Novela de Gabriel Miro

La novela dsd principios del Siglo XX hasta 1939: tendencias [noventayochista, novecentista], autores y obras representativos. 
La Generación del 98 revitaliza la novela. Cuatro obras de 1902 (Amor y pedagogía de Unamuno, Camino de perfección de Baroja, La voluntad de Azorín y Sonata de otoño de Valle-Inclán) coinciden en el rechazo al Realismo decimonónico (del Siglo XIX) y en la angustia vital propia de toda época de crisis. Se impone la temática existencial, social, filosófica; preocupa más la situación del país que la mera perfección formal. Huyen del costumbrismo y la retórica antigua, por eso tienen un estilo sobrio, sencillo y natural. Además, hay otros temas recurrentes: el de la preocupación por España y el de la historia, en la cual buscan las raíces del “alma” española que encuentran, sobre todo, en Castilla; en sus paisajes y gentes. 
Se cultivan los libros de viajes que criticarán aspectos negativos d ls pueblos con intención reformista. Azorín publica, por ejemplo, La ruta de Don Quijote, Castilla y El paisaje de España visto por los españoles. Son comunes el uso de palabras tradicionales, la técnica impresionista y los diálogos densos que hacen pensar, pero cada autor tiene su individualidad: cuidan la forma para conseguir belleza (Valle-Inclán), minuciosidad (Azorín), reflexión (Unamuno) o rapidez (Baroja).
Valle-Inclán evoluciona desde el Modernismo de sus Sonatas (1902-1905) hasta el expresionismo degradante de sus esperpentos (1920-1932) en los que deforma grotescamente la realidad con personajes fantoches, para retratar una sociedad sin las virtudes de la nobleza, valor, justicia, generosidad, solidaridad, etc. En su obra
Tirano Banderas critica a un dictador americano y en la trilogía El ruedo ibérico satiriza la corte d Isabel2 


Azorín en La voluntad defiende la nueva novela: “no debe haber comparaciones en las descripciones ni rigidez o simetría sino fragmentos, sensaciones separadas –como en la vida
Y diálogos naturales y verosímiles”. Sus novelas tienen mucho de ensayo y en algunas, de autobiografía. Es el que más atención presta al paisaje (Castilla, Los pueblos), a los clásicos como Cervantes y a la reinvención de personajes conocidos en Don Juan, Doña Inés, obras en las que aparece un don Juan viejo y arrepentido y una doña Inés adulta, enamorada de alguien mucho menor. Sus temas preferidos son la angustia por el paso del tiempo, el hastío, la angustia vital…
Unamuno dará a sus novelas un nombre nuevo, nivola; son textos en los que cabe todo. Así, en Amor y pedagogía introduce al final un tratado de cocotología (papiroflexia) como burla grotesca. Es el autor más intelectual.
Busca la esencia española en el paisaje y la historia anónima de sus gentes (la intrahistoria). La angustia vital y los conflictos religiosos provienen de su imposibilidad de encontrar sentido a su existencia y a la de Dios (solo demostrable por la fe y no la razón). Él quiere creer pero no puede, al igual que le ocurre al protagonista de su obra San Manuel Bueno, mártir (1933), cura que aun sin tener fe sigue ejerciendo como tal para que sus feligreses crean y vivan felices.


Baroja suele agrupar sus novelas en trilogías (La lucha por la vida, La raza, La tierra vasca, Las ciudades…) y otras veces en muchos volúMenes, como los de Memorias de un hombre de acción, historia novelada del Siglo XIX. Baroja piensa que la novela es “un saco donde cabe todo” (lo filosófico, psicológico, la aventura, lo épico, et.). Sus personajes de obras como La busca o El árbol de la ciencia parece que buscaran una felicidad que no encuentran, bien por su apatía o por las circunstancias. Azorín lo llama “pesimista irreductible”.
La Generación del 14 o Novecentismo (1906-1926) integra a intelectuales que están entre el noventayochismo y las vanguardias. Son más vitales que los del 98, más europeístas y liberales (como buenos herederos de la Institución Libre de Enseñanza, cuyo fundador es llamado por Ayala “San Francisco Giner de los Ríos”. Aparte de sus ensayos y cuentos, también destacan en dos tendencias narrativas: la lírica y la intelectual.
En la novela lírica destaca Gabriel Miró quien, como dice Dámaso Alonso, es el gran “poeta en prosa”. La melancolía y lo sensorial recuerdan la prosa modernista. Nuestro Padre San Daniel (1921) y El obispo leproso (1926) son las obras más interesantes.


En novela intelectual dest Ramón Pérez de Ayala, q escribe novelas generacionales como A.M.D.G. (siglas del lema jesuítico Ad Maiorem Dei Gloriam), muy crítica con su colegio de jesuitas, y tb novelas poemáticas –un poema inicial pone en antecedentes al lector- sobre la vida española a través de la técnica del contraste entre vida/muerte; alegría/dolor, etc. Así, en La caída de los limones dos hermanas de una familia rica piden clemencia sin éxito para su hermano –que será ejecutado por un crimen- y su dolor contrasta cn la celebración por el nacimiento d un nieto de la pensionera.
La etapa de madurez (de fines de los años 20) es la de las novelas de temas universales o intelectuales: Belarmino y Apolonio trata el tema de la incomunicación de los seres humanos aun estando próximos; Luna de miel, luna de hiel, el del amor y la educación sexual de los adolescentes y Tigre Juan y El curandero de su honra, el del honor del hombre vinculado a la fidelidad o no de la mujer.
También hay novela humorística como la de Wenceslao Fernández Flores en Las siete columnas, ficción sobre qué pasaría si desaparecieran los siete pecados capitales y Ramón Gómez de la Serna, cuya novela El torero Caracho (1927) distorsiona la visión de la fiesta de los toros.
En conclusión, la novela del Siglo XX hasta 1939 se opone a la copia de la realidad y al barroquismo del Realismo decimonónico: los noventayochistas se duelen de España, pretenden mejorarla y usan un estilo más natural y selectivo; los modernistas cuidan más las cuestiones formales; los novecentistas son europeístas, más racionalistas y objetivos ante España y anuncian las vanguardias cn su preocupación x el lenguaje e intelectualismo elitist