecimiento económico fue un factor clave.

Las Modificaciones en la Oferta

La producción industrial se aceleró de forma muy diferenciada sectorialmente.

Los sectores más dinámicos concentraron el cambio técnico mediante la importación de tecnología y la fabricación de bienes de equipo.

También cambió la participación de los diversos sectores en el producto industrial; la que más avanzó fue la fabricación de material de transporte.

La principal fuerza impulsora del crecimiento industrial de estos años fue el aumento de la productividad.

La Modernización de la Agricultura

La agricultura española experimentó una transformación estructural muy profunda en un tiempo muy corto; esto ayudó a la aceleración de la industrialización e implicó una modernización agraria.

La agricultura tiene grandes potenciales como palanca de desarrollo económico, como la movilización de la mano de obra retenida en el campo.

El modelo económico formulado por A. Lewis encaja bien con la España de 1970. Este modelo señala que en una economía atrasada en vías de industrialización existen dos sectores: el tradicional y el moderno; el trasvase de mano de obra de la agricultura a la industria es continuado, lo que conlleva un fuerte incremento de la productividad global del sistema económico.

En 1950, la población activa agraria era elevada, por lo que la emigración fue especialmente intensa durante esos años. Muchos emigraron fuera de nuestras fronteras, otros del campo a la ciudad en el interior, al tiempo que se iniciaba la crisis de la agricultura tradicional.

Esta crisis consistió en el declive de un sistema productivo que tenía como principal pilar la abundante mano de obra con salarios bajos. Dicha agricultura se caracterizaba por la utilización de una tecnología atrasada y por la poca diversidad de alimentos.

Después de la emigración y la subida de los salarios, se produjo una sustitución del factor trabajo por todo tipo de factores productivos.

Fue la modernización agraria la que conllevó una intensa mecanización de las distintas labores y tareas agrícolas, requirió grandes sumas de capital y terminó perdiendo peso relativo en el PIB y en la población activa agraria del país. Posteriormente, llegó el endeudamiento de las empresas agrícolas, convirtiéndose el sector agrario en demandante de capital en grandes magnitudes.

Dicha modernización dio lugar a una espectacular mejora en la productividad, debida en gran parte a la capitalización, que aumentó el consumo de fertilizantes y elevó el uso de tractores y demás maquinaria.

El Intervencionismo de Nuevo Cuño

El crecimiento económico de los años sesenta tuvo factores que lo distorsionaron; estas distorsiones se originaron por el frenazo en la política de liberalización interior y exterior, así como por la introducción de un nuevo tipo de intervencionismo, que se dio a través de los llamados Planes de Desarrollo, y por la mediatización por parte de la Administración de la acción crediticia de las entidades financieras.

Cabe destacar algunas consideraciones:

  • A partir de 1965, se hicieron muy fuertes las presiones a favor de la protección por parte de algunos sectores industriales y agrícolas menos competitivos.
  • Los sucesivos Planes de Desarrollo constituyeron un intervencionismo de nuevo cuño, que entorpecía más que apoyaba el crecimiento económico; aun así, España prosperaba económicamente. Un instrumento de los Planes fue la creación de Polos de Desarrollo, que no pudieron evitar la concentración territorial de la producción. La política de reequilibrio económico territorial, que era uno de los ejes de los Planes de Desarrollo, resultó un fracaso y fue costosa. En los Planes también se desarrollaron acciones concentradas, en virtud de las cuales las empresas se comprometían a alcanzar unos determinados niveles de inversión y de producción. El Estado facilitaba un amplio abanico de sustanciosas ayudas: beneficios fiscales, subvenciones y financiación privilegiada.
  • El sistema financiero de la época estuvo ampliamente mediatizado por los gobernantes. Una parte sustancial de los recursos terminó destinándose a las inversiones dictadas por la autoridad. El coeficiente de caja y la inversión obligatoria eran las vías a través de las cuales el Estado ejercía sus acciones:
    • El coeficiente de caja: implicaba la inmovilización de un determinado porcentaje de sus pasivos computables en fondos públicos. Este mecanismo, que sustituía a la emisión de deuda en el Banco de España, hizo que el Estado se asegurara a bajo costo la financiación del déficit público.
    • El coeficiente de inversión obligatoria: consistía en que las entidades financieras debían destinar un cierto porcentaje de sus pasivos al otorgamiento de préstamos y créditos a aquellas empresas que el Gobierno designase beneficiarias de tratamiento preferencial.

Por último, el fuerte crecimiento económico tampoco estuvo acompañado por un aumento de los ingresos y del gasto público. La alergia del régimen a toda reforma fiscal que implicara obligar a tributar en función de la renta fue notable. Solo muy avanzada la última etapa del franquismo, los incrementos de recaudación con un sistema basado en impuestos indirectos ya eran considerables. El gasto educativo había recuperado los niveles de preguerra. Lo mismo sucedió con la inversión pública en carreteras y autovías. La Seguridad Social comenzó a desplegarse a finales de los sesenta, y las cotizaciones a la Seguridad Social se convirtieron en un caballo de batalla entre empresarios y trabajadores.