Fundamentos de la Filosofía Aristotélica: Naturaleza, Causalidad y Ética Política

Naturaleza y Teleología en Aristóteles

La naturaleza es, por tanto, principio interno del movimiento. A la naturaleza de cada cosa pertenecen ciertas capacidades cuyo destino es actualizarse. Por ejemplo, la capacidad de crecimiento del árbol se actualiza en su desarrollo, y llega a su cumplimiento cuando alcanza la plenitud. Todos los seres naturales tienden a actualizarse o alcanzar la perfección que les es propia.

Esta convicción surgió y fue elaborada por Aristóteles bajo la influencia de sus estudios biológicos. Aristóteles fue discípulo y colaborador de Platón y jamás abandonó el espíritu del Platonismo, aunque sí abandonó la teoría de las Ideas. Una vez negada la existencia de las Ideas, el Bien ya no podía concebirse como una realidad trascendente. Aristóteles interpretó el Bien como el cumplimiento de la tendencia que lleva a los seres a su propia perfección. Por consiguiente, en la teoría aristotélica, la teleología es inmanente, es decir, el bien al que tienden todos los seres naturales es interno a ellos mismos, y no es otra cosa que su propia perfección.

Naturaleza y Movimiento

Puesto que la naturaleza es principio interno de movimiento, a la ciencia que estudia los seres naturales le corresponde estudiar el movimiento. Esta ciencia es la Física. La realidad del movimiento es un hecho incuestionable, mostrado por la experiencia, pero la tradición filosófica anterior quedó conmocionada por la argumentación de Parménides, que conducía a declarar la imposibilidad racional del movimiento. Por esto, Aristóteles, en La Física, comienza el estudio [del movimiento], ya que la negación del movimiento equivaldría al cambio de No Ser a Ser o de Ser a No Ser.

Según Aristóteles, Parménides cometía un error al utilizar las nociones de No Ser y Ser como si tuvieran un único sentido, cuando en realidad cabe distinguir dos sentidos. Por ejemplo, una piedra no es un árbol, ni una semilla es un árbol, pero entre ambas cosas existe una gran diferencia: la piedra no es ni puede llegar a ser árbol; la semilla no lo es, pero puede llegar a serlo. Esta distinción nos muestra que hay dos maneras de No Ser algo:

  • No Ser absoluto: Ni se es ni se puede llegar a ser.
  • No Ser relativo: No se es, pero se puede llegar a ser.

El movimiento o cambio es imposible en el primer caso, pero no en el segundo. Y como, según la terminología de Aristóteles, lo que no es, pero puede ser, se halla en potencia, y aquello que es actualmente, en acto, Aristóteles define el movimiento como el paso de potencia al acto. Una vez garantizada la posibilidad de movimiento, Aristóteles lo clasifica distinguiendo entre:

  • El cambio sustancial: Cuyo resultado es la generación de una sustancia nueva o la destrucción de una sustancia ya existente.
  • El cambio accidental: En el que no se generan o destruyen sustancias, sino que estas sufren modificaciones en aspectos accidentales.

Para Aristóteles, solo es movimiento en sentido estricto el cambio accidental, que puede ser de tres clases: cuantitativo, cualitativo o local. En todo tipo de cambios hay siempre:

  • Algo que permanece a través del cambio.
  • Algo que desaparece.
  • Algo que aparece en su lugar.

Supongamos, por ejemplo, agua que pasa del estado líquido a sólido. Lo que permanece, el sujeto o sustrato, es el agua; lo que desaparece es su estado líquido, y lo que aparece es su estado sólido. Tratándose del movimiento o cambio accidental, lo que permanece a través del cambio no plantea problema alguno: son las sustancias naturales que sufren modificaciones no esenciales. El problema está en cuál es el sustrato que permanece en los cambios sustanciales. Desde luego, no las sustancias. Lo que permanece es un sustrato último, una materia última a la que Aristóteles denomina a menudo materia primera, que es determinada.

1.2. Las Cuatro Causas

A) Materia y Forma (Causas Intrínsecas)

Puesto que en la generación de las sustancias naturales la materia última adquiere una forma determinada, las sustancias naturales deben entenderse como compuestas de materia y forma. La forma es la esencia, lo que cada sustrato es, lo que hace que la materia sea una determinada sustancia y no otra, es decir, aquello que determina sus actividades específicas y propias. Es fácil reconocer en las formas aristotélicas cierta herencia de las Ideas de Platón, pero Aristóteles considera que las ideas platónicas son incapaces de cumplir esa función, pues no pueden ser la esencia de las cosas si se hallan separadas de ellas, porque la esencia ha de ser un principio intrínseco de las sustancias. La teoría aristotélica según la cual las sustancias naturales están compuestas de materia y forma suele denominarse Hilemorfismo.

B) Agente y Fin (Causas Extrínsecas)

La materia y la forma son causas intrínsecas de las sustancias naturales. A ellas añade como causas extrínsecas la causa eficiente o agente productor del movimiento, y la causa final en la filosofía aristotélica. Para comprender bien el sentido de la teoría aristotélica de la causalidad, ha de tenerse en cuenta que Aristóteles considera causas a todos los factores necesarios para explicar un proceso o movimiento, todos los elementos que podrían y deberían darse para responder a la pregunta: ¿por qué?

