El conde Lucanor trabajo

Pedro MACHUCA:


(Toledo 1490- Granada 1550) fue un hidalgo toledano, pintor y arquitecto manierista español. Sus primeros estudios fueron en Italia junto, posiblemente, al gran maestro Miguel Ángel. Otras fuentes aseguran que también tuvo contacto con Rafael. Se caracteriza por su estilo renacentista español y su obra más importante es el Palacio de Carlos V en La Alhambra.                                                                                                                                           

Juan DE HERRERA

(Mobellán, España, 1530-Madrid, 1593) Arquitecto español. Figura típica del Renacimiento, se interésó por todas las ramas del saber y manifestó siempre un espíritu aventurero y un gran afán de novedades. En 1563 pasó a ser colaborador de Juan Bautista de Toledo en la construcción de El Escorial y, a la muerte de éste en 1567, le sucedíó en la dirección de las obras. Sin duda este monasterio fue la gran realización de tan singular arquitecto, cuyo apellido ha dado nombre a un estilo, el herreriano, que siguieron destacados alarifes españoles, sobre todo en el siglo siguiente. Herrera modificó y amplió los planos primitivos e intervino decisivamente en la ornamentación interior de la iglesia y la traza de su fachada, así como en la concepción de la fachada del monasterio. En estas obras se encuentran las líneas maestras de su estilo, basado en la horizontalidad, la uniformidad compositiva y una absoluta sobriedad en la decoración, que se reduce al empleo ordenado de las formas constructivas y las líneas arquitectónicas.

Juan DE Juñí

(Joigny, Francia, h. 1507-Valladolid, 1577) Escultor de origen borgoñón que trabajó en España. Se desconoce prácticamente todo acerca de su período de formación, si bien por sus rasgos estilísticos se supone que se formó en su Borgoña natal y que completó sus conocimientos en una estancia en Italia. Lo seguro es que en 1533 trabajaba en León, y que en lo sucesivo residíó siempre en España (se le considera, de hecho, el gran escultor español del Siglo XVI, junto con Alonso Berruguete). Fue un artista versátil, que trabajó indistintamente la madera y la piedra, el barro cocido y el alabastro, y se dedicó por igual al retablo, la sepultura monumental y las esculturas exenta y decorativa. Sus obras destacan de manera particular por su acentuado dramatismo, que se deriva de los gestos exagerados de los personajes y los acentuados escorzos, y también del tratamiento de los ropajes, que a menudo adquieren gran volumen y se retuercen en pliegues y repliegues que envuelven el cuerpo de las figuras. Estuvo activo en León y Salamanca antes de establecerse en 1540 en Valladolid, donde se conservan sus obras más admiradas, en particular la Virgen de los Cuchillos, en la iglesia vallisoletana de las Angustias, que constituye la culminación de su estilo exaltador de los sentimientos, y el Santo Entierro del Museo Nacional de Escultura, del cual existe otra versión igualmente notable en la catedral de Segovia. De su producción restante, lo más destacado es la decoración en piedra del convento de San Marcos de León y el magnífico retablo mayor de la Antigua de Valladolid, en el que sobresale la escena del Abrazo en la Puerta Dorada.                                                                                                                               

ALONSO BERRUGUETE:

Ya en su tiempo, gozó del reconocimiento de clientes y pueblo. Hijo del pintor Pedro Berruguete, pasó un tiempo en Roma y Florencia, donde conoce a Bramante y Miguel Ángel, cuyas recomendaciones le permiten realizar copias de diversas obras. Sus comienzos fueron como pintor. En 1518 ya se encuentra en España, donde ha obtenido el título de “pintor del rey” Carlos V. Poco después, realiza en Zaragoza el retablo pictórico de la capilla funeraria del Canciller de Aragón. En los años siguientes, recibe otros encargos, como las telas del barco que conducirá al rey a Flandes o la Sacristía de la Capilla Real de Granada. Pero sus trabajos como pintor son un fracaso. Se refugia en Valladolid, donde comenzará su exitosa carrera de escultor de imágenes religiosas. Desde 1523, recibe numerosos encargos, tantos que se ve obligado a crear un taller que dé salida a los pedidos. Berruguete se convierte en un empresario que diseña los proyectos y deja que sus discípulos las terminen. Esto explicaría las incorrecciones de algunas de sus tallas. El éxito le lleva a que el Cardenal Tavera le encargue la mitad de la sillería de la Catedral de Toledo: 35 sitiales en nogal con figuras del Antiguo Testamento. Más tarde recibe el encargo de rematar la silla episcopal que había iniciado Bigarny. Lo hará con el grupo de la Transfiguración. Antes de morir, en 1561, nombraría a Juan de Juñí como su sucesor.                                                                                                                                                 

Pedro BERRUGUETE

Pintor castellano, su mayor aportación consistíó en la introducción del Renacimiento italiano en Castilla. Su aprendizaje artístico lo inició en un ambiente flamenco con Joos van Wassenhove (Justo de Gante) antes de 1497. Puede que viajara a Italia para trabajar en el Palacio Ducal de Urbino, que pertenecía al duque de Montefeltro. Allí hace una serie de retratos como, por ejemplo, el retrato de Sixto IV que se encuentra en París, en el Museo del Louvre. También pinta el retrato de Federico de Montefeltro con su hijo Guidobaldo (Urbino, Palacio Ducal). Después de su estancia italiana, Berruguete regresó a Castilla, donde realizó una serie de temas religiosos. Aparece documentado en Toledo en 1483, lugar en el que decora los muros de la capilla del Sagrario de la Catedral. Vuelve a su población natal y ejecuta el retablo de Santa Ana y la Virgen (1485-1488). En esta fecha vuelve a Toledo y, tras un periodo de silencio documental, trabaja de nuevo en dicha ciudad en 1494. Recibíó un encargo del inquisidor Tomás de Torquemada, realizando el retablo mayor del Convento de Santo Tomás de Ávila. Destaca de este retablo la pintura
Auto de Fe de Santo Domingo de Guzmán que se encuentra en el Museo del Prado. Su última etapa transcurre en Paredes de Nava donde pinta obras como el parcialmente desaparecido retablo de Guaza de 1501. En su pintura destaca la influencia del Renacimiento italiano, en el hecho de querer enmarcar las figuras y las acciones en el espacio, mediante la utilización de la luz y la perspectiva. Cuando vuelve a Castilla, pierde el interés por el detalle y sus figuras se vuelven más sobrias.

