Fundamentos del Carácter y la Conciencia Moral

1.1. Carácter y conciencia moral

Las normas morales no se cumplen porque la ley nos las imponga, sino porque reconocemos su valor. Por ejemplo, ayudamos a un motorista que ha sufrido un accidente y está en el suelo no porque la ley nos demande socorrerle, sino porque nuestra conciencia moral nos exige hacerlo.

Por ello hay muchas morales, que dependen de otras tantas visiones del mundo. Sin embargo, la ética es una reflexión racional sobre los criterios que se emplean para fundamentar los códigos morales. Así, se trata de una materia normativa: no describe cómo se comportan las personas, sino cómo deben comportarse.

Como afirmó Erich Fromm, «en el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte». Dicho de otro modo, desde su libertad el ser humano se hace a sí mismo: es constructor y construcción a un tiempo. Y es que, a diferencia de la acción animal, que aparece preprogramada o determinada, el comportamiento humano, en cambio, se define por ser abierto y libre. Precisamente este carácter libre y abierto de la acción es lo que hace al ser humano responsable de sus actos. Un individuo que ante una determinada situación reflexiona, toma una decisión y actúa en concordancia con ella es el autor de esa acción y, por tanto, ha de responder de ella; es decir, debe estar dispuesto a recibir el reconocimiento o la amonestación de sí mismo y de los demás.

Cuando hablamos de las normas morales, cabe advertir que estas no pertenecen al ámbito del ser (todo aquello que existe de un modo efectivo), sino al del deber ser (todo aquello que sería bueno que existiera, aunque no se dé en la realidad o solo exista parcialmente). El ser es el ámbito de la naturaleza; el deber ser, el ámbito de la moral. Por ello decimos que la ética no es descriptiva, sino normativa. Si digo: «Bartolo está humillando a su hermano pequeño», me limito a relatar lo que está pasando, estoy en el ámbito del ser. Si por el contrario señalo que «Los hermanos mayores han de proteger y cuidar de sus hermanos menores» me encuentro en el ámbito del deber ser, y estoy anotando una norma moral.

Este carácter libre del actuar humano constituye también la base del carácter moral que posee en exclusividad. La libertad, es decir, la capacidad para decidir y elegir entre varias opciones posibilita que las acciones concretas que alguien lleva a cabo se ajusten o no a las costumbres y normas de su comunidad. Cuando el sujeto decide actuar de acuerdo con las normas asumidas, actúa correctamente (es moral); cuando decide libremente saltárselas, actúa incorrectamente (es inmoral). Pero lo que no puede hacer es dejar de actuar en el marco de ese código normativo; es decir, lo que no puede hacer es ser amoral. Por eso, decimos que el ser humano es esencial e inevitablemente un ser moral.

Aunque la norma moral sea de obligado cumplimiento, está íntimamente relacionada con la libertad, ya que la presupone. Si no reconociéramos la capacidad de elección del ser humano, no tendría sentido hablar de normas morales. Dicho con otras palabras, la norma y la obligación —que esta comporta— surgen de la libertad, que nos permite acatar o desentendernos de lo que esta nos manda. Por ello, podemos afirmar que las normas morales poseen un doble carácter: de libertad, por un lado, y de obligatoriedad, por otro.

La moral según Aranguren

El sociólogo y filósofo español José Luis López Aranguren (1909-1996) distinguió entre la moral como contenido y la moral como estructura. En el primer caso (contenido), la moral es un conjunto de normas que regulan el comportamiento considerado como correcto por una persona o comunidad. En el segundo caso (estructura), la moral se entiende como rasgo intelectual del ser humano: es la inclinación natural a valorar las acciones humanas en términos de bondad y maldad, tanto propias como ajenas.

Este carácter moral del ser humano está arraigado en nuestra historia como especie. Antes de la aparición del lenguaje, la selección natural favoreció el éxito de los individuos más propensos a la sociabilidad. Esta tendencia primitiva a buscar la cooperación con los otros para lograr un objetivo común dio paso a la intuición moral, una especie de sexto sentido que permitía reconocer aquellos comportamientos que contribuían al mantenimiento de la comunidad.

Más tarde, el lenguaje potenció el desarrollo de la capacidad racional, que fijó las primeras normas morales. Sin embargo, la elección de tales normas estuvo fuertemente condicionada por aquella sociabilidad original, de ahí que según el psicólogo estadounidense Jonathan Haidt debían funcionar ciertos principios morales universales:

  • El respeto a la vida de otros miembros del grupo.
  • El sentido de la reciprocidad (origen del concepto de justicia).
  • La lealtad al grupo.
  • El reconocimiento de la jerarquía, entre otros.

Dimensiones de las normas morales

Las normas morales tienen una doble dimensión, social y personal:

Dimensión Social

Prácticamente todas las comunidades poseen un código de normas que regulan la forma en que sus miembros han de actuar y relacionarse. Estas normas pueden estar explícitas en códigos legales, que constituyen el derecho positivo de esa comunidad, por ejemplo: la prohibición de robar. O pueden hallarse implícitas en los usos y costumbres de esa comunidad. Por ejemplo, en caso de accidente, salvar primero a los niños.

Dimensión Personal

A diferencia de otro tipo de normas, las normas morales no solo exigen su cumplimiento, sino una convicción interior del sujeto; es decir, es necesario que el sujeto moral reconozca la norma como suya y no como impuesta socialmente. La conciencia moral es la instancia que asume y asimila estas normas y, además, es la que, en último término, juzga la corrección e incorrección de la actuación de uno mismo.

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