La Constitución de 1812: “La Pepa” y el Nacimiento del Liberalismo Español
Durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), en el marco de la revolución política contra el reinado de José I Bonaparte —quien se amparaba en el Estatuto de Bayona, una carta otorgada que establecía un nuevo marco legal—, surgieron nuevas instituciones que otorgaban legitimidad al pueblo español: las juntas. Estos organismos de ámbito local y provincial estaban compuestos por ilustrados, militares, clérigos y otras personalidades elegidas por los ciudadanos. La necesidad de coordinación dio lugar a la creación de juntas locales y provinciales y, más tarde, a una Junta Suprema Central en Aranjuez. Este órgano de gobierno, creado por los resistentes españoles a la ocupación napoleónica en 1808, tenía la misión de coordinar las acciones de las juntas provinciales. La Junta organizó una consulta al país y puso en marcha una convocatoria de Cortes para contrarrestar el poder de José Bonaparte. Convocadas en Cádiz, única ciudad que resistía el asedio francés con la ayuda de Gran Bretaña, se reunieron unos 330 diputados, acordando que las cortes serían unicamerales y no estamentales. Se inauguraron en septiembre de 1810.
Las Cortes aprobaron una serie de leyes y decretos, así como la primera Constitución de la España contemporánea, promulgada el 19 de marzo de 1812 y conocida popularmente como “La Pepa”. Este texto sentó las bases de un nuevo sistema liberal y puso fin al Antiguo Régimen. Constituyó la primera ley fundamental aprobada por un Parlamento nacional en la historia de España, y sus principios básicos se inspiraban en la Constitución de la Revolución francesa de 1791.
Características Esenciales de la Constitución de Cádiz
- Derechos y libertades: La Constitución de 1812 recogía los principales derechos individuales del ciudadano (petición, educación y propiedad), libertades civiles (pensamiento, opinión e imprenta) e igualdad jurídica y fiscal a través del reparto proporcional de los impuestos. Además, se garantizaba la seguridad individual mediante la inviolabilidad del domicilio, derechos penales y la abolición de la tortura.
- División de poderes: La estructura del Estado correspondía a una división estricta de poderes: el legislativo recaía en las Cortes unicamerales; el ejecutivo, en el rey y su Gobierno; y el judicial, en los tribunales de justicia. Esto garantizaba la independencia entre los distintos poderes del Estado.
- Soberanía nacional: Se establecía el principio de soberanía nacional, según el cual el poder reside en la nación.
- Sufragio: Se implantó el sufragio universal masculino indirecto. Los electores (hombres mayores de 25 años) no elegían directamente a los diputados, sino a unos representantes que se encargaban de ello en diversas instancias (parroquia, municipio y provincia).
- Igualdad ante la ley: Se preveía la elaboración de códigos únicos en materia civil, criminal y comercial, lo que suponía el fin de los privilegios estamentales.
- Organización territorial: El Estado se organizaba en provincias y municipios, gobernados por diputaciones y ayuntamientos electivos.
- Derecho de representación: Surgió un nuevo derecho de representación, ya que los diputados representarían a los ciudadanos de la nación y no a los estamentos.
- Milicia Nacional: Se creó la Milicia Nacional, un cuerpo armado civil e independiente del Ejército, encargado de defender la nación y, por extensión, la Constitución. También se estableció la obligatoriedad del servicio militar.
- Confesionalidad del Estado: Se reconocía la confesionalidad católica del Estado y se prohibía la libertad de culto, imponiendo el catolicismo como religión oficial y única, en una clara concesión del sector liberal al absolutista.
En conclusión, la Constitución de 1812 fue un hito de relevante importancia, al ser la primera constitución liberal de España. Representó el primer intento serio de racionalizar el Estado y el ejercicio del poder sobre la base de los principios del liberalismo. Fue reinstaurada posteriormente durante el Trienio Liberal y ejerció una notable influencia en América.
La Independencia de las Colonias Americanas: Causas y Desarrollo
En el primer tercio del siglo XIX, con la independencia de casi todas sus colonias americanas, el Imperio español llegó a su fin y España dejó de ser una potencia mundial. La crisis política vivida por el Estado español desde 1788 afectó profundamente a las colonias, pues las autoridades americanas no acataron la monarquía de José I y formaron sus propias juntas. En consecuencia, se inició una guerra colonial que se extendió por todo el continente a partir de 1816. En 1824, la victoria de Bolívar en Ayacucho hizo irreversible la independencia y la constitución de nuevas repúblicas.
La emancipación de las colonias americanas fue protagonizada fundamentalmente por los criollos (descendientes de españoles nacidos en América), quienes pretendían liberarse de las restricciones y del monopolio comercial impuestos desde España.
Causas del Proceso de Independencia
Causas internas
- El vacío de poder generado por la invasión francesa, que rompió el contacto directo con América.
- El descontento de la burguesía criolla por su marginación político-administrativa del gobierno de sus propios países.
- La carga de fuertes impuestos que solo beneficiaban a la metrópoli.
- El monopolio comercial y económico de España, que perjudicaba los intereses de las élites criollas.
Causas externas
- El influjo de las ideas de la Ilustración.
- El ejemplo de la independencia de las trece colonias norteamericanas (1776) y la Revolución Francesa (1789).
- La aniquilación de la flota española en la batalla de Trafalgar (1805), que dejó a América desprotegida.
- La Guerra de la Independencia española, que permitió la puesta en marcha del proceso emancipador.