Juan GÓMEZ DE MORA

(Madrid, 1586-id., h. 1648) Arquitecto español. Se formó con su tío, Francisco de Mora. El Renacimiento italiano y la obra de Juan de Herrera fueron las dos fuentes en las que se inspiró para sus edificios, ordenados y dominados por la simetría, aunque enriquecidos con una mayor profusión decorativa que los de sus modelos. Trabajó principalmente en Madrid, al servicio de la corte, y fue uno de los grandes arquitectos del Siglo XVII. Entre sus obras maestras se encuentran el convento madrileño de la Encarnación, la Plaza Mayor de Madrid, la Quinta de la Zarzuela y la Clerecía de Salamanca, en la que destaca el trascoro. Aunque las líneas de sus obras son esencialmente clasicistas, por su tendencia al enriquecimiento decorativo sus edificios se consideran de transición al Barroco.


EL GRECO


(Doménicos Theotocópoulos; Candía, hoy Heraklion, actual Grecia, 1541 – Toledo, España, 1614) Pintor español. Aunque nacido en Creta, isla que en aquella época pertenecía a la República de Venecia, El Greco desarrolló su peculiar estilo y la mayor parte de su trayectoria artística en España. Se formó en su isla natal como pintor de iconos, antes de trasladarse a Venecia, donde conocíó la obra de Tiziano y Tintoretto, artistas que, junto con Miguel Ángel, fueron los que más influyeron en su pintura. A partir de 1570, tras una estancia de siete años en Roma, El Greco se trasladó a Toledo por invitación del canónigo Diego de Castilla, quien le encargó un retablo para la iglesia de Santo Domingo el Antiguo. Llevaba diez años en Toledo cuando Felipe II le encomendó una obra para el monasterio de El Escorial; pero El martirio de san
Mauricio no gustó al soberano español, quien ya nunca volvíó a contar con el artista. Ello supuso una decepción enorme para El Greco, ya que aspiraba a convertirse en pintor de corte, pero no entorpecíó su carrera, puesto que era ya un pintor solicitadísimo tanto por los aristócratas como por los eclesiásticos toledanos. No es de extrañar, por tanto, que su obra sea extraordinariamente fecunda. Se conocen algunas de sus creaciones anteriores a su llegada a España, lo cual permite afirmar que El Greco creó su peculiar estilo después de su establecimiento en Toledo, seguramente influido por el fervoroso ambiente religioso de la ciudad. Sus figuras alargadas, pintadas con pincelada fluida, parecen criaturas inmateriales, carentes de solidez física e imbuidas de una intensa espiritualidad. A ello hay que añadir su paleta originalísima, de colores fríos, que consigue efectos sorprendentes con los rojos, los azules y en particular los blancos, de una rara intensidad y nitidez. Aunque pintó sobre todo obras religiosas, se le deben también importantes retratos (Félix Paravicino, El caballero de la mano en el pecho) y algunos cuadros de temática diversa. La obra más admirada de El Greco es El entierro del conde de Orgaz, por el hecho de que el artista se valíó de este acontecimiento para dejar constancia del momento en que le tocó vivir; para ello, dividíó el cuadro en dos planos, uno celestial en la parte superior y otro terrenal en la inferior, de tal modo que la obra es al mismo tiempo un cuadro religioso y un retrato de grupo. El plano superior, el celestial, no se aparta de sus restantes obras religiosas y presenta idéntico hondo misticismo y parecida intensidad dramática; la novedad se encuentra en el plano terrenal, donde los principales personajes del Toledo de la época, incluidos el propio pintor y su hijo, aparecen reproducidos con absoluta fidelidad. De la conspicua producción religiosa de El Greco cabe destacar El Expolio de Cristo, El Bautismo de Cristo, La Adoración de los pastores y los retratos de diversos Apóstoles, en los que resulta admirable la expresividad de los rostros y los ademanes. En los últimos años de su carrera el artista pintó dos celebrados Paisajes de Toledo y un cuadro mitológico, Laocoonte, que sorprende por su temática, inusual en la España del momento. Sobre un fondo de hermoso paisaje, las figuras de Laocoonte y sus hijos se retuercen en su lucha contra las serpientes y el artista se sirve hábilmente de sus contorsiones para dotar a la obra de una composición admirable. Máximo exponente del manierismo pictórico en España, El Greco es también la primera figura de proyección universal de la pintura española y uno de los grandes genios de la historia del arte.

Bernini

(Nápoles, 1598 – Roma, 1680) Escultor, arquitecto y pintor italiano. Bernini es el gran genio del Barroco italiano, el heredero de la fuerza escultórica de Miguel Ángel y principal modelo del Barroco arquitectónico en Europa. Aprendíó los rudimentos de la escultura en el taller de su padre, Pietro (1562-1629), un escultor manierista de cierto relieve. Fue también su padre quien lo puso en contacto con algunos de los mecenas más importantes de su tiempo, lo que le permitíó manifestar su talento de una forma bastante precoz. En sus obras más tempranas (Eneas, Anquises y Ascanio, El rapto de Proserpina) resultan ya evidentes la ruptura con el manierismo tardío y una concepción radicalmente distinta de la escultura; el intenso dramatismo, la grandiosidad y la búsqueda de efectos escenográficos están ya presentes en estas primeras creaciones. En 1629, Bernini fue nombrado arquitecto de la basílica de San Pedro por el papa Urbano VIII. Desde entonces hasta su muerte trabajó ininterrumpidamente para los sumos pontífices, salvo un cierto paréntesis durante el pontificado de Inocencio X, quien prefirió a otros artistas (entre ellos Francesco Borromini, otra de las grandes personalidades del Barroco italiano) y le encargó pocas obras. De sus realizaciones para San Pedro destacan el gran baldaquino sobre el altar mayor y el grupo escultórico de los Padres de la Iglesia que, observado a través de las columnas del baldaquino, ofrece efectos de una gran fuerza teatral, tal como pretendía el artífice. Su mejor aportación a la basílica de San Pedro fue, sin embargo, la columnata que rodea la plaza, justo delante del templo, que le ha valido elogios continuos por su armónía y sus efectos escenográficos. Esta columnata representó una gran novedad, no sólo por sus dimensiones, sino sobre todo por su disposición elíptica, una forma muy cara a los arquitectos barrocos, inclinados a conferir a todas sus obras efectos de movimiento. Las monumentales estatuas que la rematan en su parte superior dotan al conjunto de un aire todavía más majestuoso y solemne si cabe, aunque en menor medida, Bernini trabajó también para mecenas privados, y fruto de esa colaboración es la obra quizá más representativa de su estilo escultórico, el Éxtasis de Santa Teresa. Resulta difícil concebir una mayor intensidad dramática y una mayor fuerza dinámica en una realización de pequeñas dimensiones ejecutada mediante un tratamiento exquisito del mármol. Por su condición de elemento para la decoración de una capilla y sus magníficos efectos de claroscuro, esta representación de una experiencia mística (relatada por la misma Santa Teresa de Jesús en el Libro de la vida) es considerada un compendio magistral de las tres artes mayores, arquitectura, escultura y pintura, y por ello ha quedado como modelo incomparable de la escultura barroca. De sus realizaciones como arquitecto, la más valorada, además de la columnata de San Pedro, es la pequeña iglesia de San Andrea al Quirinale, en la que arquitectura y escultura se unen en una búsqueda de efectismo destinada a crear un ambiente adecuado para suscitar la fe y los sentimientos religiosos. El palacio Chigi-Odescalchi, que ejercíó una influencia decisiva en toda Europa, es uno de sus edificios civiles más conseguidos. Con sus hermosos edificios barrocos, Bernini ayudó como nadie en la renovación urbanística de Roma, a la cual aporto así mismo multitud de estatuas y algunas fuentes monumentales que todavía contribuyen en la actualidad a la belleza de la urbe. La que le encargó Inocencio X para decorar la piazza Navona, llamada Fuente de los cuatro ríos, es la más espectacular de estas realizaciones. Como arquitecto, la influencia de Gian Lorenzo Bernini se extendíó a más allá de su época, y alcanzó a figuras como el británico Christopher Wren y el español Ventura Rodríguez. Pintor por afición, sus obras se conservan hoy en los museos más reputados por su gran calidad, lo mismo que sus dibujos, que figuran en las mejores colecciones del mundo.


