El Contexto Filosófico y Científico de René Descartes
La vida de René Descartes coincide con el final del Renacimiento. Desde el punto de vista filosófico, podemos afirmar que Dios había dejado de ser el centro de la preocupación filosófica, a diferencia de lo que ocurría en la Edad Media. El hombre se convierte en el objeto principal de la filosofía y, especialmente, los temas relacionados con el conocimiento.
La escolástica medieval, basada en el realismo aristotélico, entra en crisis principalmente a causa del Nominalismo de Ockham, que supone la ruptura entre fe y razón. Este es el contexto en el que Descartes es considerado el fundador y principal representante de la corriente racionalista.
Esta corriente toma como referencia la Revolución Científica, que se inicia con la astronomía. El geocentrismo, vigente desde la Antigüedad, comienza a ser sustituido por el modelo heliocéntrico de Copérnico, perfeccionado por Kepler y Galileo, al que se adhirieron los mejores pensadores de la época, incluido Descartes. Esta nueva astronomía concebía una única realidad, en contraste con la concepción dominante desde Aristóteles, que distinguía entre realidad infralunar y supralunar. Al unificar la realidad, toda ella puede ser estudiada bajo las mismas leyes y con el mismo método.
El método matemático utilizado por la nueva ciencia influye de forma decisiva en Descartes. Además, como su propio nombre indica, los racionalistas conceden a la razón (el conocimiento teórico) una importancia radical, aceptando el innatismo de los principios esenciales del conocimiento y despreciando el conocimiento sensorial como fuente fiable.
Leibniz, Spinoza y, por supuesto, el propio Descartes son los principales representantes del Racionalismo. Históricamente, el Racionalismo encuentra su oposición en el Empirismo británico de Locke y Hume. Ellos, y especialmente Hume, representan la oposición radical a la filosofía cartesiana, fundando una corriente que rechaza la existencia de ideas innatas y sitúa en la información sensorial la fuente y el límite del conocimiento humano.
La Demostración de la Existencia de Dios en Descartes
Este texto, perteneciente a la cuarta parte del Discurso del Método, aborda la demostración de la existencia de Dios. Descartes, tras encontrar la primera verdad y el criterio de verdad, y con el fin de vencer el solipsismo, acomete esta tarea mediante tres argumentos:
Los Tres Argumentos Cartesianos para la Existencia de Dios
- Gnoseológico o primer argumento causal: Si soy imperfecto pero tengo la idea de un ser perfecto, y esta idea es innata, ha tenido que ser puesta en mí por un ser perfecto.
- Causal: La causa de la idea de un ser perfecto tiene que ser un ser perfecto.
- Ontológico: Argumento que Descartes toma de San Anselmo.
El Argumento Ontológico Detallado
En este texto se desarrolla el argumento ontológico. Descartes argumenta que, cuando piensa en un triángulo, piensa en una figura que tiene tres ángulos, pero en esta figura no está implícita su existencia. En cambio, cuando piensa en Dios, piensa en lo más perfecto. Lo perfecto ha de poseer todas las cualidades, incluida la existencia. Por tanto, Dios tiene que existir, porque de lo contrario cabría pensar en algo igual de perfecto que Dios y que, además, existiera.
Tras demostrar la existencia de Dios, Descartes demostrará la existencia del mundo y afirmará que, en rigor, la única sustancia que existe por sí misma es Dios.
El Hallazgo de la Primera Verdad: “Pienso, Luego Existo”
El tema fundamental de este texto es el hallazgo de la primera verdad: «Pienso, luego existo» (Cogito, ergo sum). A pesar de la existencia de la duda, es indudable que si pienso, existo. Por tanto, la existencia del yo es el primer principio cierto.
Tras la aplicación universal de la duda metódica, ¿qué le queda a Descartes? La duda misma. Y ¿qué es la duda? Una actividad del pensar. Luego, si dudo, hay algo de lo que no puedo dudar: que estoy pensando. Y si estoy pensando, hay alguien que piensa: ese soy yo.
