La Reforma Agraria Liberal en la España del Siglo XIX
El sector agrario vivió en el siglo XIX una profunda reforma basada en la abolición del régimen señorial, la supresión de los mayorazgos y las grandes desamortizaciones de Mendizábal y Madoz. Con este conjunto de medidas se liberalizó la agricultura, permitiendo que la tierra pudiera circular libremente en el mercado, y se eliminaron los frenos que impedían el desarrollo de una agricultura capitalista dirigida al mercado. La mayor parte de la tierra pasó a manos de propietarios privados individuales.
La gran transformación económica de este período fue el proceso de desamortización de los bienes eclesiásticos, iniciado en 1835 por el progresista Mendizábal, y luego completado por el también progresista Pascual Madoz durante el Bienio Progresista con la desamortización de los bienes de los municipios.
La Desamortización de Mendizábal (1836)
Juan Álvarez de Mendizábal inició la desamortización de los bienes y tierras eclesiásticas amortizadas en 1836, además de suprimir las órdenes religiosas (clero regular). La desamortización consistió básicamente en la expropiación de los bienes desamortizados, su nacionalización y posterior venta en pública subasta al mejor postor.
Objetivos del proceso
El proceso tuvo tres objetivos principales:
- Financiero: buscar ingresos para pagar la deuda pública del Estado y para financiar la Primera Guerra Carlista.
- Político: ampliar la base social del liberalismo con los compradores de bienes desamortizados. Además, buena parte del clero regular apoyaba a los carlistas.
- Social: crear una clase media agraria de campesinos propietarios, aunque este objetivo se planteó de forma muy tímida.
Resultados y consecuencias
Los resultados no fueron todo lo positivos que se podría haber esperado:
- No solucionó el grave problema de la deuda pública.
- En el terreno político, el liberalismo ganó adeptos, pero también se creó una brecha entre este y la opinión pública católica que perduró largo tiempo.
- En el terreno social, la mayor parte de los bienes desamortizados fueron comprados por nobles y burgueses urbanos adinerados. Los campesinos pobres no pudieron pujar en las subastas.
- La desamortización no sirvió para mitigar la desigualdad social; de hecho, muchos campesinos pobres vieron cómo los nuevos propietarios burgueses subieron los alquileres.
Los resultados de la desamortización explican por qué la nobleza en general apoyó al liberalismo y por qué muchos campesinos se hicieron antiliberales (carlistas) al verse perjudicados por las reformas.
La Iglesia vio desmanteladas las bases económicas de su poder. A cambio de la expropiación, el Estado se comprometió a subvencionar económicamente al clero. El primer ejemplo presupuestario fue la Dotación de Culto y Clero de 1841.
La Desamortización General de Madoz (1855)
La última gran desamortización se inició en 1855 mediante una ley elaborada por Pascual Madoz. Afectó esencialmente a las tierras de los municipios (bienes de propios y comunes) y supuso la liquidación definitiva de la propiedad amortizada en España. Sus resultados tampoco fueron muy positivos:
- Arruinó a los ayuntamientos, que, entre otras cosas, estaban a cargo de la instrucción pública.
- No solucionó el eterno problema de la deuda pública.
- Perjudicó a los vecinos más pobres, privados del aprovechamiento libre de las tierras comunales.
Pese a sus insuficiencias, las desamortizaciones cambiaron de forma radical la situación del campo español. Baste con señalar que afectaron a una quinta parte del conjunto del suelo. Lamentablemente, el atraso técnico y el desigual reparto de la propiedad de la tierra siguieron siendo problemas clave de la sociedad y la economía españolas.
De la Sociedad Estamental a la Sociedad de Clases
La sociedad industrial supuso la aparición de grupos nuevos, como empresarios y obreros. Se caracterizó por la igualdad ante la ley, al menos en teoría, y por la movilidad social. La fortuna decidía el nivel social del individuo (sociedad de clases), y la nobleza y el clero perdieron sus privilegios.
El principal rasgo de este período, por tanto, es la paulatina desaparición de la sociedad estamental y su sustitución por una sociedad de clases basada en el derecho de propiedad y en la igualdad ante la ley. Esta nueva sociedad permitió mucha mayor movilidad social, bien por el éxito en los negocios, bien por la carrera administrativa y, sobre todo, militar.