BORROMINI


(Francesco Castelli; Bissone, actual Italia, 1599 – Roma, 1667) Arquitecto italiano. Trabajó como cantero en las obras de la catedral de Milán, antes de trasladarse a Roma en 1619, donde fue cincelador en el taller de Carló Maderno, quien lo introdujo en el mundo de la arquitectura romana al tomarlo como colaborador para la realización de obras como el palacio Barberini. Cuando Gian Lorenzo Bernini triunfaba ya como arquitecto y empezaban a desplegarse las formas del Barroco, Borromini recibíó su primer encargo en solitario: el conjunto de San Carló alle Quattro Fontane, ligeramente anterior al convento de los filipenses. Bastaron estas dos obras para hacer de Borromini un arquitecto reconocido y con un estilo muy bien definido, en el que las superficies curvas (cóncavas, convexas, elípticas, sinuosas) dan fluidez al conjunto arquitectónico, tanto en el exterior como en el interior, a veces con un carácter suave y en otras ocasiones con mayor dramatismo. Se alejó de las tendencias de su época en los interiores a base de paredes meramente revocadas, con sencillas ornamentaciones, a menudo doradas, ensambladas a la perfección con las formas arquitectónicas. Su incansable deseo de superación se concretó en el estudio constante de manuales de arquitectura (algunos de los que integraban su biblioteca tenían notas de su puño y letra) y en la profundización en la obra de Miguel Ángel, de quien fue un gran admirador. Hombre de carácter difícil, mantuvo relaciones muy tensas con sus patrocinadores y estuvo siempre enfrentado a Bernini, más por diferencias de temperamento y cultura que por particulares lances biográficos. Sus principales valedores fueron el Papado y las órdenes religiosas, que apreciaron su arquitectura más orientada a los sentimientos que a la razón. La década de 1650 fue la más fecunda de su carrera, gracias al papa Inocencio X, quien le confió la restauración y transformación de la basílica de San Juan de Letrán, aunque con grandes cortapisas, y la construcción de Sant’Ivo allá Sapienza, iglesia que el arquitecto remató con una espectacular linterna-aguja helicoidal, de prodigioso impulso ascendente. En la década de 1660 emprendíó el ambicioso proyecto del colegio de Propaganda Fide, donde su gusto por las fachadas movidas alcanzó límites insuperables. La totalidad de su carrera transcurríó en Roma, con la única excepción de una breve estancia en Nápoles, a partir de 1635, para la realización del retablo de la iglesia de los Santi Apostoli. Aunque se le conoce sobre todo por sus obras religiosas, Francesco Borromini fue también un solicitado arquitecto de palacios y casas particulares, entre los que destacan los palacios Spada y Falconeri. Su última obra fue la fachada de San Carló alle Quattro Fontane, iniciada por él en 1665 y finalizada en 1682 por su sobrino Bernardo, después de que Borromini se quitara la vida en 1667, según algunos debido a los terribles celos que sentía de Bernini. Su naturaleza desconfiada y atormentada hizo desgraciado a un hombre que lo tenía todo a su favor, ya que desde su consagración como arquitecto nunca le faltaron los encargos y pasó a la posteridad como uno de los genios indiscutibles del Barroco romano. En opinión de algunos expertos, sus excéntricas formas arquitectónicas fueron fruto de su rivalidad con Bernini.

