Introducción
La Segunda República Española fue instaurada en 1931, como producto de una crisis política y social que se había gestado durante muchos años. Tras la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), los gobiernos de Berenguer y Aznar intentaron restaurar la monarquía, pero no lograron frenar el creciente malestar de la población y la oposición política. El Pacto de San Sebastián, firmado en 1930 por diferentes fuerzas republicanas y progresistas, jugó un papel clave al unir a los opositores de la monarquía, incluyendo a republicanos, socialistas, nacionalistas catalanes y vascos, e incluso a algunos sectores del movimiento obrero. Las sublevaciones de Jaca (diciembre de 1930) y Cuatro Vientos (diciembre de 1930) fueron intentos fallidos de golpe de Estado que anticiparon la caída inminente de Alfonso XIII. La monarquía quedó completamente desbordada, lo que facilitó la proclamación de la Segunda República.
Caída de Alfonso XIII y Proclamación de la República
El 12 de abril de 1931, las elecciones municipales se convirtieron en un referéndum sobre la permanencia de la monarquía. Las candidaturas republicanas ganaron con gran éxito en las principales ciudades, mostrando el descontento general con el régimen de Alfonso XIII. Aunque en el ámbito rural los monárquicos obtuvieron más votos, el triunfo republicano en las ciudades fue interpretado como un rechazo contundente a la monarquía. Ante esta derrota, el rey Alfonso XIII se exilió del país y, al día siguiente, el 14 de abril de 1931, la Segunda República Española fue proclamada oficialmente, abriendo paso a una serie de reformas sociales, políticas y económicas. Poco después de la proclamación, se celebraron las elecciones a Cortes Constituyentes en junio de 1931, en las que la mayoría republicana formó un nuevo gobierno con Niceto Alcalá-Zamora como presidente de la República y Manuel Azaña como presidente del Consejo de Ministros. Este gobierno provisional se encargó de redactar una nueva Constitución y organizar la estructura del nuevo régimen republicano. Este fue un período crucial en el que la República se presentó como un modelo político que pretendía democratizar España y llevar a cabo reformas modernizadoras.
El Bienio Reformista (1931-1933)
Durante el Bienio Reformista, el gobierno republicano bajo Azaña promovió reformas fundamentales para modernizar el país. La Constitución de 1931, aprobada en diciembre de ese año, fue un paso clave en este proceso al garantizar derechos fundamentales como la libertad religiosa, de expresión, de asociación y el derecho de autonomía para las regiones, además de aprobar el sufragio universal. Además, consolidó la separación entre la Iglesia y el Estado, un tema muy polémico en una España donde la Iglesia Católica tenía una gran influencia.
El gobierno también llevó a cabo un ambicioso programa de reformas sociales y políticas. En el ámbito religioso, se secularizaron los cementerios, se legalizó el divorcio y se instauró el matrimonio civil. En el ámbito militar, se intentó reducir la influencia del ejército, promoviendo el retiro voluntario de los oficiales y suprimiendo las capitanías generales. También se aprobó la Ley de Reforma Agraria, que intentaba resolver el problema del latifundismo y mejorar las condiciones de vida de los campesinos. La reforma agraria fue una de las más necesarias y esperadas, dada la pobreza extrema de los jornaleros andaluces y extremeños, y la estructura muy dispar de la propiedad (con predominio de latifundios en el sur y minifundios en el norte). Sin embargo, aunque fue amenazante en la forma, en la práctica resultó muy moderada. Los procesos de expropiación fueron lentos y burocráticos, y no lograron redistribuir la tierra de manera significativa. Además, la oposición de los grandes terratenientes y la falta de recursos del Estado limitaron su impacto. En el ámbito social se crearon seguros sociales y se redujo la jornada laboral; y en el campo educativo se crearon nuevas escuelas, se aumentó el número de maestros y se pusieron en marcha las misiones pedagógicas para acercar la educación a las zonas rurales. Se intentó llevar a cabo una descentralización del poder, aprobándose los primeros estatutos de autonomía para Cataluña (1932) y el País Vasco (1936). A pesar de las buenas intenciones de este programa, algunas reformas encontraron oposición, especialmente de la Iglesia y los sectores más conservadores, que rechazaban la secularización y la reforma agraria. Esta oposición se manifestó en el intento de golpe de Estado de Sanjurjo en 1932, que, aunque fracasó, puso en evidencia el malestar de los sectores conservadores y la polarización política. El Bienio Reformista llegó a su fin tras el Levantamiento de Casas Viejas en enero de 1933, un episodio trágico en el que la Guardia Civil reprimió violentamente una revuelta anarquista en esta localidad de Cádiz, causando la muerte de varios campesinos. Este suceso dejó muy tocado a Azaña, quien fue acusado de ser responsable de la matanza. La CNT lo culpó directamente, y el Partido Radical, que hasta entonces había apoyado al gobierno, le retiró su respaldo. Ante esta situación, Azaña se vio obligado a convocar elecciones anticipadas en 1933, lo que marcó el fin del Bienio Reformista.
