El Teatro Convencional (el que triunfaba)
El público burgués, que era el que entonces asistía mayoritariamente al teatro, se caracterizaba por ser bastante conservador y de gusto poco exigente. Por tanto, no estaba interesado ni en las innovaciones formales ni en los problemas sociales y políticos. En consecuencia, el teatro que triunfaba era un teatro inmovilista, que repetía, sin arriesgarse, las mismas fórmulas una y otra vez. Sus autores se mostraban ajenos a las profundas reformas que se estaban llevando a cabo en la escena del resto de Europa, con dramaturgos como el joven Bertolt Brecht.
Nota sobre Bertolt Brecht
Bertolt Brecht fue un dramaturgo alemán que escribió su primera obra, Baal, en 1918 con solo 20 años. En Tambores en la noche, experimentó con la ruptura de la ilusión escénica: la acción se sitúa en los últimos años de la Primera Guerra Mundial. Al final, el protagonista se dirige al público para decirle: “Todo esto no es más que puro teatro, simples tablas y luna de cartón. Pero los mataderos que se encuentran detrás, esos sí que son reales”. De esta forma, el autor buscaba turbar al público, para que no olvidara el mensaje político de la obra a los pocos minutos de haber salido del teatro.
Corrientes y Autores Destacados
José Echegaray y su escuela: El Teatro Neorromántico
A finales del siglo XIX, todavía dominaba la escena española un teatro romántico tardío, representado por José Echegaray (1832-1916). En su obra encontramos temas calderonianos (honor, adulterio, traición, venganza), que resultaban ya anacrónicos en aquel momento, una época en que se empezaban a conquistar derechos como el divorcio, el matrimonio civil o el voto de las mujeres. Por lo tanto, era un teatro alejado de la realidad. Desde el punto de vista formal, era efectista, inverosímil y tenía un tono exaltado y melodramático. Ejemplos de todo ello serían Mancha que limpia (1895), en prosa, y El gran Galeoto (1881), que fue su mayor éxito escénico, en verso.
El Teatro en Verso Modernista
Desde el punto de vista formal, este teatro se inscribe dentro del modernismo preciosista. Temáticamente, era un teatro desconectado de la realidad del momento, que exaltaba la historia de la España medieval e imperial, ofreciendo una visión idealizada y nostálgica de nuestro pasado. Los personajes no se caracterizaban en profundidad, sino que eran modelos de conducta. Lo cultivó, entre otros, Eduardo Marquina, con obras como Las hijas del Cid y En Flandes se ha puesto el sol.
La Comedia Burguesa: Jacinto Benavente
La figura más representativa de esta corriente es Jacinto Benavente (Madrid, 1866-1954), el autor más aplaudido de la época. Frente al drama neorromántico, Benavente creó un teatro cercano, verosímil y realista. En la primera obra que llevó a las tablas, El nido ajeno (1894), planteó el tema del adulterio y la reparación del honor del marido. Aunque la crítica era muy suave, fue considerada escandalosa; el público manifestó su indignación y solo consiguió estar en cartel las tres jornadas que marcaba la ley. Por el contrario, los intelectuales de la Generación del 98 lo acogieron con entusiasmo por la sobriedad y naturalidad de su lenguaje, frente a la altisonancia y la grandilocuencia que había imperado hasta entonces, y por su carga crítica.
Tras el fracaso de El nido ajeno, Benavente se vio ante el dilema de mantener su postura crítica y ser rechazado por el público, o suavizar sus ataques y hacer una crítica amable para asegurarse el éxito comercial. Se decidió por esto último y, a partir de entonces, censuró en sus obras los defectos y vicios más anecdóticos de su sociedad (la avaricia, la cursilería, la hipocresía, el orgullo…), pero de forma discreta y superficial, sin plantear en ningún momento un cambio profundo en la estructura social. De esta manera, no solo fue tolerado, sino cada vez más aplaudido.
Benavente escribió más de 172 obras, en las que repitió sin cambios la fórmula que lo había llevado al éxito: situaciones realistas, aunque prácticamente limitadas al mundo burgués; carácter suavemente moralizador y didáctico; y lenguaje natural y elegante. Entre los títulos más conocidos se encuentran Lo cursi, La noche del sábado y Rosas de otoño, que pertenecen al género que se denominó “comedia de salón”.
La que se considera su obra maestra es Los intereses creados (1907), la cual se aparta de su teatro más convencional. La acción no se sitúa en una época determinada, aunque recuerda al Siglo de Oro, y sus personajes están construidos a la manera de los de la Commedia dell’arte italiana (Pantalón, Arlequín, Polichinela…). Los dos pícaros protagonistas, Leandro y Crispín, consiguen hacerse mediante engaños con la gran fortuna de Polichinela, padre de Silvia, a la que Leandro ha conseguido enamorar. Finalmente, la burla se descubre, pero todos prefieren llevarla hasta el final porque en el proceso se han creado tantos intereses que saldrían perjudicados si se hiciera justicia. La tesis que plantea es, en el fondo, profundamente pesimista (el interés es la fuerza que mueve a los seres humanos, por encima de la moral), aunque este pesimismo queda atenuado por el amor sincero que surge entre Leandro y Silvia.