La Crisis de la Monarquía Española: De Carlos IV a la Primera Guerra Carlista

1. La Monarquía de Carlos IV y la Invasión Napoleónica

El reinado de Carlos IV se caracterizó por la debilidad del monarca, quien delegó el poder en sus ministros ilustrados y, de manera crucial, en Manuel Godoy. La elección de Godoy, un joven militar, reflejaba la desconfianza de Carlos IV en la nobleza cortesana y su búsqueda de lealtad personal. En este contexto, España declaró la guerra a la Francia revolucionaria, sufriendo una derrota que subordinó la política española a los intereses franceses.

Con el ascenso de Napoleón Bonaparte al poder, la política española osciló entre la alianza con Francia y el intento de evitar el enfrentamiento directo. Las alianzas con Francia derivaron en un conflicto con Gran Bretaña, cuya supremacía marítima se vio amenazada. La derrota de la armada franco-española en la Batalla de Trafalgar supuso la pérdida de la flota española y agravó la crisis de la Hacienda Real.

Ante esta situación, Godoy recurrió a medidas impopulares como el endeudamiento y el aumento de contribuciones, además de plantear reformas como la desamortización de tierras eclesiásticas. Estas medidas provocaron una amplia oposición de la nobleza, la Iglesia y el infante Fernando (futuro Fernando VII), quienes responsabilizaban a Godoy de la grave crisis.

El Motín de Aranjuez

En marzo de 1808, Godoy firmó el Tratado de Fontainebleau con Napoleón, que autorizaba la entrada de ejércitos franceses en España para atacar Portugal, aliado de Gran Bretaña, con la promesa de un futuro reparto de Portugal entre ambas potencias. Los franceses, al cruzar los Pirineos, ocuparon estratégicamente diversas plazas. El 18 de marzo de 1808, estalló un motín en Aranjuez, exigiendo la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII. Los amotinados lograron sus objetivos, evidenciando la profunda crisis de la monarquía. Carlos IV escribió a Napoleón solicitando su ayuda para recuperar el trono arrebatado por su hijo. El emperador francés, reafirmando su opinión sobre la debilidad y corrupción de la monarquía española, decidió invadir España y anexionarla a su imperio.

La Monarquía de José Bonaparte

Carlos IV y Fernando VII fueron convocados por Napoleón en Bayona, donde abdicaron sin resistencia. Napoleón nombró a su hermano José Bonaparte rey de España y convocó las Cortes para aprobar un código fundamental (el Estatuto de Bayona) que acabara con el Antiguo Régimen y ratificara a José I como monarca. El código reconocía la igualdad de los españoles ante la ley, los impuestos y los cargos públicos. José I intentó llevar a cabo una experiencia reformista, proponiendo la abolición del régimen señorial, la desamortización de tierras de la Iglesia y la desvinculación de los mayorazgos y tierras en manos muertas.

2. La Revuelta Popular y la Formación de Juntas

El 2 de mayo de 1808, mientras la familia real se preparaba para marchar a Bayona, una multitud se congregó frente al Palacio Real para impedir su salida, levantándose espontáneamente contra la presencia francesa. La revuelta fue reprimida por el general Murat.

En varias ciudades, la población se alzó contra la invasión, dando lugar a la formación de juntas de armamento y defensa. Inicialmente locales, estas juntas estaban compuestas por personalidades locales partidarias de Fernando VII (clérigos, militares, nobles). La necesidad de coordinación llevó a la creación de juntas provinciales que asumieron la soberanía en ausencia del rey, declararon la guerra a Napoleón y buscaron el apoyo de Gran Bretaña. Las juntas enviaron representantes a Aranjuez para formar una Junta Suprema Central, que coordinaría la lucha y dirigiría el país. Ante el avance francés, la Junta abandonó Sevilla y se trasladó a Cádiz, la única ciudad que resistía el asedio francés.

La Resistencia: Asedios y Guerrillas

Napoleón subestimó la resistencia española. Ciudades como Gerona y Zaragoza soportaron duros asedios, bombardeos y hambre, impidiendo el avance francés. La derrota de las tropas napoleónicas en El Bruch y Bailén impidió la conquista de Andalucía y forzó a José Bonaparte a abandonar Madrid. Napoleón se desplazó a España para dirigir la contraofensiva, logrando en cuatro semanas la reincorporación de su hermano a Madrid.

Ante la incapacidad del ejército tradicional español para vencer a los franceses, surgió la guerrilla, una forma de lucha armada espontánea, popular y eficaz. Los guerrilleros, compuestos por campesinos, artesanos y estudiantes, hostigaban al ejército francés mediante emboscadas, destrucción de instalaciones, interferencia en movimientos y asalto a convoyes de aprovisionamiento.

