España bajo el Franquismo: Cuatro Décadas de Evolución Política, Social y Económica (1939-1975)

El régimen durante los años cuarenta (1939-1951)

En 1939, España estaba devastada en todos los aspectos. El régimen de Franco, apoyado por la oligarquía, la Iglesia y el Ejército, persiguió a la oposición y mantuvo una economía autárquica que prolongó las secuelas de la guerra por dos décadas. La dictadura duró casi cuarenta años, afectando profundamente a dos generaciones de españoles. A lo largo de este tiempo, el régimen se adaptó a las circunstancias internacionales: desde el fascismo en la Segunda Guerra Mundial, pasando por un neutralismo al final del conflicto, hasta el aislamiento de posguerra. La Guerra Fría permitió su reconocimiento y apoyo, especialmente de Estados Unidos. La prosperidad económica de los años sesenta trajo consigo movimientos culturales y protestas contra la dictadura.

Desde sus inicios, el régimen franquista se caracterizó por una concentración absoluta del poder en la figura de Franco, con todas las instituciones subordinadas a él. Sus fundamentos ideológicos incluían:

  • Anticomunismo: Se perseguía a todos los considerados “rojos”, desde la extrema izquierda hasta la burguesía democrática. La propaganda anticomunista se intensificó especialmente a partir de 1950, en el contexto de la Guerra Fría.
  • Antiparlamentarismo: La democracia parlamentaria se consideraba antiespañola y marxista. El régimen promovía su “democracia orgánica” como superior.
  • Nacionalcatolicismo: La dictadura se identificó plenamente con el catolicismo, con la Iglesia controlando la educación, la censura y los medios de comunicación, imponiendo una estricta moral católica.
  • Tradicionalismo: Se exaltaron los símbolos y la historia de Castilla, identificándola con España, y se promovió la “unidad de la Patria”. La autonomía regional y el uso de lenguas no castellanas fueron prohibidos, calificando la autonomía de las regiones como antiespañola.
  • Estética militarista y rasgos fascistas: El régimen presentaba una estética militarista e incluso rasgos fascistas, como desfiles, uniformes y símbolos castrenses.

Las bases sociales de la dictadura

El régimen franquista devolvió el poder a la élite terrateniente y financiera, que recuperó sus propiedades y dominó la vida social. A esta élite se unieron militares, falangistas y personas enriquecidas por la guerra y los negocios. El régimen también contó con el apoyo de las clases medias rurales y de quienes se beneficiaron de las depuraciones en las ciudades.

Sin embargo, la dictadura tuvo poco respaldo entre jornaleros, proletariado industrial y clases medias urbanas republicanas. La represión, el miedo, la miseria y la propaganda desarmaron cualquier oposición. Con el tiempo, el aumento del bienestar y el relevo generacional llevaron a una aceptación del régimen.

Las familias políticas del régimen

Los partidos fueron prohibidos, excepto la Falange, que se convirtió en el Movimiento Nacional. Franco también buscó colaboradores entre falangistas en las primeras etapas, militares, católicos (incluyendo miembros del Opus Dei) y monárquicos. Estas “familias” eran más bien ficticias, ya que Franco elegía a sus colaboradores por lealtad personal y prudencia, evitando que nadie acaparara demasiado poder.

La represión política

Durante esta etapa, además, hubo una gran represión política de forma sistemática. Con la Ley de Responsabilidades Políticas, vigente hasta 1945, se prohibía y castigaba severamente a quienes hubiesen apoyado al otro bando durante la guerra y se castigaba severamente cualquier manifestación en contra del franquismo.

Evolución política: Consolidación del régimen (1939-1951)

En los meses siguientes al fin de la guerra, se produjo la concentración del poder: Franco centralizó todo el poder en su figura, estableciendo un régimen autoritario y represivo. Se gobernó a través de sucesivas leyes orgánicas:

  • El Fuero del Trabajo (1938), que prohibía los sindicatos.
  • La Ley Constitutiva de las Cortes (1942), cuyas cortes no eran representantes de la soberanía nacional.
  • El Fuero de los Españoles (1945).
  • La Ley de Referéndum Nacional, que permitía al Jefe de Estado consultar al pueblo la aprobación de leyes.
  • La Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (1946).

