Transformaciones Clave en la Historia de España: Romanización, Monarquía de los Reyes Católicos y Sexenio Democrático

Romanización de Hispania: Integración y Legado Cultural

Se conoce por romanización (218 a. C. – 476 d. C.) al proceso de integración y aculturación de los pueblos prerromanos en los modelos económicos, sociales, político-administrativos, culturales y religiosos de Roma. Se trata, pues, de la asimilación, voluntaria o forzada, de la cultura y forma de vida romanas (incorporaron la lengua latina, el Derecho, la organización socioeconómica, la organización administrativa, las creencias y las costumbres de la civilización romana) por parte de los pueblos prerromanos peninsulares. Dicho proceso tiene lugar entre los años 218 a. C. y 19 a. C. La romanización fue un proceso impuesto por los conquistadores, pero que también contó con el apoyo de las élites locales que buscaron beneficiarse de los tratos comerciales con el invasor. El proceso de integración de los indígenas no es igual en el tiempo ni en el espacio en todos los casos; es más intenso a partir del siglo I a. C. y en el litoral mediterráneo y las islas Baleares, y menos intenso y más tardío en el interior, en el norte y el noroeste.

Fases de la Romanización

La Conquista Militar

El proceso de romanización de Hispania tuvo dos fases. El comienzo de la conquista fue consecuencia de la Segunda Guerra Púnica (siglo III a. C.) y afectó principalmente al área mediterránea de la Península. La conquista del interior de la Meseta se desarrolló en el siglo II a. C. e incluyó dos largas y crueles guerras: las guerras lusitanas y las guerras celtibéricas, con el largo sitio a la ciudad arévaca de Numancia, que sería destruida. Entre los años 29 y 19 a. C., Augusto definitivamente sometió todo el norte, en la guerra contra los cántabros y los astures.

Organización Administrativa y Territorial

La organización administrativa y del territorio se realizó según el modelo romano. Los romanos dividieron la península en provincias dirigidas por un procónsul o propretor. Las provincias se dividían en conventus iuridici (conventos jurídicos) para la administración de justicia y la recaudación de impuestos.

Ciudades Romanas: Centros de Civilización

La civilización romana fue esencialmente urbana. Hispania vio crecer el número y el tamaño de sus ciudades. Ejemplos notables incluyen Emerita Augusta, Caesar Augusta (Zaragoza), Hispalis (Sevilla), etc. Muchas de ellas fueron de nueva creación y otras, como León, nacieron a partir de campamentos militares. Las ciudades romanas eran centros económicos y políticos que organizaban, además, su entorno rural. Muchas de ellas tuvieron un gran desarrollo monumental, con acueductos, teatros, anfiteatros, circos, foros, termas, templos, etc. Eran empleadas como elemento romanizador al coincidir romanos y prerromanos, a la par que servían como elemento propagandístico. Los romanos crearon una excelente red viaria basada en las calzadas. Su finalidad era organizar el territorio, asegurar su control militar y administrativo, y unir las distintas ciudades.

El Papel del Ejército

El ejército fue uno de los más importantes vehículos de difusión de la civilización romana, ya que incluyeron en sus ejércitos a peninsulares, lo que aumentó el sentimiento de pertenencia a Roma y les permitió participar en las conquistas romanas.

Concesión de la Ciudadanía Romana

La obtención del título de ciudadano romano suponía gozar de numerosos derechos y privilegios, por lo que su concesión se utilizaba como reclamo para imponer la dominación romana.

Elementos Clave de la Romanización

  • Lengua: El latín se impuso como lengua oficial. Fue fundamental para la difusión de la cultura, las creencias, el comercio, etc. Su imposición supuso la desaparición de las lenguas autóctonas, a excepción del euskera, pero a futuro supuso la aparición de las lenguas romances.
  • Religión: A lo largo de toda la dominación romana pervivieron las religiones autóctonas, y sobre ellas los romanos influyeron con sus ritos y creencias; extendieron como obligatorio el culto al Emperador y a la trilogía capitalina, pero con el Edicto de Milán (313) se reconoció legalmente el cristianismo, que pasó a convertirse en la iglesia oficial del Estado con Teodosio en el año 380 con el Edicto de Tesalónica, lo cual fue muy útil como elemento de integración.
  • Ley: La aplicación del Derecho Romano para regular tanto las relaciones privadas como las instituciones públicas y su funcionamiento. Todos los habitantes de Hispania se regían por las mismas leyes, lo que favoreció que todos se sintieran parte del mismo pueblo. Sigue siendo la base del derecho actual.
  • Llegada de Ciudadanos Romanos: La llegada de ciudadanos romanos a la Península aportó modas, formas de vestir, tecnología, costumbres, etc., ayudando así a la implantación del marco cultural romano.
  • Difusión de la Organización Social Romana: Implantación de una sociedad jerarquizada y esclavista dividida en patricios, plebeyos y esclavos.
  • Economía: El dominio romano supuso la ruptura de la economía de subsistencia indígena. Roma explotó las riquezas minerales de Hispania y desarrolló en ella una agricultura de alta producción (se mejoraron las técnicas de cultivo), orientada al comercio y organizada en latifundios o grandes propiedades, en los que se cultivaba trigo, olivos y viñas.

