España Siglo XX: De la Dictadura de Primo de Rivera al Desenlace de la Guerra Civil

La Dictadura del General Primo de Rivera (1923-1930)

Golpe de Estado y Directorio Militar

El miedo a las repercusiones del Informe Picasso provocó el pronunciamiento militar de Miguel Primo de Rivera en septiembre de 1923, declarando el estado de guerra y asumiendo el poder absoluto. El apoyo de Alfonso XIII fue crucial para el éxito del golpe. Primo de Rivera dirigió un manifiesto en el que prometía ser un «cirujano de hierro» para acabar con los males del país.

El primer gobierno fue un Directorio Militar, formado por él como jefe de Gobierno y nueve miembros del ejército.

El golpe fue apoyado por empresas, bancos y la Iglesia Católica. Solo se opusieron los anarquistas y comunistas mediante huelgas generales. En noviembre de 1923, los presidentes del Congreso y del Senado visitaron al rey para solicitar la convocatoria de elecciones a Cortes, pero este respondió que no era tiempo de Cortes ni Constituciones, sino de imponer «paz y orden» en el país. Los objetivos de Primo de Rivera eran acabar con el caciquismo, restablecer el orden público, apartar a los políticos liberales y pacificar Marruecos.

El Directorio Militar: Reformas Políticas

Para acabar con el caciquismo, se sustituyeron los ayuntamientos por juntas de vocales asociados. En 1924 se aprobó un Estatuto Municipal que prometía la democratización de los municipios. Ese mismo año se creó la Unión Patriótica (UP), partido único del régimen.

El orden público se impuso con la ilegalización de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y el PCE (Partido Comunista de España). Además, se reprimieron las manifestaciones nacionalistas bajo el lema «Una, Grande e Indivisible». Con el Estatuto Provincial de 1925, se suprimió la Mancomunidad de Cataluña. Se creó el Somatén (cuerpo paramilitar) para mantener el orden. Primo de Rivera actuó en Marruecos, logrando la victoria hispano-francesa en el Desembarco de Alhucemas (1925), que fue el mayor éxito de la dictadura.

La Oposición y la Caída de la Dictadura

La oposición estaba formada por líderes de los partidos turnistas (como Niceto Alcalá Zamora), republicanos (como Manuel Azaña), anarquistas y comunistas, además de intelectuales como José Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno.

Determinados sectores del ejército organizaron conspiraciones contra el régimen, como la Sanjuanada (1926). La CNT sufrió enfrentamientos internos. El PSOE (Partido Socialista Obrero Español) mantuvo una postura de oposición moderada inicialmente, pero luego la intensificó. Se sumó el nacionalismo catalán, que retiró su apoyo debido a la política centralista implementada. A partir de 1928, el régimen decayó. Primo de Rivera enfermó y, ante el aumento de la conflictividad social y la pérdida de apoyos, el dictador dimitió en enero de 1930, se exilió a Francia y murió al poco tiempo.

Tras la dimisión de Primo de Rivera, Alfonso XIII encargó la formación de gobierno al general Dámaso Berenguer (la «Dictablanda»). Al mismo tiempo, la oposición republicana se organizó y firmó el Pacto de San Sebastián (agosto de 1930) con el objetivo de poner fin a la monarquía e instaurar una república.

El rey se quedaba progresivamente sin apoyos. Un intento de pronunciamiento militar republicano en Jaca (diciembre de 1930) fracasó y sus líderes, los capitanes Galán y García Hernández, fueron fusilados.

En febrero de 1931, el rey encargó al almirante Juan Bautista Aznar la formación de un gobierno de concentración, que intentó reconducir la situación convocando elecciones municipales para el 12 de abril de 1931. Aunque los monárquicos obtuvieron más concejales en total, el triunfo de las candidaturas republicano-socialistas en las grandes ciudades y capitales de provincia fue interpretado como un plebiscito contra la monarquía. Dos días después, el 14 de abril, Alfonso XIII abandonó España y se proclamó la Segunda República, estableciéndose un Gobierno Provisional presidido por Niceto Alcalá Zamora.