Todo esto consolidó el control del régimen en la figura de Franco.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la política externa de España estuvo marcada por su alianza con las potencias fascistas. En 1939, el gobierno español firmó un acuerdo con el Eje Berlín-Roma-Tokio. España se convirtió en aliada de estas potencias, y los falangistas adquirieron una posición predominante en el gobierno. La propaganda y la política del régimen se alinearon con la ideología fascista y totalitaria, destacando los triunfos iniciales de Alemania.

En octubre de 1940, Franco se reunió con Hitler en Hendaya, pero el encuentro no tuvo éxito. Franco no aceptó entrar en la guerra a cambio de territorios en África, y Hitler no accedió a las demandas españolas. A pesar de esto, en 1941, España envió la División Azul para apoyar a las tropas nazis en su ofensiva contra la URSS.

A partir del verano de 1942, las derrotas alemanas llevaron a un cambio de orientación en la política española. Serrano Suñer dejó el gobierno y España comenzó a acercarse a los Aliados. La propaganda fascista se suavizó y, al final de la guerra, se permitió el uso de aeródromos españoles por parte de los aviones aliados.

Tras la guerra, España enfrentó un aislamiento internacional. En 1945, los dirigentes aliados denunciaron el apoyo de Franco a las potencias del Eje, y en 1946, la ONU votó en contra de la entrada de España en sus organismos. Estados Unidos, Francia y el Reino Unido sugirieron la retirada de embajadores, y la ONU declaró al régimen español una amenaza potencial a la paz internacional. Este aislamiento se tradujo en un bloqueo económico y diplomático, agravando la situación económica del país. Solo la importación de petróleo estadounidense y el envío de trigo argentino permitieron la supervivencia del régimen.

En el interior, la dictadura intentó mejorar su imagen aumentando la influencia de la Iglesia y nombrando más ministros católicos. Sin embargo, las relaciones con los monárquicos se enfriaron, especialmente después del Manifiesto de Lausana en 1945, en el que don Juan de Borbón apoyaba una transición democrática. A pesar de la represión continua contra los republicanos, con campos de concentración y ejecuciones, los contactos con los monárquicos nunca se rompieron del todo.

A partir de 1948, la Guerra Fría cambió la situación internacional a favor del régimen franquista. Las potencias occidentales, necesitadas de aliados contra el comunismo, comenzaron a suavizar su postura hacia España. En 1950, la ONU levantó la recomendación de retirar embajadores y permitió la entrada de España en organismos internacionales. Así empieza una nueva etapa de apertura de España a Occidente, que coincide con la Guerra Fría y que considera que el carácter marcadamente anticomunista del Régimen y el valor estratégico de la Península son un valor que permite finalizar con su aislamiento.

La consolidación de la dictadura (1951-1959)

La consolidación de la dictadura franquista entre 1951 y 1959 representa una etapa crucial en la historia de España. Durante estos años, el régimen de Franco logró superar el aislamiento internacional y comenzó a integrarse en la comunidad global, aprovechando el contexto de la Guerra Fría. Este periodo estuvo marcado por importantes cambios políticos, económicos y diplomáticos que sentaron las bases para la estabilidad y el crecimiento económico de las décadas siguientes.

Finalizada la guerra, las potencias aliadas sometieron al franquismo a una dura condena política y aislamiento internacional, que alcanzó su más contundente expresión en la Resolución de la ONU de 1946. Esta tachaba de fascista al régimen de Franco y hacía dos durísimas recomendaciones a sus miembros: que se prohibiera a España la pertenencia a los organismos internacionales relacionados con la ONU, y que se retiraran de España todos los embajadores.

Desde entonces, la España de Franco solo pudo contar con el apoyo oficial de dos regímenes profascistas: el de Portugal y el de la Argentina del general Perón.

Desde 1950, en el contexto de la Guerra Fría, empieza la verdadera apertura a Occidente.

Con el final de la Segunda Guerra Mundial, se había pasado de la lucha contra el fascismo a la Guerra Fría contra el comunismo, que se había expandido por toda la Europa del Este.

En ese nuevo escenario, para el bloque capitalista, encabezado por Estados Unidos, el hecho de que el régimen de Franco fuera heredero del fascismo quedó relegado a un segundo plano ante su carácter marcadamente anticomunista y el valor estratégico militar de la península Ibérica.

En consecuencia, la ONU revocó en 1950 la resolución de bloqueo contra España y retornaron los embajadores.