CARAVAGGIO

(Michelangelo Merisi; Caravaggio, actual Italia, 1571 – Porto Ercole, id., 1610) Pintor italiano. Principal figura de la pintura italiana de su tiempo, aprendíó el arte pictórico de un maestro de segunda fila, Simone Peterzano, y sobre todo a partir del estudio de las obras de algunos artistas venecianos. De 1592 a 1606 trabajó en Roma, donde no tardó en destacar no sólo por su original enfoque de la obra pictórica, sino también por su vida irregular, en la que se sucedían lances, peleas y episodios reveladores de su carácter tempestuoso y su falta de escrúpulos. De Caravaggio se ha dicho que fue un revolucionario tanto por su vida turbulenta como por su pintura, en la que planteó una oposición consciente al Renacimiento y al manierismo, aunque no por ello debe dejar de notarse la influencia de maestros renacentistas como Miguel Ángel Buonarroti o Giorgione en la formación de su estilo. Caravaggio siempre buscó, ante todo, la intensidad efectista a través de vehementes contrastes de claroscuro que esculpen las figuras y los objetos, y por medio de una presencia física de vigor incomparable. Al evitar cualquier vestigio de idealización y hacer del Realismo su bandera, Caravaggio pretendíó ante todo que ninguna de sus obras dejara indiferente al espectador. Desde el principio de su estancia romana rechazó la carácterística belleza ideal del Renacimiento, basada en normas estrictas, y eligió el camino de la verdad y el Realismo, realizando sus obras mediante copias directas del natural, sin ningún tipo de preparación previa. Sus primeras creaciones son fundamentalmente pinturas de género que combinan la figura humana con escenas de bodegón y naturaleza muerta. Constituye un ejemplo emblemático de esta primera etapa creativa El tañedor de laúd, donde un joven de belleza feminoide y sensual comparte protagonismo con frutas, flores y una serie de objetos relacionados con la música. En estas primeras obras resulta ya evidente el empleo estético de Caravaggio de los juegos de luces y sombras, si bien el claroscuro sólo sirve aquí como creador de volúMenes y de profundidad, sin añadir a la acción efectos de dramatismo, como sería habitual en las creaciones posteriores del artista. La cena de Emaús, una de sus obras maestras, caracterizada por suntuosos tonos oscuros, sombras envolventes y haces de luz clara que inciden en puntos determinados, señala el comienzo del período de madurez del artista, quien se decanta abiertamente por la temática religiosa y trabaja por encargo de los grandes comitentes de la época. Algunas de sus obras son rechazadas por el Naturalismo con que aborda los pasajes bíblicos, pero no faltan los mecenas laicos dispuestos a adquirir de buen grado aquellos cuadros que el clero no ve con buenos ojos. A esta época corresponden las dos grandes realizaciones del artista: los retablos de la capilla Contarelli de San Luigi dei Francesi y de la capilla Ceresi de Santa María del Popolo, con La vocación de San Mateo y El martirio de San Mateo el primero, y La crucifixión de San Pedro y La conversión de San Pablo el segundo. Son obras, todas ellas, dominadas por una intensa acción dramática, muy estudiadas desde el punto de vista compositivo y en las que se obtienen resultados espléndidos con una gran economía de medios. En 1606, Caravaggio mató a un hombre en una reyerta y se vio obligado a huir de Roma, adonde, muy a su pesar, nunca pudo volver. Murió cuatro años después en una playa solitaria, aquejado de malaria. En esta última época había pintado algunas obras en las que su dramatismo carácterístico dejaba paso a una gran serenidad. Aunque no dejó discípulos directos, su obra inspiró el Naturalismo de José de Rivera y Georges de la Tour, entre otros, y, ya en Siglo XIX, atrajo la atención de pintores como Gustave Courbet, Édouard Manet y Paúl Cézanne; actualmente se le considera una de las figuras clave en el desarrollo histórico de la pintura europea.66 


ANNIBALE CARRACI


(Bolonia, 1560 – Roma, 1609) Pintor italiano. Annibale Carracci cofundó la famosa Academia de los Incamminati en Bolonia, que ofrecíó por primera vez un verdadero programa de perspectiva, arquitectura y anatomía y propuso una renovación de la pintura ante el agotamiento de la cultura manierista. En ella difundíó una doctrina ecléctica, basada en el estudio de la realidad y de los grandes maestros del Cinquecento (especialmente Miguel Ángel Buonarroti y Rafael Sanzio), estética que se plasma en los frescos del palacio Fava y del palacio Magnani-Salem. Pronto la Academia atraería a jóvenes talentos, entre ellos Domenichino y Guido Reñí, convirtiendo a Bolonia en destacado centro artístico. En los diez años siguientes a la fundación, Carracci se dedicó a la pintura religiosa, con obras como La Virgen aparecíéndose a santa Catalina y san Juan, La limosna de san Roque y la Resurrección. En 1595, llamado por Eduardo Farnese, se trasladó a Roma, donde su obra alcanzó la plena madurez, caracterizada por una belleza culta, clásica y, al tiempo, renacentista, y por un idealismo áulico que combina a la perfección con la naturaleza. Realizó la gran galería y un pequeño salón (La duda de Hércules) del palacio Farnesio y, con posterioridad, los lunetos de la capilla del palacio Aldobrandini, en colaboración con sus alumnos. La influencia de su obra, admirada por Bernini y Rubens, se extendíó incluso a paisajistas del neoclasicismo como Claudio de Lorena y Nícolás Poussin.                                                                                                                                                           

Pedro Pablo RUBENS

(Siegen, actual Alemania, 1577 – Amberes, actual Bélgica, 1640) Pintor flamenco. Fue la gran figura del Barroco en la Europa septentrional. Las fuentes lo recuerdan como un gran humanista, un idealista clarividente, un hombre reservado y honesto que despreció la actitud arrogante de los poderosos. Tuvo más influencia que Rembrandt, a pesar de que a su pintura grandilocuente le falta algo de sinceridad. En razón de las creencias religiosas de su padre, un abogado calvinista, Pieter Paúl Rubens pasó su primera infancia en Siegen y Colonia. En 1587, la muerte de su progenitor le permitíó desplazarse a Amberes, donde estudió pintura con tres artistas poco conocidos; uno de ellos, Otto Vaenius, le indujo a realizar el tradicional viaje a Italia, que resultó decisivo para la formación del artista. A lo largo de ocho años (1600-1608), Rubens recorríó los principales centros artísticos italianos y copió obras maestras para la colección de su mentor, el duque de Mantua. Durante el período italiano produjo sus primeras obras (La exaltación de la cruz, El bautismo de Cristo), muy influidas todavía por la pintura italiana y alejadas de su estilo de madurez. Lo más relevante de esta época es seguramente la serie de retratos aristocráticos que pintó en Génova. Después de un viaje a España, adonde fue enviado por el duque de Mantua para llevarle unos presentes a Felipe III y donde realizó algunas obras, en 1608 regresó a Amberes debido a una grave enfermedad de su madre y se establecíó definitivamente en esta ciudad, que sólo abandonó más adelante para la ejecución de encargos concretos. Abríó en Amberes una casa-taller en la que, con la colaboración de numerosos ayudantes especializados, ejecutó gran número de obras en respuesta a la multitud de encargos que recibía. En las realizaciones de los años 1601-1614 (Adoración de los Magos, Anunciación, El descendimiento de la cruz), la personalidad artística de Rubens aparece ya definitivamente formada: grandiosidad y sentido dramático, dinamismo intenso, pasión por el dibujo. Paulatinamente, los intereses del artista se amplían y añade el género mitológico al religioso, así como el paisaje y el género costumbrista. Mitológicas son, de hecho, algunas de sus obras más conocidas, como Las tres Gracias, el Rapto de las hijas de Leucipo o Diana y las ninfas, en las que resulta evidente la inclinación del artista hacia las musculaturas poderosas, las carnes sonrosadas y exuberantes y las tonalidades claras y alegres. Por otra parte, revalorizó el cuadro de caza y de batallas, un género muy adecuado a su preferencia por el dinamismo y las composiciones complejas, y sobresalíó también como creador de escenas costumbristas (El jardín del amor) y de cartones para tapices, con grandes ciclos como la Historia de Aquiles y el Triunfo de la Eucaristía. A partir de 1620 recibíó importantes encargos de varias cortes europeas, entre ellos el de la historia de María de Médicis para el palacio del Luxemburgo de París y la decoración del salón de banquetes (banquetinghouse) del palacio de Whitehall, en Londres. En estas obras destinadas a la decoración de amplios ambientes, el genio pudo dar rienda suelta a su sentido monumental y decorativo de la pintura a través de enormes frescos cargados de figuras y de motivos ornamentales, en los cuales la composición se basa en grandes líneas diagonales que añaden, si cabe, mayor sensación de movimiento al conjunto. En su faceta de retratista, Rubens se inclínó por la idealización de los rostros y la magnificencia de las actitudes; además de personajes importantes, retrató en obras encantadoras a sus dos esposas, Isabel Brandt y Helena Fourment; la primera murió en 1626 y cuatro años más tarde, en 1630, Rubens contrajo matrimonio con la segunda, una hermosa joven a la sazón de dieciséis años, a quien conocía desde niña.                                                                                                                   