La Segunda República Española (1931-1939)

Proclamación y Gobierno Provisional

En las elecciones municipales de abril de 1931 vencieron las candidaturas republicanas en las grandes ciudades, y el 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República. Se abría así la oportunidad de implementar profundas reformas y mejoras sociales y políticas.

La República nació en un contexto de grandes dificultades. En el ámbito internacional, tuvo que hacer frente a la Gran Depresión de los años 30, mientras Europa se debatía entre la democracia y el auge de los fascismos. En el plano nacional, la República se apoyó principalmente en las clases medias y obreras, pero tuvo que enfrentarse a la oposición de los sectores más radicalizados tanto de la derecha como de la izquierda.

Se estableció un Gobierno Provisional de carácter plural, formado por representantes de diversas fuerzas políticas:

  • Derecha Liberal Republicana (DLR): Niceto Alcalá Zamora (Presidente).
  • Acción Republicana (AR): Manuel Azaña.
  • Partido Republicano Radical (PRR): Alejandro Lerroux.
  • Partido Republicano Radical Socialista (PRRS): Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz.
  • PSOE: Francisco Largo Caballero, Indalecio Prieto, Fernando de los Ríos.
  • Nacionalistas catalanes (Esquerra Republicana de Catalunya) y gallegos (como Santiago Casares Quiroga por la ORGA – Organización Republicana Gallega Autónoma).

El 28 de junio de 1931 se celebraron elecciones a Cortes Constituyentes, convocadas por el Gobierno Provisional. Durante los primeros meses de la República se produjeron tensiones y problemas, como la quema de conventos y edificios religiosos en mayo.

Se aprobó una nueva ley electoral que introducía cambios, favoreciendo a las listas mayoritarias y ampliando el derecho al voto. Los comicios se saldaron con un triunfo aplastante de la coalición republicano-socialista.

La Constitución de 1931

Las elecciones a Cortes Constituyentes, celebradas por sufragio universal masculino (las mujeres podían ser elegidas pero no votarían hasta ser aprobado en la Constitución y aplicado en 1933), tuvieron una participación cercana al 70% y dieron la victoria a la coalición republicano-socialista. Generalmente se consideran las primeras elecciones limpias de la historia reciente de España.

La Constitución de 1931, aprobada en diciembre, tuvo un carácter marcadamente democrático y progresista. Sus principios fundamentales incluían:

  • El Estado se definía como una «República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y Justicia».
  • El Estado era integral, compatible con la autonomía de los municipios y las regiones (abriendo la puerta a los Estatutos de Autonomía).
  • El poder legislativo residía en las Cortes (unicamerales).
  • El poder ejecutivo recaía en el Consejo de Ministros y en el Presidente de la República, elegido por las Cortes y un número igual de compromisarios.
  • Se reconocía la propiedad privada, aunque esta podía ser expropiada con indemnización por causa de utilidad social; también se contemplaba la nacionalización de servicios públicos.
  • Presentaba una amplia declaración de derechos y libertades: sufragio universal desde los 23 años (incluyendo el voto femenino, aprobado tras un intenso debate), derecho a la educación, al trabajo, matrimonio civil, divorcio, etc.
  • Se establecía el laicismo del Estado: se declaraba la separación de la Iglesia y el Estado, la libertad de cultos, la disolución de las órdenes religiosas que exigieran un voto de obediencia a una autoridad distinta de la legítima del Estado (como los jesuitas) y la prohibición de dedicarse a la enseñanza. La cuestión religiosa fue una de las más polémicas y generó profundas divisiones.

La Guerra Civil Española (1936-1939)

Introducción

La Guerra Civil Española (1936-1939) es uno de los acontecimientos más trascendentales de la historia de España en el siglo XX. Fue el resultado de una compleja acumulación de problemas políticos, sociales y económicos no resueltos, así como de la tensa coyuntura internacional de los años 30, marcada por el enfrentamiento entre democracia, fascismo y comunismo.

Inicios del Conflicto

La Sublevación: Del Golpe de Estado a la Guerra Civil

Tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, sectores conservadores y militares, con el general Emilio Mola como principal organizador («el Director»), comenzaron a conspirar activamente contra el gobierno republicano. Los acontecimientos se precipitaron en julio de 1936 tras los asesinatos del teniente de la Guardia de Asalto José Castillo (republicano) y del líder monárquico y derechista José Calvo Sotelo.