1953, el año de los éxitos diplomáticos del franquismo:

  • Firma del Tratado de Madrid entre España y Estados Unidos (1953), que permitió la instalación de bases militares estadounidenses en territorio español a cambio de ayuda económica y militar. En su mayor parte, esta ayuda iba destinada a sufragar los propios gastos americanos en España. Pero el objetivo fundamental de Franco, una vez más, era la aceptación internacional de su régimen.
  • Firma del Concordato con la Santa Sede (1953): El régimen franquista firmó un concordato con el Vaticano, consolidando la relación entre el Estado y la Iglesia Católica. Este acuerdo otorgó privilegios significativos a la Iglesia en España.

Otros hitos importantes:

  • 1955: España fue admitida en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), lo que marcó un importante paso en la reintegración internacional del país. A partir de entonces, España se pudo integrar en otras organizaciones internacionales: el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE).
  • 1957: Se produjo una reforma económica significativa con la implementación del Plan de Estabilización, que buscaba modernizar la economía española y reducir la inflación.
  • 1959: Se lanzó el Plan de Estabilización y Liberalización, que marcó el inicio de la apertura económica de España y sentó las bases para el crecimiento económico de las décadas siguientes.

Después de 1959, España continuó su proceso de apertura y modernización. En los años 60 experimentó un crecimiento económico y un cambio social significativo, pero siempre bajo el régimen franquista.

Inmovilismo político y crisis del régimen (1959-1975)

La reafirmación política del régimen

En el nuevo Gobierno de 1957 entraron por primera vez tecnócratas, cualificados profesionales para la toma de decisiones económicas con el fin de abandonar definitivamente la autarquía, cuyo número fue en aumento en los gobiernos sucesivos. Aunque el creciente protagonismo de los tecnócratas permitió reorientar y modernizar la economía del país, en el plano político no se originó un proceso paralelo de liberalización y apertura hacia la democracia. En cambio, se produjo un atrincheramiento en los tradicionales planteamientos autoritarios del régimen.

Una liberalización más aparente que real

En el marco general de inmovilismo político que caracterizó al régimen hasta el final, la creciente presión social consiguió arrancar en esta etapa algunas tímidas medidas de liberalización, que en la práctica fueron más aparentes que reales.

La primera de ellas fue la Ley de Prensa e Imprenta de 1966. Esta nueva ley eliminaba la censura previa, pero no garantizaba la libertad de expresión, ya que se podían seguir aplicando multas y suspensiones a las publicaciones que sobrepasaran los estrechos límites autorizados por la ley. Como mecanismo de precaución se establecía la llamada “consulta voluntaria”, que permitía al editor someter la obra a un examen previo para evitar riesgos posteriores.

La segunda medida fue la Ley de Libertad Religiosa de 1967, que reconocía la igualdad de todas las confesiones religiosas. Sin embargo, su trascendencia fue mínima, dado el reducido número de españoles que profesaban otra religión que no fuera la católica.

La definitiva institucionalización del régimen: La Ley Orgánica del Estado

Con la promulgación en 1967 de la Ley Orgánica del Estado, la última de las Leyes Fundamentales, se culminó el proceso de institucionalización del régimen iniciado en 1938.

Se trataba de ofrecer nuevamente una falsa apariencia de Estado de derecho, sin modificar en absoluto la esencia dictatorial del régimen, con el fin de despejar el camino a la plena integración de España en los organismos internacionales.

La nueva ley establecía de forma definitiva las funciones y organización de las instituciones estatales, y otorgaba al Jefe del Estado un poder omnímodo y prácticamente ilimitado. Entre sus prerrogativas estaban la de nombrar al presidente del Gobierno, sancionar y promulgar las leyes, convocar las Cortes y ejercer el mando supremo de todos los ejércitos.

La designación de Juan Carlos como sucesor

Para garantizar la continuidad del régimen y evitar disputas en caso de fallecimiento de Franco, solo quedaba un asunto pendiente: la designación de un sucesor como Jefe de Estado.

En 1969, Franco decidió por fin nombrar a Juan Carlos como su sucesor a título de rey. Con este procedimiento, Franco instauraba una nueva monarquía continuadora de su propio régimen, ya que obviaba al heredero legítimo al trono y obligaba al sucesor designado por él a jurar fidelidad a las Leyes Fundamentales.

