Usos de la filosofía

2. 5. “Usos” de la filosofía

Llamaremos así a los diversos modos de entender qué es filosofar, o sea, las diversas maneras en que los filósofos han entendido su propia tarea. Algunos usos excluyen a los demás, pero otros son compatibles entre sí, porque se trata de insistencias de algunos filósofos sobre determinados aspectos del quehacer filosófico. Por tanto, un mismo filósofo o corriente filosófica podría aparecer en varios usos a la vez.

Los filósofos han entendido la filosofía como

1) Reflexión sobre los primeros principios de todas las cosas


Esto correspondería a la definición clásica o tradicional de filosofía. Aquí entrarían muchísimos filósofos, pero citaremos sólo algunos:

  • Platón (V-IV aC), Aristóteles (IV aC), Tomás de Aquino (XIII), Descartes (XVI-

    XVII

  • Jaume Balmes (XIX

2) Reflexión sobre el hombre, en especial sobre algunos problemas, como el conocimiento (¿podemos conocer algo?) o el valor (¿qué conductas son moralmente valiosas?): los sofistas (V-IV aC) y su gran adversario, Sócrates (V-IV aC), de los que ya se ha hablado.

3) Saber de salvación, cuando las antiguas creencias se han perdido, como un sustituto de la religión

Es lo que ocurríó en Grecia, por ejemplo, cuando Alejandro Magno, rey de Macedonia (una de las regiones de Grecia, al norte del mar Egeo), se apoderó de toda Grecia y gran parte de Asía, acabando con la estructura política de las ciudades griegas, en las que el hombre griego se sentía arropado por sus tradiciones. Todo eso se pierde, y poco después el Imperio de Alejandro también (Alejandro murió teniendo 33 años, y sus generales se repartieron su Imperio). Muchos hombres griegos se quedan entonces (fin s. IV aC) sin sus creencias y tradiciones, y buscan en la filosofía un saber de salvación, algo a lo que agarrarse para encontrar algún sentido a sus vidas y saber cómo vivir.

A finales del s. IV aC aparecen en Grecia, como fruto de este clima, varias filosofías morales, que tratan de enseñar cómo ha de vivir el hombre auténticamente sabio (el que sabe vivir)::

  • Estoicismo (de stoa poikilé, “pórtico cubierto de pinturas”, donde daba clases su fundador), que predica que el hombre sabio debe someterse al destino, esa fuerza misteriosa que todo lo domina y determina.
  • Epicureísmo (que sigue a Epicuro, IV-III aC) —llamado también hedonismo, de hedoné, “placer”—  para el cual el hombre sabio debe buscar el placer, sobre todo los placeres de la mente y los que resultan de la satisfacción de necesidades estrictamente naturales..
  • Escepticismo (de skepsis, “duda”), que enseña que el hombre sabio debe dudar de todo, sin adherirse a ninguna afirmación ni teoría.

Por otra parte, esa situación espiritual de desarraigo la han experimentado otros filósofos a lo largo de la historia. Es el caso del alemán Karl Jaspers (XIX-

XX)

psiquiatra y filósofo existencialista, el cual, falto de fe cristiana, entiende la filosofía como una reflexión para llevar una existencia con sentido.

4) Crítica del conocimiento, estudiando sus posibilidades y límites. La filosofía moderna, que inaugura el filósofo racionalista francés René Descartes (XVI-

XVII

Va a considerar este problema como el punto de partida y el núcleo de toda la filosofía. Aquí entran varias corrientes, cada una de las cuales significa una diferente actitud ante este problema:

  • Racionalismo, que piensa que todos los conocimientos humanos vienen de unas cuantas ideas y unas cuantas verdades que la razón humana encuentra, de forma innata, dentro de sí: René Descartes (XVI-

    XVII

    , y el judío holandés descendiente de españoles Baruch de Spinoza (XVII).
  • Empirismo, que piensa que todos los conocimientos humanos comienzan en la experiencia y se agotan en la experiencia. El más radical de los empiristas fue David Hume (XVIII).
  • Filosofía transcendental  de Immanuel Kant, que trata de hacer una síntesis de las otras dos corrientes, al afirmar que existen conceptos y estructuras que no provienen de la experiencia, pero que sólo tienen aplicación válida si se aplican a algo que proviene de la experiencia.

5) Profundización en cualquier cosa Significado algo impreciso, bastante extendido en la mentalidad popular

Se habla, por ejemplo, de la filosofía de una empresa, para referirse a una réflexón en profundidad sobre su proyecto empresarial, su modo de entender la ética profesional, su modo de articularse con las preocupaciones y necesidades de la sociedad, etc-.

6) Reflexión sobre la historia, sobre lo que ya ha ocurrido, tanto si nos referimos a la historia de los hombres como al devenir del cosmos entero. Así lo entiende el alemán G. W. F. Hegel (XIX-XX).

