Introducción: El Contexto de la Posguerra
Tras la Guerra Civil, la sociedad española quedó dividida en dos bandos: el de los vencedores y el de los vencidos. La brecha que los separaba afectó profundamente al ámbito cultural. El exilio de buena parte de los escritores afines a la República, el asesinato de Federico García Lorca y el encarcelamiento de Miguel Hernández dejaron casi sin modelos a las nuevas generaciones poéticas. La producción lírica de aquellos que permanecieron en el llamado exilio interior debió esquivar la fuerte presión de la censura.
La Poesía de los Años 40: Primeras Voces y Corrientes
Generaciones Convivientes y Miguel Hernández
En los años 40 convivieron diferentes generaciones: poetas vinculados a la Generación del 27, como Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre, y jóvenes de la Generación del 36, a los que debe unirse Miguel Hernández, quien inició su producción con Perito en Lunas. Su poesía combativa se recoge en Viento del pueblo, que oscila entre la épica optimista y el tono dolorido que augura la derrota. Cancionero y romancero de ausencias es una dolorosa elegía escrita en la cárcel, en cuyos poemas glosa los desastres de la guerra y añora a su mujer y su hijo, sumidos en la miseria de la posguerra. Su influencia fue clave en la evolución de la lírica comprometida.
La Poesía Arraigada y las Revistas Oficiales
La producción lírica de los poetas que permanecieron en España giró en torno a las revistas literarias. Las revistas Garcilaso y Escorial agruparon a los escritores afines al régimen oficial, la llamada «juventud creadora» (Luis Rosales con La casa encendida, Leopoldo Panero con Escrito a cada instante, Luis Felipe Vivanco con Tiempo de dolor, Dionisio Ridruejo, José García Nieto), quienes practicaron lo que Dámaso Alonso llamó poesía arraigada: una lírica que presentaba un mundo coherente, ordenado y sereno, inclinada hacia temas como Dios, la patria y la familia, y caracterizada por una perfección de corte clásico inspirada en Garcilaso y los poetas del Renacimiento. Es una poesía bella pero fría y deshumanizada.
La Revista Espadaña y la Rehumanización Poética
En 1944, surge en León la revista Espadaña, que marcó un nuevo rumbo para la lírica española de los cuarenta: una rehumanización de la poesía. Sus fundadores fueron Eugenio de Nora, Victoriano Crémer y García Lama. Defendieron como principios estéticos una poesía de lenguaje más directo y tono bronco.
La Poesía Desarraigada: Hitos de 1944
En el mismo año de 1944, dos libros se convirtieron en la cumbre de esta corriente desarraigada: Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, y Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre. En el primero, Alonso optó por el versículo para dirigir su protesta contra Dios y manifestar su inconformismo y angustia existencial ante el sufrimiento humano. Los primeros poemarios de Gabriel Celaya y de Blas de Otero se enmarcaron dentro de esta corriente.
Otras Corrientes de los 40: Cántico y Postismo
El grupo Cántico, que surgió en 1947 como un homenaje a Jorge Guillén y a su poesía pura, practicó una poesía intimista, sensual y neobarroca, influido por el refinamiento de Luis Cernuda. Pablo García Baena fue su principal representante. Asimismo, el postismo defendió la libertad creativa y el sentido lúdico del arte, bajo la influencia del poeta peruano César Vallejo y los movimientos de vanguardia. Su creador y mejor exponente fue Carlos Edmundo de Ory.
El Realismo Social: Compromiso y Comunicación
Origen y Características
A finales de los 40, surgió el realismo social como resultado natural del mundo poético, la poesía existencial y la falta de libertades del Régimen.
Principios Estéticos del Realismo Social
Se trata de una poesía de lenguaje sencillo y directo, cuyos temas giraron en torno a un humanismo desgarrado, la angustia existencial y el drama del hombre y de España. Pretendían acercarse al concepto temporalista de la poesía de Antonio Machado —«la poesía es palabra en el tiempo»—, a la poesía última de Miguel Hernández y al lema de Vicente Aleixandre: «la poesía es comunicación».
Autores Clave del Realismo Social
Los dos autores más representativos de este momento fueron Gabriel Celaya, con una poesía orientada al compromiso social y político como medio para transformar el mundo (Las cartas boca arriba), y Blas de Otero, con una lírica desarraigada donde «monodialoga» con un Dios sordo y ciego al clamor de los seres humanos (Ángel fieramente humano). José Hierro, quien se inició en esta corriente con Quinta del 42, destaca por Cuaderno de Nueva York (1988), donde recorre con emoción la dura geografía de la gran ciudad, dulcificada por las referencias musicales y literarias.
La Poesía de la Experiencia: Los “Niños de la Guerra”
Características y Evolución
Estos poetas que se apartaron de lo social, los llamados «niños de la guerra», concibieron la poesía como una forma de conocimiento propio y del mundo. Estilísticamente, se rechazó tanto el patetismo «desarraigado» como el prosaísmo de los poetas sociales, buscando un estilo aparentemente conversacional, con un lenguaje muy elaborado.
Representantes Destacados
Ángel González, con una visión autobiográfica del amor, del paso del tiempo o la búsqueda de la felicidad desde una perspectiva escéptica y un tanto pesimista de la vida (Tratado de urbanismo); José Ángel Valente, quien reflejó las vivencias e inquietudes cotidianas con un tono irónico y crítico (La memoria y los signos). Dentro del llamado «Grupo de Barcelona» sobresalieron Jaime Gil de Biedma, con una poesía de tono confesional que recogía sus recuerdos de infancia y juventud (Moralidades), y José Agustín Goytisolo, quien expresó sus inquietudes personales y la sátira de las costumbres burguesas (Claridad).
Otros Poetas Relevantes
Otros autores destacados fueron Francisco Brines, quien celebró el amor y los placeres de la vida bajo la amenaza del paso del tiempo (Palabras a la oscuridad); Claudio Rodríguez, con obras que daban cabida al dolor y a la preocupación por la muerte, con un tono simbólico y mágico (Alianza y condena); José Manuel Caballero Bonald con Descrédito del héroe; Antonio Gamoneda con Sublevación inmóvil; Félix Grande, entre otros.