Crisis final del régimen franquista

Quiebra de la estabilidad política

En 1973, Franco decidió formar un nuevo gobierno, nombrando a Luis Carrero Blanco como presidente del Gobierno. Esta fue la primera vez que se diferenciaron los cargos de Jefe de Estado y presidente del Gobierno en el régimen franquista.

Sin embargo, el 20 de diciembre de 1973, Carrero Blanco fue asesinado en un atentado de ETA, lo que supuso un golpe durísimo para el régimen.

Tras el asesinato de Carrero Blanco, Carlos Arias Navarro fue nombrado presidente del Gobierno. En su discurso programático, Arias Navarro anunció su intención de emprender una cierta liberalización del régimen, incluyendo la regulación del derecho de asociación política. Este intento de apertura provocó una gran división dentro del bloque franquista, entre los “aperturistas“, que apoyaban una tímida reforma desde dentro, y el “búnker“, el sector más inmovilista e intransigente.

Dificultades exteriores

En abril de 1974, la “Revolución de los Claveles” en Portugal puso fin a la dictadura en ese país. Tres meses después, cayó la dictadura de los coroneles en Grecia. Estos eventos dejaron a España como la última dictadura que pervivía en Europa Occidental.

En septiembre de 1975, la firma de cinco sentencias de muerte por parte del régimen franquista provocó numerosas peticiones de clemencia y gestiones de varios jefes de Estado y de Gobierno. A pesar de estas peticiones, las ejecuciones se llevaron a cabo, lo que provocó una oleada de protestas internacionales y conflictos diplomáticos. Esto reavivó el fantasma del aislamiento internacional para España.

La cuestión del Sahara Occidental también agudizó la crisis de la política exterior española. En noviembre de 1975, Marruecos organizó la “Marcha Verde”, una marcha con la intención de presionar a España para que entregara el territorio. En medio de las difíciles circunstancias internas y con Franco gravemente enfermo, el gobierno español accedió a retirarse del Sahara mediante el Acuerdo de Madrid, firmado el 14 de noviembre de 1975 entre España, Marruecos y Mauritania.

Crisis económica internacional de 1973

La subida de los precios del petróleo a partir de 1973 tuvo un impacto muy negativo en la economía española, que dependía de la energía importada. Esta crisis marcó el final de la etapa de expansión económica que disfrutaba Europa desde los años cincuenta.

Además, el desarrollo económico español dependía de la expansión económica internacional, basada en tres pilares fundamentales: las inversiones de capital extranjero, los ingresos por turismo exterior y las remesas de los emigrantes españoles en Europa. Con la crisis internacional, estos pilares se vieron gravemente afectados.

La economía española entró en una fase de recesión aguda, cuyos signos más evidentes fueron el retorno de emigrantes, el aumento del desempleo y la inflación.

La economía del franquismo: De la autarquía al desarrollismo

La autarquía económica (años cuarenta y cincuenta)

La economía española de los años cuarenta y cincuenta estuvo profundamente afectada por la devastación de la Guerra Civil y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, que privó a España de abastecerse del exterior. Además, el bloqueo internacional tras la Segunda Guerra Mundial prolongó el aislamiento económico del país.

La política económica del régimen se basó en la autarquía, buscando el autoabastecimiento y la independencia económica del país. El régimen aspiraba a alcanzar la autosuficiencia en cuatro años, con el objetivo de una rápida industrialización dirigida por el Estado y un fuerte intervencionismo en todos los ámbitos de la economía.

Los resultados de esta política fueron desastrosos:

  • La producción industrial apenas aumentó en la década de los cuarenta.
  • La producción agraria fue insuficiente para alimentar a la población, lo que llevó a establecer un sistema de racionamiento de alimentos hasta 1952.
  • La renta per cápita no recuperó los niveles anteriores a la guerra hasta la década de los cincuenta.
  • La escasez y el racionamiento propiciaron la aparición de un mercado negro, donde los bienes alcanzaban precios muy superiores a los del mercado legal.

En los años cincuenta, finalizado el aislamiento internacional, la economía española comenzó a abrirse lentamente al exterior. Sin embargo, las importaciones crecieron más rápido que las exportaciones, lo que llevó a un déficit comercial y a la disminución de las reservas de divisas.