El Bienio Rectificador o Conservador (1933-1936)
En 1933, las elecciones generales supusieron un giro hacia la derecha con el triunfo de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) y el Partido Republicano Radical, que formaron un nuevo gobierno presidido por Alejandro Lerroux.
Aunque la CEDA obtuvo más escaños, no gobernó directamente, sino que apoyó al Partido Radical desde fuera, presionando para que se revirtieran las reformas del bienio anterior. Sin embargo, el Partido Radical pronto se fracturó internamente y, para mantener el gobierno, Lerroux necesitó el apoyo parlamentario de la CEDA, lo que permitió que esta entrara en el gobierno en 1934. Este cambio significó un retroceso en las reformas impulsadas durante el anterior bienio. El nuevo gobierno comenzó a deshacer muchas de las reformas de Azaña, como la reforma agraria, y adoptó políticas más conservadoras en educación y en el ámbito social. Cabe destacar que estas fueron las primeras elecciones en la historia de España en las que las mujeres ejercieron su derecho al voto. Uno de los hechos más importantes de este bienio fue la Revolución de Octubre de 1934, un levantamiento social que tuvo lugar principalmente en Asturias, pero que también afectó a otras regiones como Madrid y el País Vasco. Esta revolución fue una respuesta a la entrada de la CEDA en el gobierno y a la supresión de las reformas laborales y sociales. Fue duramente reprimida por el gobierno, utilizando al ejército para sofocar las protestas. La violencia y las detenciones masivas marcaron este período, y también se generaron tensiones con la Generalitat de Cataluña, que proclamó el «Estado Catalán», aumentando las tensiones con el gobierno central. Este bienio consolidó la polarización política en el país, con la CEDA y otros grupos conservadores radicalizándose en su oposición a la República, mientras que las fuerzas de izquierda empezaron a organizarse para defender los intereses obreros y republicanos.
El Triunfo del Frente Popular y el Camino hacia la Guerra Civil (1936)
Las elecciones de febrero de 1936 trajeron la victoria del Frente Popular (una coalición de fuerzas de izquierda que incluía socialistas, comunistas, republicanos y anarquistas). Esta victoria fue vista por la derecha como una amenaza, debido a que el Frente Popular se comprometió a recuperar las reformas del bienio anterior, como la reforma agraria, la implementación de estatutos autonómicos para otras regiones y la expansión de la educación pública. A pesar del regreso de Azaña a la presidencia, las tensiones políticas continuaron aumentando, y España seguía profundamente polarizada. Durante este período, las conspiraciones antirrepublicanas se intensificaron, especialmente en el ejército, donde varios sectores comenzaron a conspirar para derrocar al gobierno. Todos estos hechos culminaron en el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, que dio inicio a la Guerra Civil Española. Este golpe fue liderado por una parte del ejército bajo Francisco Franco y, además, fue el detonante de la caída de la República y el comienzo de una guerra devastadora que terminaría en una dictadura.
Conclusión
La Segunda República fue un proyecto pensado para modernizar y democratizar España a través de reformas sociales, políticas y educativas. Pero no fue como se esperaba, ya que la resistencia de sectores como la Iglesia y los grandes terratenientes, además de la polarización política, impidieron que estas reformas se consolidaran. La falta de consenso y la división entre las fuerzas de izquierda y derecha llevaron al país a un golpe de Estado que desencadenó la Guerra Civil. Este conflicto fue el resultado no solo de la caída de la República, sino también de las profundas contradicciones sociales y políticas que atravesaba España en ese momento.