Fases del Proceso de Independencia
- Periodo de Regencia (1810-1814): Se reproduce el fenómeno juntista en las colonias americanas, impulsado por el descontento ante la escasa representación concedida en las Cortes de Cádiz. Aunque estas consideraron las colonias como territorio español y reconocieron los derechos de los criollos, estos no aceptaron la autoridad de José Bonaparte y crearon juntas desvinculadas de la Junta Suprema Central. En 1809 se fundaron juntas en Buenos Aires y Caracas, y la de Quito proclamó la soberanía del pueblo. En esta fase se independizan Paraguay (1811) y las Provincias Unidas del Río de la Plata (parte de Argentina).
- El Sexenio Absolutista (1814-1820): Finalizada la Guerra de la Independencia, el gobierno de Fernando VII, en lugar de buscar un acuerdo, respondió con el envío de un numeroso ejército. El retorno del absolutismo sofocó muchos conatos independentistas, pero el proceso avanzó en Colombia y el Cono Sur. Se independizan Chile, con el general José de San Martín, y en el Virreinato de Nueva Granada, Simón Bolívar derrota a los españoles en Boyacá y Carabobo, fundando la Gran Colombia (1821), que más tarde se dividiría en Colombia, Venezuela y Ecuador.
- El Trienio Liberal (1820-1823): El pronunciamiento de Riego en Cádiz (1820) impidió la partida de tropas de refuerzo hacia América, dejando aisladas a las fuerzas realistas. Este debilitamiento del poder militar español impulsó el proceso libertador. Se independizan México con el general Iturbide (1821), las Provincias Unidas de Centroamérica, la parte venezolana de la Gran Colombia y Perú, liderado por San Martín.
- La Década Ominosa (1823-1833): La victoria de Bolívar en la batalla de Ayacucho (1824) emancipó Perú y Bolivia, haciendo irreversible la independencia de las nuevas repúblicas. Con la finalización del proceso, comienza la formación de los estados nacionales a partir de la división de las grandes áreas creadas por los libertadores. También se independiza la República Oriental del Uruguay.
Tras este proceso, España perdió todas sus colonias continentales americanas, conservando únicamente Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que perdería definitivamente en 1898 tras la firma del Tratado de París.
El Sistema de la Restauración: La España de Cánovas del Castillo
La Restauración borbónica es el período que abarca desde el 30 de diciembre de 1874, con la proclamación de Alfonso XII como rey tras el pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto, hasta el 13 de septiembre de 1923, con el golpe de Estado del general Miguel Primo de Rivera. Esta etapa supuso la vuelta de la monarquía liberal (basada en la soberanía compartida) y el retorno al poder de la burguesía conservadora, con la exclusión de carlistas y republicanos. El artífice e ideólogo de este sistema fue el primer ministro Antonio Cánovas del Castillo, cuyo objetivo era construir un sistema político estable y sólido que superara el desorden y la inestabilidad del siglo XIX español. Para ello, elaboró una constitución, vertebró un sistema basado en el bipartidismo y pacificó el país poniendo fin a la guerra de Cuba y al conflicto carlista.
La Constitución de 1876: El Marco Jurídico
La plasmación jurídica del régimen fue la Constitución de 1876, un texto de corte moderado y conservador, inspirado en los valores tradicionales de la monarquía, la religión y la propiedad. Sus características principales eran:
- Soberanía compartida entre las Cortes y el rey, con amplias competencias para la Corona.
- Cortes bicamerales, formadas por el Senado y el Congreso de los Diputados (de carácter electivo).
- Confesionalidad católica del Estado.
- Una amplia declaración de derechos, aunque su concreción mediante leyes posteriores tendió a restringirlos.
El Bipartidismo y el Turno Pacífico
Cánovas diseñó un sistema político bipartidista basado en la existencia de dos grandes partidos dinásticos que se alternarían en el poder de forma pacífica. Estos eran:
- El Partido Conservador, liderado por el propio Cánovas, de carácter moderado y apoyado por las clases altas.
- El Partido Liberal, liderado por Práxedes Mateo Sagasta, de orden progresista y apoyado por la burguesía industrial y la población urbana.
El resto de los partidos (carlistas, republicanos, etc.) quedaron marginados como oposición al sistema. Cánovas estableció el llamado “turno pacífico” o “turno a la inglesa”, con el fin de garantizar la estabilidad. Cuando el partido en el gobierno sufría un desgaste político, el monarca llamaba al jefe de la oposición para formar gobierno y se convocaban elecciones. Sin embargo, el desastre de 1898 y el asesinato de Cánovas en 1897 desgastaron profundamente a los partidos dinásticos.
La Realidad del Sistema: Caciquismo y Fraude Electoral
Todo el engranaje político ideado por Cánovas era, en realidad, una farsa. Las elecciones no eran libres, sino que estaban manejadas desde el poder, y el turno de partidos se pactaba de antemano. Una vez acordado el cambio, se convocaban elecciones y se amañaban para que arrojaran resultados favorables al nuevo partido gobernante. Este fraude se sostenía sobre un entramado de corrupción protagonizado por la figura del cacique.
Dado el analfabetismo generalizado y el férreo control que los caciques y notables ejercían en los pueblos, estos controlaban los votos mediante métodos como:
- El “pucherazo”: cualquier tipo de fraude electoral, desde incluir votos de fallecidos hasta impedir la entrada de votantes opositores al colegio electoral.
- El “encasillado”: práctica por la cual el Ministerio de la Gobernación rellenaba las casillas de los distritos electorales con los nombres de los candidatos que el Gobierno ya había decidido que saldrían elegidos.
En conclusión, el sistema político de la Restauración era una fachada institucional que ocultaba el verdadero control del poder por parte de una reducida oligarquía económica y política.