Los años del “desarrollismo” (1959-1973)

En 1957, el nuevo gobierno incorporó tecnócratas, miembros del Opus Dei, que reorientaron la política económica, abandonando la autarquía. Estos tecnócratas priorizaron la eficacia técnica y económica.

El Plan de Estabilización de 1959 perseguía tres objetivos: estabilidad de precios, flexibilización de la economía y liberalización de las relaciones económicas con el exterior. Incluyó medidas como la devaluación de la peseta y la eliminación de controles estatales.

Desde 1964 a 1975 se elaboraron tres Planes de Desarrollo cuatrienales. Estos planes buscaban un desarrollo acelerado y equilibrado, creando polos de desarrollo en zonas atrasadas con potencial económico. Entre 1964 y 1972 se crearon doce polos de desarrollo en ciudades.

Entre 1960 y 1973, la economía española experimentó un crecimiento acelerado. La renta per cápita se duplicó y la tasa de crecimiento del Producto Nacional Bruto fue superada solo por Japón. Se modernizaron todos los sectores económicos:

  • Agricultura: Mejoró su productividad con nuevas técnicas, maquinaria y fertilizantes.
  • Industria: Destacaron las industrias químicas, del metal y del automóvil.
  • Servicios: El turismo creció espectacularmente con la afluencia de veraneantes extranjeros.

A pesar del crecimiento económico, el modelo de desarrollo tuvo sus sombras:

  • Desequilibrios Regionales: Las zonas industriales tradicionales y los nuevos polos de desarrollo prosperaron, pero otras regiones quedaron rezagadas.
  • Desempleo y Emigración: El modelo de crecimiento priorizó la inversión en capital, lo que llevó a la emigración de muchos trabajadores.
  • Déficit Comercial: La balanza comercial seguía siendo deficitaria.

Los cambios sociales durante la dictadura franquista

La sociedad y mentalidad de la posguerra

Una estructura social poco evolucionada

El trasvase de población del campo a la ciudad fue constante durante todo el periodo, sobre todo en los años 50 y con destino a los focos industriales: Vizcaya, Barcelona, Valencia y Madrid.

Los inconvenientes de esta migración masiva y en poco tiempo fueron esencialmente dos:

  • El despoblamiento del campo, mayor en la España interior.
  • El chabolismo en las grandes ciudades de absorción, que no estaban preparadas para acoger a tan repentino aluvión de inmigrantes.

El éxodo rural se reflejó también en la estructura ocupacional: el sector primario disminuyó hasta quedar reducido al 40% de la población activa en 1960, lo que se tradujo en el aumento correspondiente de los sectores secundario y terciario.

Sin embargo, España continuaba siendo un país atrasado y esencialmente agrario, cuya estructura social se diferenciaba poco de la de comienzos de los años treinta:

  • La importancia numérica y social de las clases medias era escasa.
  • La sociedad estaba polarizada en dos grandes grupos: una reducida y rica oligarquía agraria, industrial y financiera; y la gran mayoría de la población rural y urbana, con un bajísimo nivel de renta.

Una mentalidad tradicional, autoritaria y machista

En la España de los años 40 y 50 existía una línea divisoria claramente definida: la que separaba al bando de los vencedores del de los vencidos. La Guerra Civil se prolongó durante la posguerra en el espíritu de revancha de los vencedores. La jerarquía eclesiástica, los militares y los falangistas trataron de imponer una concepción de la vida basada en la intolerancia religiosa, la disciplina militar y la virilidad.

A partir de esos valores se propagó una mentalidad tradicional y autoritaria que imponía ciertos comportamientos entre la población:

  • Una moral escrupulosa y estricta de inspiración católica, que impregnaba todas las manifestaciones de la vida pública y privada.
  • Una obediencia ciega y absoluta a cualquier superior en jerarquía.
  • Una división estricta de funciones según el sexo: el hombre, para el trabajo y la guerra; y la mujer, para el hogar y el cuidado de la familia.

Las mujeres perdieron todo lo conquistado durante la República y volvieron a ser relegadas al papel de “ángel del hogar”, esposa y madre.

De niñas, recibían una educación diferenciada impartida por mujeres en centros exclusivamente femeninos y estaban bajo la tutela del padre; y una vez casadas no tenían la posibilidad del divorcio y necesitaban la autorización del marido para todo tipo de actos públicos.

Además, un rasgo específico impuesto a las mujeres durante el franquismo fue el Servicio Social Femenino.