El 17 de julio de 1936 se inició la sublevación militar en Melilla, extendiéndose rápidamente al resto del protectorado de Marruecos y, al día siguiente, a la Península. Los líderes golpistas esperaban un triunfo rápido, pero la resistencia de las fuerzas leales a la República y de las organizaciones obreras hizo fracasar el golpe en importantes zonas del país, como Madrid, Barcelona, Valencia y el País Vasco. España quedó dividida en dos zonas, dando inicio a la Guerra Civil.

El bando sublevado (también conocido como «nacional») logró imponerse en regiones como Navarra, Galicia, Castilla y León, y en parte de Aragón y Andalucía. Las fuerzas sociales y políticas que apoyaron la sublevación incluían a la mayoría de los militares conservadores, la Iglesia Católica, los terratenientes, la alta burguesía, y partidos de derechas como la CEDA, los monárquicos (carlistas y alfonsinos) y Falange Española, todos ellos deseosos de revertir las reformas republicanas.

El bando republicano (o «leal») mantuvo el control de las principales ciudades industriales y regiones más pobladas. Contó con el apoyo de las clases medias progresistas, las clases trabajadoras urbanas y rurales, los partidos de izquierda (PSOE, PCE, POUM, Izquierda Republicana) y los sindicatos (UGT, CNT-FAI).

La Estabilización de los Frentes en 1936: Movilización Popular y Guerra de Columnas

El ejército profesional quedó dividido. El Ejército Republicano, aunque inicialmente contaba con más efectivos y material, sufrió la defección de una parte importante de la oficialidad y tuvo que reorganizarse sobre la marcha, incorporando milicias populares. El ejército rebelde, por su parte, contó desde el inicio con oficiales de mayor experiencia y, crucialmente, con las unidades más aguerridas del ejército colonial, las llamadas «tropas moras» (Regulares Indígenas) y la Legión.

Evolución Militar de la Guerra

La Guerra de Columnas y el Avance Rebelde hacia Madrid (julio – noviembre 1936)

A pesar de que la mayor parte de la flota permaneció leal a la República, no pudo impedir completamente el crucial paso del Ejército de África, liderado por el general Yagüe, a través del Estrecho de Gibraltar (con ayuda aérea alemana e italiana). Estas tropas avanzaron rápidamente hacia Madrid. Badajoz cayó en agosto, uniendo las dos principales zonas controladas por los sublevados y protagonizando una brutal represión. En septiembre, Francisco Franco, que había asumido el mando del Ejército de África, decidió desviar sus fuerzas hacia Toledo para liberar a los sitiados en el Alcázar, una decisión que, aunque retrasó el asalto a Madrid, le consolidó como líder militar y político del bando sublevado, siendo nombrado Jefe del Gobierno del Estado y Generalísimo el 1 de octubre de 1936.

El tiempo empleado en la liberación del Alcázar de Toledo permitió a los generales José Miaja y Vicente Rojo organizar la defensa de Madrid. En noviembre de 1936 se iniciaron los combates en torno a la capital, con una feroz resistencia del Ejército Popular y la población bajo el lema «¡No pasarán!». El bando nacional recibió ayuda militar crucial de la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini, mientras que la República obtuvo apoyo principal de la Unión Soviética y las Brigadas Internacionales.

Las Batallas en Torno a Madrid y la Ocupación del Norte (diciembre 1936 – octubre 1937)

Ante el fracaso en la toma directa de Madrid, los sublevados intentaron cercar la capital, dando lugar a las sangrientas Batallas del Jarama (febrero de 1937) y de Guadalajara (marzo de 1937). Esta última significó una importante victoria para el Ejército Republicano, frenando el avance nacional y suponiendo la primera derrota del fascismo italiano en campo abierto.

