Lacan y Descartes

Descartes: Dios

Al hallar la primera verdad, Descartes descubre el criterio general de certeza, la 

sólida base de su empresa de reconstruir el edificio del saber. Sin embargo, concibiendo 

la idea como “la forma de un pensamiento, por la inmediata percepción de la cual soy 

consciente de ese pensamiento”, ¿cómo probar la realidad objetiva de las ideas que piensa el yo? ¿Cómo superar el solipsismo1

ante la amenaza de un Dios perverso que me engaña 

cuando percibo o intento realizar una operación matemática? Las ideas son los contenidos 

del yo y la cuestión es cómo pasar del yo como res cogitans y sus contenidos mentales a 

la realidad extramental.

Descartes encuentra en la demostración de la existencia de un Dios bueno y 

veraz la garantía última de la verdad del conocer. Sin embargo, en primer lugar,

procede en las Meditaciones metafísicas al análisis del único material con el que cuenta: 

las ideas que piensa el yo. Su teoría sobre la realidad objetiva de las ideas le posibilita el 

salto de éstas, desde el yo a la realidad extramental ¿Cuál es la causa de la realidad 

objetiva de las ideas y qué hace que unas tengan más realidad objetiva que otras? 

Descartes descubre que la idea está constituida por dos tipos de realidad: una formal y 

otra objetivo. La realidad formal de la idea no es más que el hecho de estar presente ante 

el pensamiento, por lo que mientras está presente no puede negarse su presencia. Desde 

este punto de vista, todas las ideas son iguales. Desde un punto de vista objetivo, 

Descartes considera que para que una idea contenga tal realidad objetiva y no otra, debe 

haberla recibido de una causa en la cual haya, al menos, tanta realidad formal, como 

realidad objetiva en dicha idea. Mi idea de piedra debe tener por causas a la piedra o un 

ser más excelente que la piedra en el cual esté contenida la realidad representada en la 

idea de piedra. 

Descartes distingue tres tipos de ideas: las ideas facticias (formadas por mí 

mismo), adventicias (proceden de fuera de mí) e innatas (aquellas que la razón humana 

puede llegar a formar con independencia de la experiencia. “Nacemos con ellas”). Por 

ejemplo, la idea de ser “perfecto o ser infinito” –Dios-, primera idea a partir de la cual 

demuestra la existencia de Dios. 

La existencia de Dios se establece como el fundamento último y la garantía 

última de la verdad del conocer. Utiliza tres demostraciones de la existencia de Dios, 

que parten de la idea de Dios y aplican el principio de causalidad.

1. La primera afirma que si dudamos, existimos y somos finitos imperfectos. Pero

dentro de nuestras ideas innatas está la idea de Ser infinito y perfecto, al cual no 

puede proceder de mí en tanto que imperfecto, sino de una realidad perfecta que 

es Dios. 

2. La segunda parte de que en tanto que imperfectos somos contingentes, esto es, no

existimos por nosotros mismos. Hubo un momento en el que no existimos y 

dejaremos de existir en el futuro. Existimos por otro y este otro existe por sí 

mismo, lo que equivale a decir que es perfecto. Este es Dios. Si fuera causa de mí 

mismo, entonces me hubiera dado todas las perfecciones que concibo en mi 

Mente


3. El último argumento es el argumento ontológico de San Anselmo de Canterbury

que parte de la idea de que todos tenemos una idea de Dios como aquello Mayo rque lo cual nada puede ser pensado. Esta idea de Dios incluye necesariamente la 

existencia real con la misma necesidad que la idea de triángulo incluye el tener 

tres lados. 

Dios existe de forma tan evidente como una demostración en geometría y como 

ser perfectísimo. Por tanto, ha de ser bueno y veraz, dado que es perfecto, y de esta forma 

no me engaña cuando intento conocer la realidad. Así, la existencia de la realidad 

extramental es demostrada o justificada a partir de la existencia de un Dios bueno y 

veraz y la posibilidad de que yerre viene dada por mi naturaleza finita, cuando la 

voluntad se extiende más allá del entendimiento, de los límites del conocimiento que se 

encuentran en el proceder matemático-deductivo. 

Por todo lo dicho, Descartes va a entender que existen tres sustancias. La 

sustancia la define como aquello que existe de tal modo que no necesita de otra cosa para 

existir. Distingue, así, entre:

A) Una sustancia infinita, Dios, que es la causa última de otras dos

sustancias finitas.

B) La res extensa, es decir, el “mundo”, las realidades corpóreas, cuya carácterística

sería la extensión.

C) La res cogitans, la substancia pensante, de carácter no corpóreo, no extenso y por

tanto, una sustancia inmaterial.

El único ser necesario, que subsiste por sí mismo es Dios, mientras que los demás 

necesitan de la creación y conservación de Dios. Aunque en sentido estricto sea Dios la 

sustancia por antonomasia, Descartes reconoce por analogía que puede aplicarse también 

a los seres creados porque sólo necesitan del concurso divino para existir.

Finalmente, para entender de forma adecuada el texto, cada una de las sustancias 

va a tener una serie de atributos y modos determinados. Dado que no percibimos las 

sustancias como tales, Descartes habla de atributos como aquellas cualidades más 

esenciales de la sustancia, que permiten distinguir unas de otras. Es la extensión para los 

cuerpos y el pensamiento para el yo. Los modos, por su parte, son modificaciones 

variables de la sustancia y necesitan de esta para existir. Los modos de la de la sustancia 

extensa son la figura, el movimiento, la cantidad… y los de la sustancia pensante son el 

sentimiento, imaginación, deseos…

En el caso de Dios, todas sus carácterísticas son esenciales y por tanto atributos. 

Su atributo esencial es la perfección.