Lo organizaba la Sección Femenina de Falange Española y consistía en una formación teórica de tres meses y una presentación de trabajo de otros tres meses en hospitales, comedores, escuelas, bibliotecas o determinadas instituciones. Este servicio social femenino, equivalente al servicio militar de los hombres y considerado un “deber nacional”, se mantuvo hasta 1978.

Los cambios demográficos, sociales y de mentalidad (años sesenta y setenta)

Los grandes movimientos migratorios

Las migraciones interiores adquirieron una magnitud sin precedentes en la década de los 60. Más de tres millones de personas, procedentes en su mayoría del medio rural y de las regiones más pobres, emigraron a las zonas industriales, los nuevos polos de desarrollo y los focos turísticos.

El espectacular crecimiento de las grandes ciudades originó la aparición en sus áreas metropolitanas de las denominadas “ciudades dormitorio”, carentes de infraestructuras adecuadas y de servicios básicos.

Asimismo, la emigración exterior alcanzó cifras muy elevadas. El modelo español de desarrollo no generaba empleo suficiente para la creciente población inactiva. Por el contrario, Europa occidental se encontraba en esos años en pleno proceso de expansión económica y podía absorber más mano de obra de la disponible en sus países.

En consecuencia, más de un millón y medio de españoles emigraron a Europa entre 1960 y 1973. Los principales destinos fueron Francia, Alemania y Suiza. La mayoría emigró con carácter temporal.

La modernización de la estructura social

El crecimiento económico de la década de los 60 modificó la estructura ocupacional de la población, que adquirió por fin las características propias de un país en desarrollo.

El despegue de la industria y los servicios atrajo a la mano de obra sobrante de la agricultura. Por primera vez, la población activa tanto del sector secundario como del terciario superaba la del primario. España pasó de ser un país esencialmente agrario a ser un país industrializado y moderno, aunque con notable retraso.

Asimismo, se modernizó la estructura social: partiendo de una sociedad básicamente rural y muy polarizada se evolucionó hacia una sociedad con predominio numérico de las clases medias urbanas.

Hacia la sociedad de consumo

El aumento de la renta per cápita y de los salarios repercutió en una elevación del nivel de vida general de la población, con cambios de importancia en las pautas de consumo:

  • Mejoró la alimentación: el consumo de carne, leche, frutas y verduras enriqueció la tradicional dieta de pan y patatas.
  • Aumentó la construcción de viviendas.
  • Mejoró la dotación de los hogares. Aumentó de forma espectacular la demanda de automóviles.

El influjo de Europa en la mentalidad de los españoles

En los años sesenta se produjeron también cambios profundos en la mentalidad de los españoles. Se fueron imponiendo nuevos gustos, modas y costumbres procedentes de Europa, cuya influencia se introdujo en España principalmente a través de dos vías:

  • El creciente número de turistas extranjeros que llegaban en especial a las zonas costeras.
  • Los emigrantes españoles en Europa que cuando regresaban a España traían consigo una nueva mentalidad y transmitían su fascinación por el superior nivel de vida europeo.

Antifranquismo y nuevos movimientos de oposición

Las primeras manifestaciones de oposición al franquismo

Intentos de restauración monárquica

La familia real española apoyó la sublevación militar que originó la Guerra Civil. Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII, intentó participar en el levantamiento militar, pero fue rechazado por Franco. Con el giro de la Segunda Guerra Mundial a favor de los aliados en 1942, Juan de Borbón pensó que el final del franquismo estaba cerca y buscó apoyo de los conservadores británicos para restaurar la monarquía en España.

En 1943, un grupo de procuradores en Cortes y tenientes generales solicitaron a Franco el restablecimiento de la monarquía, pero la propuesta fue rechazada.

En 1945, Juan de Borbón publicó el Manifiesto de Lausana, pidiendo la dimisión de Franco y la restauración de la monarquía.

En 1948, Juan de Borbón se entrevistó con Franco y consintió que su hijo, el príncipe Juan Carlos, estudiara en España bajo la tutela del dictador.

Oposición popular en el interior

La oposición popular se manifestó a través de la guerrilla, las huelgas y las actuaciones de partidos políticos y organizaciones clandestinas antifranquistas.

