La Crisis del Antiguo Régimen en España: Guerra de Independencia, Cortes de Cádiz y Fernando VII

La Crisis del Antiguo Régimen en España: De la Guerra de Independencia al Trienio Liberal

1. La Crisis de la Monarquía Española y la Guerra de Independencia (1808-1814)

1.1. El Colapso de la Monarquía Borbónica

La Guerra de la Independencia fue la consecuencia directa de la profunda crisis de la monarquía borbónica, agravada en los últimos años del reinado de Carlos IV. En 1807, Godoy, valido del rey, acordó con Napoleón el Tratado de Fontainebleau, que permitía el paso de tropas francesas por España con el supuesto objetivo de invadir Portugal. Sin embargo, las fuerzas francesas controlaron militarmente el territorio español, provocando un fuerte recelo entre las autoridades y la población.

En estas circunstancias, estalló el Motín de Aranjuez, un levantamiento popular el 17 de marzo de 1808, promovido por sectores cortesanos contrarios a Godoy. Este motín supuso la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo, Fernando VII. Napoleón se ofreció como mediador y consiguió el traslado de ambos monarcas a Bayona, donde los forzó a renunciar a la Corona española en su favor. Posteriormente, Napoleón cedió el trono a su hermano, José I Bonaparte.

En Madrid, el descontento popular por la marcha de los reyes y la ocupación francesa culminó con el Levantamiento del Dos de Mayo de 1808, que marcó el inicio de la Guerra de la Independencia. En este conflicto se enfrentaron dos bandos:

  • El ejército francés: Numeroso y bien organizado, a disposición de José I Bonaparte, contó con el apoyo de los afrancesados, quienes veían en la ocupación francesa la posibilidad de modernizar España, inspirándose en las ideas de la Ilustración.
  • El ejército y el pueblo español: Lucharon en nombre de Fernando VII. A pesar de su inferioridad numérica y su deficiente organización, la guerrilla y la ayuda de unidades inglesas desempeñaron un papel crucial en la defensa y resistencia.

1.2. Fases de la Guerra de Independencia (1808-1814)

La Guerra de la Independencia se desarrolló en tres etapas principales:

  1. Primera Etapa (1808): La Resistencia Inicial

    El levantamiento del pueblo de Madrid el 2 de mayo de 1808, en el que colaboraron algunos jóvenes oficiales del ejército, fue duramente reprimido por los franceses. No obstante, surgieron por todo el país juntas locales y provinciales autónomas que se encargaron de la administración y defensa de sus respectivos territorios, declarando la guerra a Napoleón. Los franceses chocaron con una fuerte oposición, manifestada en la resistencia de ciudades como Zaragoza y Gerona. El fracaso fundamental francés se produjo en la Batalla de Bailén, que supuso la primera derrota napoleónica en Europa. Los franceses se vieron obligados a levantar los sitios de Zaragoza y Gerona, replegarse hasta la línea del Ebro y José I abandonó Madrid. Este éxito español también hizo posible el apoyo de los ingleses.

  2. Segunda Etapa (1808-1812): Dominio Francés y Guerra de Guerrillas

    Esta etapa fue más prolongada. Las victorias francesas en la Meseta permitieron a Napoleón dominar Madrid, donde reinstaló a José I. Los ejércitos franceses expulsaron a los ingleses, que se habían retirado a Galicia, y lograron tomar Zaragoza y Gerona. La victoria en Ocaña permitió el dominio de casi toda Andalucía, excepto Cádiz. En este periodo, surgieron las guerrillas como un nuevo método de lucha contra la ocupación. Eran partidas de hombres armados, conocedores del terreno, que contaron con el apoyo de la población campesina y atacaron la retaguardia, las líneas de comunicación y los convoyes de abastecimiento de las tropas francesas. Sus jefes procedían del pueblo o del ejército, y sus acciones amenazaron las comunicaciones de las fuerzas francesas, mermando su eficacia combativa.

