La casa de Bernarda Alba: Obra, Contexto y Claves Dramáticas

Autor, Obra y Contexto

Este fragmento pertenece a la obra La casa de Bernarda Alba, escrita por Federico García Lorca en la primavera de 1936. Es considerado el poeta de mayor influencia y popularidad del siglo XX y una de las figuras más importantes del teatro español. Pertenece a la Generación del 27. La obra que nos ocupa es parte de una famosa trilogía rural (con Yerma y Bodas de sangre).

Por un lado, en la España del primer tercio del siglo XX existían diversas tendencias teatrales comerciales y triunfantes como la comedia burguesa de Jacinto Benavente, el teatro modernista en verso de Marquina o Villaespesa y varias formas de teatro cómico como el sainete de los hermanos Quintero o el astracán de Muñoz Seca. Contaban con el favor del público, pero eran subgéneros poco originales. Y, por otro lado, un teatro renovador, minoritario y sin repercusión en el público iniciado por los autores de la Generación del 98 (Unamuno y Azorín), el drama de ideas de Jacinto Grau y el teatro de vanguardia y experimental de Ramón Gómez de la Serna y algunos autores de la Generación del 27 como Pedro Salinas o Rafael Alberti.

Fueron Ramón María del Valle-Inclán y Federico García Lorca quienes impulsaron una renovación a través de diferentes vías: Valle-Inclán, mediante la deformación grotesca de la realidad de su teatro “esperpéntico”, y García Lorca dio nueva vida a la tragedia clásica, un género antiguo, y también creó obras con un estilo moderno y experimental, usando elementos del vanguardismo y el surrealismo.

Estructura de la Obra

La obra posee una estructura externa en tres actos que se corresponden con planteamiento, nudo y desenlace. Como obra escrita deliberadamente para su representación, contiene acotaciones entre las intervenciones dialogadas de los personajes.

El primer acto tiene como acción dramática la presentación de Bernarda y sus hijas y el doble conflicto: el largo luto decretado por la madre, y la intención de Pepe el Romano de contraer matrimonio con Angustias, la mayor de las hermanas.

El segundo acto constituye el nudo de la obra, y desarrolla la relación prohibida de Pepe y Adela, los celos de Martirio y la desesperación de Angustias, ante la obstinación de Bernarda en no ver lo que está sucediendo.

El tercer acto es el desenlace trágico, con el descubrimiento de la verdad por parte de Bernarda y el suicidio de Adela. (especificar aquí en cuál de los actos se enclava el fragmento y en qué momento del argumento)

La obra sigue la estructura interna de la tragedia griega: un estado inicial positivo que se vuelve negativo por un error del protagonista, causado por ignorancia. El destino del protagonista es inevitable, lo que provoca empatía en el espectador. Al final, el protagonista reconoce su error antes de morir, lo que causa catarsis. Este modelo se aplica tanto a Adela como a Bernarda, quienes son heroínas trágicas. La obra respeta las unidades de acción, tiempo y lugar, y presenta una estructura circular al empezar y acabar con una muerte (la del marido y la de Adela), y con las mismas palabras (Bernarda imponiendo silencio). (especificar en esta parte en qué momento de la estructura interna se encuentra)

Temas Presentes en la Obra

La muerte del marido y el luto forzado sirven a Lorca para explorar conflictos clave: autoridad vs. libertad, deseo vs. realidad y represión vs. rebeldía. Las hijas de Bernarda reaccionan de forma distinta, desde la sumisión hasta la desobediencia, movidas por el deseo de amor o sexo. Pero tanto la obediencia como la rebelión conducen a la frustración, vista como destino trágico y también como producto de una sociedad que oprime a la mujer mediante normas rígidas. Aparecen, además del choque entre autoridad y libertad, varios temas secundarios:

  • El papel de la mujer en la sociedad tradicional española. La obra refleja el papel subordinado de la mujer en la sociedad patriarcal tradicional, defendida incluso por Bernarda Alba. En este sistema, la mujer depende del padre o del marido y carece de independencia económica. Esta situación se sostiene con una moral rígida basada en costumbres como el luto, los matrimonios por conveniencia, la desigualdad de género, la obsesión por las apariencias y la asociación entre virginidad y honra. En la familia Alba, estas normas se imponen de forma estricta e incuestionable.
  • La moral tradicional estricta, con normas como el luto, los matrimonios de conveniencia, la desigualdad de género, la servidumbre, la obsesión por las apariencias, la asociación entre virginidad y honra, y el orgullo de clase. En la obra, estas reglas se imponen sin cuestionarse. También se refleja una sociedad jerárquica, donde Bernarda marca distancias incluso con La Poncia, su criada más cercana, y donde hay diferencias dentro de las clases bajas, como entre La Poncia y la criada anónima.
  • Las diferencias sociales: La obra muestra una estructura social jerárquica. Bernarda impone su autoridad como señora de una familia acomodada y marca las distancias con los sirvientes, incluso con La Poncia, la más cercana. También hay diferencias entre los propios criados, como entre La Poncia y la criada anónima, que ocupan niveles distintos.
  • La honra y su defensa hipócrita. En la mente de Bernarda, la honra y el honor aparecen vinculados estrechamente a conceptos como la riqueza, la insaciabilidad moral, el respeto a la autoridad de los mayores y la virginidad. Lo que sucede es que a Bernarda no le preocupan realmente estos conceptos, sino solo su cumplimiento de cara a la galería. Esto la lleva a afirmar al final de la obra, en una muestra de ceguera e irrespeto, que su hija Adela ha muerto virgen.
  • Las relaciones familiares: las mujeres Alba están vinculadas más por un espacio físico que por un espacio afectivo familiar. Lejos de ser una familia unida y armoniosa, Bernarda tiraniza a sus hijas, y estas, en lugar de permanecer unidas, desatan una guerra interna de celos, rivalidad, envidia y odio, especialmente entre el triángulo formado por Adela, Martirio y Angustias.
  • El destino trágico: además de la marginación social, los personajes femeninos de García Lorca representan las pasiones elementales puras y reprimidas. De la lucha entre estas dos fuerzas (sexualidad y poder), ambas con raíz en lo instintivo e irracional, solo resultará la destrucción de una de ellas, ya que son incompatibles: Adela sucumbe como una heroína trágica, pues ha luchado en vano contra una fuerza superior a ella; en su fracaso reside su grandeza.

Los Personajes

Los personajes pasionales son los elementos sobre los que se sustentan las obras de García Lorca. Son, a la vez, figuras individualizadas y tipos representativos que han pasado a la historia de la literatura como creaciones únicas. En el fragmento que nos ocupa, los personajes que aparecen son…