La campaña de Napoleón en Rusia en 1812 obligó a retirar tropas de la península. Las tropas españolas, con el apoyo de la guerrilla y del general Wellington, lograron la victoria en los Arapiles. José Bonaparte abandonó Madrid, que fue tomada por Wellington. Napoleón, forzado a pactar el fin del conflicto, permitió el regreso de Fernando VII mediante el Tratado de Valençay.

Actitudes Sociales, Políticas e Ideológicas

Una minoría de españoles, calificados como afrancesados (funcionarios, intelectuales, parte de la alta nobleza), colaboró con la monarquía de José Bonaparte, sintiéndose vinculados a su programa reformista y abogando por un poder fuerte para modernizar España.

El grueso de la población se unió al frente patriótico, oponiéndose a la invasión. La mayor parte del clero y la nobleza buscaba el retorno del absolutismo bajo Fernando VII, defendiendo la tradición y la religión y rechazando cualquier cambio social. Algunos ilustrados creían que con el regreso de Fernando VII se podría emprender un programa de reformas dentro del marco del Antiguo Régimen.

Los liberales (burgueses, profesionales) vieron en la guerra la oportunidad de un cambio político, siendo el momento propicio para implantar un sistema político liberal en España.

3. La Convocatoria de las Cortes y la Constitución de 1812

La Junta Suprema Central, incapaz de dirigir la guerra, decidió disolverse, pero antes inició la convocatoria de Cortes para que los representantes de la nación decidieran sobre su organización y destino. Mientras se reunían las Cortes, se estableció una regencia de cinco miembros. Se organizó también una consulta al país a través de los ayuntamientos sobre las reformas a llevar a cabo.

El proceso de elección de diputados fue difícil debido al estado de guerra. El ambiente liberal de la época influyó en que algunos elegidos simpatizaran con estas ideas. Las Cortes se inauguraron en 1810, y el sector liberal logró su primer triunfo al forzar la formación de una cámara única. En la primera sesión se aprobó el principio de soberanía nacional, reconociendo que el poder reside en el conjunto de los ciudadanos representados en las Cortes.

La Constitución de 1812

La Constitución de 1812 contenía una declaración de derechos del ciudadano: libertad de pensamiento y opinión, igualdad de los españoles ante la ley, derecho de petición, libertad de imprenta, derecho de propiedad y el reconocimiento de los derechos legítimos de los individuos que componen la nación española. La nación se definía como el conjunto de todos los ciudadanos de ambos hemisferios: peninsulares y colonias americanas.

La estructura del Estado correspondía a una monarquía limitada, basada en la división de poderes y no en el derecho divino. El poder legislativo, ejercido por las Cortes, elaboraba las leyes, aprobaba los presupuestos y los tratados internacionales. El sufragio era universal masculino e indirecto. El monarca era el jefe del poder ejecutivo, dirigía el gobierno e intervenía en la elaboración de las leyes. La administración de justicia correspondía exclusivamente a los tribunales, estableciéndose los principios básicos de un Estado de Derecho.

Acción Legislativa de las Cortes

Las Cortes de Cádiz aprobaron una serie de leyes y decretos para eliminar el Antiguo Régimen y organizar el Estado como un régimen liberal. Procedieron a la supresión de los señoríos jurisdiccionales, distinguiéndolos de los territoriales, que pasaron a ser propiedad privada de los señores. Se aprobó una reforma que transformaba a los antiguos campesinos en propietarios de la tierra. Se decretó la abolición de los mayorazgos y la desamortización de tierras comunales, con el objetivo de recaudar capitales para amortizar la deuda pública.

Se votó la abolición de la Inquisición, con fuerte oposición de los absolutistas y el clero, y se aprobó la libertad de imprenta. Finalmente, se destacó la libertad de trabajo, la anulación de los gremios y la unificación del mercado. Este primer liberalismo sentó las bases para la modernización de España. Los legisladores de Cádiz aprovecharon la situación revolucionaria creada por la guerra para elaborar un marco legislativo mucho más avanzado de lo que hubiera sido posible en una situación normal. Sin embargo, la vuelta de Fernando VII frustró esta experiencia liberal, conduciendo al retorno del absolutismo.

4. La Restauración del Absolutismo y el Trienio Liberal

Fernando VII, temeroso de enfrentarse a quienes habían resistido al invasor, atacó las condiciones de los liberales para aceptar un nuevo marco político. Los absolutistas, por su parte, vieron en el regreso del monarca la oportunidad de deshacer lo hecho en Cádiz y restaurar el Antiguo Régimen. Mediante un Real Decreto el 4 de mayo de 1814, Fernando VII anuló la Constitución y las leyes de Cádiz, anunciando el retorno al absolutismo.

La monarquía restauró todas las antiguas instituciones, el régimen señorial y la Inquisición. Se intentó rehacer un país destrozado por la guerra, con la agricultura arruinada, el comercio paralizado y las finanzas en quiebra, a partir de la restauración del Antiguo Régimen. Los gobiernos fracasaron uno tras otro. Las pérdidas humanas y materiales arruinaron a los agricultores y paralizaron el comercio y la producción manufacturera. La Hacienda Real entró en quiebra por falta de recursos.

