El Pensamiento de Marx, Nietzsche y Ortega: Ser, Sociedad y Conocimiento

Karl Marx

La concepción del ser humano

La concepción que tiene Marx del ser humano la encontramos en sus escritos del “humanismo marxista”. En ellos, se opone a la concepción abstracta y meramente racional del ser humano. Para Marx, el ser humano es un ser natural y social que se distingue por no tener una esencia definida, ya que la realiza a través del trabajo. El trabajo realiza al ser humano y determina su puesto en la sociedad.

Marx critica el trabajo en las sociedades capitalistas porque, en lugar de realizar a los seres humanos, los deshumaniza, convirtiéndolos en mercancías. A este proceso en el que el ser humano se niega a sí mismo lo llama alienación económica, que a su vez genera otras formas de alienación:

  • Alienación social: la división de la sociedad en dos clases.
  • Alienación política: la separación entre la sociedad civil y el Estado.
  • Alienación ideológica: que constituye la culminación del proceso.

Para Marx, todo ser humano posee una ideología. Estas son productos sociales que determinan la conciencia social. Las ideologías están al servicio de la clase dominante y tienden a ser falseadas, creando así una falsa conciencia. Marx defiende que para cambiar el mundo no basta con cambiar las ideas, sino que hay que cambiar las condiciones materiales. Las principales formas de alienación ideológica son la religión (que conduce a la búsqueda de consuelo) y la filosofía (que se limita a interpretar el mundo).

“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.

Este es el objetivo de su materialismo histórico, donde estudia el modo de producción capitalista y elabora una teoría que, una vez puesta en práctica, permita la transformación.

El problema de la sociedad: Materialismo histórico

Con el objetivo de transformar la realidad social y acabar con la explotación y la alienación, Marx elabora una teoría científica sobre la transformación social a partir del estudio de los modos de producción, llamada materialismo histórico. Según esta teoría, toda sociedad se compone de dos elementos:

  • La infraestructura: constituye la base material de la sociedad y se compone de las fuerzas productivas (medios que intervienen en la producción) y de las relaciones de producción (relaciones entre humanos para producir los bienes deseados).
  • La superestructura: determinada por la infraestructura, incluye las formas jurídicas, políticas e ideológicas de la sociedad.

A partir de la división social del trabajo, estas relaciones han generado dos clases sociales: la clase dominante, que posee la propiedad privada de los medios de producción, y la clase dominada, que no tiene propiedad privada. La relación entre infraestructura y superestructura es dialéctica y da lugar a un modo de producción. Estos cambian según lo hacen las fuerzas productivas y, con ellas, las relaciones de producción. Cuando las relaciones de producción no cambian de manera acorde, se inicia una revolución social de lucha de clases.

Para Marx, la lucha de clases es el motor de la historia y puede contribuir a alcanzar la sociedad comunista. Para ello, el proletariado debe tomar conciencia de clase y llevar a cabo la revolución socialista. Tras una etapa de dictadura del proletariado, se eliminaría el Estado y se alcanzaría la utopía marxista: una sociedad sin clases.

Friedrich Nietzsche

El problema de la moral: Genealogía y transvaloración

Para nuestro filósofo, la moral tradicional es antinatural porque va en contra de los instintos vitales del hombre, pues defiende unos valores que atentan contra la vida. Aplicando el método genealógico, busca el origen de esta moral y muestra cómo en la antigüedad, antes del judaísmo, dominaba una moral contrapuesta: la moral de los señores, de los que aman la vida. Lo “bueno” significaba noble, superior, y lo “malo”, débil, inferior. Con los sacerdotes judíos, estos valores fueron invertidos y se inició la “rebelión de los esclavos”. Aplicando el método genealógico, busca el origen de esta moral y muestra cómo en la antigüedad, antes del judaísmo, dominaba una moral contrapuesta, la moral de los señores, de los que aman la vida. Lo “bueno” significaba noble, superior, y lo “malo”, débil, inferior. Con los sacerdotes judíos, estos valores fueron invertidos y se inició la “rebelión de los esclavos”, que pasó a ser la moral de los esclavos, fruto del resentimiento de los débiles hacia los poderosos. Se trata de una moral del rebaño, donde los individuos se someten a alguien superior.

