Hannah Arendt: Acción, moralidad y política frente al totalitarismo

El pensamiento de Hannah Arendt (Enfoque del Tema 12)

A. El problema del ser humano

Para Hannah Arendt, el ser humano desarrolla dos actividades fundamentales: la actividad teórica o contemplativa (vita contemplativa) y la actividad práctica (vita activa). La actividad teórica o contemplativa estaría relacionada con la actividad intelectual pura y que, generalmente, ha producido la filosofía. Sin embargo, Arendt está más interesada en la actividad práctica, con la que construimos una sociedad libre y justa. Esta actividad práctica del ser humano se constituye en tres dimensiones fundamentales como son la labor, el trabajo y la acción. Es con el desarrollo de estas tres dimensiones como la conciencia humana individual se abre al mundo exterior, a la realidad, y, también, al resto de las conciencias, a las otras personas.

La labor es aquello que se relaciona con lo biológico y, por lo tanto, con la supervivencia como proceso natural. Esta actividad se corresponde con la vida, hacer lo necesario para sobrevivir.

Sin embargo, la persona no solamente mantiene una relación biológica con la naturaleza, sino que a través de la dimensión del trabajo genera una nueva realidad, distanciándose así del mundo estrictamente natural. Así, si la labor nos permite sobrevivir, el trabajo nos permite independizarnos de las necesidades naturales y crear un mundo artificial característicamente humano. Es nuestra mundanidad.

Y de esta forma se crean las condiciones para que surja la acción. En la acción nos relacionamos ya no con la naturaleza o con los productos creados por el trabajo, sino con los propios seres humanos. Así, se realiza la construcción de un modelo social y político, con el lenguaje y el diálogo como instrumentos fundamentales, que establece el marco en el que se produce la interacción humana. Con la acción surge el reconocimiento de la pluralidad de las diferentes conciencias, descubrimos a los otros y, con ellos, también a nosotros mismos, y la necesidad del diálogo y el acuerdo. Efectivamente, la filosofía, la actividad teórica, se podría dar en soledad, pero la acción requiere a los otros y, por lo tanto, la apertura a las otras conciencias.

B. El problema de la moral

La dimensión humana ha presentado así dos características fundamentales: la vita contemplativa (actividad teórica) y la vita activa (actividad práctica). Es en esta última en la que Arendt cree que se desarrolla auténticamente la persona a través de sus tres dimensiones: la labor, el trabajo y, especialmente, la acción, donde el ser humano constituye una nueva realidad social y política a través de la relación con los otros. De ahí la importancia que tendrán para Hannah Arendt tanto la moral como la política, pues en estos dos campos será donde esa acción cobre mayor sentido.

En primer lugar, la acción es el ámbito de la libertad, pues es precisamente al actuar en relación con otras conciencias donde se manifiesta y se da la capacidad de obrar de una manera u otra. La acción humana es, por lo tanto, libre (pues nada la determina previamente), impredecible (porque nunca puede saberse cuál será el resultado final, dado su propio carácter de libertad también en la respuesta de los otros) e irreversible (pues ella misma y sus consecuencias nunca pueden volverse hacia atrás). En el juicio moral, tanto para juzgar una acción como para realizarla, el yo dialoga consigo mismo como si fuera otro yo, en una especie de duplicación de la propia personalidad entre el querer o desear y la imposición de la voluntad para hacer lo correcto. Efectivamente, todo juicio moral debe buscar la armonía entre lo que yo soy y aquello que quiero ser, provocando, por tanto, un diálogo interno que no puede solucionarse desde la pura identidad, sino que es una elección entre diferentes opciones. Por ello, el principio de la moralidad es la ausencia de contradicción interna entre estas dos voces al realizar la acción.

De esta importancia de la reflexión en la moral resultará la distinción entre el mal radical y el mal banal. El mal radical es deliberado; se produce cuando, aun habiendo reflexión y sintiendo la contradicción interior, el individuo actúa haciendo caso omiso de esta y con plena conciencia de su acción. El mal banal se da cuando la persona no reflexiona sobre el acto a realizar ni sus consecuencias. Ocurre cuando el mal se deja de pensar como una acción valorable moralmente y se considera un acto cotidiano, normalizado, sobre el que el sujeto se niega a reflexionar huyendo de la contradicción.