GREGORIO FERNÁNDEZ

(Sarria, España, 1576 – Valladolid, 1636) Escultor español. No está documentado con seguridad su origen gallego ni el período de su formación. Sólo se sabe que a partir de 1605 estaba activo en Valladolid, donde contaba ya con taller propio, lo cual no excluye que trabajase como ayudante en otros talleres antes de esa fecha. Fue uno de los grandes maestros de la escultura religiosa en madera policromada de la llamada escuela castellana de los siglos XVI-XVII. Heredó de Juan de Juñí la tradición de las imágenes religiosas cargadas de dramatismo, pero incorporó al lenguaje de su antecesor un mayor Naturalismo. De hecho, Gregorio Fernández evoluciónó desde una primera etapa bastante vinculada al período anterior hasta una segunda fase en la que impuso un gran Naturalismo, presente no sólo en los gestos y las actitudes, sino también y sobre todo en la policromía; en este campo, exigíó a los policromistas que trabajaron para él el abandono del oro y los tonos brillantes tan en boga hasta entonces para iluminar las figuras con colores inspirados en el natural. De su primera etapa, las obras más destacadas son el retablo de San Miguel de Valladolid y la Piedad del convento de San Francisco en la misma ciudad. A su segunda época, la más fecunda y de mayor calidad, corresponden el extraordinario Cristo yacente del Museo Natural de Escultura, una talla en que la representación del cuerpo de Jesucristo alcanza un verismo difícilmente superable, y los pasos procesionales del Descendimiento y la Flagelación, realizados para la iglesia de la Vera Cruz de Valladolid. Creó varios tipos iconográficos (la Inmaculada, Santa Teresa de Jesús, la Magdalena penitente) que fueron después muy imitados y alcanzó un alto grado de virtuosismo en sus realizaciones tanto en los retablos, de gran sobriedad ornamental, como en las figuras aisladas y los pasos procesionales, que suscitaron en su tiempo un gran fervor popular. 


REMDBRANT


(Rembrandt Harmenszoon van Rijn; Leiden, Países Bajos, 1606 – Amsterdam, 1669) Pintor holandés. Nacido en el seno de una acomodada familia de molineros, Rembrandt van Rijn recibíó una esmerada educación y llegó a ingresar en la Universidad de Leiden, donde estudió un curso, ya que por entonces decidíó dedicarse a la pintura. De los dos maestros que tuvo, uno en Leiden y otro en Amsterdam, fue este último el que más influyó en el artista y el que le transmitíó las tendencias italianizantes en boga. De hecho, sus primeras creaciones (como la Lapidación de san Esteban) manifiestan una evidente influencia del estilo de Pieter Lastman. En 1625, considerándose ya formado, abríó taller en Leiden junto con Jan Lievens (quien después siguió una trayectoria muy distinta), y no tardó en contar con una amplia clientela. Durante los años de Leiden, el arte de Rembrandt evoluciónó desde unos inicios de colores brillantes y gestos grandilocuentes hacia una creciente afirmación del claroscuro. El sabio empleo que hizo el artista de esta nota tan típica del Barroco es lo que confiere a su obra una fuerza y una personalidad indiscutibles. Ya en época temprana, hacia 1630, el claroscuro se convierte en el más poderoso medio de expresión del pintor, tal como evidencian obras como Sansón traicionado por Dalila y La presentación de Jesús en el templo. En 1630, a raíz de la muerte de su padre, se trasladó a Amsterdam, donde se asoció con el marchante Hendrick van Uylenburgh, con cuya hija, Saskia, se casó. Comenzó entonces para él una etapa de prosperidad económica y de vida mundana, que se truncó repentinamente en 1642, año de la muerte de su esposa. Los reveses económicos se sucedieron, hasta que en 1656 se vio obligado a subastar todas sus pertenencias (casa, colecciones de arte, etc.). El consuelo le llegó de la mano de Hendrickje Stoffels, que entró a su servicio para hacerse cargo de su hijo Tito y con quien mantuvo una relación sentimental, sin llegar a casarse con ella para no perder la herencia de Saskia. Las dos etapas, próspera y adversa, de la vida de Rembrandt van Rijn se reflejan en sus obras, particularmente en los autorretratos, un género que el artista cultivó a lo largo de toda su carrera; mientras que los primeros son alegres, brillantes y un tanto superficiales, los de los últimos años tienen un carácter sombrío, sereno, y reflejan una profundidad muy superior. De los numerosos géneros que cultivó, el religioso y el retrato fueron los dos en que más brilló su talento de maestro del Barroco. A Rembrandt se le recuerda, de hecho, sobre todo por sus magistrales retratos de grupo, absolutamente alejados de los convencionalismos al uso. La maestría compositiva, la perfecta caracterización de los personajes, el detallado estudio de los ademanes, la agudeza de los rostros, hacen de sus tres grandes creaciones de este género (La lección de anatomía del doctor Tulp, La ronda de noche y Los síndicos del gremio de pañeros) unas obras llenas de vida y de genio. En las creaciones de los últimos años (El hombre del yelmo de oro, Jacob bendice a los hijos de José o La novia judía), el pintor eleva todas sus conquistas al plano de la madurez, del estilo conseguido a base de años y de esfuerzo, y manifiesta un absoluto dominio de las técnicas y de los efectos. Rembrandt fue también un gran dibujante y un grabador genial, que dejó cerca de 1.500 dibujos y alrededor de 400 grabados. Tanto los dibujos como los aguafuertes son obras plenamente barrocas, dominadas por la acción, el dramatismo y un Realismo derivado de la observación del mundo circundante muy carácterístico del arte de Flandes y de los Países Bajos. En todo ello se asemejan a las pinturas del artista, de las cuales se diferencian en la mayor importancia que en dibujos y grabados tiene la línea sobre el claroscuro.                                                                     

