La Transición de España: Del Absolutismo de Fernando VII a la Consolidación Liberal (1814-1843)

I. El Enfrentamiento entre Absolutismo y Liberalismo (1814-1833)

Este periodo se inicia con el restablecimiento del absolutismo tras la Guerra de la Independencia. Fernando VII, conocido como *el Deseado*, regresó a España en 1814 y, apoyado por el Manifiesto de los Persas, abolió la Constitución de 1812 y toda la legislación de las Cortes de Cádiz, restaurando el Antiguo Régimen. Este contexto absolutista fue reforzado por la situación europea, con el Congreso de Viena y la Santa Alianza buscando frenar los movimientos liberales. La represión contra los liberales fue severa, llevando a muchos al exilio.

El Trienio Liberal (1820-1823)

Supuso un breve paréntesis. Tras el pronunciamiento de Rafael del Riego en Las Cabezas de San Juan, Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución de 1812. Durante estos años, las Cortes impulsaron reformas significativas, como la supresión de mayorazgos y señoríos jurisdiccionales, la desamortización de bienes monásticos y la abolición de la Inquisición. Se restableció la Milicia Nacional para defender el orden constitucional. Sin embargo, el Trienio estuvo marcado por la polarización entre moderados (partidarios de reformas graduales) y exaltados (que buscaban una aplicación rigurosa de la Constitución), así como por la resistencia de las potencias absolutistas y la Iglesia.

La Década Ominosa (1823-1833)

Marcó el retorno al absolutismo. Fernando VII solicitó la intervención de la Santa Alianza, y los Cien Mil Hijos de San Luis franceses restauraron su poder absoluto. El rey anuló toda la legislación del Trienio Liberal y desató una intensa represión, conocida como el *terror blanco*, contra los liberales. A pesar de la intención de restaurar completamente el Antiguo Régimen, la experiencia liberal impidió una vuelta total al pasado, y algunos ministros reformistas intentaron conciliar el absolutismo con ciertas innovaciones. Hacia el final de este periodo, la cuestión sucesoria se convirtió en un problema central. En 1830, Fernando VII promulgó la Pragmática Sanción para derogar la Ley Sálica, asegurando así el trono para su hija Isabel II. Esta decisión generó la oposición del sector carlista, que apoyaba a su hermano, Carlos María Isidro, como heredero.

II. Las Independencias en América

El proceso de emancipación de las colonias americanas fue un evento crucial con profundas repercusiones para España. Sus orígenes se encuentran en una combinación de factores: los cambios culturales del siglo XVIII, la experiencia de autogobierno durante la Guerra de Independencia española, la crisis de la monarquía hispánica, y el ejemplo de otras independencias como la de Estados Unidos. La burguesía criolla lideró este movimiento, aprovechando el vacío de poder de 1808 y recibiendo apoyo de potencias extranjeras como Reino Unido y Estados Unidos.

Fases del Proceso Independentista

  • Primer periodo (hasta 1816): Coincidiendo con la Guerra de Independencia en España, surgieron los primeros movimientos independentistas. Destacan figuras como Hidalgo y Morelos en México, y Simón Bolívar en Venezuela, aunque con victorias y reveses iniciales.
  • Segundo periodo (después de 1816) y consolidación: Tras la retirada española en 1814, el movimiento independentista se fortaleció. Las campañas de Bolívar en el norte (Boyacá 1819, Carabobo 1821) liberaron Colombia, Venezuela y Ecuador, mientras que San Martín en el sur liberó Argentina (1816) y Chile (1818). En México, Iturbide logró la independencia en 1822.
  • Consolidación (1824-1825): La mayoría de las colonias ya eran independientes, y España quedó reducida a Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

Consecuencias

Las consecuencias de estas independencias fueron significativas. España se vio relegada a una potencia de segundo orden, con una economía debilitada por la pérdida de los mercados y recursos americanos. Para las nuevas naciones americanas, supuso la creación de nuevos estados y la reconfiguración del mapa geopolítico del continente.