Tras estos reveses en Madrid, los sublevados desviaron su esfuerzo bélico hacia la conquista de la franja cantábrica republicana. En febrero de 1937 cayó Málaga, cuya toma fue seguida por la trágica masacre de civiles en la carretera de Almería. El 26 de abril de 1937 tuvo lugar el brutal bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor alemana, un acto que conmocionó a la opinión pública internacional y fue inmortalizado por Pablo Picasso en su célebre obra. Sucesivamente cayeron Bilbao (junio), Santander (agosto) y Asturias (octubre). Mientras, para aliviar la presión en el norte, la República lanzó ofensivas como las de Brunete (julio de 1937) y Belchite (agosto-septiembre de 1937), que no lograron sus objetivos estratégicos.

Las Ofensivas en Aragón y la Batalla del Ebro (noviembre de 1937 – noviembre 1938)

Una vez conquistada la franja norte republicana, Franco concentró sus fuerzas en el frente de Aragón. Tras la Batalla de Teruel (diciembre 1937 – febrero 1938), inicialmente una victoria republicana pero finalmente reconquistada por los nacionales con grandes pérdidas para ambos bandos, las tropas franquistas lanzaron una gran ofensiva que rompió el frente aragonés. En abril de 1938 alcanzaron el Mediterráneo en Vinaroz (Castellón), dividiendo en dos el territorio republicano. En un intento desesperado por revertir la situación, el Ejército Republicano lanzó una masiva ofensiva cruzando el río Ebro en julio de 1938, dando lugar a la Batalla del Ebro, la más larga y sangrienta de la guerra, que se prolongó hasta noviembre y supuso una derrota decisiva para la República, agotando sus últimas reservas materiales y humanas.

La Caída de Cataluña y el Fin de la Guerra (diciembre 1938 – abril 1939)

La derrota republicana en la Batalla del Ebro dejó exhausto a su ejército y permitió a las tropas de Franco iniciar la ofensiva final sobre Cataluña en diciembre de 1938, que cayó rápidamente. Barcelona fue ocupada el 26 de enero de 1939. El gobierno republicano, con su presidente Juan Negrín, se trasladó a la zona centro-sur, intentando prolongar la resistencia con la esperanza de que el inminente conflicto europeo (Segunda Guerra Mundial) cambiara el curso de los acontecimientos.

En febrero de 1939, Francia y Gran Bretaña reconocieron oficialmente al gobierno de Franco. El presidente de la República, Manuel Azaña, dimitió desde el exilio. A la República solo le quedaba la zona centro-suroriental de la Península. En marzo de 1939, se produjo un golpe de Estado dentro del propio bando republicano, encabezado por el coronel Segismundo Casado, contra el gobierno de Negrín, partidario de resistir. En Madrid se creó un Consejo Nacional de Defensa con la intención de negociar con Franco una «paz honrosa» y evitar represalias. Sin embargo, Franco exigió la rendición incondicional. El 28 de marzo de 1939, las tropas franquistas entraron en Madrid sin resistencia. En los días siguientes, ocuparon el resto de la zona mediterránea. El 1 de abril de 1939, Franco emitió el último parte de guerra, declarando el fin de la Guerra Civil.

Consecuencias de la Guerra Civil

Demográficas: Un descenso drástico de la población, con casi 700.000 muertos (en combate, bombardeos, represión, hambre y enfermedades) y alrededor de 500.000 exiliados, entre ellos gran parte de la intelectualidad y profesionales cualificados. Hubo, además, un elevado número de represaliados y encarcelados durante la posguerra, con decenas de miles de ejecuciones.

Económicas: Destrucción de infraestructuras (viviendas, comunicaciones, industrias), tejido industrial y agrícola. España quedó sumida en una profunda crisis económica, agravada por el aislamiento internacional y la política de autarquía del nuevo régimen. La recuperación fue lenta y costosa, marcando décadas de penuria (los «años del hambre»).

Políticas y culturales: Se estableció una larga dictadura militar encabezada por el general Franco (el Franquismo), que suprimió las libertades democráticas, los partidos políticos y los sindicatos. España quedó profundamente dividida entre vencedores y vencidos, una fractura que perduraría durante décadas. Se produjo un grave retroceso cultural y científico, con la depuración de intelectuales y profesionales, la censura y el aislamiento cultural del país.