Pedro DE RIBERA

Arquitecto español del período Barroco. Su actividad se desarrolló casi exclusivamente en Madrid durante la primera mitad del Siglo XVIII. Fue discípulo de José Benito de Churriguera (creador del estilo churrigueresco). Siguiendo la estela de su maestro, llevó a su pleno desarrollo los principios del «Barroco exaltado», hasta el punto de ser considerado uno de los arquitectos más relevantes del Barroco final en España. Fue muy destacable su labor urbanística en la capital, dotando a la ciudad de puentes, palacios, fuentes monumentales, iglesias y todo tipo de edificios públicos, muchos de los cuales aún pueden contemplarse.                                         

CASAS NOVOA

Arquitecto español. Fue el principal representante de la arquitectura barroca en Galicia. En 1711 sucedíó a su maestro, fray Gabriel Casas, al frente de las obras del claustro de la catedral de Lugo, finalizado en 1714. En esta obra y en los conventos de los capuchinos de La Coruña y de las dominicas de Belvis de Santiago adoptó soluciones clasicistas, inspiradas en la arquitectura del Siglo XVI. Pero a partir de 1725 evoluciónó hacia el Barroco más puro y vibrante en el que son sus obras maestras: la capilla de Nuestra Señora de los Ojos Grandes, en la catedral de Lugo, y, sobre todo, la fachada del Obradoiro, de la catedral de Santiago de Compostela, en la que movimiento, decoración y empuje vertical crean efectos de puro  Barroco.                                                                                               

JOSÉ DE RIBERA

(Llamado el Españoleto; Játiva, 1591-Nápoles, 1652) Pintor y grabador español. No se tienen noticias seguras sobre su formación artística, si bien se cree que fue discípulo de Francisco ribalta. Hacia 1608-1610 marchó a Italia, donde visitó la corte de los Farnesio en Parma (San Martín partiendo su capa con el pobre) y se interésó por la obra de Correggio. Hasta 1616 estuvo en Roma, donde admiró a Rafael, Miguel Ángel y, especialmente, a Caravaggio. Allí consiguió celebridad y realizó obras de una gran calidad, como evidencian El gusto y El tacto, de la serie de Los cinco sentidos. Se establecíó definitivamente en Nápoles, donde se impuso como la personalidad más importante del foco napolitano. Gozó de la protección de los virreyes, que le fueron adoptando como pintor de cámara, como el duque de Osuna, para quien realizó el grupo de obras de la colegiata de Osuna, el conde Monterrey (Inmaculada y otras obras en la iglesia de las Agustinas de Salamanca) y don Juan de Austria. Trabajó para la iglesia napolitana de Jesús Nuevo, la capilla de San Jenaro de la catedral y, sobre todo, para la cartuja de San Martín, que conserva un magnífico conjunto (serie de Profetas, Piedad). De 1620 a 1626 no se tienen noticias de obras pictóricas, pero a este período corresponden la mayoría de sus grabados, técnica que cultivó con maestría (Martirio de san Bartolomé).                                                                                 

Pedro DE MENA

(Granada, 1628-Málaga, 1688) Escultor español. Hijo de Alonso de Mena, cuyo taller continuó en colaboración con Bernardo de Mora. Fue discípulo de Alonso Cano a partir de 1652. La realización del coro de la catedral de Málaga en 1658 supuso el definitivo traslado y posterior abertura de un taller en esta ciudad, donde alcanzó gran fama. Con un gran dominio técnico de la talla en madera, logró dotar de carácter propio, basado en un intenso dramatismo, a sus creaciones iconográficas, que a menudo eran repeticiones de las obras de Cano (Magdalena penitente, San Francisco de Asís, San Antonio de Padua con el Niño Jesús). 


ALONSO CANO


(Granada, 1601 – 1667) Escultor, pintor, arquitecto y dibujante español. Su padre, maestro ensamblador, se establecíó en 1615 en Sevilla, ciudad en la que se formó Alonso como pintor y escultor en los dos talleres más importantes de la época: el de Francisco Pacheco, donde tuvo como compañero a Velázquez, y el de Juan Martínez Montañés. Alonso Cano permanecíó en Sevilla hasta 1638, trabajando fundamentalmente como escultor, faceta en la que logró un gran reconocimiento. Sus esculturas suaves, tranquilas y de expresión un tanto melancólica no reflejan en absoluto el temperamento del artista, hombre impetuoso y violento, encarcelado en varias ocasiones y a quien se llegó a acusar de haber asesinado a su esposa. Realizó retablos y figuras exentas, y sobre todo en estas últimas creó una tipología propia, caracterizada por siluetas esbeltas, ensanchadas en el centro y estrechadas hacia los pies. También consiguió dar un sello propio al tratamiento de los ropajes, en los que predomina la línea curva. Además de las cuatro estatuas de santos para el convento del Santo Ángel de Granada, su obra más valorada y quizá la más representativa de su estilo es la Inmaculada Concepción de la catedral granadina. En 1638, el conde-duque de Olivares lo nombró pintor de cámara, por lo que se trasladó a Madrid, donde más adelante Felipe IV le encomendó la restauración de las colecciones reales. En la capital, Alonso Cano trabajó sobre todo como pintor, faceta en la que evoluciónó desde un estilo marcado por los fuertes contrastes de claroscuro hacia obras de tonalidades más claras, influidas por el colorido veneciano. La última etapa de su actividad tuvo como escenario Granada, ciudad en la que residíó a partir de 1652 y en la que obró la fachada de la catedral (que sustituyó a la de Diego de Siloé), una de las realizaciones más originales y atrevidas del Barroco español. Fue también un gran dibujante, y precisamente por haber cultivado todas las artes mayores ha sido calificado a veces de «Miguel Ángel español».                                                                                                                                                                             

