Pueblos Prerromanos en la Península Ibérica: Celtas, Celtíberos e Íberos
Los Pueblos Celtas y Celtíberos
Los pueblos celtas desarrollaron una economía agropecuaria. Su agricultura se basaba en cebadas, legumbres y hortalizas. La ganadería incluía caballos, vacas, corderos y cabras. Trabajaban la cerámica y fabricaban armas de hierro y bronce. Poseían un idioma indoeuropeo y no conocían ni la moneda ni la escritura.
Los castros eran asentamientos de grupos sedentarios muy poblados, dedicados principalmente a la agricultura. En contraste, las comunidades ganaderas eran nómadas. Los castros se situaban en montículos, con un trazado escalonado y un sentido urbanístico, definidos por fosas y murallas. Las casas tenían muros de piedra con planta circular (ejemplos en Pontevedra y Asturias).
La explotación minera era muy importante. Las tierras gallegas, ricas en estaño y oro, favorecieron el comercio con fenicios y cartagineses, así como con regiones de Francia e Inglaterra. La sociedad celta estaba organizada en clanes familiares (tribus) y presentaba una cierta jerarquización.
Los pueblos celtíberos compartían una economía basada en la agricultura cerealista y la ganadería, destacando también la producción de hierro. Además, desarrollaron el torno del alfarero, la rueda y la moneda. Habitaban en poblados castreños con una marcada influencia celta y una aristocracia guerrera.
Los Pueblos Ibéricos
Habitaban en poblados amurallados, estratégicamente ubicados en zonas de fácil defensa. Presentaban una distribución regular, con viviendas rectangulares y muros construidos con adobe y paja sobre zócalos de piedra.
Su economía era agrícola, cultivando cereales, vid y olivo, así como plantas para uso textil como el lino y el esparto. Destacaba la explotación de minas y un avanzado desarrollo metalúrgico, que se reflejaba en la fabricación de armas, cerámica y tejidos. Practicaban el comercio con moneda propia, poseían un urbanismo desarrollado y utilizaban la escritura.
La organización social se basaba en tribus, con una clara jerarquización ligada al poder militar y económico. Su origen se vincula a una aristocracia guerrera con caudillos, y hablaban lenguas emparentadas. Sus creencias religiosas incluían un amplio panteón de dioses, la práctica de complejos rituales y un extendido rito funerario.
La Llegada de Roma a la Península Ibérica: La Segunda Guerra Púnica
La presencia romana en la península se originó a raíz de la Segunda Guerra Púnica entre Roma y Cartago. El general cartaginés Amílcar Barca, con el objetivo de vencer a los romanos, organizó poderosos ejércitos. La Península Ibérica, rica en metales y guerreros, y donde Cartago ya poseía colonias, ofrecía los medios necesarios y una excelente ubicación estratégica.
En el 238 a.C., los cartagineses desembarcaron en Cádiz, dominaron los pueblos del sur y fundaron Carthago Nova. En el 220 a.C., Aníbal, elegido jefe del ejército, ideó la conquista de Roma. Desde la península, atravesó los Pirineos y los Alpes. Su ataque a Sagunto, ciudad aliada de Roma, fue el detonante.
Para impedir el avance de Aníbal hacia Italia, los romanos enviaron dos ejércitos a la península por Ampurias, iniciando en el 218 a.C. la conquista romana de la Península Ibérica. La sumisión de los pueblos ibéricos a los romanos duró aproximadamente 200 años y se realizó en diversas etapas.
La Edad Media en la Península Ibérica: Al-Andalus y los Reinos Cristianos (Siglos VIII-XV)
El Dominio Musulmán y la Conquista
En el 711, los musulmanes vencieron a Rodrigo, el último rey visigodo, en la Batalla de Guadalete, marcando el inicio de la conquista. Para el 718, la conquista se había completado, ocupando Toledo, el valle del Ebro y gran parte de la Cordillera Cantábrica. La nobleza visigoda pactó su sumisión y el pago de tributos a cambio de mantener sus propiedades.
Fracasaron en su intento de expansión más allá de los Pirineos (derrota de Poitiers en el 732). Entre el 714 y el 756, Al-Andalus fue un emirato dependiente, gobernado por un valí de Damasco.
El Emirato Independiente y el Califato de Córdoba
La llegada de Abd al-Rahmán I, miembro de la dinastía Omeya, marcó una época de estabilidad. Entre el 756 y el 929, estableció un emirato independiente, consolidando un nuevo estado andalusí con una intensa islamización.
Época de Esplendor: El Califato
En el siglo X, Abd al-Rahmán III se proclamó Califa, dando origen al Califato de Córdoba (929-1031). Esta fue una época de esplendor, con un apogeo económico, político y cultural. Grandes dirigentes dominaron la ruta de Sudán y representaron una amenaza para los reinos cristianos del norte. El califa ostentaba un poder absoluto, siendo la máxima autoridad en legislación, juez supremo y general del ejército.
Un Estado Fuerte y Organizado
Durante el Califato, la corte de Córdoba centralizó la administración, con un primer ministro (como Al-Mansur), numerosos funcionarios y un tesoro bien gestionado. Al-Andalus se organizaba en 21 provincias, cada una con su propio gobernador.
Las ciudades eran esenciales en la organización política, económica y social. Se basaban en el mercado (núcleo de la economía) y eran centros de poder religioso y político. Funcionarios específicos supervisaban el mercado (almotacén), el orden público (zalmedina) y la administración de justicia (cadí).
El estado se mantenía mediante el cobro de fuertes impuestos. Existían dos tipos principales: una limosna para los musulmanes y un impuesto territorial y personal para los cristianos. El mantenimiento de un ejército, formado por mercenarios bereberes o esclavos, garantizaba la defensa y se convirtió en una perfecta máquina de guerra.
Convivencia de Grupos Sociales Plurales en Al-Andalus
- Muladíes y Mozárabes: Constituían la clase más baja. Los mozárabes mantuvieron sus formas religiosas y culturales hispanovisigodas, mientras que los muladíes experimentaron una integración cultural y económica con la sociedad islámica.
- Esclavos: Ocupaban otro escalón social, desempeñando cargos en el ejército y la administración.
- Judíos: Se dedicaban principalmente al comercio y la artesanía.
- Bereberes: Eran el grupo mayoritario en la Meseta, dedicados a la ganadería, aunque muchos acabaron abandonando estas tierras.
- Árabes: Ocupaban la posición social más alta, instalados principalmente en el valle del Guadalquivir, donde poseían grandes latifundios.