Immanuel Kant, una figura central del periodo de la Ilustración, logró superar las limitaciones de las corrientes racionalista y empirista, las cuales, según él, cometían graves errores epistemológicos. Su pensamiento culminó en la creación de una nueva doctrina basada en lo trascendental. En ella, Kant profundiza en el modo en que entendemos la realidad que nos rodea, incidiendo en el hecho de que nuestras facultades cognitivas son completamente independientes del objeto.
Como gran profesor universitario, con la cátedra en lógica y metafísica, Kant abordó el debate entre lo racional y lo empírico, consiguiendo superar ambas posturas. Opinaba que estas cometían diversos errores al ir separadas, y que, por el contrario, debían complementarse. De esta manera, consiguió crear su innovadora doctrina basada en lo “trascendental”.
El Giro Copernicano y el Entendimiento
El entendimiento es una de las tres facultades que Kant distinguió en su “Giro Copernicano”. En este, demostró que la tesis predominante en su época, que concebía el conocimiento como una vía única dividida según la forma de pensar (empírica, basada en la experiencia, o racional, con la razón como único instrumento válido), no era correcta. Kant veía estos dos elementos como componentes esenciales del verdadero conocimiento.
Reconocemos al entendimiento como la facultad encargada de ordenar lo percibido, permitiéndonos comprender de un modo activo y transformándolo posteriormente en conceptos. Es evidente que, para ordenar las percepciones recogidas por la sensibilidad, el entendimiento utiliza conceptos. Kant los define como la unión y ordenación de diversas percepciones bajo una sola forma. De este modo, podemos destacar los conceptos puros (o categorías) y los conceptos empíricos, que provienen de la experiencia y nos ayudan a establecer diferencias y semejanzas entre los objetos de nuestro entorno.
Las Categorías Kantianas
Dichos conceptos puros son denominados por Kant como categorías, las cuales son utilizadas como “herramientas” que el intelecto obtiene para organizar la distribución de las diferentes sensaciones recibidas por la intuición (como el color, el tamaño, la multitud, etc.). Todo esto es ordenado por el entendimiento mediante dichas categorías. Sin ellas, únicamente obtendríamos percepciones desordenadas sin ningún tipo de criterio ante los fenómenos, por lo que sería imposible crear un juicio.
Para conocer bien un elemento, necesitamos conocer cada una de las categorías que nos ayudarán a derivar nuestros propios juicios. Kant propuso doce tipos diferentes de categorías, agrupadas en cuatro clases: de cantidad (unidad, pluralidad, totalidad), de cualidad (realidad, negación, limitación), de relación (sustancia y accidente, causa y efecto, comunidad) y de modalidad (posibilidad/imposibilidad, existencia/inexistencia, necesidad/contingencia).
Fenómeno y Noúmeno: La Realidad y la Cosa en Sí
El conocimiento científico es universal y necesario, pero es fenoménico. Conocemos como fenómeno a un ámbito restringido, rodeado de elementos que se nos escapan. Al observar un objeto tal como se nos aparece, nos acercamos únicamente a la comprensión del fenómeno. Se trata de la cosa tal como se nos muestra, sin importar la esencia del objeto, que permanece, por lo tanto, “escondida” y a la que es poco menos que imposible acceder.
Por ejemplo, cuando observamos un estuche, cualquier persona que observe dicho objeto sabrá lo que es, ya que es tal como se nos aparece y es aquello que desde pequeños hemos asociado a este elemento. Sin embargo, cuando hablamos de la utilidad de dicho objeto, no todos tendremos la misma percepción u opinión. Es a esto a lo que nos referimos como la parte desconocida, casi imposible de acceder.
Una vez conocido lo fenoménico, las categorías nos ayudan a acercarnos al noúmeno, es decir, a la esencia del objeto. Se trata de un concepto tan simple como complicado al mismo tiempo, que nos permite diferenciar unos objetos de otros, correspondiéndose de esta manera a la idea platónica.
Ya hemos observado dicho estuche; ahora bien, pretendemos explorar su utilidad. Todos asociamos un mismo elemento al estuche, sin embargo, ¿le vemos todos la misma utilidad? Así pues, cada persona es un mundo: mientras yo veo el estuche como un utensilio para guardar bolígrafos, probablemente mi madre lo vea de otra forma y lo asocie al objeto que utiliza para guardar su maquillaje.
Juicios Sintéticos A Priori y la Viabilidad de la Metafísica
En una de las obras más importantes de Kant, la “Crítica de la razón pura”, este descubrió que la naturaleza del conocimiento científico consistía en juicios sintéticos a priori. Estos juicios son universales y necesarios (a priori) y, al mismo tiempo, amplían nuestro conocimiento (sintéticos), no siendo meras tautologías.
Kant tenía como objetivo demostrar que tanto la lógica como la metafísica eran una ciencia, ya que, según él, para obtener un conocimiento científico, primero debías basarte en tus propios conocimientos y pensamientos. La síntesis a priori le ayudó en la decisión de si la metafísica era viable o no como ciencia.
El conocimiento científico se basa en ciertos juicios universales y necesarios, lo que permite establecer un conjunto de leyes. Cuando hablamos de un elemento a priori, nos referimos a una ley ya establecida, una ley que no necesitamos experimentar para saber lo que puede ocurrir. Por ejemplo, no nos hace falta comprobar que cuando dejas de sujetar un plato, este se cae y, por lo tanto, se rompe. De esta manera, cumple con los criterios de racionalidad, universalidad y necesidad que impone el conocimiento científico.
A Priori y A Posteriori: Experiencia y Razón
Pero no solo encontramos las síntesis a priori; Kant designó con el nombre de a posteriori a aquellos juicios que, en cambio, se basan en la experiencia, es decir, aprendemos de aquello ya sucedido.
Un ejemplo de ambos conceptos podría ser la elaboración de unos macarrones. La receta nos indica que tendremos que echar los macarrones cuando el agua esté hirviendo. Mediante la razón, es decir, el conocimiento a priori, sabemos que dicha agua empezará a hervir a los 100 grados. Sin embargo, por mucho que la receta indique que una vez cocinados durante 10 minutos estarán listos, no lo sabremos hasta realmente comprobarlo, ya que lo que para algunos está en su punto a los 10 minutos de cocción, puede que para ti ya estén pasados y, por lo tanto, no te gusten.
Espacio, Tiempo y el Objeto Trascendental
Volviendo al ejemplo del estuche, Kant dividió la intuición sensible del fenómeno en “materia”, que viene dada a posteriori (es decir, hasta que no experimentas la utilidad del estuche no sabrás en qué se basa dicha materia); y la “forma”, que viene dada por nosotros mismos.
Observó que estas sensaciones se daban obligatoriamente en un espacio y tiempo determinados, formando parte esta vez de los elementos a priori. Dicho estuche lleva entre nosotros un espacio y tiempo determinados, pero no te has dado cuenta de ellos hasta que no has conocido el elemento en sí, el estuche.
Kant hace referencia al concepto de objeto trascendental en su obra más destacada, como la causa o fundamento de los fenómenos externos, o bien, al concepto de objeto en general pensado por la conciencia con el fin de garantizar la validez objetiva de sus representaciones.
Como bien he dicho antes, el noúmeno se trata de la esencia del objeto; esta puede tener