Los fragmentos objeto de estudio son fuentes primarias, concretamente, histórico-literarias -son extractos de la obra La nacionalidad catalana (1906) y del periódico Bizkaitarra (1894)- con un contenido político-social. El autor del primer texto es E. Prat de la Riba y está vinculado al nacionalismo catalán, siendo su destinatario la opinión pública española, especialmente la catalana, y el gobierno de la Restauración. Por otra parte, Sabino Arana es el artífice del segundo y alude al nacionalismo vasco, estando dirigido a la ciudadanía vasca, y en particular, a la vizcaína. La finalidad estriba en realizar una defensa de la identidad propia, tanto catalana como vasca, a fin de despertar las conciencias y ganar adhesiones a la causa nacionalista.
Los principales argumentos esgrimidos por Prat de la Riba son:
- En el primer párrafo define qué es para él la nación, a la que denomina «nacionalidad» y defiende que “(…) Cada nacionalidad ha de tener su estado”.
- En el segundo plantea un pannacionalismo bajo un sistema político federalista.
Por otro lado, Sabino Arana, en los párrafos seleccionados, acusa al pueblo vasco de dejarse dominar por los españoles (maketos) y renunciar por ello a las señas de identidad vascas. La Europa de la segunda mitad del siglo XIX conoció cambios trascendentales gracias al triunfo de los nacionalismos, un sentimiento que nace de los principios liberales defendidos por la Revolución francesa. España no fue ajena a este proceso, así debe entenderse la aparición de movimientos nacionalistas en Cataluña y el País Vasco coincidiendo con la Restauración, y también en Galicia y las Islas Canarias (surge en Venezuela a finales de siglo liderado por Secundino Delgado). Varios son los factores que amparan su gestación:
Factores que amparan la gestación de los nacionalismos:
- Políticos: Hay una contestación desde la periferia a la imposición del modelo centralista de la Restauración.
- Económicos: La industrialización en Cataluña y el País Vasco supuso un crecimiento económico capitalizado por una burguesía proclive a los postulados nacionalistas.
Las principales similitudes son:
- Ambos derivan de los regionalismos, tratándose de movimientos que en su génesis anhelaban un grado de autonomía respetando la soberanía de España, pero acaban reclamando su carácter diferencial dentro del modelo centralista diseñado por Cánovas del Castillo.
- El carácter conservador de ambos nacionalismos es una realidad palpable, estando presentes la Iglesia y la burguesía industrial en sus inicios y posterior consolidación.
La Restauración no dio respuesta a las principales reivindicaciones catalanas (oficialidad de la lengua; transferencia de competencias…) ni vascas (independencia; fueros…). La negativa a la aprobación de los Estatutos de Autonomía es otra muestra; solo la sanción de la Mancomunidad Catalana (1914) fue un atisbo de pactismo. Arana y Prat de la Riba fundaron sendos partidos para canalizar sus reivindicaciones: el Partido Nacionalista Vasco (1895) y la Lliga Regionalista (1901), cuyo antecedente fue la Unión Catalanista.
Algunas de las diferencias radican en:
- Los nacionalismos difieren en la raíz de su originalidad: los catalanes explotan la vertiente cultural (Renaixença) y los vascos recurren a un supuesto aislamiento étnico-lingüístico y a unas especificidades jurídico-históricas (fueros).
- Las reivindicaciones de autogobierno son opuestas: Prat de la Riba aspira a obtener autonomía política dentro de España mediante un nacionalismo federativo; Arana plantea la independencia con la creación de un Estado propio y no duda en realizar una exaltación racista y xenófoba de la etnia vasca a costa de descalificar a los españoles, aunque luego moderó su discurso.
Creación de un sistema bipartidista. El Partido Conservador, dirigido por Cánovas, y el Liberal, encabezado por Sagasta, debían turnarse pacíficamente en el gobierno disfrutando así en exclusiva del poder. Además, sendos partidos, tras la firma del Pacto de El Pardo (1895), adquirieron el compromiso de mantener el sistema político, lo que provoca que republicanos, carlistas, socialistas y nacionalistas queden, por tanto, excluidos del sistema y del poder.
El turnismo. Los dos partidos dinásticos se turnarían de forma pacífica, actuando alternativamente y de manera pactada como gobierno y oposición. En este sentido, los votantes no eran quienes decidían la composición de las Cortes, sino que era el rey quien encargaba al partido de la oposición la formación de gobierno y después se celebraban las elecciones, en las que obtenía una amplia mayoría de manera fraudulenta el partido llamado a gobernar. Por tanto, el sistema del turno se lograba mediante un sistema electoral basado en el «pucherazo» y la abstención generalizada, no dudando en recurrir a la manipulación de la voluntad de los electores, la falsificación del censo, ejerciendo la violencia, la compra de votos y, como muestra la imagen, incluyendo votos de personas fallecidas.
Se trataba de una democracia puramente formal, en la que ejercían una labor decisiva los alcaldes, los jueces y los caciques, que controlaban el proceso de fraude, siendo la correa de transmisión de los deseos de la oligarquía dirigente de Madrid, que a través del Ministerio de la Gobernación comunicaba al gobernador civil la lista de candidatos de cada partido (encasillado) y los resultados que se deseaba obtener.
En suma, el régimen de la Restauración sobresalió por ser oligárquico (era la minoría dirigente del partido Conservador y Liberal, junto con la Corona, los que controlaban los resortes del poder); caciquil y clientelar (los caciques, la autoridad de facto a nivel local, promovían el intercambio de votos por favores); corrupto (así lo demuestra la falsificación de censos, la compra de votos…) y antidemocrático (la formación de gobierno no dependía de un triunfo electoral, sino de la decisión de la Corona en función de una crisis política o del desgaste en el poder del partido gobernante). No obstante, el sistema canovista proporcionó un largo período de estabilidad política y social sin parangón en el convulso siglo XIX español.