Cual es el propósito de la Generación del 27 facts

Me busco y no me encuentro.
Justificación del carácter literario del texto

Vemos cómo el yo del poeta se canaliza rítmicamente con el reiterado uso de formas
verbales en primera persona y en presente de indicativo al comienzo de varios versos
seguidos: “busco” (v. 1), “Rondo” (v. 2), “interrogo” (v. 3), “no acierto” (v. 4),
“encuentro” (v. 5), “voy” (v. 6). Aquí hay, en cierto modo, un intento de paralelismo
sintáctico y, a la vez, de enumeración. También encontramos un efecto rítmico con la
aliteración del sonido “r”, repetido en los verbos “Rondo” (v. 2), “interrogo” (v. 3) y
“acierto” (v. 4), lo que le da fuerza al arranque del poema.
Llama la atención, por otra
parte, el recurso del polisíndeton en el verso
8: “tierra, ni esencia, ni armónía”; y del
asíndeton en el verso 9: “fruto, sonido, creación, universo”.
En el plano semántico o de significado, destacan algunas metáforas: “oscuras
paredes de mí misma” (v. 2: el alma o el espíritu triste de la poeta); “tinieblas” (v. 6:
incertidumbre, tristeza); “noche de todas las esquinas” (v. 7: tristeza en toda su vida
interior); “tierra”, “esencia”, “armónía” (v. 7: fecundidad); “fruto”, “creación” (v. 8:
hijo); “herida” (v. 11: dolor). Además, hay una personificación y al mismo tiempo un
encabalgamiento en la frase “este desalentado y lento desgranarse / que convierte en
preguntas todo cuanto es herida” (versos 10 y 11).
La simbología clásica presente en estos versos tiene que ver con el concepto de
‘naufragio personal’, ‘inseguridad’ (“tinieblas”, “noche”) y con el de ‘fecundidad’
(“tierra”, v. 8, “fruto, sonido, creación, universo”, v. 9).
Todos estos rasgos demuestran que el texto es un poema y que por tanto pertenece al
género de la Lírica. A primera vista se aprecia la función poética en tanto que está
escrito en verso y exterioriza los sentimientos y las emociones del yo poético; de ahí
que, al mismo tiempo, destaque el uso de la función expresiva, remarcada con el uso de
la primera persona del verbo: “busco” (v. 1), “encuentro” (vv. 1 y 5), “rondo” (vv. 2 y
12), “interrogo” (v. 3), “acierto” (v. 4), “voy” (v. 6), “pude” (v. 8). También están los
pronombres personales de primera persona: “me” (vv. 1 y 5) y “mí” (vv. 2, 5 y 12), y
los determinantes posesivos “mi” y “mis” (vv. 4 y 13).
Comprobamos cómo en “Me busco y no me encuentro”, partiendo de un molde
clásico, se busca la libertad expresiva mediante la ruptura de la métrica tradicional y la
combinación de imágenes e ideas intuitivas. Los cinco primeros versos parecen
conformar una lira, pero con una innovadora alternancia de heptasílabos (versos 1 y 5) y
alejandrinos (versos 2, 3 y 4). Del sexto hasta el final, el poema avanza con versos
alejandrinos agrupados en dísticos o pareados, pero sólo hay rima (asonante) entre los
versos 7, 8, 11 y 12. El resto lo conforman versos blancos, es decir, sin rima.
Este poema genera su propio código de comunicación con imágenes
extraordinariamente poderosas y misteriosas que fuera de los versos no tendrían la
misma capacidad de sugerir sensaciones y emociones íntimas en el lector. Guarda
relación con dos corrientes, la una literaria y la otra de pensamiento, que influyeron en
la vida y en la obra de Josefina de la Torre. En primer lugar, vemos huellas de la

estética de la generación del 27, a la que pertenecíó la autora canaria. En segundo, hay
elementos que recuerdan al pensamiento existencialista europeo del medio siglo.
La estética del 27 aflora con la claridad y fluidez expresiva, así como con las
imágenes originales y cerebrales. En este sentido, la metáfora es esencial para sostener
el poema (en “Me busco y no me encuentro”, el propio “yo” de la autora aparece
identificado con una vivienda oscura y vacía, con paredes desnudas, que ella misma
recorre a tientas). Algunas imágenes, de enorme belleza y significación, adquieren valor
simbólico, como “tinieblas” y “noche” (representan la tristeza y la incapacidad del ser
humano para verse a sí mismo tal como es), “tierra”, “armónía”, “fruto”, “creación”,
etc. (simbolizan la fecundidad, la fertilidad femenina).
Por otra parte, se presenta también la visión pesimista del existencialismo (que se
impone después de la devastadora experiencia de la guerra). Los existencialistas se
centraron en el análisis de la condición humana, las emociones y el significado de la
vida. Sosténían que el punto de partida del pensamiento debe ser el individuo y sus
experiencias subjetivas. Sobre esta base, consideraban que la moral y la ciencia no
bastan para entender la existencia humana. Sus grandes preguntas son: ¿qué sentido
tiene la vida?, ¿para qué o por qué existimos? Y ¿es posible la libertad total? Josefina de
la Torre está influida por esta corriente, y por eso sus versos se potencian con metáforas
y personificaciones que transmiten la idea de búsqueda interior y el sentimiento de
desencanto (“este desalentado y lento desgranarse / que convierte en preguntas todo
cuanto es herida”).