  • Guerrilla (1944-1949): El movimiento de resistencia guerrillero, conocido como el maquis, integrado por anarquistas, comunistas y socialistas, intentó aplicar estrategias de la resistencia francesa contra el régimen franquista. Sin embargo, la Guardia Civil limitó su capacidad de actuación y la guerrilla perdió apoyo.
  • Huelgas: A pesar de estar prohibidas, las huelgas se produjeron en grandes núcleos industriales de Cataluña y el País Vasco debido a las duras condiciones de vida y los bajos salarios. Estas huelgas buscaban desencadenar un levantamiento general del país.
  • Protesta universitaria de 1956: La protesta en Madrid condujo al cierre de la Universidad y a la declaración del estado de excepción en todo el país.
  • Partidos y sindicatos republicanos: Desarticulados por la represión franquista, buscaron apoyos internacionales desde el exilio. El Partido Comunista (PCE) emprendió una importante labor de reorganización en el interior del país, destacándose como oposición popular clandestina.

Creciente oposición en las etapas posteriores

En las siguientes etapas del franquismo, la oposición se manifestó de diversas formas:

La conflictividad laboral

Desde los años sesenta, las huelgas laborales se volvieron más frecuentes.

La agitación universitaria

Las universidades fueron un foco constante de reivindicación de las libertades democráticas. Las protestas de 1965 fueron especialmente significativas, resultando en la expulsión de profesores destacados como Tierno Galván de su cátedra en Madrid.

La oposición de un sector de la Iglesia

El Concilio Vaticano II introdujo un espíritu renovador en la Iglesia, lo que llevó a un cambio en los planteamientos políticos y sociales. Parte de la jerarquía eclesiástica española comenzó a distanciarse del régimen franquista. Numerosos miembros de organizaciones católicas y algunos sacerdotes colaboraron con partidos y sindicatos de la oposición, especialmente con el Partido Comunista y Comisiones Obreras (CCOO).

Grupos y partidos políticos ilegales

En el interior de España, proliferaron partidos que, desde la clandestinidad, desarrollaron una labor sistemática de oposición al régimen. Algunos de estos partidos, por iniciativa del Partido Comunista, crearon en 1974 la Junta Democrática. Otros, por iniciativa del PSOE, constituyeron en 1975 la Plataforma de Convergencia Democrática. Tras la muerte de Franco, ambas organizaciones se unieron en Coordinación Democrática, conocida como Platajunta.

Principales grupos de oposición
  • Partido Comunista de España (PCE): Hasta bien avanzada la década de los 60, era el único partido antifranquista con verdadera implantación social en el interior del país. Encabezó la lucha por la restauración de la democracia y defendió la necesidad de una reconciliación nacional.
  • Partido Socialista Obrero Español (PSOE): Ganó visibilidad en las postrimerías del franquismo, especialmente a partir del Congreso de Suresnes en 1974.
  • Nuevos partidos de extrema izquierda: Canalizaron el descontento de la juventud más radical, influenciada por las experiencias revolucionarias del mayo del 68 francés y de Mao Zedong en China. Algunos derivaron hacia el terrorismo, como el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP).
  • Nuevos partidos minoritarios de carácter moderado: Incluían socialistas, socialdemócratas, demócrata-cristianos, liberales e incluso monárquicos. Su fuerza provenía del prestigio de sus dirigentes, como Joaquín Ruiz Giménez, líder de Izquierda Democrática.
  • Partidos nacionalistas: Se revitalizaron el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), y surgieron nuevas formaciones como ETA y Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), liderada por Jordi Pujol.

La aparición del terrorismo

Antes de la muerte de Franco nacieron los GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre), de inspiración ultraizquierdista, y ETA (Euskadi Ta Askatasuna), de ideología nacionalista vasca radical. Tras romper con el PNV, ETA fue fundada en 1958. Su primera víctima mortal fue el guardia civil de tráfico José Pardines Arcay, en 1968. ETA quiso así iniciar una espiral de violencia, consistente en, primero, cometer atentados; segundo, provocar la respuesta agresiva de la dictadura; y tercero, generar una corriente de simpatía hacia su causa entre la población vasca y navarra. El terrorismo fue el instrumento de una minoría que provocó consecuencias irreversibles. En el caso de ETA, mató a 43 personas entre 1968 y 1975.

A pesar de la dura represión política y policial, la oposición siguió creciendo y dejó claro que el régimen no sobreviviría mucho tras la muerte de Franco.