Unión Dinástica: La Formación de la Monarquía de los Reyes Católicos

La unión dinástica es la unión de varios reinos (Estados) bajo un mismo gobernante por derecho dinástico, aunque no se trata, por tanto, de una unión territorial o nacional ni siquiera una fusión de reinos; Castilla y Aragón no se unirán. La Unión Dinástica nace del matrimonio (previamente se firmaron las Capitulaciones de Cervera para acordar los términos) entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón en 1469. El camino hacia esta unión política estuvo lleno de dificultades.

Contexto y Consolidación

En Castilla, la sucesión de Enrique IV enfrentó a los partidarios de su hija, Juana, con su tía Isabel (futura Isabel I). Como consecuencia de ello, estalló una Guerra de Sucesión Castellana (1474-1479), de la que Isabel salió victoriosa y pudo heredar la corona (Tratado de Alcaçovas). En Aragón, los problemas entre el rey Juan II y la nobleza también llevaron a una guerra civil. Es por esa inestabilidad que el monarca aragonés buscó la alianza con Castilla a través del matrimonio de su hijo Fernando con Isabel. Este acuerdo se vio refrendado con la Concordia de Segovia de 1475, gracias al cual cada reino mantuvo sus monarcas, sus leyes, aduanas, sus instituciones, sus monedas, pesos y medidas, y fronteras. Los súbditos de cada reino eran considerados extranjeros en el otro; había ‘fronteras’ entre reinos, ya que solo era una unión personal y no un estado centralista y unificado. Pese a esto, Castilla era hegemónica dentro de la Monarquía Hispánica. Una vez en el trono, tanto Isabel como Fernando eran considerados reyes en ambas coronas: «Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando», aunque Isabel solo ejerció plenamente su autoridad en Castilla y Fernando solo lo hizo en Aragón.

Centralización del Poder y Reformas

Uno de sus grandes objetivos, una vez alcanzaron la corona, fue centralizar el poder del Estado, alejando a la nobleza y el clero que en siglos anteriores habían alcanzado un enorme poder. Esta política reformista fue adoptada para transformar una monarquía de carácter feudal en una moderna y autoritaria, demostrando así que tanto el clero como la nobleza dependían y procedían de los monarcas y no al revés. El objetivo era recuperar el poder perdido por la corona en siglos anteriores. A cambio de “robarles” ese poder político, les cedieron poder (no todo) económico y social con la aprobación, tras la muerte de Isabel, de las Leyes de Toro de 1505 (institucionalización del mayorazgo).

Reformas en Castilla

En Castilla, adoptaron medidas de política interior y organización que afectaron principalmente al gobierno central de los reinos, a las Cortes, a la administración de justicia y al orden interno del reino. Se limitó el poder de la nobleza, confiscándoles los señoríos a aquellos nobles que apoyaron la guerra contra Isabel (en favor de Juana la Beltraneja) y dándoselos a los nobles afines, en forma de señoríos territoriales. Además, los reyes lograron la ampliación del patronato real, controlando así indirectamente los señoríos eclesiásticos al colocar personas leales. Las Cortes, controladas por nobles y clérigos, perdieron el poder legislativo (que habían conseguido décadas antes) que pasó al Consejo Real y se limitaron a aprobar impuestos. El gobierno se apoyaba en los consejos, dando lugar a un nuevo sistema gubernamental, el sistema polisinodial (multitud de consejos: Aragón, Inquisición, Hacienda, Guerra, etc.), y cuyo origen fue el Consejo Real de Castilla, el primero y más importante. Se controló a las órdenes militares, presionándolas para que nombrasen al rey como su gran maestre, lo cual les dio mucho poder sobre ellas. Se creó un ejército permanente; así, los monarcas ya no dependían de las tropas que les cedían los nobles. Se produjo el nacimiento de la Santa Hermandad, una especie de milicias populares, pagadas por los municipios para proteger a los campesinos. Otro de los elementos que demostró el nacimiento de un Estado moderno fue la creación de una diplomacia permanente. En los municipios, volvió el cargo de corregidor como representante directo del rey, demostrando una vez más la pérdida de influencia política de la nobleza en favor del monarca.