Para Hegel toda la realidad no es sino el desarrollo de algo que había al principio , y a lo que él llama la “Idea”


. Esta Idea primero existe “en sí misma” (según Hegel, esto es lo que en la filosofía y la religión se llama “Dios antes de la creación del mundo”); luego la Idea se exterioriza, se pone “fuera de sí”: es la Naturaleza, el cosmos material; finalmente la idea toma conciencia de sí misma, se hace “para sí”: es el Espíritu (Hegel se refiere al ser humano), que es la síntesis de los otros dos momentos.
Todo el desarrollo de la idea es dialéctico, o sea, procede por oposición o lucha de contrarios (tesis – antítesis), que son luego conservados y superados en una realidad más alta (la síntesis). Ésta, a su vez, puede convertirse en tesis, frente a la cual surgirá otra antítesis, siendo ambas absorbidas luego en otra síntesis superior, y así sucesivamente. Siempre se va hacia síntesis más ricas, por lo que en conjunto el movimiento del mundo y de la historia es un continuo progreso. Hegel daba así expresión conceptual al famoso mito del progreso, del que vivíó la humanidad durante los siglos XVIII y XIX, pero que sufríó un durísimo revés en el Siglo XX con las dos terribles guerras mundiales, que hicieron tomar conciencia a los hombres de que el mundo, en vez de ir hacia algo mejor, puede ir hacia algo peor. Pues bien, la filosofía ha de ser, ante todo, reflexión sobre todo esto.

7) Arma de la revolución, para transformar el mundo. Así lo entiende Karl Marx, quien decía que “los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.

 Esta idea de que hay que transformar el mundo la hubieran podido suscribir la mayoría de los filósofos, pero Marx insiste especialmente en ella. Marx es materialista: para él el hombre no es más que materia, una parte de la materia que se enfrenta al resto por su actividad transformadora, o sea, su trabajo. Así, el trabajo es lo esencial del hombre, y la economía es la infraestructura o estructura básica de la vida humana.
Todo el resto de la cultura (filosofía, sociedad, política, religión…) depende de ella.
Por eso, si la estructura económica (lo que Marx llama el modo de producción)

Está deshumanizada, “alienada”, todo el resto de la cultura lo estará también

Y eso es lo que pasa efectivamente, según Marx: el vicio básico de la sociedad, para él, es el modo de producción capitalista, y lo que hay que hacer es eliminarlo y sustituirlo por el modo de producción socialista, arrebatando a los burgueses sus privilegios. Como esto no podrá hacerse por las buenas, porque los que tienen privilegios no se los dejarán quitar, hay que hacerlo mediante una revolución social.
Pues bien, la filosofía debe reflexionar sobre todo esto, transformando las conciencias y analizando las condiciones óptimas que deben reunirse para que tenga éxito esa revolución social.

8) Reflexión sobre la ciencia Así han entendido la filosofía los siguientes filósofos y corrientes::

A) El inglés Francis Bacón (XVI-XVII)

Fue un político metido a filósofo (llegó a ser Canciller de Inglaterra, pero cayó en desgracia, acusado de malversación de fondos). Piensa que la filosofía había trabajado mucho la lógica de la deducción (ver capítulo sobre la lógica), propia de las ciencias que hoy llamamos formales (matemáticas y lógica), pero no la lógica de la inducción, propia de las ciencias que estudian la naturaleza (física, química, biología…). La inducción consiste en pasar de juicios relativos a hechos singulares (“este trozo de metal se dilata con el calor”) a juicios generales que constituyen leyes científicas (“todos los metales se dilatan con el calor”).
La filosofía debía preocuparse de desarrollar un método inductivo que fuera útil para las ciencias de la naturaleza, y es lo que intentó el propio Bacón, a quien algunos consideran como un precedente del Empirismo
. (De todos modos, la ciencia no siguió su método, sino el de un científico contemporáneo suyo, Galileo Galilei  (XVI-XVII), que  concede un papel mucho mayor a la imaginación).

B) El positivismo, cuyo iniciador fue el francés Augusto Comte (XIX)

Éste pensaba que sólo hay un modo serio de hablar del mundo, y es hablar de él como lo hacen las ciencias positivas, que se limitan a registrar  y medir lo que está “puesto”  ante los sentidos (o sea, lo que se puede ver, oír, tocar, etc.), para luego establecer leyes matemáticas que relacionen estos datos (“puesto” se dice “positum” en latín, y de ahí viene “positivo” y “positivismo”). A la filosofía no le corresponde hablar del mundo, puesto que de eso ya habla la ciencia, sino que le toca sólo hablar de la ciencia (para clasificarla, reflexionar sobre sus métodos, etc.)

c) El neopositivismo del s. XX, entre cuyos defensores destacaremos a Rudolf Carnap (XIX-XX), Moritz Schlick (XIX-XX) y Alfred Juliius Ayer (XX).

El neopositivismo mantiene la misma actitud del positivismo decimonónico, pero enriquecida por los resultados de las ciencias de la naturaleza hasta principios del Siglo XX y por los desarrollos de la lógica matemática desde mediados del XIX. Para ellos, una de las más importantes tareas de la filosofía en relación con la ciencia consiste en suministrar a la ciencia un lenguaje adecuado, preciso y apto para el cálculo, lenguaje que ellos encuentran precisamente en la lógica matemática. (Por ese interés por el lenguaje aparecen también como representantes del siguiente uso de la filosofía).