  3. Tercera Etapa (1812-1814): La Ofensiva Aliada y el Fin de la Guerra

    La retirada de gran parte de las tropas francesas con destino a Rusia debilitó significativamente el poder militar de Napoleón en España y permitió la contraofensiva hispano-británica. El general Wellington derrotó a los franceses, y ante el temor de quedar aislados en el sur, estos se retiraron de Andalucía y se replegaron, lo que llevó a José I a abandonar Madrid. La ofensiva final aliada empujó a los franceses hacia los Pirineos. Mientras tanto, Napoleón había liberado a Fernando VII y lo había reconocido como rey de España mediante el Tratado de Valençay, iniciando así su viaje de regreso a España.

1.3. Los Comienzos de la Revolución Liberal

Mientras las instituciones y máximas autoridades del Antiguo Régimen aceptaron las abdicaciones de Bayona, el país rechazó su legitimidad, formando sus propios órganos de gobierno. Se inició así una revolución, ya que suponía asumir la soberanía nacional y romper con el absolutismo. Las juntas locales y provinciales dirigieron la resistencia y se representaron para formar la Junta Central Suprema, que coordinaría las acciones y dirigiría el país durante la guerra. La Junta, reunida en Aranjuez, reconoció a Fernando VII como rey de España y asumió la autoridad hasta su regreso. Posteriormente, huyó a Sevilla y, en 1810, a Cádiz. La Junta Central decidió convocar unas Cortes en las que representantes de la nación decidieran sobre su organización. En 1810, la Junta se disolvió tras la convocatoria de Cortes, manteniendo hasta su reunión una Regencia formada por cinco miembros.

2. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

2.1. Las Cortes de Cádiz

Ante la ausencia de Fernando VII y el rechazo a José I, la Junta Central Suprema asumió la autoridad y decidió convocar Cortes para que los representantes de la nación decidieran sobre su organización. En 1810, la Junta se disolvió, traspasando sus poderes a una Regencia formada por cinco miembros. El proceso de elección de diputados a Cortes fue difícil debido al dominio francés. Diputados suplentes gaditanos sustituyeron a los representantes que no pudieron acudir desde las provincias ocupadas. La mayoría de los diputados procedían de las clases urbanas, eclesiásticos y nobles. Aunque no se agruparon por partidos políticos, se distinguieron tres grupos principales:

  • Liberales: Partidarios de reformas profundas y de la soberanía nacional.
  • Jovellanistas: Defensores de un reformismo moderado, buscando un equilibrio entre la tradición y las nuevas ideas.
  • Absolutistas: Partidarios del mantenimiento del Antiguo Régimen y del poder absoluto del rey.

Desde el primer momento, los liberales tomaron la iniciativa. Las Cortes establecieron el principio de soberanía nacional, reconociendo que el poder reside en el conjunto de ciudadanos y se expresa a través de las Cortes. Reconocieron a Fernando VII como rey, considerando nulas las abdicaciones de Bayona. Se formó una comisión para redactar el proyecto de la Constitución.

2.2. La Constitución de 1812: “La Pepa”

La primera Constitución de España, promulgada el 19 de marzo de 1812 (día de San José, de ahí su apodo “La Pepa”), fue un hito fundamental. Sus principales características fueron:

  • Se afirma la soberanía nacional.
  • Se establece la división de poderes:
    • Poder Ejecutivo: Ejercido por el rey, quien nombraba a sus secretarios o ministros, que responderían ante las Cortes.
    • Poder Legislativo: Reside en las Cortes junto con el rey. Las leyes las hacían las Cortes y el rey las promulgaba y sancionaba, pero también disponía de derecho de veto. Las Cortes eran unicamerales y elegidas por varones mayores de 25 años, con un mandato de dos años.
    • Poder Judicial: Correspondía a los tribunales, cuyo máximo órgano era el Tribunal Supremo.
  • La Constitución establecía garantías procesales y un fuero único para todos los españoles, garantizando derechos fundamentales como la igualdad ante la ley, la propiedad privada y el derecho al sufragio.
  • Reconocía la confesionalidad del Estado y la exclusividad de la religión católica.
  • Se establecía la Milicia Nacional con el objetivo de reforzar al ejército en caso de guerra.
  • En cuanto a la administración del Estado, el país se dividía en provincias y se establecía la elección popular de los alcaldes.