Reformas en Aragón

En Aragón, las instituciones, por lo general, permanecieron intactas; sobrevivió el pactismo y se respetaron y confirmaron los privilegios y fueros de Valencia, Aragón y Cataluña. Para gobernar estos territorios, nombraron virreyes que los representasen en ausencia de los Reyes. Se creó el Consejo de Aragón (1494) para asesorar a los monarcas en cuestiones de gobierno. Algunas instituciones sufrieron cambios, como el caso del Cónsul (Concejo) de Barcelona, que se vio afectado ya que el rey impuso un nuevo sistema de elección, la insaculación, para elegir a los principales cargos públicos a partir de una lista de personas aprobada por el monarca. Esto supuso cierta recuperación del poder real, ya que elegiría personas afines a su persona. Se mantuvo la figura del Justicia Mayor, y en el ámbito exterior intentaron conciliar los intereses de Castilla y Aragón.

El Sexenio Democrático (1868-1874): Crisis y Transformación en España

El Sexenio Democrático corresponde al periodo entre el reinado de Isabel II y la Restauración de la monarquía borbónica (1868-1874). Los gobiernos que se sucedieron durante el Sexenio hicieron frente a tres problemas principales.

Desafíos del Sexenio Democrático

La Primera Guerra de Cuba (1868-1878)

La Primera Guerra de Cuba estalló justo después de la Revolución conocida como “La Gloriosa” (1868), a la que tuvo que hacer frente el gobierno provisional que siguió a la misma. Comenzó en 1868 con el Grito de Yara. Fue la primera guerra de independencia cubana contra España. Los líderes independentistas fueron la pequeña y mediana burguesía criolla (liderados por Céspedes) que, al no conseguir mayor participación política y económica por la negativa de los españoles, se decantaron por el independentismo. Terminó diez años más tarde con la Paz de Zanjón o Pacto de Zanjón, donde se estableció la capitulación del Ejército Independentista Cubano frente a las tropas españolas. Este acuerdo no garantizaba ninguno de los dos objetivos fundamentales de dicha guerra por parte cubana: la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud. Por dicha razón, grupos dispersos de patriotas cubanos continuaron luchando durante la mayor parte del año 1878 e intentaron reiniciar la lucha durante la llamada Guerra Chiquita (1879-1880). En 1898, después de otro conflicto bélico, Cuba consiguió la independencia.

La Tercera Guerra Carlista (1872-1876)

Otro de los problemas que surgieron durante el Sexenio fue la Tercera Guerra Carlista (1872-1876). Una de las causas que motivaron el conflicto fue la cuestión ideológica, ya que el ideario carlista (Dios, Patria, Rey, Fueros) chocaba frontalmente con los aires renovadores de la Constitución de 1869 (la cual consideraban un ataque a sus principios). Otra de las causas fue la elección de un monarca extranjero, Amadeo de Saboya, en detrimento del pretendiente carlista, y por ello, en mayo de 1872, encabezaron un levantamiento armado en nombre de su pretendiente al trono, Carlos VII. La guerra se desarrolló sobre todo en el País Vasco, Navarra y Cataluña. Fue un importante factor de desestabilización de la monarquía de Saboya y de la posterior República. En esta situación de inestabilidad, Amadeo I abdicó la Corona y abandonó España. La vuelta de los Borbones supuso la derrota del carlismo, que pasó a ser marginal.

El Levantamiento Cantonal (1873-1874)

El tercer problema que sufrió España durante el Sexenio fue el del levantamiento cantonal. La Rebelión Cantonal (o Revolución Cantonal) fue una insurrección que tuvo lugar durante la Primera República Española entre julio de 1873 y enero de 1874. Su duración fue muy escasa, apenas un mes con la excepción del cantón de Cartagena, pero generó tal estado de desorden en el país que constituyó uno de los principales factores de fracaso de la Primera República. Los grandes protagonistas de la insurrección fueron los federales intransigentes que pedían la proclamación inmediata de la República federal, una proclamación ‘de abajo a arriba’ sin esperar a que las Cortes Constituyentes elaboraran y aprobaran la nueva Constitución Federal, tal y como defendía el presidente del Poder Ejecutivo de la República, Francisco Pi y Margall. Su objetivo era establecer una serie de ciudades o confederaciones de ciudades (cantones) independientes que se federarían libremente. Recibieron el apoyo de algunos sectores campesinos y obreros.