Las Cinco Demostraciones de Santo Tomás de Aquino sobre la Existencia de Dios

Las Cinco Vías de Santo Tomás de Aquino para Demostrar la Existencia de Dios

1. La Vía del Movimiento (Primer Motor Inmóvil)

«Es innegable…»

Este fragmento pertenece a la primera vía de Santo Tomás de Aquino, en la que demuestra la existencia de Dios partiendo del movimiento. Tomás comienza afirmando un hecho evidente: en el mundo hay cosas que se mueven. Siguiendo a Aristóteles, entiende que moverse es pasar de la potencia al acto. Nada puede pasar al acto por sí mismo, sino únicamente gracias a algo que ya está en acto; por ello, todo lo que se mueve requiere un motor distinto de sí mismo. Además, es imposible que algo esté simultáneamente en potencia y en acto respecto de lo mismo, lo cual impide que un ser se mueva a sí mismo.

Si aquello que mueve es, a su vez, movido, necesitará otro motor, y ese otro precisará otro, y así sucesivamente. Pero esta cadena no puede prolongarse hasta el infinito, porque si no hubiera un primer motor, tampoco existirían los motores intermedios ni el movimiento mismo. Toda causa subordinada depende del primer motor, del mismo modo que un bastón no mueve nada si la mano no lo impulsa. Por tanto, Santo Tomás concluye que debe existir un primer motor inmóvil, origen de todo movimiento y no movido por ningún otro. Ese primer motor es Dios.

2. La Vía de la Causa Eficiente (Primera Causa)

«Hallamos que en este mundo…»

Este texto corresponde a la segunda vía de Santo Tomás, que demuestra la existencia de Dios a partir de las causas eficientes. El filósofo observa que en el mundo existe una serie de causas que producen efectos. Sin embargo, ninguna cosa puede ser causa de sí misma, ya que para causar debería existir antes que sí misma, lo cual es imposible.

Además, esta cadena de causas no puede prolongarse indefinidamente. Si no hubiera una primera causa eficiente, no existirían causas intermedias ni sus efectos, pues una causa intermedia solo actúa gracias a la influencia de la primera. Si se suprime la causa primera, desaparece toda la cadena causal. Como esto contradice la experiencia, Tomás concluye que debe existir una causa eficiente primera, no causada por ninguna otra y fundamento de todas las demás causas. Esa causa primera es Dios.

3. La Vía de la Contingencia (Ser Necesario)

«Hallamos en la naturaleza…»

Este fragmento pertenece a la tercera vía de Santo Tomás, que demuestra la existencia de Dios basándose en la distinción entre seres contingentes y seres necesarios. El filósofo observa que existen seres que pueden existir o no existir, puesto que nacen y mueren: son contingentes. Y todo ser que puede no existir, en algún momento efectivamente no ha existido.

Si todo lo que existe fuera contingente, habría habido un momento en que nada existía. Pero si alguna vez no existió nada, tampoco podría haber comenzado a existir algo, ya que lo que no existe solo comienza a existir gracias a algo que ya es. Como esto es falso —pues ahora existen seres— Tomás concluye que debe existir al menos un ser necesario, es decir, que no pueda no existir. Ahora bien, si su necesidad procediera de otro ser necesario, se generaría una serie infinita imposible. Por ello, debe existir un ser necesario por sí mismo, que no reciba su necesidad de ningún otro y que sea causa de la necesidad de todos los demás. Ese ser necesario por sí mismo es Dios.

4. La Vía de los Grados de Perfección (Ser Supremo)

«Vemos…»

Este fragmento corresponde a la cuarta vía de Santo Tomás, que demuestra la existencia de Dios a partir de los grados de perfección presentes en los seres. Observamos cualidades como la bondad, la verdad o la nobleza en distintos grados: algunos seres son más buenos, más verdaderos o más nobles que otros.

Esta gradación solo tiene sentido si existe un máximo, un ser que posea esas perfecciones en grado absoluto y que funcione como referencia. Siguiendo a Aristóteles, Tomás sostiene que lo máximo en una cualidad es causa de esa misma cualidad en lo demás, igual que el fuego —máximo en calor— es causa del calor de todas las cosas calientes.

Por tanto, debe existir un ser que sea perfección absoluta y fuente última de todas las demás perfecciones. Ese ser supremo es Dios.

5. La Vía del Orden Final (Teleología)

«Vemos, en efecto…»

El fragmento corresponde a la quinta vía de Santo Tomás, que demuestra la existencia de Dios a partir del orden final observable en la naturaleza. El autor indica que muchos seres naturales carecen de conocimiento —como los cuerpos físicos— pero actúan orientados hacia fines: obran de forma regular para alcanzar lo que les conviene. Esta regularidad muestra que no actúan al azar, sino con una finalidad.

Como aquello que no tiene conocimiento no puede dirigirse a un fin por sí mismo, es necesario que exista un ser inteligente que lo guíe, del mismo modo que una flecha no alcanza el blanco sin que el arquero la dirija. Así, el orden final del universo exige un ser inteligente que oriente todas las cosas hacia sus fines naturales. A este ser ordenador y director de la naturaleza lo llamamos Dios.