Los Sofistas: El Movimiento Sofístico y sus Caracteres Generales
Los sofistas fueron pensadores del siglo V a. C. que se caracterizaron por:
- Enseñar materias humanísticas (retórica, política, derecho, moral).
- Ser profesionales de la enseñanza, cobrando por sus lecciones.
- Ofrecer una educación nueva adaptada a la democracia.
Dos factores explican su aparición:
- Factor filosófico: La multiplicidad de teorías sobre la naturaleza generó escepticismo y relativismo.
- Factor político-social: La democracia exigía ciudadanos capaces de hablar bien, persuadir y conocer las leyes.
Relativismo y Escepticismo
La variedad de teorías físicas llevó a dudar de la posibilidad de conocer la verdad:
- Protágoras: «El hombre es la medida de todas las cosas» (relativismo).
- Gorgias: No hay ser; y si lo hubiera, no podría ser conocido; y si pudiera ser conocido, no podría comunicarse (escepticismo radical).
Circunstancias Políticas y Convencionalidad
La democracia requiere ciudadanos capaces de hablar de forma convincente y conocer las leyes y la justicia; los sofistas ofrecían esta formación. Convencionalidad de las instituciones políticas y las ideas morales: los sofistas defendieron que tanto las instituciones políticas como las normas morales no son universales, sino que son convenciones humanas.
El Convencionalismo (Nomos vs. Physis)
El término griego nomos se oponía a la physis. Tres factores reforzaron esta idea: el contacto con otros pueblos, la fundación de colonias y los cambios frecuentes de constitución en Grecia. La conclusión sofista es que las leyes e instituciones no provienen de los dioses ni de la naturaleza; son acuerdos cambiables.
Carácter Convencional de las Normas Morales
Las normas morales son convencionales porque no hay unanimidad entre sociedades ni individuos; la moral no se compadece con la naturaleza humana. Los sofistas radicales (Calicles y Trasímaco) buscaban qué es lo natural eliminando lo aprendido; de ahí dedujeron dos normas naturales: la búsqueda del placer (y la huida del dolor) y el dominio del más fuerte. Según ellos, la moral vigente es convencional y, además, contraria a la naturaleza, ya que impide cumplir estas tendencias naturales.
Sócrates: El Maestro de la Virtud
Sócrates vivió en el mismo contexto que los sofistas y compartió con ellos el interés por el hombre, la política y la moral, pero se diferenció en tres aspectos fundamentales:
- No cobraba por enseñar.
- Rechazaba los discursos largos.
- Su método consistía en la ironía (para demostrar el falso saber) y la mayéutica (para ayudar a los demás a descubrir la verdad por sí mismos).
- Rechazó el relativismo moral de los sofistas.
Sócrates contra el Relativismo
Sócrates creía que si cada persona entiende lo justo de manera distinta, la comunicación sería imposible. Por eso, consideraba necesario definir con rigor los conceptos morales, buscando su esencia y un significado válido para todos.
Intelectualismo Moral
Sócrates afirma que solo quien sabe qué es la justicia puede ser justo. La virtud es conocimiento: como en las artes técnicas, para actuar bien no basta con acertar por casualidad, se necesita saber. De aquí surge la paradoja: si alguien obra mal queriendo, parecería mejor que quien actúa mal por ignorancia; pero Sócrates concluye que nadie obra mal sabiendo realmente qué es el bien. Todo mal comportamiento se explica siempre por la ignorancia. Esto elimina la idea de culpa o pecado: el malvado es, en realidad, un ignorante y, en lugar de castigos, habría que ofrecer educación para corregirlo.
Platón: Ética y Política
El Problema Ético
El problema ético fundamental en Platón consiste en determinar qué es la virtud y cómo puede el ser humano llegar a ser justo. Para Platón, la virtud no es cuestión de opinión ni de costumbre, sino conocimiento: ser virtuoso significa conocer la Idea del Bien, que es el fundamento objetivo de toda moral. Esto le permite superar el relativismo moral de los sofistas.
Además, Platón define la justicia como armonía del alma, que está compuesta por tres partes:
- Racional
- Irascible
- Concupiscible
Una persona es justa cuando cada parte cumple su función y la razón gobierna sobre las pasiones y los deseos. El problema ético surge porque esta armonía no se da espontáneamente: el alma humana está inclinada al desorden y necesita educación y disciplina para orientarse hacia el Bien. Así, el problema ético en Platón gira en torno a cómo formar un alma ordenada que pueda acceder a la verdad y vivir justamente.
El Problema Político
El problema político en Platón surge porque la justicia individual solo puede realizarse plenamente dentro de una ciudad justa y, a la vez, una ciudad solo puede ser justa si está gobernada por ciudadanos virtuosos. Existe, por tanto, una relación circular difícil de resolver: para tener buenos ciudadanos se necesita un buen Estado, pero para tener un buen Estado se necesitan ciudadanos virtuosos.
Para resolver este problema, Platón diseña en La República un Estado estructurado de acuerdo con la naturaleza humana: tres clases sociales que corresponden a las tres partes del alma. La justicia política consiste en que cada clase —filósofos-gobernantes, guardianes y productores— cumpla su función sin invadir la de las otras, igual que ocurre en el alma justa. Sin embargo, el núcleo del problema político es quién debe gobernar. Para Platón, solo deben gobernar los filósofos, porque son los únicos capaces de conocer la Idea del Bien y, por tanto, de dirigir la ciudad hacia la justicia. La política depende así directamente del conocimiento y la virtud, lo que explica su desconfianza hacia la democracia ateniense.