Por ejemplo, un hombre determinado podría explicarse así:

  • Causa material: Es la materia que lo constituye, los elementos biológicos, físicos.
  • Causa formal: Es la forma, el alma que hace que sea quien es, diferenciándolo de los demás.
  • Causa eficiente: Son los padres.
  • Causa final: Es la finalidad a la que se encamina según su naturaleza, y esta es su perfección como ser humano.

1.3. Las Sustancias Vivientes y el Alma

Para Aristóteles, el alma es el principio vital. Es la forma del cuerpo, que es materia y es acto, la actualización de un organismo. Este es viviente en potencia; el alma actualiza esta potencialidad, haciéndolo viviente de hecho. La unión alma-cuerpo no es para Aristóteles una unión accidental o antinatural, sino que es una unión natural esencial, y el alma (forma) y el cuerpo (materia) constituyen juntos la única sustancia: el ser vivo.

El problema de esta interpretación de la unión era la negación de la inmortalidad del alma individual. Aristóteles, además del alma corruptible, admite la presencia en el hombre de un entendimiento incorruptible, inmortal, al que a veces denomina alma, pero este entendimiento no es personal, sino que es el mismo para toda la especie humana.

1.4. De la Física a la Metafísica

Aristóteles afirma la superioridad de la forma sobre la materia, estableciendo además que por encima de las formas realizadas en la materia existen formas inmateriales cuya instancia suprema es Dios. Asimismo, afirma la primacía del acto sobre la potencia, llegando también a afirmar una realidad que es acto sin potencia: es Dios, Motor Inmóvil del universo, principio de todo movimiento que a su vez no está sujeto a movimiento alguno.

Con esto se llega a las fronteras de la Física (ciencia que estudia las realidades dotadas de movimiento), para adentrarse en la Metafísica (ciencia que estudia entidades inmateriales inmóviles) y la Teología (ciencia que estudia la suprema realidad inmóvil, Dios). Así como para Platón el conocimiento de la realidad culmina con la contemplación de la Idea suprema, para Aristóteles el conocimiento teórico culmina con la contemplación de la entidad suprema: Dios, principio del movimiento y del orden del universo.

2. La Ética Aristotélica: Virtud y Felicidad

2.1. La Virtud

El estudio de la virtud ocupa en Aristóteles la mayor parte de su ética. El objetivo de la ética consiste en investigar cuáles son el bien, la perfección y la felicidad que corresponden al hombre, con el fin de ajustar a ellos la orientación práctica de la conducta. Para Aristóteles es fundamental conocer la naturaleza de la virtud porque es necesaria para llegar a conseguir la felicidad.

Aristóteles considera al hombre como un compuesto sustancial integrado por dos principios distintos: cuerpo o materia y alma o forma. El hombre como compuesto es un sujeto de pasiones, potencias y hábitos. Las pasiones y los hábitos son las cualidades adquiridas, que ponen al sujeto en buena o mala disposición para sentirlas. Los vicios y las virtudes son hábitos. En el compuesto humano, el cuerpo no es sujeto de la virtud, sino su soporte material. La virtud reside siempre en el alma, pues necesita conocimiento, deliberación y libertad para regir la actividad. Las características que Aristóteles propone para la virtud son las siguientes:

  • La virtud es un hábito adquirido: No brota espontáneamente de la naturaleza. Requiere un largo aprendizaje y a veces una fuerte lucha para vencer las inclinaciones torcidas y someterlas a la razón.
  • La virtud es un hábito voluntario: Es un hábito libre y voluntario que implica un acto de deliberación y de elección en el que intervienen la inteligencia y la voluntad.

Las virtudes morales se fundamentan en el justo medio, entre los extremos, pues el exceso y el defecto son propios del vicio. Por ejemplo, el valor es el justo medio entre la cobardía y la temeridad.

El justo medio significa el buen juicio de un hombre prudente y sensato que juzga de acuerdo con la recta razón y con la experiencia. Es el criterio medio de los actos humanos virtuosos que buscan el justo medio.

Aristóteles divide el alma en dos partes: una irracional, que es el sujeto de las virtudes éticas o morales, y otra racional, en la cual se fundan las virtudes dianoéticas o intelectuales.

A) Virtudes Dianoéticas o Intelectuales: Son las virtudes que llevan a la perfección del alma racional: Ciencia, Sabiduría y Prudencia.

B) Virtudes Morales o Éticas: Son aquellas mediante las que dominamos y sometemos el alma irracional. Son las virtudes de la conducta práctica y se adquieren mediante el hábito: Templanza, Fortaleza y Justicia.

2.2. La Felicidad (Eudaimonía)

La felicidad del hombre está íntimamente relacionada con el tema de la ética. La ética de Aristóteles es finalista. Toda acción humana está destinada a conseguir algún bien al que van unidos el placer y la felicidad. Hay muchos bienes individuales que son dignos y aceptables, como la virtud, el entendimiento, la salud, el valor, etc. Todos ellos producen felicidad en el hombre, pero existen muchos hombres para quienes la felicidad es el placer, el honor y el éxito.

