El Reinado de Felipe IV y la Política del Conde-Duque de Olivares
El reinado de Felipe IV (1621-1665) fue un período muy agitado, en el que la crisis y decadencia española tocaron fondo. Los reyes de esta época se desvincularon de su gobierno y cedieron sus funciones a sus validos, ministros principales y consejeros que gobernaban en nombre del monarca. Su valido, el Conde-Duque de Olivares, llevó a cabo una política caracterizada por su autoritarismo y centralización.
Centralización y Reformas Económicas
En este sentido, pretendió unir a todos los reinos en un solo Estado común (monarquía unitaria), con las mismas leyes e instituciones, siguiendo el modelo castellano que permitía un mayor poder real. En el ámbito fiscal y con el objetivo de potenciar la economía, Olivares implementó una serie de medidas:
- Prohibición de la acuñación de monedas para evitar la inflación.
- Adopción de una política mercantilista (vender lo máximo y comprar lo mínimo), implantando aranceles.
- Propuesta de venta de cargos de nobleza o de corregidores.
- Establecimiento de la Red de Erarios (banco estatal) para lograr financiación propia sin depender de préstamos de bancos internacionales.
La Unión de Armas y la Guerra de los Treinta Años
Todas estas medidas económicas tenían una finalidad militar: recaudar la mayor riqueza posible para participar en guerras y financiar ejércitos. Así, el decreto de la Unión de Armas (1626) buscaba que cada reino contribuyera con hombres y dinero para las guerras en la misma medida que Castilla, con el fin de crear un ejército permanente. En esta época, Europa se encontraba inmersa en la Guerra de los Treinta Años.
Conflictos Internos y la Crisis de la Monarquía Hispánica
Estas medidas produjeron un gran impacto en las Cortes Catalanas, que no estaban dispuestas a financiar una guerra contra Francia. Como represalia, el Conde-Duque de Olivares decidió trasladar la guerra a Cataluña. Según las costumbres de la época, los campesinos debían acoger y alimentar a los soldados en sus casas. Este contacto fue nefasto y provocó numerosos roces y enfrentamientos entre el ejército y la población civil, lo que dio inicio a una serie de revueltas.
La Sublevación de Cataluña (1640-1652)
La sublevación comenzó con la entrada de los segadores armados en Barcelona durante el Corpus de Sangre (7 de junio de 1640), debido a los abusos cometidos por el ejército real, y donde fue asesinado el virrey de Cataluña. El conflicto duró más de diez años y finalizó con la rendición de Barcelona al ejército real.
Otros Levantamientos y la Independencia de Portugal
Otros motines y tentativas se multiplicaron por todos los reinos, aunque no fueron efectivos:
- El Motín de la Sal en Vizcaya.
- El intento secesionista de Andalucía (el Duque de Medina Sidonia quiso proclamarse rey).
- El del Duque de Híjar, quien quería proclamarse rey de Aragón.
- Graves levantamientos en Nápoles y Sicilia.
De todos estos levantamientos, el único que triunfó fue el de Portugal. Ante la grave situación en Cataluña, Olivares solicitó tropas a Portugal; no solo se negaron, sino que iniciaron su propia revuelta independentista, encabezada por el Duque de Braganza. El levantamiento contó con el apoyo de Francia, Holanda e Inglaterra. España reconoció la independencia de Portugal mediante el Tratado de Lisboa (1668).
En definitiva, esta crisis manifestó el enfrentamiento entre dos formas de concebir la unidad de España: el centralismo y el foralismo (doctrina política que aspira a restaurar los antiguos fueros locales o leyes tradicionales de los distintos territorios de España), lo que conllevó a la destitución del Conde-Duque de Olivares en 1643.
El Auge de los Nacionalismos Periféricos en la Restauración
En el último cuarto del siglo XIX (periodo de la Restauración), comenzaron a emerger en Europa y, consecuentemente, en España, movimientos de carácter regionalista o nacionalista. Grupos de intelectuales, políticos, periodistas y empresarios comenzaron a proponer en ciertas regiones españolas (inicialmente en Cataluña, País Vasco y Galicia, y más tarde en otras) políticas contrarias al uniformismo y al centralismo estatal.
Los primeros movimientos nacionalistas nacieron en Cataluña, donde a lo largo del siglo XIX se había producido un crecimiento económico superior al de cualquier otra región española y el auge de una burguesía que defendía esta ideología nacionalista. Estos movimientos partían de la idea de que Cataluña y el País Vasco eran naciones con derecho a constituirse como Estados, basándose en sus diferencias o regionalismos (idioma, leyes históricas o fueros, cultura, tradiciones propias). Su intensidad variaba enormemente, yendo desde el autonomismo al independentismo. Sin embargo, el objetivo principal era conseguir estatutos de autonomía, que no se verían cumplidos hasta después de la Restauración, salvo en el caso de la Mancomunidad Catalana.
El Nacionalismo Catalán: Enric Prat de la Riba y las Bases de Manresa
El primer texto es de Enric Prat de la Riba, destacado nacionalista catalán (quien pretendía la autonomía y el reconocimiento de la importancia de Cataluña en el Estado), abogado y político conservador. Participó en los partidos Unión Catalanista y Lliga Regionalista, además de intervenir en la redacción del primer manifiesto catalanista, las «Bases de Manresa», en el que se exponían las competencias que debería asumir Cataluña:
- El catalán se convertiría en lengua oficial.