A estos problemas se sumaron los cambios en la mentalidad de muchos grupos sociales. Los agricultores dejaron de pagar las rentas señoriales. La integración de jefes de la guerrilla en el ejército organizó un sector liberal partidario de reformas que protagonizaría varios pronunciamientos. Los gobiernos de Fernando VII fueron incapaces de responder a los problemas, enderezar la Hacienda o frenar los movimientos independentistas en las colonias. Los pronunciamientos militares liberales, disturbios en las ciudades y amotinamientos de agricultores manifestaron el descontento y la quiebra de la monarquía absoluta. La represión fue la única respuesta de la monarquía a las demandas políticas y sociales.

El Trienio Liberal (1820-1823)

En 1820, el coronel Rafael del Riego se sublevó en Andalucía proclamando la Constitución de 1812. La pasividad del ejército, la acción de los liberales en las principales ciudades y la neutralidad de los campesinos obligaron a Fernando VII a aceptar la Constitución. Se formó un nuevo gobierno que proclamó una amnistía y convocó elecciones a Cortes. La mayoría liberal inició una importante obra legislativa, restaurando gran parte de las reformas de Cádiz. Impulsaron la liberalización de la industria y el comercio, la modernización política y administrativa, la formación de ayuntamientos y diputaciones electivos, y el desarrollo de la Milicia Nacional.

Estas reformas suscitaron la oposición de la monarquía. Fernando VII, forzado a aceptar el nuevo régimen, paralizó las leyes que pudo, recurrió al veto y conspiró contra el gobierno, buscando recuperar su poder mediante la intervención de las potencias absolutistas. Las nuevas medidas liberales provocaron el descontento de los labradores, ya que la no rebaja de impuestos y la monetización de las rentas y diezmos obligaban a los agricultores a vender sus productos en una economía de autosuficiencia, dificultando la obtención de dinero para pagar las nuevas contribuciones. Los labradores, más pobres e indefensos ante la nueva legislación capitalista, se unieron a la agitación antiliberal.

La nobleza tradicional y la Iglesia, perjudicadas por la supresión del diezmo y la venta de bienes monacales, impulsaron una revuelta contra los gobernantes del Trienio. Se rebelaron partidas absolutistas en Cataluña, Navarra y Galicia. Las tensiones también se produjeron entre los propios liberales, que se dividieron en moderados (partidarios de reformas limitadas que no perjudicaran a las élites) y exaltados (partidarios de reformas radicales, favorables a las clases medias y populares).

5. La Década Ominosa y el Conflicto Dinástico

La Década Ominosa (1823-1833)

La Santa Alianza, atendiendo las peticiones de Fernando VII, encargó a Francia la intervención en España. Los Cien Mil Hijos de San Luis, comandados por el duque de Angulema, irrumpieron en territorio español y restituyeron a Fernando VII como monarca absoluto. Las potencias restauradoras pretendían introducir reformas moderadas, pero Fernando VII no las aceptó, desatando una feroz represión contra los liberales.

La principal preocupación de la monarquía fue el problema económico. Las dificultades de la Hacienda se agravaron con la pérdida definitiva de las colonias americanas, forzando un control estricto del gasto público. El rey buscó la colaboración del sector moderado de la burguesía financiera e industrial, lo que incrementó la desconfianza de los realistas y los sectores ultras de la corte, descontentos por no haberse restaurado la Inquisición.

Conflicto Dinástico

El nacimiento de una hija del rey, Isabel, parecía garantizar la continuidad borbónica, pero dio lugar a un grave conflicto sucesorio. La Ley Sálica, de origen francés e implantada por Felipe V, impedía el acceso al trono a las mujeres. Fernando VII, influenciado por su esposa María Cristina, promulgó la Pragmática Sanción, que abría el camino al trono a su hija. Los carlistas negaron a aceptar esta situación e influyeron sobre el monarca, gravemente enfermo, para que reinstaurara la Ley Sálica, lo que beneficiaba como candidato al trono al hermano del rey, Carlos María Isidro.

Al regresar el príncipe Carlos, se agruparon las fuerzas más partidarias del Antiguo Régimen y opuestas a cualquier forma de liberalismo. María Cristina, nombrada regente durante la enfermedad del rey, formó un nuevo gobierno de carácter reformista, decretó una amnistía que supuso el retorno de miles de exiliados liberales y se preparó para enfrentarse a los carlistas.

En 1833, Fernando VII murió, confirmando en su testamento a su hija de tres años como heredera del trono y nombrando reina gobernadora a María Cristina hasta la mayoría de edad de Isabel. El príncipe Carlos se proclamó rey, y se inició una insurrección absolutista en el norte de España, comenzando la Primera Guerra Carlista.