La nueva estructura social
La élite dominante
Se formó un nuevo grupo social dominante compuesto por la alta burguesía, la oligarquía terrateniente propietaria de grandes latifundios (especialmente en la España meridional) y los altos cargos del Estado y el Ejército. Incluía a empresarios, abogados y financieros. Fundamentalmente eran hombres de negocios que obtuvieron beneficios diversificando sus actividades. Banqueros y administradores tuvieron en Madrid su centro de actividad; en Barcelona y Bilbao, las fortunas se debieron a inversiones industriales y comerciales.
La antigua nobleza, aunque perdió sus privilegios, retuvo gran parte de su poder económico y social. Además, la Corona concedió muchos títulos nobiliarios a hombres de empresa y a militares. En el terreno social, la burguesía imitó los hábitos aristocráticos, a diferencia del resto de Europa.
El clero
El clero fue el grupo social que recibió la más fuerte embestida del régimen liberal. Las desamortizaciones privaron a la Iglesia de sus propiedades agrarias, y la extinción del diezmo cerró otra fuente de financiación. A partir de 1840, el clero dependía de un presupuesto muchas veces insuficiente, lo que hizo disminuir de forma notable al clero regular (monjas y frailes), no así tanto al clero secular, que atendía catedrales y parroquias. El bajo clero defendió el carlismo, especialmente en 1833-1840; por su parte, la jerarquía se mostró hostil a cualquier avance hacia la tolerancia religiosa (1856), la libertad de cultos (1869) o la separación entre Iglesia y Estado (1873). Aun así, en las poblaciones pequeñas, el clero mantenía un protagonismo del que carecía ya en las grandes ciudades.
Las clases medias
Por debajo de la élite emergieron las clases medias, integradas fundamentalmente por una serie de profesionales liberales como médicos, periodistas, profesores y oficiales del ejército, muchos de los cuales posteriormente hacían carrera política. Con la extensión de la enseñanza, la cátedra, y por antonomasia la de universidad, se convirtió en otro puesto de relevancia social. Los funcionarios configuraron uno de los grupos más inestables, sobre todo con la figura del “cesante” cada vez que cambiaba el Gobierno.
Las clases populares
En una sociedad agraria como la española del siglo XIX, el núcleo más amplio de la población seguía estando formado por campesinos. La población campesina era bastante heterogénea: propietarios, arrendatarios y jornaleros sin tierra, que conformaban más de la mitad de la población rural. Los jornaleros representaban un amplio colectivo, con tasas de analfabetismo del 80% en Sevilla y del 78% en Cádiz.
Poco a poco, ligado a la débil industrialización, se produce un progresivo crecimiento de las ciudades. La ciudad se convirtió en el símbolo de la modernidad y en el epicentro de las transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales. En las áreas urbanas, las clases populares estaban formadas por un amplio artesanado (lo que explica la debilidad del obrerismo español), por criados (las familias de clase alta disponían de un elevado número de servidores domésticos) y por los dependientes del pequeño comercio, que tenían una categoría similar a la de los criados.
Resumen de la estructura social decimonónica
En el siglo XIX encontramos una compleja y marcada estructura social:
- Una élite poderosa que concentraba en sus manos la inmensa mayoría de la riqueza. Dentro de este grupo distinguimos:
- La nobleza del Antiguo Régimen, que continúa reteniendo gran parte de la propiedad de la tierra y con una ideología económica anticuada.
- La alta burguesía industrial y financiera, con su principal centro en Madrid.
- Otros grupos preeminentes, como los notables provinciales o las élites políticas y militares.
- Una heterogénea y aún poco numerosa clase media entre la que, junto a los principales defensores de las posturas democráticas y republicanas, encontramos una amplia masa apolítica, apegada a los hábitos tradicionales, con un gran temor a cualquier tipo de cambio y fuertemente influenciada por la Iglesia.
- Las capas populares, que forman la nutrida base de la pirámide social. Es un conjunto muy diverso, con diferencias muy acusadas entre el campo y la ciudad. Entre las clases trabajadoras distinguimos:
- Una masa mayoritaria de artesanos, ligados a empleos tradicionales.
- Un creciente número de obreros que poco a poco comienzan a organizarse política y sindicalmente, y que van creando una conciencia de clase.