La Constitución de 1812 estuvo vigente en tres periodos: de 1812 a 1814, de 1820 a 1823 y de 1836 a 1837. Constituyó un ejemplo de constitución liberal, inspirada en la francesa de 1791, pero más avanzada y progresista, ya que aceptó el sufragio universal (indirecto) y estableció garantías de los derechos.

3. El Reinado de Fernando VII: Absolutismo y Liberalismo (1814-1833)

3.1. El Regreso del Monarca y el Sexenio Absolutista (1814-1820)

Tras la derrota de los franceses, Napoleón firmó el Tratado de Valençay, por el que Fernando VII recuperó la libertad y el derecho al trono, iniciando su viaje de regreso a España. Recibió el apoyo del ejército y de un grupo de diputados jovellanistas que publicaron el Manifiesto de los Persas, en el que pedían la suspensión de la Constitución de 1812 y de las leyes de Cádiz. Fernando VII aprobó el Decreto del 4 de mayo de 1814, volviendo al absolutismo anterior a la Guerra de la Independencia, ya que anuló las leyes de Cádiz, la Constitución de 1812 y disolvió las Cortes. Algunos diputados liberales fueron detenidos y encarcelados. De este modo, se inició el Sexenio Absolutista.

Durante este periodo, Fernando VII gobernó en un clima de inestabilidad política. El auténtico gobierno lo constituía una camarilla formada por hombres de su confianza que impedían cualquier cambio, de forma que los problemas se fueron agravando. La situación económica era desastrosa, ya que el país estaba arrasado por la guerra, con la producción industrial hundida y el comercio paralizado por la pérdida del mercado colonial. El problema más grave fue la quiebra del Estado, que gastaba más de lo que ingresaba. El envío de tropas a América para sofocar el movimiento independentista acentuó el problema e hizo imposible la reconstrucción del país tras la guerra. Se volvió a la sociedad estamental.

El 1 de enero de 1820, el comandante Riego se pronunció en Cabezas de San Juan (Sevilla). Recorrió toda Andalucía sin que las tropas gubernamentales controlaran la sublevación. Fue apoyado por guarniciones militares en Galicia, Aragón y por levantamientos campesinos. Se formaron juntas que exigieron restablecer la Constitución de 1812. Fernando VII se vio obligado a jurarla, iniciándose el Trienio Liberal.

3.2. El Trienio Liberal (1820-1823)

Durante el Trienio Liberal, se implantó una monarquía constitucional y se celebraron elecciones a Cortes. Hubo una gran agitación política debido a la división de los liberales en dos grupos:

  • Moderados o Doceañistas: Partidarios de la participación de la Corona en el proceso legislativo, de una libertad de prensa limitada y del sufragio censitario. Representaban a la burguesía de negocios. Eran minoritarios en las Cortes, procedían del exilio y se habían vuelto más conservadores.
  • Exaltados o Radicales: Defendían una aplicación más avanzada de la Constitución de 1812, el sufragio universal (indirecto) y el anticlericalismo. Contaron con el apoyo de las clases populares urbanas y tuvieron mayoría en las Cortes. Eran abogados jóvenes, intelectuales y militares.

Fernando VII se enfrentó constantemente a las Cortes, vetó leyes, mantuvo ministros absolutistas e incluso pidió la intervención extranjera. Las Cortes aprobaron una nueva legislación con medidas como la reforma agraria (que benefició más a los propietarios que a los campesinos), suprimieron la Inquisición e intentaron abordar el problema de la Hacienda sin éxito.

En 1821, surgieron en el norte partidas guerrilleras formadas por grupos absolutistas, y en 1822, tropas realistas tomaron Urgel, donde se instaló una Regencia. Se produjo un intento de insurrección contrarrevolucionaria, la sublevación de la Guardia Real, que fue sofocada, formándose como consecuencia un gobierno radical.

El Trienio finalizó con la intervención militar extranjera. Las potencias de la Santa Alianza decidieron intervenir militarmente para restablecer el absolutismo en España. Fue enviado un ejército francés, los Cien Mil Hijos de San Luis, al que se sumaron realistas españoles. El ejército liberal no consiguió detenerlos. Cuando llegaron a Madrid, el gobierno y los diputados liberales se retiraron con Fernando VII hacia el sur y, al llegar a Cádiz, se vieron obligados a entregar al rey.