La evidencia de la formulación «Pienso, luego existo» le parece a Descartes tan fuerte que ni siquiera los escépticos pueden negarla. A partir de aquí, construirá su sistema filosófico, siguiendo un orden deductivo, tal y como se indica en la tercera regla de su método.
Ideas Clave sobre el Cogito Cartesiano
- La duda metódica como punto de partida: Descartes parte de la duda universal, expresada en la frase «…mientras deseaba pensar que todo era falso». Esta duda es una exigencia de su método, siguiendo la primera regla: «…admitir como verdadero solo lo que sea evidente…». Su objetivo es encontrar un conocimiento verdadero e indudable.
- El cogito como primera verdad: El pensamiento y, por tanto, el «yo pienso», se revela como la verdad más importante de todas y se convierte en el primer principio que buscaba.
- Criterio de verdad: Claridad y distinción: La razón por la que el cogito se revela como verdad es su cualidad de ser «firme y segura». Esta firmeza y seguridad será posteriormente el criterio de verdad para conocer otros principios en su filosofía: lo claro y distinto.
- Distinción del escepticismo: Con el hallazgo de esta primera verdad, Descartes se separa de los escépticos, quienes, al igual que él, parten de la duda, pero permanecen en ella. Descartes no es escéptico, pues ha encontrado una verdad indudable.
La Naturaleza del Yo como Sustancia Pensante
Este texto, perteneciente a la cuarta parte del Discurso del Método, plantea como tema fundamental la naturaleza del yo, la cual consiste fundamentalmente en el pensamiento y cuya existencia es evidente a partir del ejercicio de la duda. Esta sustancia, para existir, no necesita de cosa material, y Descartes la identifica con el alma, distinguiendo así el pensamiento (alma) del cuerpo.
Deducción de la Naturaleza del Yo
Seguidamente, al constatar la indudabilidad de su propia existencia («yo era»), Descartes examina con atención qué es el yo. Se trata de una deducción de la naturaleza del yo, aplicando la segunda y tercera reglas de su método (análisis y síntesis). Para deducir la naturaleza del yo, Descartes tiene en cuenta lo que ha puesto previamente en duda (la existencia de la materia, del lugar, del cuerpo) y lo que resulta indudable (el pensamiento que revela la propia existencia del sujeto que piensa).
Descartes identifica la naturaleza del yo con una sustancia pensante:
- Sustancia: Algo que existe en sí mismo, no dependiendo ontológicamente de lugar alguno o de cosa material alguna (como el cuerpo).
- Pensante: Su naturaleza reside en el pensamiento.
Aquí, Descartes presenta el yo como sustancia, algo que existe en sí mismo, y cuyo atributo esencial es el pensamiento.
El Dualismo Cartesiano: Alma y Cuerpo
Finalmente, Descartes extrae una conclusión sobre el yo como sustancia pensante en relación con la materia (el cuerpo). Esta es una conclusión de carácter antropológico que nos remite al dualismo cartesiano: el yo (sustancia pensante) es el alma, enteramente distinta e independiente del cuerpo (tienen naturalezas opuestas, no depende la una del otro), y es más fácil de conocer que este.
La existencia del alma o sustancia pensante es evidente y resiste a cualquier duda; la existencia del cuerpo no es evidente, debido al ejercicio de la duda metódica. Aunque el cuerpo no exista, el alma no dejará de ser todo lo que es, ni de existir, ni de tener la naturaleza que tiene.
El Método Cartesiano y el Criterio de Verdad
En la segunda parte del «Discurso del Método», Descartes explica cómo será el método que utilizará para la reforma del saber. Concretamente, en este fragmento expone cómo el método nos ayuda a conocer lo claro y distinto, criterio que se puede aplicar a todas las ciencias, puesto que el conocimiento es uno.
Principios del Método Cartesiano
El método cartesiano se caracteriza por:
- Estar inspirado en el método matemático.
- Apoyarse en las facultades naturales de la razón (intuición y deducción).
- Establecer reglas que conducen al conocimiento claro y distinto.
- Promover la unidad en el conocimiento.