- Acuñación de moneda propia.
- El gobierno catalán tendría competencias en materia de orden público y justicia.
- Acceso a los empleos públicos en Cataluña para los nacidos o naturalizados en este territorio.
- Implementación de una política proteccionista que protegiera los intereses económicos de los industriales catalanes.
Prat de la Riba alude en el texto al principio básico del nacionalismo catalán: Cataluña aspiraba a convertirse en una nación y tener un Estado propio, aunque dentro de la «nacionalidad ibérica» de un Estado español federal, sin aspirar a la independencia. Llegó a afirmar, de hecho, que el nacionalismo catalán nunca había sido separatista. Consideraba que el nacionalismo era el camino que llevaba al progreso. La burguesía y el campesinado catalán apoyaron esta corriente, mientras que el proletariado optó por el anarquismo.
El Nacionalismo Vasco: Sabino Arana y el PNV
El segundo texto es de Sabino Arana, fundador del nacionalismo vasco y del Partido Nacionalista Vasco (PNV), quien manifestó una clara ideología xenófoba y antiespañola (denominaba «maketos» a los emigrantes españoles que trabajaban en el País Vasco). El ideario de Arana se basaba en la defensa de la integridad cultural y étnica del pueblo vasco, puesta en peligro por la abolición de los fueros y la industrialización de finales de siglo, que provocó una importante inmigración de población no vasca.
A diferencia del nacionalismo catalán, el nacionalismo de Sabino Arana carecía de una base literaria sólida, al estar la lengua vasca escasamente presente en textos poéticos o novelísticos. Arana dedicó parte de su tiempo a normalizar y estructurar el euskera. Los rasgos distintivos del nacionalismo vasco eran: la raza, las costumbres, el antiespañolismo y un profundo catolicismo. Sus ideas fueron fundamentalmente apoyadas por las clases medias y los campesinos, mientras que la burguesía industrial y financiera abrazó el socialismo. El nacionalismo vasco propugnaba desde un principio la independencia política. Sin embargo, esta posición se fue moderando hacia el autonomismo, especialmente desde que Sabino Arana fue elegido diputado provincial.
El Movimiento Obrero en España: Anarquismo y Socialismo
El movimiento obrero adquirió madurez y organización a partir del Sexenio Democrático (1868-1874). Las dos corrientes ideológicas más destacadas en España fueron el anarquismo y el socialismo, que se expandieron masivamente entre el proletariado y el campesinado. Durante la Restauración, fueron duramente reprimidas, aunque vieron la luz tras la Constitución de 1869.
El Anarquismo: Corrientes y Manifestaciones
El anarquismo fue la ideología predominante entre los obreros. Fue introducida durante el Sexenio Democrático por el italiano Giuseppe Fanelli, discípulo de Mijaíl Bakunin, fundador del anarquismo. Se dividió en dos corrientes principales, en parte debido a la proliferación de atentados causados por algunos activistas:
Anarquismo Radical
- Se centraba en la captación rápida de seguidores y la acción terrorista.
- Su oposición a toda forma de poder y su violencia contra las élites sociales los convirtieron en una amenaza, por lo que fueron perseguidos y operaron en la clandestinidad.
- Destacó entre los obreros catalanes y el campesinado andaluz (donde surgió la organización secreta Mano Negra, acusada de asesinatos).
Anarcosindicalismo
- Se centraba en la acción de masas y aspiraba a una revolución social a medio plazo.
- Crearon organizaciones sindicales como Solidaridad Obrera (1907) y la CNT (Confederación Nacional del Trabajo, 1910).
- Fueron mayoritarios en Cataluña.
El Socialismo: Fundación del PSOE y la UGT
El otro gran movimiento, el socialismo, era hasta la Restauración (1874) un conjunto de núcleos reducidos de seguidores de las ideas de Karl Marx.
En 1879, sin embargo, Pablo Iglesias fundó el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) como partido de clase que defendía los derechos del proletariado, mezclando el ideario marxista con la aspiración de acceder al poder por la vía democrática. El socialismo tuvo mayor peso en Extremadura, la actual Castilla-La Mancha y, especialmente, en Madrid. Desde aquí se extendió a los núcleos mineros e industriales de la periferia asturiana, vizcaína y valenciana.
En 1888 se creó un sindicato de orientación socialista, la UGT (Unión General de Trabajadores), que, a diferencia de los anarquistas, era partidaria de participar en el sistema y se preocupaba por mejoras laborales (salarios, horarios, condiciones de trabajo). Para sus reivindicaciones laborales, escogieron la huelga como principal herramienta. Los socialistas también crearon su propio diario (El Socialista), sus sedes (Casas del Pueblo) y un seguro médico para sus afiliados (Mutualidad Obrera). A partir de 1891, el PSOE concentró sus esfuerzos en la política electoral. Pero, tras obtener malos resultados, en 1910 se inició la colaboración con los republicanos, formando la Conjunción Republicano-Socialista, lo que incrementó su número de votantes.