III. La Consolidación de la Revolución Liberal (1833-1843)

Regencia de María Cristina (1833-1841)

Tras la muerte de Fernando VII, la Regencia de María Cristina marcó el inicio de la consolidación del liberalismo. Inicialmente, la regente apoyó un liberalismo moderado, buscando un equilibrio frente a la amenaza carlista. El Estatuto Real de 1834, una *carta otorgada*, estableció un marco parlamentario con dos cámaras (Estamento de Próceres y Estamento de Procuradores) y un sufragio censitario muy restringido.

La inestabilidad política y la necesidad de recursos para la guerra carlista llevaron a cambios de gobierno y a la fase progresista. El Motín de La Granja (1836) forzó a la regente a restablecer la Constitución de 1812 y a nombrar un gobierno progresista. Juan Álvarez Mendizábal impulsó la desamortización de bienes eclesiásticos para financiar la Hacienda y debilitar el poder de la Iglesia, sentando las bases de una economía liberal.

La Constitución de 1837, de carácter más moderado que la de 1812, estableció la soberanía nacional, derechos individuales, un Congreso bicameral y otorgó al monarca el derecho de veto y disolución de las Cortes. Aunque amplió el electorado, mantuvo el sufragio censitario. Entre 1837 y 1840, los gobiernos moderados regresaron al poder. La discusión sobre la Ley de Ayuntamientos, que proponía la designación gubernamental de los alcaldes (frente a la elección popular defendida por los progresistas), generó una fuerte oposición. La sanción de esta ley por parte de la regente provocó la retirada de Espartero y su exilio, marcando el fin de la regencia de María Cristina.

El Problema Carlista y la Primera Guerra (1833-1839)

El problema carlista fue un conflicto dinástico e ideológico que se manifestó en la Primera Guerra Carlista (1833-1839). Este enfrentamiento reflejó la profunda división entre el Antiguo Régimen y las aspiraciones liberales.

Bandos en Conflicto

  • Carlistas: Partidarios del absolutismo, la defensa de la religión católica y los *fueros* (privilegios territoriales, especialmente en el País Vasco y Navarra). Contaban con el apoyo de sectores conservadores, el clero y la población rural del norte.
  • Isabelinos (o cristinos): Defensores de la legitimidad de Isabel II y del liberalismo. Recibieron el apoyo de la regente María Cristina, la nobleza, altos mandos militares, la burguesía y las clases urbanas.

Desarrollo Bélico

  1. Primera fase (1833-1835): Predominio de triunfos carlistas en zonas rurales.
  2. Segunda fase (1835-1837): Grandes expediciones carlistas que buscaban coordinar las guerrillas dispersas, aunque con resultados mixtos.
  3. Tercera fase (1837-1839): Agotamiento de ambos bandos.

El Convenio de Vergara (1839) puso fin formalmente a la guerra, con la aceptación de los fueros por parte de los liberales y la integración de militares carlistas en el ejército isabelino. Sin embargo, Carlos María Isidro no aceptó el acuerdo y se exilió, manteniendo viva la tensión. Las consecuencias de la guerra fueron significativas: la monarquía se inclinó definitivamente hacia el liberalismo, el poder militar adquirió un mayor protagonismo en la política, y se aceleró la desamortización de bienes eclesiásticos para financiar el conflicto.

Regencia de Espartero (1841-1843) y Mayoría de Edad de Isabel II

Tras la renuncia de María Cristina, el general Baldomero Espartero fue proclamado regente por las Cortes (1841-1843). Su gobierno se caracterizó por un estilo personalista y autoritario, apoyándose en una camarilla de militares afines. Esta forma de gobernar generó resistencia tanto entre los progresistas de las Cortes como entre los moderados.

Los conflictos se intensificaron, especialmente en Barcelona, donde la insatisfacción por un posible librecambismo con Inglaterra provocó una insurrección popular. La represión de Espartero, que incluyó el bombardeo de Barcelona en diciembre de 1842, dañó gravemente su popularidad y exacerbó el descontento.

La caída de Espartero fue el resultado de una conspiración que incluyó a figuras como Narváez y el círculo de María Cristina. Ante la inestabilidad y para evitar nuevas disputas por la regencia, las Cortes decidieron adelantar la proclamación de la mayoría de edad de Isabel II en noviembre de 1843. Este evento marcó el fin de las regencias y el inicio de la *Década Moderada*, con González Bravo asumiendo el gobierno y Narváez como figura central, consolidando un liberalismo conservador en España.