  • Bernarda es el personaje principal y más logrado, la encarnación hipócrita de las fuerzas represivas y de la autoridad.
  • Angustias es la mayor. Es la hija de Bernarda y de su primer marido, lo que la hace heredera de una envidiable fortuna. Por su edad y su físico no tarda en atraer a un pretendiente, Pepe el Romano. Ella sabe que el matrimonio será su vía de escape, y en el fondo es consciente de lo que realmente le interesa de ella a Pepe, pero se niega a reconocerlo ante sus hermanas. Frente a Adela y Martirio, no hay en ella pasión o ilusión verdadera.
  • Magdalena es la más sumisa de las hijas, y también, según La Poncia, la única que quería a su padre. Pero manifiesta su inconformidad con el rol que la sociedad le ha reservado a las mujeres. Por eso llega a decir que hubiera preferido ser un hombre.
  • Amelia es el personaje cuyos perfiles aparecen más difuminados. Su actitud es la de la resignación, y carece de la profundidad de Angustias o el vitalismo de Adela y Martirio.
  • Martirio es un personaje altamente complejo. Sabemos que pudo haberse casado, si Bernarda no se hubiese opuesto por el presunto insuficiente nivel social del pretendiente; eso explica el resentimiento y rencor que guarda hacia su madre. Lo más interesante de ella es su actitud hacia los hombres. Pero su pasión por Pepe la arrastra por completo y la convierte en un ser vil, que envidia por igual a Angustias y a Adela.
  • Adela es la más joven de las hijas, y la encarnación de la abierta rebeldía. También es la más bella, apasionada y sincera. Es la única que tiene el valor de expresar con palabras su actitud liberadora en dos aspectos: la propiedad de su cuerpo, sobre el que únicamente ella puede decidir, y la voluntad de abandonar la casa. En esta rebeldía se encuentra su grandeza, y a la vez su tragedia, pues desafía aquello que no puede vencer. Decide abandonar la casa y convertirse en la amante de Pepe, y rompe el bastón que simboliza la autoridad de Bernarda. Pero su rebeldía será una rebeldía trágica.
  • María Josefa, la madre de Bernarda, es uno de los personajes más originales y profundos de la obra. En sus palabras se mezclan la locura y la verdad. Por su locura, puede expresar lo que las hijas callan, siendo portavoz de sus deseos: libertad, amor, maternidad y escapar del encierro. Sus intervenciones refuerzan líricamente los temas centrales de la obra.
  • La Poncia es una criada con una relación ambigua con Bernarda: cercana pero siempre recordada como inferior. Aunque da consejos y participa en las conversaciones, Bernarda le marca su lugar. Representa al típico sirviente sumiso pero rencoroso, con un odio contenido. Habla abiertamente sobre el sexo, contrastando con el ambiente represivo. Actúa como vínculo con el mundo exterior, como coro trágico que comenta y anticipa, y aporta humor y sentido común frente al autoritarismo de Bernarda.
  • La otra criada tiene menor relieve. Como La Poncia, guarda rencor hacia Bernarda, aunque le muestre sumisión, por lo que es sumamente hipócrita. Pues se deja maltratar por Bernarda, obedece a La Poncia, y a su vez se muestra altanera y brusca con la mendiga.
  • Mencionaremos, por último, el papel de las mujeres de luto que asisten al duelo, de las que solo una, la vecina Prudencia, aparece individualizada. Sus rezos y sus habladurías también hacen que su función sea la del coro trágico.
  • Para finalizar, llama la atención el hecho de que no aparece en escena ninguna figura masculina. La supresión física de los personajes varones es absoluta, aunque sus figuras son aludidas o permanecen latentes. En La casa de Bernarda Alba, los maridos apenas se mencionan. Lo importante son los hombres ausentes: los del pueblo, que no entran a la casa, y los segadores, cuyas canciones representan la vida y el deseo que contrastan con el encierro femenino.
  • Pero la figura masculina principal es Pepe el Romano. Su dimensión simbólica es evidente, pues encarna universal y genéricamente al Hombre. Su no aparición conforma un carácter simbólico que lo engrandece y mitifica. Su dimensión sobrehumana sería menos creíble de haberlo visto en escena, actuando y hablando. Paradójicamente, está omnipresente, pero nunca aparece sobre el escenario.

Lenguaje Poético y su Valor Dramático

La obra posee una serie de rasgos estilísticos que podemos agrupar en tres ámbitos. Así, nos encontramos con:

  • Rasgos propios del lenguaje teatral: hay diálogos, un monólogo, apartes y acotaciones. Los diálogos son breves para reflejar la tensión entre los personajes, y de contenido informativo o dialéctico (cuando los personajes discuten los conflictos de la acción).
  • Rasgos propios del lenguaje conversacional, muchos inspirados en la expresividad popular andaluza. Unos transmiten la emotividad de los personajes (interjecciones, hipérboles, afirmaciones y negaciones, diminutivos y apelativos cariñosos, interrogaciones retóricas, ironías e insinuaciones). Otros expresan la relación entre los personajes: insultos, maldiciones, mandatos, lenguaje inquisitivo con reproches y preguntas al interlocutor, frases inacabadas y fórmulas de cortesía. Finalmente, transmiten la espontaneidad de la oralidad: réplicas rápidas, oraciones inacabadas y uso de giros y refranes del habla popular.
  • Rasgos propios del neopopularismo de García Lorca, basado en la manipulación del lenguaje común sometiéndolo a una elaboración poética: símiles e imágenes irracionales, tono proverbial con invención de sentencias, y uso de símbolos que condensan los temas o pasiones de los personajes: el significado de sus nombres, los colores, los objetos (el abanico, el bastón), los animales (el caballo, la oveja), los sonidos (las campanas, los cantos de los segadores, los golpes de bastón, el ladrido de los perros), los espacios (el interior y el corral) y el importante símbolo del agua, tan recurrente en García Lorca como trasunto de la vida, la muerte y la libertad, respectivamente.