ZURBARÁN

(Fuente de Cantos, 1598 – Madrid, 1664) Pintor español. A los quince años Francisco de Zurbarán se trasladó a Sevilla, donde fue discípulo del pintor Pedro Díaz de Villanueva y conocíó a Velázquez. Contrajo matrimonio con María Páez en 1617, y desde ese año hasta 1628 permanecíó en Llerena (Extremadura). Aunque existen noticias documentales de distintas obras realizadas por Zurbarán durante este tiempo, no se conoce ninguna que con seguridad pueda situarse en esta época. En 1625 Zurbarán se casó en segundas nupcias con Beatriz Morales. En 1627 pintó su primera gran obra importante firmada y datada: la Crucifixión del oratorio de la sacristía del convento dominico sevillano de San Pablo el Real, para el que en 1626 había contratado la realización de veintiún cuadros en ocho meses. Entre 1628 y 1629 llevó a cabo un ciclo de pinturas para el colegio franciscano de San Buenaventura. El arte de Zurbarán aparece ya perfectamente definido, y se aprecian en su pintura la fuerza realista propia de los mejores pintores españoles de la época, su sentido de la ordenación y de la monumentalidad; el fondo oscuro de sus cuadros subraya ya entonces la presencia volumétrica de las figuras. En 1629 se establecíó en Sevilla por invitación del Consejo Municipal de la ciudad, y era tan grande su reputación como pintor que no tuvo que pasar el tradicional examen para ejercer su oficio. Entre 1630 y 1639 se sitúa la etapa más fecunda en la obra de este artista, que abarca tanto naturalezas muertas (Bodegón con naranjas, 1633) como obras de tema religioso (Visión del beato Alonso Rodríguez, 1630; Apoteosis de Santo Tomás de Aquino, 1631; Santa Margarita; Santa Isabel de Portugal). Llamado a Madrid en 1634, Francisco de Zurbarán participó en la decoración del salón de Reinos del Buen Retiro (La defensa de Cádiz contra los ingleses y la serie sobre los Trabajos de Hércules); durante este período, y siguiendo el ejemplo de Velázquez, renunció al tenebrismo; en el clasicismo toscano, influido a veces por los maestros venecianos, encontró un estilo acorde con sus aspiraciones. Las pinturas del retablo de la capilla de San Pedro de la catedral de Sevilla (1635-1636) permiten apreciar su evolución artística. Otra vez en Sevilla, Zurbarán trabajó para el convento de la Merced Descalza (1636), para el que pintó varias obras religiosas. Pintó también varios cuadros para la iglesia de Nuestra Señora de la Granada, en Llerena, y para la cartuja de la Defensión de Jerez de la Frontera, y en 1639 firmó un contrato con el monasterio de San Jerónimo de Guadalupe para la realización de varios cuadros. Son especialmente destacables las obras realizadas para la cartuja de las Cuevas de Sevilla (San Bruno y el papa Urbano II, San Hugo en el refectorio de los cartujos, Virgen de los cartujos). En 1639 enviudó de nuevo, y en 1644 casó en terceras nupcias con la hija de un orfebre, Leonor de Tordera. En 1650 pintó la Anunciación para el conde de Peñaranda; muestra aquí un nuevo estilo, en el que el uso del difuminado intenta atenuar la rigidez de las formas. En su Inmaculada Concepción niña (1656) se detecta además una clara influencia de Guido Reñí. En 1658 se trasladó a Madrid, donde parece que pintó bastante, aunque su arte no pudo adaptarse al cambio general del gusto, orientado hacia el pleno Barroco.

Juan DE VILLANUEVA


Juan de Villanueva, madrileño, es el prototipo de arquitecto neoclásico europeo. Se formó en la Academia de San Fernando. Amplió estudios en Italia con una beca, de donde volvíó empapado de las teorías de las teorías de Palladio. Y volvíó a España dispuesto a ejercer su oficio. Tras su regreso, es nombrado arquitecto del monasterio de El Escorial. En función de su cargo, diseña La casita de arriba y La casita de abajo o Casita del Príncipe, dos villas para los hijos de Carlos III en la sierra madrileña. Ambas sirvieron a los infantes para celebrar reuniones y coleccionar antigüedades. Las obras fueron del agrado del rey, lo que llevó a ser ascendido a director general de la Academia de San Fernando. Villanueva realiza entonces tres importantes obras en Madrid capital: El Palacio de las Ciencias (hoy, Museo del Prado). El Observatorio Astronómico. El Cementerio general del Norte (hoy desaparecido), el primero diseñado en España de acuerdo con los fines ilustrados de la salubridad pública. En todos ellos, Villanueva plantea pórticos hexástilos, tomados de Palladio.                                                                                                                          


