La Visión Esperpéntica de Don Carlos: Muñiz, Pemán y la Historia de Felipe II en el Teatro

Introducción a la Tragicomedia del Serenísimo Príncipe Don Carlos

El presente texto pertenece a Carlos Muñiz, su última obra teatral, quizás la más ambiciosa y distinta, Tragicomedia del Serenísimo Príncipe Don Carlos, estrenada en Madrid en 1978. Es fruto de muchos años de estudio sobre la figura de Felipe II y recrea imaginativamente la relación personal y familiar del monarca con su hijo Carlos.

Carlos Muñiz: Realismo, Esperpento y Censura

Antes de profundizar en el texto, es crucial destacar que, como otros dramaturgos realistas, Muñiz sufrió innumerables encontronazos con la censura debido a su interés por reflejar la realidad y la historia de nuestros tiempos. Se pueden mencionar aquí a Lauro Olmo y a Martín Recuerda, entre otros.

Muñiz, ante todo, pretende demostrar sin tapujos lo turbio de nuestra historia. Busca mostrar la verdad con su obra, a veces de manera tan irrisoria que parece irreal, pero no lo es; esta no es una farsa. Es una verdad, a mi juicio, esperpéntica ante las extravagantes mentiras que se han exagerado en torno a la figura del «serenísimo» Príncipe Don Carlos.

Muñiz se adentra en la recámara del monarca Felipe II, cuestionando sus relaciones de odio y dominación hacia el príncipe. Le añade matices deformados, como la prepotencia del rey padre, y hace del príncipe una figura caricaturesca, algo grotesca.

Para Muñiz, la historia tiene sentido. Lo trágico es el precio que hay que pagar por la historia, pero lo cómico se da en lo más esperpéntico de la obra. ¿Cómo plasma Muñiz esto? Utiliza una técnica realista junto a una estética del esperpento. Esta estética es eficaz cuando la contrasta:

  • En cuanto a la acción, se une escatología y humor (ejemplo: la piedra en las heces).
  • Cuando hay una disociación entre la palabra y la acción (ejemplo: el rey limpia su colección de reliquias mientras prepara la muerte de Montiñín por herejía).

La Visión de Pemán: Idealización frente a Distorsión

Lo que pretende Pemán con la historia es trasplantar la incomprensión de la historia al rey. A Pemán le interesa resaltar el antagonismo entre el padre y el hijo, al presentarnos a Don Carlos como atractivo y cabal, provocando que sea un personaje sin problemas. Felipe II tiene un oponente cruel y malvado que traiciona a su padre, el cual es bondadoso.

La presencia de Carlos es breve en la obra de Pemán. La primera parte se compone de 15 escenas (drama de espacios). Don Carlos solo aparece en cuatro; la ausencia física se suple con el pensamiento. Pemán nos representa a un rey lleno de dudas y angustiado, burócrata y muy frío, y, sobre todo, con una profunda religiosidad por el temor a Dios.

Ambas obras responden a dos prácticas literarias e ideológicas diferentes:

  1. La idealización de Felipe II en Pemán enlaza muy bien con el régimen de Franco.
  2. Muñiz distorsiona la realidad, yendo contra el régimen de Franco.

Personajes Clave en la Obra de Muñiz

El Príncipe Don Carlos: El Antihéroe Esperpéntico

La figura de Don Carlos respira deformación y humor; es el mayor esperpento de la obra. Desemboca en el llamado teatro de la crueldad. El Príncipe Don Carlos pertenece a la categoría de los antihéroes: es deforme, desequilibrado, y pide libertad y poder.

Su carácter no es menos carnavalesco que su aspecto. Se puede apreciar la animalización, concretamente en un comentario que hace sobre las mujeres en términos animales y misóginos.

El aspecto físico es aquí muy importante para entender al personaje, en oposición a Pemán, que no habla de los aspectos físicos. Se habla de lo físico cuando aparece con su tío Don Juan de Austria y se ve que la balanza está desequilibrada, ya que este es un hombre apuesto.

Por otra parte, podemos destacar de dicho personaje que tiene un carácter extravagante, con enfrentamientos crecientes con su padre. Existe una gran cantidad de significados, tanto poéticos como éticos. Para Muñiz, la historia es un drama, observada desde los años sesenta. Don Carlos manifiesta un deseo de luchar contra su destino, encontrando en la muerte su libertad.

El Bufón Estebanillo: La Sabiduría Oculta

En cuanto a la figura del bufón, llama bastante la atención que en la escena I del acto 2º diga ser el alter ego del monarca, algo muy llamativo en la obra.

Como buen loco de la corte, considero que Estebanillo se aprovecha de la confusión de su estatus para manifestar así las verdades sin ningún pudor. No es el único que parece demente en la obra; Muñiz también atribuye a Felipe II un carácter fanático. Además, recordamos también a Doña Juana, que se finge desequilibrada. Observamos a un bufón burlesco creado para hacer los coros de manera grotesca al monarca y a su hijo.

El bufón no está incluido en la obra de Pemán. Este personaje tiene el don de la ubicuidad, está en todas partes. Está libre de cualquier ilusión, no aspira a más. Hay veces que este es el personaje central, pues rechaza todas las apariencias, el orden moral y las apariencias de la ley; todo es ridículo para él. Es más inteligente que sus amos. Sabe que hay que vivir, pero se nace mejor viviendo junto al poder.

Por lo que, estos locos de nuestra Tragicomedia del Serenísimo Príncipe Don Carlos pueden estarlo de verdad o, por otro lado, ser locos fingidos. Pero todos nos muestran una sabiduría oculta.

Título y Cierre de la Obra

Un asunto que también pienso que es relevante sobre la obra es su título. A pesar de su título, referido al «serenísimo príncipe Don Carlos», se puede observar cómo se da la desmitificación del monarca. Felipe II es desconfiado y falso, y tortura hasta la muerte al príncipe.

Me resulta interesante el cierre de la obra, ya que son unas pedorretas del enano al rey y al público las que cierran la obra, actuando de manera similar a como aparece este al principio. Desde el inicio hasta el fin, la acción y los personajes se han repetido con perfiles extravagantes.