Aristóteles afirma que tiene que haber un bien supremo capaz de hacer feliz al hombre. Este bien supremo coincide con la felicidad y consiste en perfeccionar al hombre en cuanto hombre, es decir, en aquella actividad que distingue al hombre de todos los demás seres, y esta actividad es la razón. Si la perfección y la felicidad del hombre consisten en obrar conforme a la virtud, es natural que esta actividad corresponda a la virtud más elevada y perfecta, propia de la facultad intelectiva: es la Sabiduría. El hombre alcanza la máxima felicidad cuando, guiado por la inteligencia, se eleva a la máxima contemplación de la realidad divina, donde puede gozar del bien supremo.

3. El Carácter Comunitario del Bien: La Política

Además de las ciencias teóricas, Aristóteles distingue las denominadas ciencias prácticas. A estas pertenece la Ética, que trata sobre la virtud, y la Política, cuyo objetivo es el bien común y el buen gobierno de la ciudad.

3.1. La Comunidad Política

Para Aristóteles, el hombre es por naturaleza un animal político (zoon politikon), por eso la comunidad política no es artificial. En la misma naturaleza individual de cada hombre hay una tendencia innata a lograr la perfección. Esta no puede lograrla el individuo aislado, necesita de la agrupación con sus semejantes. Las diversas formas de agrupación que propone Aristóteles son:

  1. La familia: Es la unidad social básica que comprende marido, mujer, hijos y esclavos.
  2. La aldea: Asociación social que resulta de la agrupación de varias familias.
  3. La ciudad (polis): Como unidad política que resulta de la agrupación de varias aldeas. La asociación suprema es la ciudad porque es la sociedad perfecta, se basta a sí misma.

3.2. El Bien de la Comunidad Política

El hombre es un ser social y la forma más perfecta de sociedad es la ciudad, una comunidad política compuesta por hombres. El fin de la comunidad política es el bien, y el bien supremo de la ciudad es la felicidad. Se admite que vivir bien y obrar bien es lo mismo que ser feliz. Esta tarea constituye el bien individual y comunitario.

3.3. El Fin Específico de la Ciudad: El Bien Común

En Aristóteles no existe una distinción clara entre el bien individual y el bien común. El bien comunitario de todos los ciudadanos no lo entiende más que para los ciudadanos libres, solo es propia de guerreros, magistrados y sacerdotes. Es, por tanto, un ideal político aristocrático y limitado.

3.4. Formas de Gobierno

El Estado puede asumir diversas formas, es decir, distintas constituciones, la estructura que ordena la ciudad. El gobierno puede ser ejercido por un solo hombre, por unos pocos o por muchos. El gobierno recto es aquel en que prima el bien común por encima de los intereses.

Aristóteles distingue entre:

  • Gobierno de uno solo: Monarquía.
  • Gobierno de varios: Aristocracia.
  • Gobierno de la clase media: Politeia (que es el término medio).

Estas tres formas de gobierno pueden generar corrupción cuando los intereses individuales priman sobre el bien común:

  • La Monarquía se transforma en Tiranía.
  • La Aristocracia en Oligarquía.
  • La Politeia en Democracia.

Para Aristóteles, la ciudad perfecta deberá poseer determinadas cualidades que denominaremos «Media humana»: no debe estar demasiado poblada ni con poca gente. En su edad juvenil, los ciudadanos serán guerreros, pasarán a consejeros y en la ancianidad se convertirán en sacerdotes. Será necesario, mediante la adecuada educación, hacer de cada uno lo más virtuoso posible. Hay que llevar a cabo el trabajo, hacer frente a la guerra, y hacer las cosas necesarias y útiles, pero aún más se vuelve necesario vivir en paz, practicar el libre ocio y la contemplación. Este es el ideal supremo que debe proponerse todo Estado.

El gobierno recto es aquel en que prima el bien común por encima de los intereses. Aristóteles distingue entre el gobierno de uno solo o Monarquía, el de varios o Aristocracia y la Politeia o gobierno de la clase media, que es el término medio. Estas tres formas de gobierno pueden generar corrupción cuando los intereses individuales priman sobre el bien común: la Monarquía se transforma en Tiranía, la Aristocracia en Oligarquía y la Politeia en Democracia. Para Aristóteles, la ciudad perfecta deberá poseer determinadas cualidades que denominaremos «Media humana»: no debe estar demasiado poblada ni con poca gente. En su edad juvenil, los ciudadanos serán guerreros, pasarán a consejeros y en la ancianidad se convertirán en sacerdotes. Será necesario, mediante la adecuada educación, hacer de cada uno lo más virtuoso posible. Hay que llevar a cabo el trabajo, hacer frente a la guerra, y hacer las cosas necesarias y útiles, pero aún más se vuelve necesario vivir en paz, practicar el libre ocio y la contemplación. Este es el ideal supremo que debe proponerse todo Estado.