MURILLO


(Sevilla, 1617 – 1682) Pintor español. Nacíó en 1617 en el seno de una familia de catorce hermanos, de los que él fue el benjamín. Quedó huérfano de padre a los nueve años y perdíó a su madre apenas seis meses después. Una de sus hermanas mayores, Ana, se hizo cargo de él y le permitíó frecuentar el taller de un pariente pintor, Juan del Castillo. En 1630 trabajaba ya como pintor independiente en Sevilla y en 1645 recibíó su primer encargo importante, una serie de lienzos destinados al claustro de San Francisco el Grande; la serie se compone de trece cuadros, que incluyen La cocina de los ángeles, la obra más celebrada del conjunto por la minuciosidad y el Realismo con que están tratados los objetos cotidianos. En general, sus inicios manifiestan la influencia del Naturalismo de Francisco de Zurbarán, José de Rivera y Alonso Cano; posteriormente conocería, en sus viajes a Madrid, la obra de Velázquez. El éxito de aquella realización le aseguró trabajo y prestigio, de modo que vivíó desahogadamente y pudo mantener sin dificultades a los nueve hijos que le dio Beatriz Cabrera, con quien contrajo matrimonio en 1645. Después de pintar dos grandes lienzos para la catedral de Sevilla, empezó a especializarse en los dos temas iconográficos que mejor caracterizan su personalidad artística: la Virgen con el Niño y la Inmaculada Concepción, de los que realizó multitud de versiones; sus representaciones de la Virgen María son siempre mujeres jóvenes y dulces, inspiradas seguramente en sevillanas conocidas del artista. Tras una estancia en Madrid entre 1658 y 1660, en este último año intervino en la fundación de la Academia de Pintura, cuya dirección compartíó con Francisco de Herrera el Mozo. En esa época de máxima actividad recibíó los importantísimos encargos del retablo del monasterio de San Agustín y, sobre todo, los cuadros para Santa María la Blanca, concluidos en 1665. Posteriormente trabajó para los capuchinos de Sevilla (Santo Tomás de Villanueva repartiendo limosna) y para el Hospital de la Caridad (cuadros sobre las obras de misericordia). Murillo destacó también como creador de tipos femeninos e infantiles: del candor de La muchacha con flores al Realismo vivo y directo de sus niños de la calle, pilluelos y mendigos, que constituyen un prodigioso estudio de la vida popular. Después de una serie dedicada a la Parábola del hijo pródigo, se le encomendó la decoración de la iglesia del convento de los capuchinos de Cádiz, de la que sólo concluyó los Desposorios de santa Catalina, ya que, mientras trabajaba en el cuadro, fallecíó a consecuencia de una caída desde un andamio. 

VELÁZQUEZ


(Sevilla, 1599 – Madrid, 1660) es, quizás, el mayor genio del arte español. Y forma, con Bernini y Rubens, el trío más importante del arte Barroco europeo. Abarcó todos los géneros de la pintura (el retrato, las fábulas mitológicas, los bodegones, los paisajes y los cuadros religiosos) y supo captar como pocos la naturaleza, la luz y el movimiento, interpretándolos siempre con la serenidad propia de su temperamento. Aprende en el taller sevillano de Francisco Pacheco, con el que acaba emparentándose al casarse con su hija. En 1623, se instala en Madrid para ocupar la plaza de pintor de cámara de Felipe IV. Realizó dos viajes a Italia:                                                                              -El primero (1629), de estudios, le lleva a recorrer Génova, Milán, Venecia, Bolonia, Nápoles y Roma, copiando en el Vaticano a Rafael y Miguel Ángel. Estas experiencias le llevarán a pintar La fragua de Vulcano.                                            – El segundo, diez años después, fue para comprar estatuas clásicas para la colección real. Es entonces cuando retrata a criado moro Juan de Pareja y al Papa Inocencio X, en el que retrata al pontífice con gran penetración psicológica. Se cuenta que Inocencio X, al verlo, exclamó troppo vero!, lo que significa que le parecíó demasiado realista. Esta segunda estancia duró tres años. El retraso se debíó, en parte, al nacimiento del hijo que tuvo con una mujer romana, a la que presumiblemente pintó en La Venus del espejo. En la obra de Velázquez pueden advertirse dos épocas: la etapa sevillana, de formación; y la madrileña, de madurez:                                                                              ETAPA SEVILLANA: Según atestigua su suegro y maestro, Velázquez tenía una inclinación por copiar del natural. Se dedicó a pintar a un aprendiz en diversas posturas. Las figuras, de contornos muy precisos, recuerdan las imágenes labradas por Martínez Montañés y policromadas en el taller donde Velázquez estudiaba.                                            ETAPA MADRILEÑA: Hacia 1630, comienza a observarse un cambio en la pintura del maestro. Comienza a tratar la luz de forma diferente, no solo para iluminar sino para mostrar el aire que hay entre los objetos. Los colores ganan intensidad y comienza a utilizar la gama de grises típica de su producción madura. El cuadro que marca la transición es Los borrachos. De este periodo, cabe destacar la serie de magníficos retratos de personajes de la corte, a pie, a caballo o cazando: el rey, la reina, el príncipe Baltasar Carlos, el conde-duque de Olivares, etc. Con frecuencia, aparecen en los cuadros bufones, tratados con cariño y simpatía. O militares, como el general Ambrosio de Spínola, inmortalizado en el cuadro Las lanzas o La rendición de Breda. De sus composiciones religiosas, destaca el Cristo crucificado (Museo del Prado). En la recta final de su vida, pintó dos obras maestras de la pintura universal: La familia de Carlos IV o Las Meninas y  Las Hilanderas o la fábula de Aracne.                                                                           

JACQUES-LOUIS David

David (París, 1748 – Bruselas, 1825) representa al pintor político comprometido con la Revolución francesa y con Napoleón. En 1785, pinta en Roma El juramento de los Horacios, que se convierte en modelo para la pintura neoclásica posterior: Representa la promesa que hacen los tres hermanos Horacios, designados a suerte entre los romanos, paras enfrentarse a otros tantos albanos y decidir en combate el futuro de Alba y Roma, que se encontraban en guerra. David se centra en el momento en que los Horacios reciben las espadas de su padre, comprometíéndose a defender la patria con la vida. El cuadro glorifica las virtudes del patriotismo y sacrificio, pero lo que llamó la atención de sus contemporáneos fue el abandono de la narración literaria de la historia para centrarse en la expresión pasional de un momento dramático. Técnicamente, abusa del claroscuro; y coloca a los personajes en un mismo plano, lo que puede verse como una influencia de los bajorrelieves clásicos. Vuelve a París convertido en un héroe. Y pinta otro cuadro de inspiración clásica, esta vez griega, La muerte de Sócrates, en la que el filósofo aparece a punto de beber la cicuta rodeado. De doce discípulos (como Cristo en la última cena). La injusticia de la condena puede ser puesta en relación con los mártires políticos de la Revolución francesa.  Cuando estalla la Revolución, David es elegido diputado, lo que lleva a estar en la sesíón que decidíó la condena a muerte de Luis XVI. Su pintura comienza a verse como signo de los nuevos tiempos. De 1793, es su cuadro Marat asesinado. Sus pinturas sirven también para que se vayan imponiendo las nuevas modas: peinados cortos y sueltos en los hombres, túnicas a la romana para las mujeres y muebles de diseño clásico. Es significativo, en este sentido, el retrato de Madame Récamier, que anticipa la Paulina Borghese de Canova. Caído Robespierre, fue encarcelado. Tras su liberación, puso su arte al servicio de Napoleón: Napoleón cruzando los Alpes. La coronación de Napoleón en Notre-Dame.