9) Reflexión sobre el lenguaje


Una buena parte de los filósofos del Siglo XX considera que ésta es la única (o casi única) tarea de la filosofía: p. Ej., para analizar si lenguaje es o no es significativo.
A esta postura se le llama filosofía analítica, que se presenta subdividida en dos corrientes (aunque algunos llaman “filosofía analítica” sólo a la segunda de estas corrientes):

  • Filosofía analítica del lenguaje científico. Consideran que la única forma  de hablar con sentido acerca del mundo es la forma de hablar de la ciencia, y que lo que tiene que hacer la filosofía es construir un lenguaje científico ideal.
    Entre sus representantes encontramos:
  • El neopositivismo, que aquí vuelve a salir, y en el que volvemos a destacar a Rudolf Carnap (XIX-XX), Moritz Schlick (XIX-XX) y Alfred Juliius Ayer (XX).

Los neopositivistas elaboraron el criterio empirista de significado, según el cual sólo son significativas (o sea, sólo “dicen” algo)
las proposiciones verificables (o sea, comprobables)

Mediante la experiencia

Con ello pretendían reconocer como significativas las proposiciones científicas, y rechazar como carentes de significado las proposiciones de la filosofía que ellos llaman “metafísica”, o sea, la que habla del mundo en general y de cosas  que no se ven ni se tocan, como “naturaleza”, “esencia”, ”sustancia”, “alma”, etc.; prácticamente, toda la filosofía anterior, excepto algunas corrientes como  la tradición empirista y positivista, la filosofía de Kant, .La de Nietzsche, etc.( Hablar de esas cosas tendría tan poco significado como decir “pa-chin-pa-tan-chum-chan-chan)

Sin embargo, un  importante filósofo norteamericano, llamado Karl Popper (XX), mostró que con ese criterio se dejaba sin significado también a todas las proposiciones generales de la ciencia, como “todo cobre conduce bien la electricidad”, ya que es imposible verificar si eso pasa efectivamente con todo el cobre del universo. Como eso no era lo que habían pretendido los neopositivistas, se fueron haciendo revisiones del criterio de significado, hasta que con el paso de los años muchos de los positivistas adoptaron posiciones menos radicales.

  • El primer Wittgenstein, es decir, Ludwig Wittgenstein en su primera época.

b) Filosofía analítica del lenguaje común. Sus defensores ya no piensan que el lenguaje científico es el único significativo. Se admite que el lenguaje puede tener diversos usos válidos. Es la teoría de los “juegos del lenguaje”. Destaca aquí el segundo Wittgenstein, o sea, Ludwig Wittgenstein en su segunda época, ya que este pensador, tras haberse retirado durante unos años de la actividad filosófica, volvíó a ella, pero con una posición un tanto diferente.

10) Crítica de la moral (Nietzsche)
o de la cultura (escuela de Frankfurt: Theodor Adorno (XIX-XX), Jürgen Habermas (XX)).

Para Nietzsche el máximo valor es la vida, y ésta  es voluntad de poder, deseo de dominar, triunfo de lo fuerte sobre lo débil. La moral europea, que deriva del pensamiento socrático-platónico-cristiano, con sus ideas de amor, compasión, defensa del débil, respeto de los derechos humanos, etc., es expresión del resentimiento de gentes débiles, sin vitalidad: una moral de esclavos y de borregos. Esta moral se apoya en la existencia de Dios; ahora bien, Nietzsche declara que “Dios ha muerto”, y que por lo tanto toda esa moral se viene abajo. En su lugar debe triunfar la moral de los señores, de los hombres fuertes, para quienes Dios no existe, ni cuenta para nada el amor a los demás o el respeto de los derechos. Para ellos, ser “bueno” es ser como son ellos: fuertes, señores, dominadores de los demás. Es significativo señalar que en estas ideas se inspiraron los nazis unas décadas más tarde.

La escuela de Frankfurt reúne a varios pensadores alemanes caracterizados por un pensamiento crítico inspirado en el marxismo, aunque revisado y ampliado con otras tendencias filosóficas y culturales.
Su objetivo es reflexionar sobre la crisis de los valores en las sociedades liberales, proponiendo que las investigaciones sociales se realicen a base del diálogo entre diversas disciplinas y aspectos de la cultura.

Para ellos el papel de la razón no consiste sobre todo en crear conceptos, sino en criticarlos constantemente

Critican desesperanzadamente la Ilustración y su concepto de progreso, y se interesan por aspectos del hombre postindustrial: el ocio, la degradación del medio ambiente, el abandono de los ideales revolucionarios por parte de la clase obrera, el crecimiento de los autoritarismos. Reivindican una defensa del individuo, y la visión del futuro como utopía negativa, es decir, como negación del presente.