Para eliminar esta moral se necesitan hombres que lleven a cabo una transvaloración de todos los valores, que vayan “más allá del bien y del mal”, hombres que creen sus propios valores. Entonces, tras “la muerte de Dios”, aparecerá el superhombre (Übermensch), que es capaz de vivir la vida sin recurrir a consuelos metafísicos, asumiendo la enseñanza del eterno retorno.

El problema de Dios: Nihilismo y el superhombre

Nietzsche, “el filósofo del martillo”, critica toda la cultura occidental o cultura decadente porque ha intentado negar cobardemente la vida y la ha cambiado por un más allá ilusorio. Nuestro filósofo se refiere a este momento con la frase “Dios ha muerto”, es decir, se ha dejado de creer en todo lo que Dios simbolizaba. La consecuencia de esto es el nihilismo pasivo. Frente a este nihilismo pesimista e impotente, Nietzsche cree posible un nihilismo activo, optimista y creador, el de aquellos capaces de encarnar la voluntad de poder.

A estos hombres los va a llamar el superhombre, que es el resultado de tres transformaciones del espíritu:

  • El camello: que carga con los valores tradicionales.
  • El león: que destruye esos valores (nihilista negativo).
  • El niño: que representa un nuevo comienzo y la creación de nuevos valores.

El superhombre se sitúa “más allá del bien y del mal”, libre de prejuicios, y ama la vida en un eterno retorno, que se opone al tiempo lineal tradicional, pues para Nietzsche amar la vida es querer que se repita una y otra vez.

José Ortega y Gasset

El problema del conocimiento: Raciovitalismo y perspectivismo

Su pensamiento se suele dividir en tres etapas: objetivismo, perspectivismo y raciovitalismo.

Primera etapa: Objetivismo

La principal preocupación es el desfase intelectual como consecuencia de la falta de rigor y del método científico al estudiar la realidad. Critica las corrientes idealistas (por reducir la realidad a meros contenidos) y realistas (por su visión ingenua). Ortega plantea la vida como realidad radical, donde se unen la objetividad y la subjetividad.

Segunda etapa: Perspectivismo

Ortega advierte que existir es coexistir. La tesis fundamental es que el individuo está situado en unas circunstancias concretas desde las que desarrolla su visión de la realidad.

“Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”.

En este punto coincide con el vitalismo o el existencialismo. Unida a esta tesis se encuentra su teoría perspectivista, según la cual no existen verdades absolutas; solo tenemos verdades situadas. Esta teoría no cae en el relativismo escéptico, ya que no niega la posibilidad de alcanzar la verdad, solo afirma que todos tenemos puntos de vista válidos. Esto le lleva a defender la razón vital e histórica.

Tercera etapa: Raciovitalismo

Se caracteriza por la defensa de la razón vital. Sus características son:

  • Es autoconciencia.
  • Es quehacer y proyecto.
  • Es fatalidad y libertad.

Esta le lleva a defender la razón vital e histórica. La tercera etapa se caracteriza por la defensa de la razón vital. Sus características son: es autoconciencia, es quehacer y proyecto, es fatalidad y libertad. Al ser la vida de cada uno un proyecto, la razón vital es también razón histórica, puesto que para explicarla hay que recurrir a la historia. Ortega dirá que “el hombre no tiene naturaleza, sino historia”. Es fatalidad y libertad. Al ser la vida de cada uno un proyecto, la razón vital es también razón histórica, puesto que para explicarla hay que recurrir a la historia. Ortega dirá que “el hombre no tiene naturaleza, sino historia”. Solo mirando el pasado podemos entender nuestro presente y nuestro futuro. Así, llevará a defender una moral de autenticidad, la necesidad de llevar una vida auténtica.