C. El problema de la política

La dimensión fundamental del ser humano es la acción. En ella, el ser humano se relaciona estableciendo un diálogo interpersonal e intrapersonal. Este diálogo es la clave de la moral, buscando la coherencia entre la identidad y nuestro ideal. Y, precisamente, esta idea de la moral nos lleva a la importancia de la política. Como la moral es la relación con los otros, es imprescindible la política, pues en ella es donde la relación interpersonal cobra mayor importancia y trascendencia. Por ello, Hannah Arendt pondrá especial atención al problema político, autodenominándose pensadora política y no filósofa.

Arendt realizará un estudio del totalitarismo, forma política que surgió en el siglo XX, representada por el estalinismo y el nazismo. Este totalitarismo tiene como una de sus condiciones previas al hombre masa. Este es un individuo absolutamente atomizado, que se halla solo y sin ningún referente (a pesar de estar al lado de otros), negándose a la reflexión interior, representante de la banalidad del mal.

Teóricamente, el totalitarismo defiende la existencia de leyes determinantes y suprahumanas que rigen el mundo y la historia, desde las ciencias naturales (en el nazismo) o el sentido de la historia (en el estalinismo). Con ello, se derrumba el concepto de Estado (que es sustituido por un poder paralelo y privado, como el partido, que controla todo) y el de Nación (ya que desaparece la ciudadanía, que es sustituida por la raza en el nazismo o la clase en el estalinismo). Supone el fin del Estado de derecho, impide cualquier pluralismo o disidencia y crea un clima de arbitrariedad donde todos se convierten simultáneamente en sospechosos y delatores. Así, el triunfo del totalitarismo implica el fin de la política y la eliminación de la acción, que constituye lo propio y fundamental del ser humano. Efectivamente, el totalitarismo implica la eliminación de pensar y vivir conjuntamente desde la diferencia, sustituyéndolo por pensar y vivir como una identidad única.

Frente al sistema totalitario, Arendt defenderá el republicanismo, forma de democracia deliberativa compuesta de consejos y espacios de actuación política, donde el poder fuera fundamentalmente horizontal. El objetivo siempre sería crear nuevos espacios de actuación política para preservar la libertad y, con ella, la condición humana fundamental de la acción.

El problema de la sociedad y la política: Perspectiva de Ortega y Gasset (Tema 11)

Para Ortega, la historia se puede estudiar de acuerdo con las generaciones. En su Teoría de las generaciones, Ortega asume que en toda sociedad humana conviven distintas generaciones. Estas generaciones se cumplen en periodos de quince años y hay dos tipos fundamentales: las establecidas (las mayores que ya poseen el control social) y las emergentes (las nuevas). Cuando los presupuestos teóricos de ambas son compatibles, la sociedad se desarrolla sin sobresaltos; cuando, sin embargo, hay una ruptura entre una y otra, surge la crisis social.

Concretamente, la crisis propia de nuestra época se caracteriza por la rebelión de las masas. Según Ortega, los seres humanos se dividen en hombre masa y en minoría selecta. No se trata de una división de acuerdo con la clase social o la formación intelectual, sino más bien conforme a una actitud vital. El hombre masa es aquel que se encuentra plenamente satisfecho de sí mismo y se cree completo moral e intelectualmente, por lo que exige que todo esté a su servicio sin exigirse nada a sí mismo. Por el contrario, la minoría selecta está constituida por personas que se exigen a sí mismas más que a los demás, ya que viven buscando alcanzar su máximo desarrollo y cumpliendo sus deberes. El problema de la sociedad actual es que el hombre masa gobierna la sociedad sin atender a la minoría selecta e imponiendo una uniformidad que no respeta la libertad individual y creadora, lo cual termina generando una crisis social.

Aquí parece tratar de recuperar Ortega el sentido originario de la aristocracia, que los griegos consideraron como el gobierno de los mejores. Frente a ellos se situaría la masa de los peores. Incluso en un pensamiento ilustrado que distinguía al sabio del vulgo, se considera que los más son malos y que la virtud está reducida a unos pocos. Según Ortega, España presentaría el espectáculo de una masa individualista que rechaza a los guías que podrían darle una orientación racional.